¿Por qué Dios permite
que triunfen los malos?

Está bien decir que Dios “permite”, porque Dios nunca puede causar el mal, ya que El es infinitamente perfecto e infinitamente bueno. Dios es la Bondad y la Perfección mismas.

Ahora bien, en la Voluntad de Dios podemos apreciar dos formas: una activa, mediante la cual Dios causa todo el bien que vemos, y una pasiva mediante la cual permite que se suceda el mal ... y lo permite sólo para sacar un mayor bien.

Dios no quiere el mal ... solamente lo permite. Y lo permite porque Dios hizo a los seres humanos libres. Ser hombre o mujer significa ser libre, porque Dios quiere que lleguemos a El en libertad. Ser libre significa que podemos escoger libremente el bien y también escoger libremente el mal. Con la libertad existe entonces la posibilidad del mal.

El problema está en que los hombres y mujeres de todos los tiempos -desde Adán y Eva hasta hoy- hemos mal usado ese regalo tan valioso que Dios nos dio: la libertad.

Pero el mal en el mundo no es fruto de la Voluntad de Dios, sino del mal uso que el ser humano ha hecho de la libertad que Dios le dio.

Al dejarnos llevar por el orgullo, el egoísmo, la mentira y por tantas otras seducciones del Maligno, crecen, entonces, la maldad, la injusticia, el desamor, la violencia y todos los demás males que vemos en nuestro entorno y en el mundo entero.

Pero Dios no quiere esto. La Voluntad activa de Dios es que todos los seres humanos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la Verdad. El mal se sucede porque nosotros, los seres humanos, escogemos el mal. Dios simplemente permite que tomemos esa terrible opción por el mal. Y cada opción por el mal que tomamos cada uno de nosotros va causando otros males en el mundo.

Sabemos que Dios puede sacar -y de hecho saca- bien de cualquier mal. El problema es que a veces nos cegamos y vemos sólo el mal y los males causados por el mal. Por estar tan alejados de Dios no podemos apreciar su actuación sacando bien del mal.

El mejor ejemplo de este tipo de actuación divina es nuestra redención. Esta ha sido el mayor bien sacado del peor mal: la muerte injustísima de Jesucristo, el Hijo de Dios, fue causa de nuestra salvación eterna.

Cierto, muchos males parecen no recibir su castigo aquí en esta vida. Pero tenemos que estar seguros que, siendo Dios también infinitamente justo, en el tribunal de la eternidad quedará todo en orden.

Es decir, el Juicio Final dará a conocer la Sabiduría y la Justicia de Dios. Ese día conocerá toda la humanidad cómo Dios dispuso la historia de la salvación de la humanidad y la historia de cada uno de nosotros para nuestro mayor bien, que es la felicidad definitiva, perfecta y eterna en la presencia de Dios en el Cielo. Se conocerá cómo los diferentes males y sufrimientos de las personas y de la humanidad los ha tornado Dios para Su gloria y para nuestro bien eterno. Mucho de lo que ahora en este mundo se considera tonto, negativo, incomprensible, se verá a la luz de la Sabiduría Divina.

“‘El día que Yo actúe’, dice el Señor de los Ejércitos ... entonces verán la diferencia entre los buenos y los malos, entre los que obedecen a Dios y los que no lo obedecen. Ya viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los Ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el Sol de Justicia, que les traerá la salvación en sus rayos” (Mlq. 3, 13-20).

Es así como la presencia del mal en el mundo es un misterio que sólo quedará explicado en la otra vida, en el Juicio Final.

 

Vendrá el día en que el mismo Dios
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Por qué el mal
según Catecismo de la Iglesia Católica

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