JESUS EL CORDERO

El Jueves Santo, Jesucristo nos dejó instituido ese “sacramento admirable”:  el de su Cuerpo y su Sangre, el regalo más grande que Jesús nos ha dejado:  su presencia viva entre nosotros, todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestra vida espiritual, para unirnos a El.

Ese maravilloso regalo nos lo dio el Señor horas antes de morir, durante la Ultima Cena.  Ese primer Jueves Santo de la historia celebraba Jesucristo con sus Apóstoles la Pascua judía, en la cual se comía un cordero sacrificado.  Se conmemoraba la liberación del pueblo de Israel de Egipto, cuando Dios les ordenó inmolar un cordero por familia y marcar con su sangre el dintel de las puertas, para que el Ángel exterminador, que venía a herir a los primogénitos egipcios, no hiriera a los primogénitos israelitas.

Pero sucede algo imprevisto:  Jesús, mientras comían la cena pascual, sustituye al cordero pascual por Sí mismo.  El se entrega como “verdadero Cordero Pascual” (Prefacio de la Misa de Pascua), a ser sacrificado en la Cruz al día siguiente.

Eso es lo que significan las palabras del Sacerdote cuando, presentando la hostia consagrada dice:  “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.  Esas palabras ya las dijo antes San Juan Bautista, al identificar a Jesús como el Mesías en la ribera del Jordán: ”Allí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo”  (cf. Jn. 1, 29).

Pero hay más:  la Alianza entre Yavé y su pueblo, por el cual éste se comprometía a cumplir lo pedido por Dios, se sella mediante un rito de sangre de animales sacrificados.  Así dice Moisés a los israelitas, una vez hecha la Alianza:  “Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos” (Ex. 24, 3-8).

Esa era la “Antigua Alianza”.  Pero en la Ultima Cena, al presentar el cáliz lleno de vino, Jesús dice:  “Este es el cáliz de la Nueva Alianza, la cual se sella con mi Sangre”.

Estaba anunciando el Señor su muerte al día siguiente y su Sangre derramada en la Cruz, con la cual sellaría la Nueva Alianza.

El Cuerpo entregado y su Sangre derramada hacen de la muerte de Cristo un sacrificio singular:  sacrificio de alianza, que sustituye la Antigua Alianza del Sinaí por esta Nueva Alianza, en la cual el Cordero es Cristo, y en la que no se derrama sangre de animales, sino ¡nada menos! que la del mismo Hijo de Dios

Y todo este sacrificio de Jesús, para nuestra redención:  todo esto por mí y para mí.  Y esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el acceso a Dios y la posibilidad de vivir unidos a El, mediante la recepción de su Cuerpo y de su Sangre en la Comunión, Sacramento de salvación que nos dejó instituido en el primer Jueves Santo de la historia.

El misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo es un misterio de Amor.  Dios Padre nos entrega a su Hijo para redimirnos del pecado, para pagar nuestro rescate.  ¡Qué precio para rescatarnos!  La Vida de Jesucristo, el Cordero de Dios, entregada en la Cruz.  Y esa entrega del Hijo de Dios por nosotros los seres humanos, se reactualiza en cada Eucaristía.  Todo esto … y mucho más conmemoramos el Jueves Santo. 

 

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