Retiros Católicos


RETIRO CUARESMA 2013
AVANZADO

    1.       SOMOS ADORADORES
    2.       COMO DISPONERSE A LA
               CONTEMPLACION

    3.       PLAN DE VIDA Y EXAMEN
               DE CONCIENCIA

                (San Francisco de Sales)

 

SOMOS ADORADORES
Adorarás al Señor tu Dios y
a El sólo servirás”

(Mt. 4, 10; Dt 6, 13)

El sentido de la adoración a Dios es un mandato claro del Señor, pero bastante olvidado.   Si es un mandato del Señor, debemos re-descubrir este concepto tan antiguo como desconocido.

“Llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.  Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como El mismo lo quiere.” (Jn. 4, 23-24).  

 

¿QUÉ ES ADORAR EN ESPIRITU Y EN VERDAD?

“Adorar al Padre en espíritu y en verdad” es reconocer en nuestro interior lo que somos de verdad:  hechura de Dios, propiedad de Dios.

“Tú el Hacedor, y yo la hechura”  (Santa Catalina de Siena, Diálogos:  Gusté y vi).

¿Nos reconocemos así?  ¿Reconocemos a Dios como nuestro Hacedor y, por tanto, nuestro Dueño?   ¿Nos comportamos así … como creaturas? ¿O nos comportamos como dueños de nosotros mismos para estar a tónica con el mundo del que no debemos formar parte?  “Ellos no son del mundo” (Jn. 17, 16)?

Podemos ser adoradores en espíritu y en verdad en la medida en que  realmente nos rindamos ante El.  Rendirse ante El.  Eso es adorar a Dios;  eso es  adorarlo.

Como los Reyes Magos al estar frente al Niño Jesús (“Vieron al Niño con María  y, postrados, le adoraron” - Mt. 2, 11).

 

LA ADORACION NOS VINCULA AL CIELO:

Al adorar nos unimos a la Liturgia que tiene lugar perpetuamente en el Cielo, pues los 24 ancianos que describe el Apocalipsis en la Liturgia Celestial, representan al pueblo de Dios fiel:  “Se arrodillan ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono ” (Ap. 4, 10).

 

COMO ADORAR EN ESPIRITU Y EN VERDAD:

Quitarnos nuestras coronas es despojarnos de nuestro yo.  Despojarnos de nosotros mismos es estar frente a Dios en la verdad.  “Los verdadero adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). 

Somos capaces de ser veraces de hecho, sólo cuando adoramos.  La adoración es lo que nos hace estar en verdad.

Y ¿cuál es nuestra verdad?  Que somos directamente dependientes de Dios.  No nos valemos por nosotros mismos.  La adoración exige esa pobreza de las bienaventuranzas:  ser pobre de espíritu.  Es la pobreza radical de quien se sabe nada.  Nada somos, nada tenemos.  Dios es Todo, yo soy nada.

Al descubrir a Dios como Creador, descubrimos inmediatamente que no somos nada y que todo lo recibimos de El.  Nos ponemos, entonces, delante de Dios en desnudez, como Job cuando al final aceptó -por fin- que recibía todo de Dios:  “Reconozco que lo puedes todo” (Job 42, 1-6).

 

EL ORGULLO IMPIDE LA
ADORACION:

En la canción Maranatha repetimos:  “Haz que abandone la alforja que hasta ahora he llevado.  Haz que abandone el vestido que traje hasta aquí.  Haz que me quede desnudo ante tu presencia, haz que abandone mi vieja razón de existir”. Hay que abandonar las alforjas que cargamos y el viejo vestido, que llevamos puesto.  Y que pretendemos llevarlo –inclusive- a la oración.

La alforja que más pesa es el orgullo.  Es inútil buscar mucho cuál es nuestro pecado dominante:  es el orgullo en todas o en algunas de sus formas.  El orgullo fue el pecado original y luego se ha repetido con diversas melodías cacofónicas a lo largo de la historia de la humanidad:

Engreimiento, deseo de poder, vanidad (querer quedar bien, querer ser apreciado, reconocido, estimado, aprobado, consultado, alabado), preferido, defensa de  los propios criterios (que no suelen provenir de la oración, sino de los razonamientos estériles), defensa de los propios intereses, creerse indispensable, querer aparecer, defensa de la propia imagen, temor a perder la fama,  temor a la crítica y aún a la corrección,  etc. etc. etc.  Son todas formas de orgullo. 

El orgullo nos impide adorar, porque el orgulloso no es capaz de quitarse su corona, esa corona que está cargada de todas esas formas de orgullo, que van contra la humildad y contra la pobreza de espíritu.

Por eso, al no más darnos cuenta de alguna forma de orgullo, hay que hacer un acto de humildad  y ponerse en adoración en seguida.  Porque, si el orgullo nos impide orar, por consecuencia lógica:  la adoración nos quita el orgullo.  Y Dios que ama a los corazones humillados, vendrá enseguida en nuestra ayuda. 

 

LA ADORACION NOS VA
HACIENDO HUMILDES:

  Por la adoración vamos poco a poco, progresivamente, siendo humildes, permitiendo al Espíritu Santo que nos vaya curando del orgullo y regalándonos humildad, base de todas las demás virtudes y de muchos otros regalos del Espíritu Santo.

La adoración es el verdadero camino que nos conduce de manera segura –si bien paulatina- a la humildad. 

Y ¿qué es la humildad?  “Humildad es andar en verdad”, según Santa Teresa de Jesús.  Y andar en verdad es reconocernos creaturas dependientes de Dios, que nada somos ante El y nada podemos sin El.

 

ADORACION ES EL MAXIMO DE POSTRACION DEL ALMA ANTE DIOS:

Adoración es el máximo de postración del alma ante Dios.  Debemos, entonces, inclinarnos, arrodillarnos, postrarnos ante El, pero no sólo con el gesto físico, sino verdaderamente en actitud de inferioridad absoluta, de postración máxima ante Quien nos posee, porque nos ha creado.   En actitud de quitarnos nuestras coronas de orgullo, de engreimiento, de independencia ante Dios. 

Adorar a Dios, entonces, es tomar conciencia de nuestra dependencia de El y de la consecuencia lógica de esa dependencia:  entregarnos a El y a su Voluntad.  No tener voluntad propia, sino adherir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. 

En la adoración nos encontramos con Dios y nos reconocemos sus creaturas, dependientes de El, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin. 

 

ADORACION AL SANTISIMO SACRAMENTO:

La experiencia parece mostrarnos que es más fácil orar ante Jesús Sacramentado, especialmente si está expuesto en una custodia.

¿Cómo se explica esto?  Es que, Cristo, realmente presente en la Eucaristía, nos atrae hacia Él (Jn 12, 32)El Santísimo Sacramento ejerce una atracción, escondida y misteriosa, pero muy real.

Podemos concluir, entonces, que la adoración eucarística es un medio excelente para entrar en la adoración en espíritu y verdad, para ser verdaderos adoradores.

La hora de adoración puede, a veces, parecernos un poco pesada, sobre todo cuando la oración es árida.  Pero ese silencio exterior es un regalo de Jesús para ayudarnos a entrar en el silencio interior.

Ante esa mirada de amor de Cristo sobre nosotros, ante esa atracción misteriosa que hace a través de su presencia real,  ¿cuál debe ser nuestra respuesta?  Adorarlo en espíritu y en verdad.

La presencia eucarística de hecho nos enseña a adorar.  En la adoración uno está solo frente a Dios, y el Espíritu Santo nos va educando para que descubramos nuestra relación de dependencia total de Dios, Creador y Padre. 

Al darnos cuenta de esa total dependencia, nuestra alma no puede menos que adorar.  El alma realiza, entonces, su máxima postración ante Dios.

Santa Teresa de Los Andes habla en sus cartas sobre cómo la contemplación de Cristo presente en la Eucaristía, la llenaba de amor:

“El otro día, viendo el Santísimo manifiesto, me preguntaba por qué no nos volvemos locas de amor por El”.

“Allí (en el tabernáculo), anonadado, vive por las creaturas…se ha reducido a hostia o nada para poder llegar hasta ti”. 

 

LA ORACION DE CORAZON puede ayudar a silenciarnos:

La oración de corazón es una oración en la que se silencia la mente.  Algunos tienen esa capacidad por gracia especial.  Otros la tienen que trabajar.  Santa Teresa de Jesús decía que algunos tienen que ir a buscar agua al pozo, otros les llega por una canal y otros les baña como la lluvia.  En cualquiera de los casos, debemos disponernos a ese silencio interior con el que puede advenir la oración del corazón.

A los que les cuesta, pueden usar una o varias frases de un Salmo, alguna jaculatoria o alguna palabra, con la que se va silenciando la mente.

Puede ser la oración de Jesús que dijo el ciego Bartimeo:  Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador (Mc 10, 47) 

Esa oración encierra mucho:  la Trinidad (porque al nombrar al Hijo está sobreentendido el Padre, y nadie puede decir que Jesús es Hijo de Dios, sino por medio del Espíritu Santo).  Nos reconocemos necesitados de Dios al pedir piedad, y nos reconocemos también lo que realmente somos:  pecadores.  Pero no es recomendable pensar en todo el significado que esta oración encierra mientras se repite, pues eso puede más bien distraer de la oración de corazón.

También pueden usarse algunas estrofas de algún Salmo que nos lleguen al corazón como espada de doble filo (Hb 4, 12).  Por ejemplo:  El Señor es mi Pastor, nada me falta (Sal 23, 1).

Puede ser una oración de adoración: Señor Tú eres mi Creador, yo tu creatura.  Tú mi Hacedor, yo tu hechura.  Tú mi Dueño, yo tu propiedad. Aquí estoy para hacer y aceptar tu Voluntad.

 

CONDICIONES RUDIMENTARIAS PARA LA ORACION DE CORAZON:


    .          Buscar el silencio y recogimiento.  
    .          Dejar las preocupaciones de lado.  
    .         No ocuparse de estar recibiendo y            propagando noticias. 
             Humildad.
            Templanza y auto-disciplina en            todo.

Estas condiciones también son frutos de la oración de corazón.


ORACION CONSTANTE:

  Con la oración de corazón podemos llegar a la oración constante:  orar sin desfallecer (1 Tes 5, 17), porque puede hacerse mientras trabajamos o no, acostados o sentados, en el carro o en la casa.  Se trata de repetir la oración que Dios nos haya inspirado para usar en todo momento.


ORACION VIGILANTE:

Con la Oración de Corazón podemos responder a la solicitud del Señor en el Huerto de los Olivos:  vigilen y oren para no caer en tentación (Mt 26, 41).  

 

¿CÓMO DISPONERSE A LA CONTEMPLACION?

ADORACION yo
RECOGIMIENTO yo y Dios
CONTEMPLACION Dios

Hay que sintonizar a Dios, como sintonizamos una estación de radio-comunicación.  El Señor puede trasmitir, o en silencio, o con palabras, o con visiones, o con agradables aromas.  Nunca lo sabremos de antemano.

La sintonización la podemos hacer con la  a d o r a c i ó n  y/o con jaculatorias o frases de Salmos.   Puede el Señor dejarnos en adoración o recogernos en su silencio.  Y puede ir más allá:  darnos contemplación y gracias místicas.

El don de contemplación depende sólo de Dios.  Con mucha humildad el orante se entrega totalmente a Dios, que da a quien quiere, cómo quiere, dónde quiere y cuánto quiere.  El orante sabe que Dios le dará justo lo que mejor conviene a su salvación eterna.

¿Qué es adorar a Dios?
Es reconocerlo como nuestro Creador y nuestro Dueño
Es reconocerme en verdad lo que soy:
hechura de Dios, posesión de Dios.  
Dios es mi Dueño.  Yo le pertenezco.  
 
Adorar a Dios, entonces,
es darme cuenta
que dependo de El.
Y, si dependo de El, me entrego a El
y a lo que El desee de mí:
me entrego a su Voluntad.

= = = = = = = = = = = = = = =

Tú eres mi Creador, yo tu creatura,
Tú eres mi Hacedor, yo tu hechura,
Tú eres mi Dueño, yo tu propiedad.

Aquí estoy para hacer tu Voluntad.

 

PLAN DE VIDA DE SAN FRANCISCO DE SALES

1) Cada mañana hacer el Examen de previsión : que consistía en ver que trabajos, que personas o actividades iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos.

2) A mediodía visitar el Santísimo Sacramento y hacer el Examen Particular: examinando su defecto dominante y viendo si había actuado con la virtud contraria a él, (durante 19 años su examen particular será acerca del mal genio, de aquel defecto tan fuerte que era su inclinación a encolerizarse).

3) Ningún día sin Meditación: Aunque fuese por media hora, dedicarse a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios, en las verdades de la Biblia o en los ejemplos de los santos.

4) Cada día rezar el Santo Rosario: no dejarlo de rezar ningún día de su vida, promesa que siempre cumplió.

5) En su trato con los demás ser amable pero moderado.

6) Durante el día pensar en la Presencia de Dios.

7) Cada noche antes de acostarse hacer el Examen del día :
.           si empecé mi jornada encomendándome a Dios.

          Si durante mis ocupaciones me acordé muchas veces de Dios para ofrecerle mis acciones, pensamientos, palabras y sufrimientos.

          Si todo lo que hoy hice fue por amor al buen Dios.

.           Si no busqué en mis labores y palabras darle gusto a mi amor propio y a mi orgullo, sino agradar a Dios y hacer bien a mi prójimo.

.           Si traté bien a las personas.

.          Si supe hacer algún pequeño sacrificio

         Si me esforcé por estar fervoroso en la oración

         pediré perdón al Señor por las ofensas de este día,

         haré propósito de portarme mejor en adelante; y suplicaré al cielo que me conceda fortaleza para ser siempre fiel a Dios;

y rezando mis tres Avemarías me entregaré pacíficamente al sueño.
Firmado: Francisco de Sales, Padua 1589.

 

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