SEÑALES EN EL CAMINO 8ª Señal 5. ¿Qué virtudes podemos imitar de la Santísima Virgen María en la Anunciación? . María creyó que lo aparentemente imposible se realizaría en ella. La fe de la Santísima Virgen es digna de nuestra imitación: cree por encima de toda apariencia, cree sin dudar, cree porque Dios, a través de su enviado el Arcángel Gabriel, le anuncia el hecho insólito de que sería la Madre de Dios, pues El mismo se encarnaría en su seno. Y que concebiría prescindiendo de las leyes naturales para la procreación establecidas por Dios mismo. Cree sin dudar las palabras de San Gabriel Arcángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será Santo y con razón lo llamarán Hijo de Dios” (Lc. 1, 35). María fue humilde y dócil. “He aquí la esclava del Señor”, le responde al Arcángel San Gabriel al final de la Anunciación. Ya ha sido constituida nada menos que “Madre de Dios” y se reconoce a sí misma “esclava del Señor” para que se haga en ella todo lo que El desee. (Lc 1, 38) María se entrega totalmente a lo que Dios quiera de ella. Nosotros debemos imitar a María en esa entrega absoluta a la Voluntad de Dios. Gracias a ese sí de María, hemos sido salvados. Debemos decir siempre sí a Dios, a lo que El desee de nosotros. Sólo así podemos aprovechar la salvación que nos vinos a traer Jesús, salvación que se nos dio, gracias a la Santísima Virgen María Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es Madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico”. (CIC #973) Estas actitudes de María Santísima permitieron a Dios realizar ese milagro de Su Amor por la humanidad: el de bajarse de su condición divina -sin perderla- para hacerse uno como nosotros en todo menos en el pecado, humanándose en el seno de la Virgen María. . ¿Qué sucede después de la Anunciación? Enseguida de la Anunciación, María hace un viaje. El Ángel le había mencionado el milagro de Dios en su parienta Isabel, a quien le dio un hijo en su vejez. La Virgen María comprendió enseguida, iluminada por el Espíritu Santo, que ambas concepciones milagrosas tenían relación. Por eso se pone en camino de inmediato. Posiblemente la acompañó San José. Al encontrarse las dos primas sucede otro hecho insólito. Lucas 1: ¡Santa Isabel sabía todo! La Virgen María no tuvo que anunciarle nada sobre la venida del Redentor a su prima. El bebé Juan saltó de gozo en el seno de su madre al sentir la presencia de Jesús. María, que mantenía en absoluto secreto la Encarnación del Hijo de Dios en su seno, se desborda entonces en alabanza, gozo y adoración a su Señor con el canto del Magnificat: Lc 1: San Luís María de Griñón de Monfort (1673-1716) en su Tratado de la auténtica devoción a la Virgen María (1-6) comenta el significado de estas palabras de la Virgen en el Magnificat: “Porque ha mirado la humildad de su sierva”: María vivía una vida muy escondida: por esto el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman “Alma Mater”: Madre escondida y secreta. Su humildad fue tan profunda que en la tierra no buscó nada con tanta verdad como el estar escondida a ella misma y a toda criatura, para que sólo Dios la conociera y la mirara. Dios, para atender su petición de vivir escondida, empobrecida, humillada, se complació en esconderla en su concepción, en su nacimiento, en su vida, en los misterios divinos de su resurrección y asunción, al margen de casi toda criatura humana. Sus padres mismos no la conocieron del todo; y los ángeles se preguntaron a menudo los unos a los otros: “¿Quién es ésta?” (Cant 6,10), porque Dios la escondía a los mismos ángeles. O bien, si les descubría algún aspecto de la Virgen, les escondía lo más... ¡Qué cosas tan grandes y misteriosas ha hecho Dios todopoderoso en esta criatura admirable, como ella misma se ve obligada a afirmar, a pesar de su profunda humildad: “porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso.” (Lc 1,49) La Virgen María fue a servir a Isabel. Y ¿cuál es el mayor servicio que le prestó? El llevar a su Hijo, el Mesías esperado, a la casa de Isabel, para preparar a San Juan Bautista para su misión de Precursor del Mesías. Aprendamos de la Santísima Virgen: en el servicio, María lleva a Dios, es portadora de Dios. Cuando sirvamos, debemos ser portadores de Dios, no portadores de nosotros mismos. En el servicio debemos revelar a Dios, no revelarnos nosotros mismos. Pero María sigue manteniendo su secreto en secreto. No tendría autorización para informar a San José. María esperó con un silencio heroico a que Dios aclarara este asunto tan delicado. Y así fue. . ¿Qué sucede con José cuando comienza a notar el embarazo de María? Mateo 1: Cuando San José recibe el anuncio del Ángel en sueño, al despertar, recuerda la profecía de Isaías (Is. 7, 14): una virgen concebirá y dará luz a un Hijo. Como buen judío y descendiente del linaje de David, San José recordó esta profecía tan importante, y entonces se da cuenta que se está cumpliendo la profecía sobre la Casa de David dada por Isaías al Rey Ajaz. Jerusalén estaba sitiada y el Rey Ajaz y sus súbditos estaban aterrados. El Profeta Isaías es enviado al Rey Ajaz para calmar sus temores sobre esta amenaza. También le anuncia cosa futuras muy malas. Pero en medio de estas dos profecías, Isaías le dice al Rey: Se le calman todos sus temores a San José, se le quitan todas las ideas de despedir a la Virgen en secreto para no difamarla, y no duda de recibir a María como su esposa. Al recibir su “anunciación” en un sueño de una noche, todo cobra sentido para San José. Además se le reconoce como padre legal del Niño al decirle el Ángel: tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús. El padre es quien ponía el nombre al hijo al nacer. Lc 1:
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