¿DIOS BAUTIZADO?

San Juan Bautista bautizaba en el Jordán.  El Bautismo que Juan impartía no era igual que el Sacramento del Bautismo que nosotros hemos recibido.  El de Juan significaba la aceptación de la conversión de aquéllos que deseaban arrepentirse.    Siendo esto así, ¿qué hace Jesús, el Hijo de Dios en la ribera del Jordán, como cualquier otro de los que se estaban convirtiendo, pidiéndole a Juan, su primo y precursor, que le bautizara?  El mismo Bautista, que venía predicando insistentemente que detrás de él vendría “uno  que es más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias” (Mc. 1, 7), se queda impresionado de la petición del Señor.

Y vemos en el Evangelio que San Juan Bautista le discute: “Soy yo quien debe ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a que yo te bautice?”   (Mt. 3, 14).

Hace pocos días celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios.  Y enseguida nos llega esta Fiesta de su Bautismo.  Pero ¿cómo puede ser esto de un Dios bautizado?  Pues bien, el objeto de su Bautismo es el mismo que el de su Nacimiento:  identificarse con la humanidad pecadora.

No nos parece adecuado que Dios sea bautizado, pero en realidad esto calza con el propósito de su venida a la tierra.  Jesús no estaba en el Jordán a título personal, sino que nos estaba representando a todos y cada uno de nosotros, a la humanidad pecadora.

En El no había pecado alguno:  por esto la objeción de San Juan Bautista.  Pero si Jesús se iba a identificar con la humanidad a tal punto como para llamarse “Hijo del Hombre”, tenía entonces que compartir nuestra culpa.  Por eso es que vemos a Dios bautizado.

Cierto entonces que Jesucristo, el Dios Vivo, no tenía necesidad de bautismo.  Pero en el Jordán quiso presentarle al Padre los pecados del mundo y asumirlos El  ¡Todo un Dios, en Quien no puede haber pecado alguno, se pone en lugar de la humanidad pecadora, haciéndose bautizar!

Y esos pecados, los pecados del mundo, El los toma sobre sí en la Cruz y nos redime de ellos.  Es por ello que desde el Jordán, San Juan Bautista, al ver a Jesús acercarse, lo reconoce como el nuevo Cordero que sustituiría al cordero que se sacrificaba en cada cena de Pascua, y dice esto de El:  “Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo”  (Jn. 1, 29).

En el Jordán Jesús desea mostrarnos el sentido y la necesidad del arrepentimiento.  En eso consistía el Bautismo de Juan:  arrepentirse de los pecados primero.  Luego el agua venía a confirmar ese arrepentimiento.

Y la significación del Bautismo deCristo no queda allí:  al entrar Dios a las aguas del Jordán, le dio significación especial al agua.  De allí que el agua sea la materia del Sacramento del Bautismo.

Los que acudían al Jordán se arrepentían y luego se sumergían en el agua.  El Sacramento del Bautismo no es igual al Bautismo del Jordán.  Es mucho más.  Juan ya lo dijo: “Yo los bautizo con agua, pero ya viene el que es más poderoso que yo … Él los bautizará con el Espíritu Santo” (Lc. 3, 16).

En el Bautismo, por obra del Espíritu Santo -del Espíritu de Dios- el ser humano, nacido en el pecado heredado de nuestros primeros progenitores, recibe la vida de Dios que es la Gracia, la cual borra el pecado original.  Además, por medio del Bautismo Sacramento, somos hechos -nada menos- que hijos de Dios y pasamos a formar parte de la Iglesia que Cristo estableció.

La Fiesta del Bautismo del Señor nos invita, entonces, a reconocernos pecadores, a arrepentirnos y a renovar esa vida de Dios que un día recibimos en nuestro Bautismo.  Que así sea.

 

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