SEÑALES EN EL CAMINO 2ª Señal 4.3 Oración según 3. ¿Qué diferencia hay entre la meditación y la contemplación? Dice Santa Teresa de Jesús sobre la meditación: "Llamo yo meditación al discurrir mucho con el entendimiento". Dice que no conviene que toda la oración sea discurso mental: "Es bueno discurrir un rato ... pero que no se vaya todo el tiempo en esto ... porque la sustancia de la oración no está en pensar mucho, sino en amar mucho ... y amar es complacer a Dios en todo". Lo que está diciendo es que para orar hay que amar. Y amar es darse a Dios: ir a la oración a entregarnos a Dios: Señor, aquí estoy. Te amo, te necesito. ¿Qué quieres de mí? Advierte que no es lo mismo razonar que adorar (“hacer actos de alabanza a Dios” y actos de entrega y sumisión a Dios). No es lo mismo trabajar con el entendimiento (meditar) que exclamar con palabras interiores (actos anagógicos), con las que mostramos a Dios nuestro amor y nuestra entrega, nuestra adoración. Podría suceder que pasemos, casi sin darnos cuenta, de la meditación a la contemplación, o presencia de Dios o recogimiento. Y es muy importante remarcar que eso es don y decisión del Señor. No podemos lograrlo por propio esfuerzo, por más que tratemos. Nuestro esfuerzo consiste en sintonizar, en adorar. Y si Dios decide dar recogimiento y contemplación hay que darle paso a esa oración más elevada. La meditación moviliza nuestra inteligencia para ponerla al servicio de la Palabra de Dios. Pero, no sólo Santa Teresa, sino otros Directores Espirituales ponen límite a la oración de meditación. La meditación es útil. Consiste en preparar la tierra y quitar las piedras, para hacernos más abiertos a Dios, a confiar en El, a amarle mejor. Pero la contemplación y la oración de silencio son mejores aún, pues nos llevan inmediatamente a un contacto directo personal con el Señor. (cf. Padre Marie Dominique Philippe en Seguir al Cordero) Pueda que sea más fácil meditar, porque allí sentimos que mantenemos el control. Podemos hasta volvernos especialistas en meditación. Pero, si insistimos demasiado en meditar podemos impedirnos a nosotros mismos llegar al silencio de la oración contemplativa, por querer seguir controlando con el pensamiento y los razonamientos. Al Demonio no le interesa que contemplemos, ni siquiera que nos recojamos. Nos mete dudas, nos mete temores, para que sigamos exteriorizados. No quiere que lleguemos al contacto directo con Dios en el silencio. Así el que tiene mejor control es el Maligno y puede tener más éxito en las tentaciones. Podríamos, por causas ciertas, dejar de meditar lo que nos hemos propuesto (una vez por semana o al menos una vez al mes) pero no podemos nunca dejar de orar. Nunca podemos dejar de adorar. Tampoco debemos confundir lectura espiritual con oración. Hay que leer buenos y recomendados libros, pero no podemos nunca quitar tiempo de la oración para leer.
|
||||
|
||||
|
||||