COMO OIR AL ESPIRITU SANTO

El Espíritu Santo es nada menos que Dios presente en el mundo.  Y nos asiste a los seres humanos en muchas cosas.  Quizá la principal sea aquélla de santificarnos, es decir, de hacernos santos.  ¡Menuda tarea la del Espíritu Santo!

Y ¿cómo nos va santificando?  Su labor es imperceptible, pero de que la hace, la hace.  Pero hay que colaborar con Él, pues si no colaboramos, el Espíritu Santo no puede hacer su labor.  ¿Qué tal?

Con suaves inspiraciones, cual suave brisa (Jn. 3, 8), nos va inspirando para llevarnos y mantenernos en el camino de la santidad.

Entonces, si el Espíritu Santo es como una suave brisa, significa que debemos estar atentos a sus suaves inspiraciones.  Pero ¡hay tanto ruido para oírlas!  Por eso hay que buscar momentos de silencio.  Y al oírlas, habría que ser dóciles a esas sugerencias, para poder andar por esta vida guiados por Él.

El Espíritu Santo es nuestro Maestro.  Eso nos lo dijo Jesucristo: “Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora.  Pero cuando venga El, el Espíritu de la Verdad, El los llevará a la verdad plena... El les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que Yo les he dicho” (Jn. 16, 12 y 14, 26).

El Espíritu Santo nos lleva a conocer y a vivir todo lo que Cristo nos ha dicho; es decir, nos lleva a conocer y a aceptar el Mensaje de Cristo en su totalidad: nos lleva a la Verdad plena.

¿Qué sucedió en la primera venida del Espíritu Santo?  Antes de Pentecostés vemos a los Apóstoles temerosos y tímidos, torpes para comprender las Escrituras y las enseñanzas de Jesús.

Pero luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor.  Comenzaron a llamar a todos a la conversión, bautizaban a los que acogían el mensaje de Jesucristo Salvador.  Formaron discípulos, organizaban comunidades, asistían a los necesitados.  Y esos mismos que se escondieron de los que mataron a Jesús, aceptaron después ser mártires.  ¿Cómo pudo suceder toda esta trasformación?  El que causó ese cambio tan radical fue el Espíritu Santo.

Pero hay que observar cuál era la actividad principal de los Apóstoles antes de la venida del Espíritu Santo: “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu... en compañía de María, la Madre de Jesús... Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo” (Hech. 1, 12-14 y 2, 46).

Para que el Espíritu Santo pueda santificarnos, hay que oírlo.  ¿Cómo se oye?  El “audífono” es la oración: oración perseverante, frecuente, con entusiasmo, con la Santísima Virgen María.  ¡Ven, Espíritu Santo! 

 

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