Unidos hasta la muerte es la promesa matrimonial. Pero hay algunos que quedan separados por la muerte: viudas y viudos. ¿Cuál es la tradición bíblica y eclesial sobre la viudez en la Iglesia? Hay otras personas que se encuentran en situación de familia incompleta a causa de la muerte de su cónyuge. En el Antiguo Testamento, Dios ordena protección y cuidado a viudas y huérfanos, y alerta en varias ocasiones sobre los abusos contra ellas y sus hijos. Las viudas son especialmente queridas a los ojos de Dios, que las protege y las llena de beneficios muy especiales. Cómo no recordar la viuda de Sarepta, a quien es enviado el Profeta Elías para que le diera alimento, y ese alimento fue multiplicado para ella misma y su hijo. Y cuando murió su hijo, lo revivió por manos de Elías (1 Re 17, 7-24). A otra viuda le encomienda una misión realmente atrevida y riesgosa. Tal es el caso de Judith, a quien le tocó cortar la cabeza al jefe del ejército enemigo que tenía sitiada su ciudad (Judit 10, 1-23; 11, 1-5 y 8, 22). A Rut, una viuda pagana, la escoge de la manera más misteriosa y después de mucho sufrimiento para estar en la línea genealógica del Mesías. (Puedes ver la historia de tres viudas en Curso de Biblia: Noemí, Orfa y Rut) En el Nuevo Testamento las viudas aparecen también como objeto de especial afecto por parte de Jesús. Mención especial merece la descripción de Ana, viuda desde muy joven, que fue escogida especialmente por el Señor para presenciar la Presentación de Jesús en el Templo y para hablar de este Niño. (Lc 2, 36-38). Jesús menciona a la viuda de Sarepta como ejemplo de atención de parte de Dios (Lc 4, 25-26). También revive al hijo único de la viuda de Naím (Lc 7, 11-15). Además destacó la extrema generosidad de una viuda muy pobre que dio todo lo que tenía en la ofrenda del Templo (Lc 21, 2-4). Y el Apóstol Santiago recuerda en su carta que la atención a las viudas es un importante deber de caridad (Sant 1,27). Por otro lado, se prefiere que los viudos no vuelvan a casarse. De ahí la aparente condición de que los Ministros se casen una sola vez. (1 Tim 3,2 y 12; Tit 1,6). Hoy día los Diáconos casados, si enviudan, no les está permitido casarse por segunda vez. San Pablo recomienda a título personal que las viudas no vuelvan a casarse: Lo que les digo es a modo de consejo, no estoy dando órdenes. Me gustaría que todos fueran como yo; pero cada uno recibe de Dios su propia gracia, unos de una manera y otros de otra. A los solteros y a las viudas les digo que estaría bien que se quedaran como yo. Pero si no logran contenerse, que se casen, pues más vale casarse que estar quemándose por dentro. (1ª Cor 7, 6-9) La historia de la Iglesia y la espiritualidad de los primeros siglos conceden un lugar importante a las viudas. Aunque la tradición ha mostrado siempre su preferencia por que las viudas no vuelvan a casarse, siempre se ha mantenido el derecho a contraer nuevo matrimonio. “Quien da el sí al matrimonio, también da el sí a la viudez”, predicaba el Padre Pedro Richards, fundador en los años 60 del Movimiento Familiar Cristiano Latinoamericano. Y parodiando la del Cantar de los Cantares porque es fuerte el amor como la Muerte (Cantar 8, 6), la espiritualidad de la viudez proclama que el amor es más fuerte que la muerte. En efecto, desde 1960 hubo un renovado interés por el estado de viudez, de parte de algunos grupos que se constituyeron para promover una espiritualidad propia de este estado de vida. En España e Italia existían grupos de viudas. En Francia los Equipos de Nuestra Señora, viudas dirigidas por el Padre Henri Caffarel, especialista en espiritualidad familiar. En Latinoamérica, especialmente en Venezuela, la Asociación Naím para viudas. El Concilio Vaticano II pone ante las viudas un camino de santidad (LG 41) que es una continuación de la vocación al matrimonio (GS 48), y espera de ellas un servicio especial (AA 4).
VIUDA |
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Temario del Curso |
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