SERIA UNA LASTIMA


Camino a Emmaús
(Robert Zünd, 1877)

El día mismo de su Resurrección, Jesús se apareció a dos discípulos suyos caminando hacia un pueblo llamado Emaús. (Lc. 24, 13-35)

Estos dos hombres, que trataron a Jesús de cerca, no lo reconocieron.    Y le comentan lo desilusionados que estaban con lo de su muerte: “Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron.”

El Señor los reprende su falta de fe: ¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas!

Pero notemos que, además de la falta de fe, estos discípulos tenían apego a sus propios criterios.  Ellos dicen haber esperado un Mesías diferente a lo que Jesús fue:  esperaban un Mesías “libertador de Israel”.  Es decir, tenían su propia idea de cómo debía actuar el Mesías, con lo que muestran que no aceptaban a Jesús de verdad.

Y, al sentirse ellos emocionados con estas explicaciones que Jesús les daba sobre los pasajes de la Escritura que ser referían a Él, le piden:  “Quédate con nosotros”.  Jesús accede y al estar sentado a la mesa, “tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio”.  Fue en ese momento cuando “se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.  

Al escuchar a Jesús, su corazón se emocionaba e iban entendiendo lo que les explicaba.  Y al recibir a Cristo en la Eucaristía, pudieron reconocerlo y pudieron creer que realmente había resucitado.

Para nosotros escuchar a Jesús, debemos buscarlo primeramente en su Palabra contenida en la Biblia y en las lecturas de cada domingo.  Y para reconocerlo cuando se nos acerca en nuestro camino, debemos estar en sintonía con El, sobre todo a través de la oración.  Pero, además, hay que recibirlo con frecuencia en la Sagrada Eucaristía.  Y cuando no la podamos tener, realizar frecuentes Comuniones Espirituales.

Así podremos creer sin ver.  Y muy importantes también:  así podremos desprendernos de nuestros propios criterios y cambiarlos por los criterios de Dios.  Podremos dejar nuestra manera de ver las cosas para verlas como Dios las ve.  Así podremos reconocer al Señor cuando nos enseña su Verdad y nos muestra sus criterios.  Así podremos aprovechar la gracia de su presencia en nosotros y en medio de nosotros.

Sin la Palabra de Dios, la oración y la Eucaristía, Jesús podrá pasar delante de nosotros y no lo reconoceremos ni aprovecharemos su presencia.  Sería una lástima.

 

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