Que Dios es infinitamente misericordioso
significa que perdona a todos los pecadores verdaderamente arrepentidos.
Es decir, Dios perdona enseguida cualquier pecado o pecados cuando nos
arrepentimos de veras.
“Tan cierto como que estoy vivo, palabra
de Yavé, que no deseo la muerte del malvado, sino que renuncie
a su mala conducta y viva” (Ez. 33, 11).
Dios nos muestra su Misericordia en la forma
como busca al pecador, bien sea a través de beneficios o de sufrimientos.
También nos la muestra por su disposición a perdonar, sin
importar la gravedad, ni la frecuencia del pecado, requiriendo sólo
el arrepentimiento (cf. Sal. 50, 18-19).
En la Sagrada Escritura vemos las variadas
formas en que Dios muestra su Misericordia con el pecador:
Como el Buen Pastor que busca la oveja perdida
hasta encontrarla (cf. Lc. 15, 4-7).
Dios envió el Profeta Natán a
David para reprenderlo y para que se arrepintiera de sus pecados (cf.
2 Sam. 1-14 y Sal. 50).
Jesús busca a la Samaritana (cf.
Jn. 4, 1-30).
Al hijo pródigo lo deja caer en calamidades
y en la indigencia para que regrese a casa (cf. 15, 11-32).
Defiende a la mujer adúltera (cf.
Jn. 8, 1-11).
Recibió con compasión a la mujer
pecadora (cf. Lc. 7, 36-47).
Perdonó al buen ladrón, arrepentido
y crucificado a su lado (cf. Lc. 23, 39-43). Sobre este caso
hay que decir que Dios sí puede perdonar a un pecador al final
de su vida, si está verdaderamente arrepentido. Pero todos los
autores espirituales desaconsejan dejar el arrepentimiento para el final.
Con respecto al ladrón arrepentido,
éste es un caso único en la Sagrada Escritura. Si analizamos
los demás ejemplos de arrepentimiento, no son en el último
instante de la vida de los pecadores. Sobre este caso, San Agustín
muy sabiamente apunta que Dios perdonó a un hombre en el último
momento para que nadie caiga en desesperanza, pero perdonó sólo
a uno, para que nadie caiga en presunción, que son los dos pecados
contra la esperanza: uno que consiste en no tener esperanza y otro que
consiste en abusar de la esperanza.
Como vemos por estas muestras de pecados y
pecadores de la Sagrada Escritura, Dios está dispuesto a perdonar
al más grande pecador, si se arrepiente, no importa que el pecado
sea lo más horrible:
“Vengan para que arreglemos cuentas.
Aunque sus pecados sean colorados, quedarán blancos como la nieve;
aunque sean rojos como púrpura, se volverán como lana blanca”
(Is. 1, 18).
"Un corazón contrito y humillado Tú Sañor no lo desprecias" (Sal 50, 19).
Se alegra tanto con el arrepentimiento del
pecador que nos dice:
“Hay más alegría en
el Cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos
que no necesitan arrepentirse” (Lc. 15, 7).
Nadie se condena porque ha cometido pecados
muy graves, pero muchos podrían condenarse por cometer pecados
de los que no se arrepienten.
Hemos visto cómo Dios nos muestra su
Misericordia Infinita en varios pasajes de la Escritura. He aquí
otros pasajes que enuncian esa Misericordia Divina:
“Pero Tú eres un Dios de perdón,
lleno de piedad y ternura, que tardas en enojarte y eres rico en bondad”
(Neh. 9, 17b).
“¿Qué Dios hay como
Tú, que borra la falta y que perdona el crimen; que no se encierra
para siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar” (Miq. 7, 18).
“Rasguen su corazón y no sus
vestidos, y vuelvan a Yavé su Dios, porque El es bondadoso y compasivo;
le cuesta enojarse y grande es su misericordia; envía la desgracia,
pero luego perdona” (Joel 2, 13).
“Yo sabía que Tú eres
un Dios clemente y misericordioso, paciente y lleno de bondad, siempre
dispuesto a perdonar” (Jon. 4, 2b).
“Tú eres, Señor, bueno
e indulgente, lleno de amor con los que te invocan” (Sal. 86, 5).
“El Señor es ternura y compasión,
lento a la cólera y lleno de amor; si se querella, no es para siempre;
si guarda rencor, es sólo por un rato. No nos trata según
nuestros pecados, ni nos paga según nuestras ofensas. Cuanto se
alzan los cielos sobre la tierra, tan alto es su amor con los que le temen.
Como el oriente está lejos del occidente, así aleja de nosotros
nuestras culpas” (Sal. 103, 8-12).
“Porque el Señor es compasivo
y misericordioso, perdona los pecados y salva en el día de la angustia”
(Si. 2, 11).
“Pues cuánta es su grandeza,
tanta es su misericordia” (Si. 2, 22b).
“¡Cuán grande es la
misericordia del Señor y su perdón con los que se convierten
a El!” (Si. 17, 29).
“El Señor es clemente y compasivo,
tardo a la cólera y grande en Amor (Sal. 145, 8).
“Su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación: (Lc. 1, 50).
“Sean misericordiosos, como es misericordioso
el Padre de ustedes” (Lc. 6, 36).
“Pero Dios es rico en misericordia.
¡Con qué amor tan inmenso nos amó! Estábamos
muertos por nuestras faltas y nos hizo revivir con Cristo. ¡Por
pura gracia ustedes han sido salvados!” (Ef. 2, 4-5). |