Citas Bíblicas
LECCIÓN # 20

Hechos 2, 1-11 y 5, 17-41

Hechos 2:
1.  Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar
2. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban,
3. y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos.
4. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.

5. Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo.
6. Y entre el gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos quedaron muy desconcertados
7. y se decían, llenos de estupor y admiración: «Pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren cómo hablan!
8. Cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lenga unativa.
9. Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia,
10. de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias,
11. cretenses y árabes. Y todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios.

Hechos 5:
17. El sumo sacerdote y toda su gente, que eran el partido de los saduceos, decidieron actuar en la forma más enérgica.
18. Apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
19. Pero un ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel durante la noche y los sacó fuera, diciéndoles:
20. «Vayan, hablen en el Templo y anuncien al pueblo el mensaje de vida.»
21. Entraron, pues, en el Templo al amanecer, y se pusieron a enseñar. Mientras tanto el sumo sacerdote y sus partidarios reunieron al Sanedrín con todos los ancianos de Israel y enviaron a buscar a los prisioneros a la cárcel.
22. Pero cuando llegaron los guardias no los encontraron en la cárcel. Volvieron a dar la noticia y les dijeron:
23. «Hemos encontrado la cárcel perfectamente cerrada y a los centinelas fuera, en sus puestos, pero al abrir las puertas, no hemos encontrado a nadie dentro.»
24. El jefe de la policía del Templo y los jefes de los sacerdotes quedaron desconcertados al oír esto y se preguntaban qué podía haber sucedido.
25. En esto llegó uno que les dijo: «Los hombres que ustedes encarcelaron están ahora en el Templo enseñando al pueblo.»
26. El jefe de la guardia fue con sus ayudantes y los trajeron, pero sin violencia, porque tenían miedo de ser apedreados por el pueblo.
27. Los trajeron y los presentaron ante el Consejo. El sumo sacerdote los interrogó diciendo:
28. «Les habíamos advertido y prohibido enseñar en nombre de ése. Pero ahora en Jerusalén no se oye más que la predicación de ustedes, y quieren echarnos la culpa por la muerte de ese hombre.»
29. Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
30. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero.
31. Dios lo exaltó y lo puso a su derecha como Jefe y Salvador, para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
32. Nosotros somos testigos de esto, y lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen.»

33. Ellos escuchaban rechiñando los dientes de rabia y querían matarlos.
34. Entonces se levantó uno de ellos, un fariseo llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley y persona muy estimada por todo el pueblo. Mandó que hicieran salir a aquellos hombres durante unos minutos,
35. y empezó a hablar así al Consejo: «Colegas israelitas, no actúen a la ligera con estos hombres.
36. Recuerden que tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron, y todo quedó en nada.
37. Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron.
38. Por eso les aconsejo ahora que se olviden de esos hombres y los dejen en paz. Si su proyecto o su actividad es cosa de hombres, se vendrán abajo.
39. Pero si viene de Dios, ustedes no podrán destruirla, y ojalá no estén luchando contra Dios.» El Consejo le escuchó
40. y mandaron entrar de nuevo a los apóstoles. Los hicieron azotar y les ordenaron severamente que no volviesen a hablar de Jesús Salvador. Después los dejaron ir.
41. Los apóstoles salieron del Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús.

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