inmaculada

   

El 8 de diciembre celebramos los católicos una de las Fiestas grandes de la Iglesia:  la Inmaculada Concepción.

Con ese nombre se identificó la Santísima Virgen María en sus apariciones en Lourdes.  Bernardita, la vidente, no entendió cuando la Virgen le dijo “Yo soy la Inmaculada Concepción”.  Pero el Papa Pío IX sí, porque ése era nada menos que el título del dogma que él había declarado sólo cuatro años antes.

Todos nosotros nacemos con el Pecado Original y vacíos de la gracia divina.  Para eso es el Bautismo:  para darnos la gracia y borrar el Pecado Original.  Pero María, desde su concepción en el vientre de su madre Santa Ana, fue preservada del Pecado Original y de sus consecuencias.

Por cierto, la Iglesia no inventó este dogma.  Está clarito en la Biblia.  El anuncio de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios se encuentra muy al comienzo de la Biblia (Gen. 3, 9-15.20).

Cuando Adán y Eva son descubiertos en su pecado de rebeldía contra Dios, el Creador acusa a la Serpiente, es decir, a Satanás, y le anuncia:  “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya; y su descendencia te aplastará la cabeza”.

¿Quién será la Mujer?  Es María.  ¿Y quién será la descendencia de la Mujer?  Jesucristo… y los que seguimos a Jesucristo.  Y … ¿cuál será la descendencia del Demonio?  Pues todos los que le dan la espalda a Dios y se ponen del lado de la Serpiente, de Satanás.

Otro dato de la Biblia:  en el momento de la Anunciación, cuando tuvo lugar la concepción del Hijo de Dios, el Arcángel Gabriel saludó a María con aquel “llena de gracia” (Lc. 1, 26-38).  ¿Por qué?  Porque ella está llena de la Gracia misma que es Dios y porque nunca el pecado la tocó.  De otra manera no hubiera podido ser saludada así, nada menos que por el mensajero de Dios.  Es la mayor prueba de la Inmaculada Concepción de María.

Dios no tuvo que liberar a María del Pecado Original, porque la había preservado de este pecado desde el mismo momento de su Inmaculada Concepción.  Podríamos decir que la redimió de antemano.

Y Cristo ya nos redimió a nosotros también.  Pero tenemos que hacer como la Virgen:  dar nuestro “sí”, como Ella lo dio.  Un sí constante y permanente a lo que Dios quiere de nosotros.  Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo”, nos dice San Pablo(Flp 1, 4-6. 8-11).

El Bautismo nos ha borrado el Pecado Original, pero además tenemos todas las gracias necesarias para poder dar nuestro sí en todo momento, como Ella lo dio.  Así estaremos preparados para la venida de Cristo o para el momento que nos toque morir.

Ahora bien, si la Virgen no tenía pecado original no debía morir.  Pero…  ¿murió o no?

¿Murió la Santísima Virgen María? 
http://www.homilia.org/virgen/2murio.htm

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