¿CÓMO AMAR?


Cristo el Consolador
(Carl Heinrich Bloch)

Quien ama complace al ser amado.  Pero ¡ojo!  Esto no significa mimar, ni consentir, ni aceptar conductas censurables.  Complacer es más bien cuidarse de no ofender, de no desagradar, de tratar de hacer en todo momento lo que cause contento y agrado a quien se ama.

Jesucristo lo resume en estas palabras: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos.” (Jn. 14, 15-24).

Amar a Dios es, entonces, complacerlo en todo: en cumplir sus mandamientos, en aceptar su Voluntad, en hacer lo que creemos nos pide.  Y Jesús enfatiza lo que nos está diciendo: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama... El que no me ama, no guarda mis palabras”.   Amar a Dios es, entonces, amarlo sobre todas las personas y sobre todas las cosas; amarlo a El, primero que nadie y primero que todo... y amarlo con todo el corazón y con toda el alma.

Pero... si observamos bien, hoy en día jóvenes y adultos, no ponemos nuestra confianza y nuestra admiración en Dios, sino en las personas: en los poderosos, en los artistas, en los modelos de belleza, en las estrellas deportivas, etc.  Tanto, que hasta imitamos sus maneras de ser y seguimos sus recomendaciones.

Pero... pensemos bien... ¿Nos llaman la atención los poderosos, las estrellas deportivas? … ¿qué mayor Poder que el de Dios, fuente de todo poder?  ¿Nos gusta la belleza? … ¿qué mayor Belleza que la de Dios, fuente de toda belleza?  ¿Nos atraen los que hacen algo bueno por la humanidad? … ¿qué mayor Bondad que la de Dios, fuente de todo bien?

El problema está en que hemos sido absorbidos por las cosas del mundo: poder, dinero, riquezas, placeres, frivolidades, vicios, pecados, conductas erradas, apegos inconvenientes, etc., etc.  Unos más, otros menos, todos estamos sumergidos en un mundo muy alejado de los valores eternos, muy desprendido de las cosas de Dios.

Pero Dios nos sigue interpelando con su Palabra, día a día, semana a semana.   Esta semana nos llama a amarle a Él y nos indica cómo.  Amar a Dios es complacerlo en todo: 1º cumplir sus mandamientos, 2º aceptar su voluntad, 3º hacer lo que creemos nos pide.

Y nos dice cuál será nuestra recompensa: nada menos que el tenerlo a Él mismo y el ser amados por Él como sólo Él sabe hacerlo: con un Amor infinito -sin límites-, con un Amor perfecto -sin defectos.  “Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre; Yo también lo amaré y me manifestaré a él... y vendremos a él y haremos nuestra morada en él”.

Mientras busquemos en las cosas de este mundo y en los seres de este mundo lo que nuestro corazón ansía, seguiremos insatisfechos, deseando siempre algo más.  Ese “algo más” que siempre nos falta es el amor a Dios.  Es que, como Dios nos creó para Él, sólo en Él hallaremos el descanso, la alegría, la paz que no nos pueden dar ni las cosas del mundo, ni las personas.  Sólo Dios satisface plenamente.

 

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