SEÑALES EN EL CAMINO 5ª Señal
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?”, preguntó a Jesús un Maestro de la Ley. Y Jesús respondió: “’Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el primero y más importante de los mandamientos” (Mt. 22, 36-37). Notemos lo que Jesús agrega al final la respuesta que le da: Este es el primero y más importante de los mandamientos”. El amor a Dios, eso que Jesús llama el primero y más importante de los mandamientos, es otra de las Señales de Salvación. 1. ¿Qué es amar a Dios? Amar a Dios es complacer a Dios. Si no, ¿qué significan estas palabras del Señor? “Si me aman, cumplirán mis mandamientos.” (Jn. 14, 15-24). Aquí Jesús nos está mostrando las exigencias del Amor de Dios. Amar a Dios es complacerlo en todo: en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar sus palabras. Amar a Dios es, además, amarlo sobre todas las personas y sobre todas las cosas; amarlo a El, primero que nadie y primero que todo ... y amarlo con todo el corazón y con toda el alma. “Así pues, aprendamos a amar en todo momento, como deberíamos amar: a Dios sobre todas las cosas y a todas las otras cosas por Él. Porque cada amor que no nos lleva a este fin, es decir, a la voluntad de Dios es un amor vano y estéril. Todo amor que dirigimos a un ser creado y que debilita nuestro amor hacia Dios, es un amor detestable y un obstáculo en nuestro camino hacia el cielo”. (Santo Tomás Moro, Tratado sobre la Pasión). Y el camino de salvación consiste en ir haciendo que mi voluntad se una a la Voluntad de Dios. Es la “unión de voluntades” que refiere Santa Teresa de Jesús. 2. ¿Recuerdan algunas citas bíblicas sobre la Voluntad de Dios? Aquí estoy para hacer tu Voluntad (Sal 40, 8-9) Hágase tu Voluntad (Mt 6, 10) Jesús les dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad de Aquél que me ha enviado y llevar a cabo su obra». (Jn 4, 34) Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo.» Pero Jesús dijo al que le daba el recado: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre.» (Mt 12, 47-50) «No se haga mi voluntad sino la tuya» (Lc 22, 42).
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