TRES PRIVILEGIOS

   Los seguidores de Cristo tenemos muchos privilegios.  Pero solemos no darnos mucha cuenta de ellos.

Primer privilegio: Jesucristo es el Salvador.  Eso se dice fácil.  Y tanto se ha repetido que no parece nada de particular.  Y no lo aprovechamos en toda su dimensión.  Jesucristo nos salvó de gratis, sin ningún esfuerzo de nuestra parte.  Se nos pide –eso sí- aprovechar las gracias que Jesucristo nos regala… igual que cualquier regalo: si se nos da, hay que recibirlo.

Pero, si nos fijamos bien, no todos aceptamos la salvación que Jesús nos vino a traer.  Parece un contra-sentido, pero muchos están abiertamente en contra de Jesucristo, en contra de Dios.  Esto significa que están rechazando la redención que sólo Cristo puede darnos (cfr. Hech. 4, 12).  Y los que así piensan quedan de su cuenta para salvarse… si es que eso fuera posible.

Segundo privilegio: nosotros estábamos secuestrados después del pecado de nuestros primeros progenitores.  Pero  Jesucristo vino a salvarnos, es decir, a rescatarnos de ese secuestro.  Y no sólo nos ha rescatado, sino que además nos ha hecho hijos de Dios.  Y "no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que realmente lo somos" (1 Jn. 3, 1-2).  ¡Woao!  ¡Ser hijos de Dios!  ¡Y ser hijos de verdad!Es decir, Jesucristo no sólo nos ha salvado, sino que nos ha dado mucho más que eso: nos ha hecho hijos de Dios.  Otra cosa que se repite y no parece nada de particular.

Pero ¿nos damos cuenta del privilegio de ser hijos de Dios y de poder llamar a Dios "Padre" porque Jesucristo, que es el Hijo Único de Dios, ha compartido Su Padre con nosotros?  Ser “hijo/a de Dios” se dice tan fácilmente.  Pero… ¿alguna vez hemos agradecido a Dios ese altísimo privilegio… o simplemente lo tomamos como un derecho merecido?

Cierto que Jesús anunció que nos iba a salvar: “Yo soy el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas” (Jn. 10, 11-17).  Y cumplió esa promesa, porque su vida la dio.  ¡Ah!  ¡Pero la recuperó!  Y la recuperó con gloria, porque no se quedó muerto: ¡resucitó!

Y aquí viene el tercer privilegio: el habernos prometido que nos resucitaría a nosotros también y que nos daría la gloria que Él tiene.  ¡Woao!  Pero hay una condición: tenemos que ser ovejas de su rebaño.

¿Quiénes son las ovejas de su rebaño?  Los que conocen su voz, porque lo conocen a Él y le siguen.  Esos son hijos e hijas de Dios.  Y ésos resucitarán como Él resucitó y serán semejantes a Él, porque tendrán la gloria que viene de Él y que conoceremos cuando lo veamos cara a cara.

Tres privilegios: ser salvados gratis, ser hijos de Dios y resucitar.  Porque se dice fácil, podemos no darnos cuenta de ellos y olvidar agradecerlos.


  icono buenanueva

imprimirWord
icono homilia