Parecía como si el Islam pudiera lograr su objetivo de conquistar al mundo cristiano en su totalidad. Los musulmanes ya habían arrasado con la cristiandad en el norte de África, en el medio oriente y otras regiones. España y Portugal se habían librado después de casi 8 siglos de lucha. Pero la amenaza se cernía una vez más sobre toda Europa. Los turcos se preparaban para dominarla y acabar con el Cristianismo. El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para defender el continente. Por fin se ratificó la alianza en mayo del 1571. La responsabilidad de defender el cristianismo cayó principalmente en Felipe II, rey de España, los venecianos y genoveses. Se declaró al Papa como jefe de la liga, Marco Antonio Colonna como general de los galeones y Don Juan de Austria, generalísimo. El ejército contaba con 20.000 buenos soldados, además de marineros. La flota tenía 101 galeones y otros barcos más pequeños. El Papa envió su bendición apostólica y predijo la victoria. Ordenó además que sacaran a cualquier soldado cuyo comportamiento pudiese ofender al Señor. San Pío V, miembro de la Orden de Santo Domingo, y consciente del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la Cristiandad que lo rezara y que hiciera ayuno, suplicándole a la Santísima Virgen su auxilio ante aquel peligro. Poco antes del amanecer del 7 de Octubre la Liga Cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto.
Los turcos poseían la flota más poderosa del mundo, contaban con 300 galeras, además tenían miles de cristianos esclavos de remeros. Los cristianos estaban en gran desventaja siendo su flota mucho más pequeña, pero poseían un arma insuperable: el Santo Rosario. En la bandera de la nave capitana de la escuadra cristiana ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.
Al comienzo de la batalla, el viento y las condiciones favorecían al ejército turco. Mientras tanto, miles de cristianos en todo el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen con el rosario en mano, para que ayudara a los cristianos en aquella batalla decisiva. Don Juan dio la señal de batalla enarbolando la bandera enviada por el Papa con la imagen de Cristo crucificado y de la Virgen, y se santiguó. Los generales cristianos animaron a sus soldados y dieron la señal para rezar. Los soldados cayeron de rodillas ante el crucifijo y continuaron en esa postura de oración ferviente hasta que las flotas se aproximaron.
Los turcos se lanzaron sobre los cristianos con gran rapidez, pues el viento les era muy favorable. Pero el viento que era muy fuerte, se calmó y comenzó a soplar en dirección favorable a los cristianos. El humo y el fuego de la artillería se iba sobre el enemigo, casi cegándolos y al fin agotándolos.
La batalla duró desde alrededor de las 6 de la mañana hasta la noche, cuando la oscuridad y aguas picadas obligaron a los cristianos a buscar refugio. El Papa Pío V, desde el Vaticano, no cesó de pedirle a Dios, con manos elevadas como Moisés. El Papa estaba conversando con algunos Cardenales, pero de repente los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo y, cerrando el marco de la ventana, dijo: "No es hora de hablar más, sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas".
Este hecho fue cuidadosamente autenticado e inscrito en aquel momento y, después, en el proceso de canonización de Pío V. Las autoridades pudieron comparar el preciso momento de las palabras del Papa Pio V con los registros de la batalla y encontraron que concordaban de forma precisa. Pero la mayor razón de reconocer el milagro de la victoria naval es por los testimonios de los prisioneros capturados en la batalla. Ellos testificaron con una convicción incuestionable de que habían visto a Jesucristo, San Pedro, San Pablo y a una gran multitud de Ángeles, espadas en manos, luchando contra los turcos, cegándolos con humo. Los cristianos lograron una milagrosa victoria que cambió el curso de la historia. Con este triunfo se reforzó intensamente la devoción al Santo Rosario. En gratitud perpetua a Dios por la victoria, el Papa Pío V instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, después conocida como la Fiesta del Rosario, por decisión del Papa San Pío X.
Cuando San Pío X fijó la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario el 7 de Octubre afirmó: "Dénme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo". ORACION
¿Por qué Austria no cayó |
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