¿Qué es más importante:
la oración o la acción?
En un mundo tan dado a la actividad y al activismo
se tiende a oponer a veces la oración a la acción, como
se nota en la pregunta de esta semana, y a desvirtuar el significado y
el sentido de la contemplación. Pero estas actividades no son contrapuestas,
sino absolutamente complementarias. Es más, una depende de la otra:
la primera es la oración, luego viene la acción, como resultado
de la oración.
De la unión con Dios consecuencia de la
verdadera oración brota la fuerza sobrenatural que hace eficaz
la acción apostólica. Al faltar esa dimensión espiritualizante,
el apostolado puede tornarse en mero activismo sin sentido sobrenatural
o en simple filantropía sin alcance redentor.
El camino de la oración lleva necesariamente
a la acción, y esta acción será más
fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.
En los santos puede verse que mientras más
adelantaban en su vida de oración, más atendían a
las necesidades del prójimo. En Sta. Teresa de Jesús, por
mencionar sólo una, coinciden su vida de oración contemplativa
con su vida de escritora y de fundadora, cuando después de haber
sido monja durante 20 años, se hace contemplativa, es decir: se
da cuenta de que Dios no está esperando las obras que ella pueda
realizar (su acción apostólica), sino que le dé oportunidad
a El para hacer sus obras en ella y a través de ella.
De allí que el Papa Juan Pablo II nos indicara
que “para conocer a Cristo en el pobre, hay que encontrarlo
y conocerlo en primer lugar en la oración”.
Y continuaba el Papa: “La capacidad
de contemplación se os convierte en capacidad de influjo evangelizador;
la capacidad de silencio se os transforma en capacidad de escucha y de
donación a los hermanos ...Y recuerden que la actividad
-incluso la más santa y benéfica en favor del prójimo-
no dispensa nunca de la oración.”
Refiriéndose el Papa al pasaje sobre María
y Marta (cf. Lc. 10, 39), nos indica que “estar sentados
a los pies del Maestro constituye sin duda el inicio de toda actividad
auténticamente apostólica”, invitándonos
al necesario balance entre oración y acción, entre María
y Marta. (cf. JP II, 4-10-86)
Insistió, como en otras varias oportunidades,
que “la misión sigue siendo siempre, primariamente, obra
de Dios, obra del Espíritu Santo, que es su indiscutible ¡protagonista!”,
recordándonos que por muy necesarios que sean los esfuerzos humanos,
el éxito no depende de nosotros, pues la misión es “obra
de Dios”.
De allí que el Papa Benedicto XVI, cuando
era el encargado de preservar la Fe en la Iglesia Católica, al
hablar sobre la Nueva Evangelización, tuvo esto que decirnos: “Todos
los métodos están vacíos si no tienen en su base
la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida
de oración”. Y nos recordaba: “Jesús
predicaba durante el día y de noche rezaba” (El Cardenal
Ratzinger y la Nueva Evangelización, Zenit 7-7-01).
“Somos contemplativas, pues ‘rezamos’
nuestro trabajo ... Rezamos cuatro horas al día”, refirió
la Madre Teresa de Calcuta en la última entrevista que tuvo con
la prensa antes de pasar a la vida eterna. “Mientras más
recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en
nuestra vida activa ... Necesitamos el silencio para poder llegar a las
almas ... En la oración vocal nosotros hablamos a Dios. En la oración
de silencio es El quien nos habla a nosotros ... En el silencio se nos
otorga el privilegio de escuchar Su Voz”. Son frases de la
Madre Teresa que explican cuál es el fundamento del ser “contemplativos”.
Esta unión con Cristo que mantiene viva
la gracia de Dios en nosotros es indispensable para realizar cualquier
actividad apostólica, ya que “nuestra actividad será
verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios
sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así,
mientras más recibimos en la oración de silencio, más
podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”. En esto
consiste el “rezar” el trabajo de la Madre Teresa: no somos
nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro.
Vemos entonces como, lejos de ser cuestiones contrapuestas,
la acción, para ser fecunda, requiere del silencio
de la oración. Así ha sido con los Santos. La Madre
Teresa también lo vivió y lo enseñó. Asimismo,
el Papa Juan Pablo II, quien dijo: “También hoy la oración
debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de
la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica
oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a
la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero
apostolado” (JP II, 18-3-96 y 4-10-86).
|