¡Y DALE CON LA CORRUPCION!
El Papa Francisco está tocando
un tema de moda
–de moda en todo el mundo,
pero muy especialmente en nuestro país.
Cada día nos sorprende el Papa con sus sencillas, pero profundas y didácticas homilías matutinas desde Roma.
El primer comentario cáustico, pero intrigante fue éste: “Pecadores sí! Corruptos no!” ¿Cuál será la diferencia?
“No es necesario hablar mucho de los pecadores, porque todos lo somos”. Y agrega algo importantísimo para los que no se consideran pecadores (todavía no se ha metido con los corruptos): “si alguno de nosotros no se siente pecador, que vaya a ver al médico espiritual, porque algo no funciona”.
“Pidamos hoy al Señor la gracia de sentirnos pecadores”. Pero de sentirnos “verdaderos pecadores”, de manera concreta, no de manera general: sí soy pecador, pero no logro reconocer mis pecados. El Papa nos pide revisarnos para ver que somos “pecadores por esto, esto y esto, concretos, con lo concreto del pecado que sea”.
Y ahora sí le entra a los “corruptos”: “Corrupto es el que no tienen necesidad de Dios, el que quiere ser autónomo de Dios”. Pero esta falta de necesidad de Dios es “sólo aparente, porque en su código genético está impresa esa relación con Dios”.
“Y como no pueden negar esa relación con Dios, se hacen un Dios especial: ellos son su propio Dios. Esos son los corruptos”. Como han cortado su relación con este amor, “ellos se convierten en adoradores de sí mismos”.
“El Apóstol Juan dice que los corruptos son el anti-cristo, que están en medio de nosotros, pero que no son parte de nosotros. Judas, que empezó de pecador avaro, terminó en la corrupción.”
“Los corruptos son grandes desmemoriados, han olvidado este amor con el cual el Señor los ha hecho a ellos… Y así como los corruptos le hacen tanto daño a la Iglesia, los santos le hacen tanto bien!”
“Pidamos la gracia de no convertirnos en corruptos: ¡pecadores sí, corruptos no! Y la gracias de ir por el camino de la santidad”.
Bueno, hasta ahí la homilía del Lunes 3 de junio. Pero el Martes 4 volvió con el tema. Y dále con la corrupción!
Entonces destaca que la mentira y la hipocresía son típicas de la corrupción. “La hipocresía es precisamente el lenguaje de la corrupción”.
Nos insta a la honestidad: “Debemos decir sí cuando es sí y no cuando es no. Y ser transparentes como los niños. Un niño no es hipócrita, porque no es corrupto”.
Los que “no aman la verdad” sino se aman sólo a sí mismos, buscan engañar, involucrar al otro en su mentira. Tienen el corazón mentiroso, no pueden decir la verdad”.
“La hipocresía no es un lenguaje de verdad, porque la verdad jamás va sola. ¡Jamás! ¡Va siempre con el amor! No hay verdad sin amor. El amor es la primera verdad. Si no hay amor, no hay verdad”.
E ironizando, el Papa descubre que los corruptos como que sí tienen un amor: “pero es el amor a sí mismos. Aquella idolatría narcisista que los lleva a traicionar a los otros, los lleva a los abusos de confianza. Los corruptos quieren una verdad esclava de los propios intereses”.
Pero nos alerta con respecto de los corruptos. Los que no queremos ser corruptos tenemos, sin embargo, una “cierta debilidad interior, estimulada por la vanidad: nos gusta que digan cosas buenas de nosotros”. Y eso “lo saben los corruptos” y “tratan de debilitarnos con ese lenguaje: estos hipócritas que comienzan con el halago, la adulación y todo esto, terminan buscando falsos testimonios para acusar a quien habían halagado”. ¡Mosca, entonces!
“Pensemos bien: ¿cuál es nuestro lenguaje hoy? ¿Hablamos con verdad, con amor, o hablamos un poco con aquel lenguaje social de seres educados, también diciendo cosas bellas, pero que no sentimos?
¡Que nuestro hablar sea evangélico, hermanos! Pidamos hoy al Señor que nuestro hablar sea el hablar de los simples, hablar de niño, hablar de hijos de Dios, hablar de verdad del amor”.
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