¿Por qué Dios a veces
no responde nuestras oraciones?
Dios a veces parece que no respondiera nuestras oraciones,
pues -como Padre infinitamente Sabio y Bueno que es- nos da lo que realmente
necesitamos y no lo que creemos necesitar. No nos da lo que le pedimos,
sino lo que nos conviene. Y no nos da lo que le pedimos, porque nuestra
petición la mayoría de las veces no coincide con su Voluntad.
Cabría preguntarnos: ¿Y por qué Dios no nos otorga
sino lo que es su Voluntad? Sencillamente porque su Voluntad siempre coincide
con el mayor bien para cada uno de nosotros sus hijos. Y nuestro mayor
bien es nuestra salvación eterna. Todo en la Sabiduría Divina va dirigido
hacia nuestra meta eterna, no hacia metas terrenas. Y, lamentablemente,
la mayoría de nuestras oraciones van dirigidas hacia metas terrenas.
Adicionalmente, nuestros deseos deben ir engranados
con los deseos de Dios. O ... ¿nos olvidamos de lo que rezamos en el Padre
Nuestro?: Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo.
Y -recordemos- fue Jesucristo mismo Quien nos enseñó a orar así.
No nos equivoquemos: Dios siempre responde nuestra
oración, pero no siempre en la forma como nosotros deseamos. No creamos,
sin embargo, que porque no se cumplan nuestros deseos no estamos siendo
oídos: nuestra oración siempre es escuchada por Dios.
Es bueno, entonces, acostumbrarnos a pedir a Dios,
recordándonos que sólo nos dará lo que es su Voluntad. No se
haga mi voluntad, sino la tuya, Padre (Lc. 22, 42), oraba Jesús
antes de su Pasión. Nosotros también debemos orar así, sometidos siempre
a la Voluntad Divina, agregando esa coletilla al final de nuestras peticiones.
Nuestras oraciones, en vez de parecerse a una lista
de encargos o a un pliego de peticiones, o a un inventario de compras,
o a un registro de órdenes para Dios, debieran más bien ser solicitudes
gentiles al Señor, siempre sometidas a su Voluntad:
.Si es tu Voluntad que se realice esto (....)
Señor, te estaría ¡tan agradecido.
.Tú sabes, Señor, que estoy sufriendo por
esto (...) Me pongo en tus manos, Señor
.Tú sabes, Señor, lo mucho que sufre (tal
persona) y con amor te la encomiendo.
.Lo que Tú creas, Señor, con relación a (tal
cosa) sé que es lo mejor.
.Señor: Tú puedes sanarme si Tú quieres.
Hágase tu Voluntad.
.Señor: si permites la curación de (tal persona)
me darías ¡tanta alegría!
Orando así no nos sucederá lo que nos dice el Apóstol
Santiago en su Carta: Piden y no reciben porque piden mal
(St. 4, 2).
Sólo Dios sabe lo que nos conviene a cada uno.
Y eso ni lo conoceremos ni comprenderemos a plenitud aquí en la tierra,
sino allá en el Cielo, cuando estemos viviendo en Dios.
|