O al FUEGO O al GRANERO

Esta época de Adviento es preparación para conmemorar la primera venida de Jesús, pero también nos quiere preparar para la futura venida de Cristo en gloria.

El Profeta Isaías (Is 11, 1-10) hace un relato simbólico de lo que será el reinado de Cristo.  Nos presenta a animales enemigos entre sí viviendo amistosamente:  el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo con el león ... y hasta un niño con la serpiente.  Eso, parar invitarnos a nosotros, que también tendemos a ser rivales unos con otros, a que vivamos en paz.

Es lo mismo que nos sugiere San Pablo en su Carta a los Romanos cuando nos dice:  “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al Espíritu de Cristo Jesús, para  que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 15, 4-6).

El cómo llegar a esa armonía, nos lo indica San Juan Bautista:  “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”.

Es la misma llamada que nos hace el Niño Jesús que viene, llamada que nos hace la Iglesia siempre, pero muy especialmente en este tiempo de Adviento:  conversión, cambio de vida, eliminar defectos, vicios, malas costumbres.

Lo que dificulta el poder vivir en armonía es el pecado, los pecados de todos y cada uno de nosotros.  Y el pecado es lo que impide la realización de ese Reino de Paz y Justicia que Cristo viene a traernos.

Por eso el llamado a la conversión de hace dos milenios sigue vigente.  ¿No podría San Juan Bautista decirnos las mismas cosas que dijo entonces?  “Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego ... El que viene después de mí (Jesucristo, el Mesías) separará el trigo de la paja.  Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.  (Mt. 3, 1-12)

Son palabras fuertes, que suenan a amenaza.  Pero son la realidad de cómo funcionan la Misericordia y la Justicia Divinas.  El Mesías ya vino hace más de dos mil años, y está presente en nosotros con su Gracia, está presente en la Eucaristía y en los demás Sacramentos.  Podemos -además- encontrarlo en la oración sincera, esa oración que busca a Dios para agradarlo, para entregarse a El, para conocer su Voluntad.

El Adviento nos invita a la conversión, al cambio de vida y a entregar nuestro corazón, nuestra vida, nuestra voluntad a Dios.  Pero somos libres.  Así nos hizo Dios.

Eso sí:  al final del mundo tenemos dos opciones:  Cielo o Infierno.  Con nuestra libertad podemos escoger:  ¿Queremos ser “paja” arrojada al fuego o “trigo” a ser guardado en el granero del Señor?

 

¿Qué sucederá después del Juicio Final?

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