MADRE DE DIOS…Y NUESTRA

A una semana del Nacimiento del Niño-Dios, la Iglesia nos presenta  para comenzar el nuevo año, la Fiesta de María, Madre de Dios.

Y esta frase “Madre de Dios” se dice muy fácilmente, pero por lo acostumbrados que estamos a oírla y a repetirla tal vez no nos damos cuenta del significado tan grande de que María, un ser humano, como nosotros, pueda ser ¡Madre de Dios!.

Después de Jesucristo, aunque salvando la distancia entre lo humano y lo divino, entre lo finito y lo infinito, la Santísima Virgen María, Madre de Dios hecho Hombre, es la creatura más grande, más bella, más excelsa que haya existido.

Pero ... ¿qué significa, entonces, para una creatura humana ser Madre de Dios?  ¿Puede una creatura humana engendrar a Dios?  ¿Hemos pensado en esto alguna vez?

Fijémonos en lo siguiente:  todas las madres son madre de la “persona” de su hijo. Y ese hijo es una “persona”, compuesta de alma y cuerpo.  ¿Qué aporta la madre al hijo?  Aporta, por supuesto, la parte material de esa persona, que es el cuerpo.  Ni la madre -ni tampoco el padre- aportan el alma.  Dios es Quien infunde el alma, y esto convierte a cada creatura en “persona humana”.   Así sucede en la concepción de cada uno de los seres humanos.

Pero ... ¿qué sucedió con Jesús?  Dicen los teólogos que Cristo no es persona humana, sino “Persona Divina”.  ¿Qué significa esto, entonces?  Que, aunque Jesús tiene una naturaleza humana, en El la personalidad humana fue sustituida por la personalidad divina en el mismo instante en que María Lo concibió en su seno. (cfr. A. Royo Marín o.p. “La Virgen María”)

Se deduce de esto que la Santísima Virgen María realmente concibió y dio a luz según la carne a la “Persona Divina” de Jesús, pues es la única “persona” que hay en El.  Por esto es que María es llamada con toda propiedad “Madre de Dios”.

Podría argumentarse que María no concibió la naturaleza divina de Jesús.  Por supuesto que no.  Pero, si al caso vamos, tampoco las demás madres conciben el alma de sus hijos, pues ésta viene directamente de Dios.

La Santísima Virgen María concibió, entonces, una persona.  Como esa Persona que es Jesús no era “persona humana”, sino “Divina”, sabemos que María es verdaderamente “Madre de Dios”.

De todos los privilegios, títulos y dogmas de María, éste es sin duda el mayor y de más trascendencia, pues todos los demás (Inmaculada Concepción, llena de Gracia, Virginidad perpetua, Asunción, etc.) fueron dados en atención a este hecho tan inmenso y tan elevado:  el de ser la Madre de Dios.

Sin embargo lo más importante para nosotros y lo que más desea la Santísima Virgen María -Madre de Dios, pero también Madre nuestra- es que la imitemos a Ella, pues imitándola a Ella estamos imitando a su Hijo.

¿Qué imitar de la Madre de Dios?  Su espíritu de oración:  María oraba y en oración la encontró el Ángel cuando le anunció el misterio de su Maternidad Divina.  Su humildad y su entrega a la Voluntad de Dios:  se reconoce “esclava del Señor” y se entrega a que se realice en ella todo lo que Dios quiera.  Su fe a toda prueba:  María creyó por encima de las apariencias y de las posibilidades humanas; creyó que lo imposible se realizaría en Ella:  ser la Madre del mismo Dios.

 

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