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¿Y GALILEO?

Galileo en su estudio

Cierto que la Iglesia construyó la Civilización Occidental y –entre otros adelantos- desarrolló el método científico.  ¡Un momento! ¿Y La Iglesia no condenó a Galileo por sus planteamientos científicos?

Con este caso la Iglesia ha quedado muy mal parada, debido sobre todo a la versión unilateral y malintencionada que los enemigos de la Iglesia se han encargado de promover y remachar a lo largo de los siglos.

Sin embargo, es curioso que sea el único caso en toda la historia que pueden esgrimir sus enemigos para tratar de mostrar que la Iglesia está en contra de la Ciencia.

¿Qué fue lo que realmente sucedió en el caso Galileo?

En el Siglo 17 Galileo sostenía la teoría de Copérnico del heliocentrismo (el sol como centro del sistema solar y la tierra moviéndose alrededor del sol).

El Heliocentrismo

No podía demostrar aún esta teoría; le faltaban muchas pruebas.  Y algunas de las que proponía eran equivocadas:   llegó a proponer las mareas como prueba del movimiento terrestre, cosa que resulta risible hoy en día cuando sabemos que las mareas dependen de fuerzas gravitacionales ejercidas por la luna.

Hasta allí no había mayor problema.  La Iglesia aceptaba la teoría heliocéntrica, pero siempre como hipótesis, hasta que quedara demostrada con hechos comprobables.

La postura de Galileo era de una convicción fuera de duda, pero sin pruebas.  Y Galileo no aceptaba comprometerse a transmitir este modelo sólo como hipótesis.

¿Cómo, entonces, se complica la relación de Galileo con la Iglesia?

Galileo era admirado y reconocido por Sacerdotes, Cardenales y por el mismo Papa Urbano VIII quien, siendo aún Cardenal, lo felicitó por el libro en que planteaba la Teoría de Copérnico.  Y posteriormente lo condecoró y lo estimuló a seguir en su trabajo.

Galileo y los Cardenales

Pero el verdadero problema surgió cuando Galileo, además, propuso la reinterpretación de ciertos versículos de la Biblia.   Los Teólogos consideraron que Galileo había pisado un terreno que pertenecía al Magisterio de la Iglesia.

¿Y qué versículos bíblicos tenía en mente Galileo?

Ya el título que colocan al Capítulo 10 del Libro de Josué algunas Biblias, nos da una idea de qué pasaba por la cabeza de Galileo:  El sol se detiene -  El sol se detuvo sobre Gabaón.  “El sol se detuvo en medio del cielo y no se apresuró a ponerse casi un día entero” (Jos 10, 13).

Josué y el sol en GabaónLa primera cosa es aclarar el leguaje:  decir que el sol se detuvo puede ser una manera de decir que el tiempo se detuvo.  ¿no decimos de manera similar nosotros aún hoy en día:  “el sol salió”, “el sol se puso”?

La Iglesia consideró que Galileo estaba interviniendo en el terreno teológico y lo declaró sospechoso de herejía por esto y por proponer como verdad irrefutable algo que para el momento era sólo una hipótesis que aún requería pruebas.

Se ha querido siempre hacer creer que la Iglesia es enemiga de la ciencia, por la condena de Galileo.  Como vemos esta condena no tuvo que ver con los avances de la Ciencia, sino porque Galileo pisó el terreno bíblico-teológico y además desobedeció la instrucción de plantear el heliocentrismo sólo como teoría hasta que se pudiera comprobar.

Las ideas acerca del movimiento de los planetas eran bien contrapuestas:  Galileo (Siglo 17) sostenía que la tierra se mueve y el sol es inmóvil; algunos en la Iglesia afirmaban que la tierra está en reposo y el sol se mueve.  Un siglo después (Siglo 18), los astrónomos seguidores de Newton aseguraban que se mueven tanto el sol como la tierra.

A pesar de estas opiniones divergentes, es de hacer notar que tampoco la Iglesia se mostró inflexible.  Es famosa la observación que en su momento planteó el Cardenal Roberto Bellarmino (Santo y Doctor de la Iglesia):  “si hubiera una prueba real de que el Sol ocupa el centro del San roberto Belarminouniverso, … deberíamos proceder con suma cautela a la hora de explicar determinados
pasajes de las Escrituras que parecen apuntar a lo contrario y admitir que no supimos comprenderlos
, antes de proclamar como falsa una opinión que ha demostrado ser verdadera”.

Si Galileo se hubiera ceñido a presentar su teoría como hipótesis hasta que quedara fehacientemente demostrada, hubiera podido seguir escribiendo todo cuanto deseara.

De hecho, los científicos católicos tuvieron autorización, en lo esencial, para proseguir libremente con sus investigaciones, siempre y cuando presentaran el movimiento de la Tierra como hipótesis (tal como exigía el decreto del Santo Oficio de 1616).

¿Por qué la Iglesia podía decretar tal orden a la comunidad científica de aquel momento?

En esa época había muy poca diferenciación en los campos de acción de las diferentes disciplinas y la Teología.  Y en el caso concreto de Galileo se llevó al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica.

Sin embargo, para evitar caer en análisis inadecuados, debemos tener en cuenta que esa forma del actuar eclesial no puede ser juzgada según nuestras categorías actuales, sino según las categorías propias del pasado.  

El Concilio Vaticano II (1962-1965) reconoció y deploró que algunas intervenciones indebidas de ciertos cristianos que, por no haber percibido suficientemente la legítima autonomía de la Ciencia, habían suscitado polémicas y controversias, de modo que llevaron a hacer pensar que había oposición entre Ciencia y Fe (cf. GS n.36

Sin nombrarlo, el Concilio estaba refiriéndose al caso Galileo.

Vaticano II en Basílica de San Pedro
Concilio Vaticano II

¿Qué ha dicho la Iglesia más recientemente sobre el caso Galileo?

El Papa Juan Pablo II constituyó en 1981 una comisión para estudiar el caso Galileo, la cual presentó sus conclusiones tras 11 años de trabajo, el 31 de octubre de 1992, con motivo del 350 aniversario de la muerte de Galileo.

Juan Pablo II nos decía en esa conmemoración que, en primer lugar, debemos partir del principio de que no puede haber una verdadera contradicción entre la Ciencia y la Fe.  De hecho, una de las causas del proceso a Galileo se debió a que «la mayoría de los Teólogos no percibía la distinción formal entre la sagrada Escritura y su interpretación, y ello llevó a trasladar indebidamente al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica»      

Juan Pablo II escribiendoTambién reconoció el Papa que se cometieron errores e incluso injusticias.  Sin embargo, para juzgarlos correctamente hay que tener en cuenta el concreto contexto histórico en que se sucedieron los hechos, sin caer en fáciles anacronismos y en simplificaciones baratas.

Por su parte, el error de algunos Teólogos del tiempo de Galileo (no por cierto del Cardenal Roberto Bellarmino) fue el de no hacer una cabal interpretación de la Escritura, al quedarse con el sentido literal de ésta, y al no discernir entre el ámbito de la Ciencia y el de la Revelación, los cuales, si bien no se oponen, tampoco deben confundirse.

La reflexión del Papa al respecto es perfectamente pertinente:

«En realidad, la Escritura no se ocupa de detalles del mundo físico, cuyo conocimiento está confiado a la experiencia y los razonamientos humanos.  Existen dos campos del saber: el que tiene su fuente en la Revelación y el que la razón puede descubrir con sus solas fuerzas.  A este último pertenecen las ciencias experimentales y la filosofía. La distinción entre los dos campos del saber no debe entenderse como una oposición.  Los dos sectores no son totalmente extraños el uno al otro, sino que tienen puntos de encuentro».

Sin embargo, el de Galileo sigue siendo un capítulo confuso de la historia, que opaca todo el aporte de la Iglesia al desarrollo de la Ciencia.

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