SEÑALES EN EL CAMINO 6ª Señal 11. En el ejercicio de la caridad, ¿cómo poder remediar tantas necesidades que hay en el mundo? No podremos resolverlas todas, pero aún así, Dios requiere nuestro aporte. Y puede ser grande o pequeño nuestro aporte. Pero Dios lo multiplica a veces visiblemente, a veces sin poder percibir lo que El hace con ese aporte. El Señor a Santa Catalina de Siena (Diálogos) Entre los milagros de Jesús que deben haber impresionado más sin duda se destaca el de la multiplicación de los panes y los peces (Jn. 6, 1-15). Tanto así, que nos dice el Evangelio que tuvieron la intención de llevarse a Jesús para proclamarlo rey. ¡Cómo habría sido ese acontecimiento! Una multitud de unas quince mil personas (nos dice el Evangelio que eran como cinco mil hombres) seguía a Jesús para escuchar sus enseñanzas. Llega la hora de comer, y con sólo cinco panes y dos pescados el Señor va repartiéndolos y saca comida para saciar a toda esa multitud ... y todavía quedaron sobras. Más que el milagro en sí, en este momento nos interesa ver ¿de dónde salieron los cinco panes y los dos pescados? Había un muchacho entre los presentes que los llevaba consigo. Ahora bien ¿podía el Señor haber sacado alimento de la nada o necesitaba el aporte del chico? Dios es todopoderoso y hubiera podido alimentar a aquel gentío de la nada. Entonces ¿qué nos quiere decir el Señor con el aporte del chico? Por cierto no es éste el único pasaje en que Dios requiere del aporte humano para remediar una necesidad. Sucedió a la viuda de Sarepta con el Profeta Elías: con lo que a ella le quedaba de harina y de aceite, que tenía reservado para comer y luego morir ella y su hijo, dada la hambruna que había en esa tierra, alcanzó para que comieran la viuda, su hijo y el Profeta Elías. Y la harina no se acabó, ni disminuyó el aceite, tal como Dios había prometido. (cf. 1 Rey 17, 8-16) También cuenta el Segundo Libro de los Reyes (2 Rey 4, 42-44) de una situación similar. El Profeta Eliseo recibe veinte panes y ordena a su criado repartirlo entre cien personas. Ante la objeción del criado por lo insuficiente del alimento, Eliseo insiste aduciendo que “dice el Señor: ‘Comerán todos y sobrará’”. Y así fue, tal como dijo el Señor. Otro milagro de multiplicación. En el caso de Eliseo, de veinte panes comieron cien. En el caso de Jesús, de cinco panes y dos peces comieron unos quince mil. Las cantidades no importan sino como dato referencial. Lo importante es el milagro de la multiplicación, la providencia del Señor para con los que necesitan y –sobre todo- el aporte requerido para proveer en forma milagrosa. Otro milagro de multiplicación fue por la intercesión de San Juan Macías, dominico, muy amigo de San Martín de Porres y contemporáneo de Santa Rosa de Lima (Siglo 17). La multiplicación del arroz, cuando una monja dominica recordó su nombre en voz alta cuando faltaba el cereal para los pobres, éste de pronto comenzó a aumentar desmesuradamente en la olla. Este hecho fue reconocido como milagro oficial. Estos milagros no se realizaron de la nada, sino a partir de insuficientes y realmente escasos comestibles. Dios desea nuestra participación, nuestro aporte. Y ese aporte suele ser como el del muchacho y como el de la viuda: muy insuficiente, muy poca cosa, una nada. Pero Dios lo quiere y hasta lo exige para El intervenir. Y cuando el hombre da su aporte, Dios interviene multiplicándolo. El chico de este alimento multiplicado donó toda la comida que llevaba para él. La viuda, ni se diga. Fueron ambos muy generosos. En el caso de Eliseo, fue un hombre que le llevó los primeros frutos de su cultivo. Y nosotros ¿damos al menos de lo que nos sobra para que Dios haga milagros con nuestros aportes? “Abres, Señor tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos. Tú alimentas a todos a su tiempo” (Sal. 144). Es la providencia divina que da el alimento cuando se necesita y todos quedan saciados. Si tal vez diéramos todo nuestro amor, es decir, si amáramos a Dios sobre todas las cosas, podríamos darnos cuenta de las necesidades que requieren ser remediadas, podríamos aprender a amar, comenzaríamos a ser generosos, como el muchacho del Evangelio, comenzaríamos a dar de lo mucho o de lo poco que tenemos. ORACION ORACION
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