¿SER FELICES ASI?

Al no más comenzar Jesucristo su predicación, nos presenta aquella lista de las llamadas “Bienaventuranzas” (Mt. 5, 1-12).  Analizadas éstas desde un criterio meramente humano, podrían parecernos una verdadera contradicción.  ¿Cómo ser felices llorando?  ¿Cómo estar alegres sufriendo?  ¿Cómo contentarnos si nos persiguen?

Así son los criterios de Dios ¡tan diferentes de los criterios humanos!  Pero ¿nos damos cuenta de que para heredar el Reino de los Cielos, debemos tener los criterios y actitudes de las Bienaventuranzas?

“Dichosos, los pobres de espíritu”.  No se refiere el Señor necesaria o exclusivamente a la pobreza material, sino a una pobreza “de espíritu”, la cual consiste en poner nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos.  Es estar convencidos de lo que Dios es y lo poco o nada que somos nosotros ante Dios. La pobreza espiritual es lo contrario a la auto-suficiencia, al orgullo, al creer que podemos lograr cualquier cosa, con tal de proponérnosla.  Por cierto, la pobreza material es causa de felicidad sólo si nos lleva a esa actitud interior de pobreza de espíritu.

“Dichosos los que lloran”.  Se refiere esta bienaventuranza a los que sufren como el Señor desea:  no rechazando el sufrimiento que más tarde o más temprano, más fuerte o menos fuerte, nos llega a cada uno.  Esta bienaventuranza consiste en aceptar el sufrimiento, imitando a Cristo, dándole valor redentor, como nos indicó el Papa Juan Pablo II en su Encíclica sobre el sufrimiento humano.

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.  Justicia en el contexto bíblico significa “santidad”.  Así que el Señor nos está hablando de tener hambre y sed de “santidad”.  Y  desear ser santos es buscar la voluntad de Dios y no la propia, y esto nos lleva a la verdadera felicidad.

“Dichosos los misericordiosos”.  Ser misericordiosos es ser tolerantes y saber perdonar y excusar a los demás. A esto nos ayuda el sabernos necesitados de la misericordia divina, porque somos pecadores y le fallamos a Dios continuamente.

“Dichosos los limpios de corazón”.  Consiste en buscar a Dios por lo que El es, tener rectitud de intención, honestidad interior.   Significa esto, no tener dobleces en ninguna circunstancia, muy especialmente en la vida espiritual, en nuestra relación con Dios.

“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia”. No se refiere esto a todos los presos o perseguidos por cualquier causa o por haber cometido un delito.  Aquí “justicia” se refiere también a “santidad”.  El Señor explica esta última Bienaventuranza en la frase que le sigue:   “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía”.  Es decir, son bienaventurados los perseguidos por seguir a Cristo, por tratar de ser santos.  Y esto se refiere al martirio y a las persecuciones religiosas, pero también a las críticas que reciben aquéllos que ponen a Dios en primer lugar, la cual puede venir de amigos o enemigos... y puede tener lugar hasta dentro de la propia familia.

Las Bienaventuranzas son actitudes exigentes, aparentemente inhumanas -si las juzgamos con criterios de mundo, sin pureza de corazón.  Son regalos del Espíritu Santo, para aquéllos que estén convencidos que son el Camino que lleva a la felicidad eterna del Cielo.

 

¿Por qué y para qué del sufrimiento humano?

 

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