Para entender esta realidad, es necesario saber que en Filosofía se describen dos clases de sustancia: espiritual y física. Una sustancia física está formada por partes. El aire que respiramos, por ejemplo, está compuesto de nitrógeno y oxígeno. Y estos elementos químicos a su vez están compuestos de moléculas y átomos, y los átomos de neutrones, protones y electrones. Las sustancias físicas llevan en sí los elementos de su propia composición, ya que sus partes pueden separarse unas de las otras. Contrariamente, una sustancia espiritual no tiene partes, no es posible separarla en diversos componentes. Esto en Filosofía se expresa diciendo que la sustancia espiritual es simple. Conocemos tres clases de sustancias espirituales: la de Dios, el Espíritu absolutamente perfecto, y también la de los Angeles y la de las almas humanas. En los tres casos: Dios, Angeles y almas, hay una inteligencia que no depende de la sustancia física para actuar. Concepto éste importante, pues nuestra alma (sustancia espiritual) no proviene de la materia (sustancia física), como con las teorías materialistas se nos trata de inculcar. Sin embargo, es cierto que en esta vida nuestra alma está unida a un cuerpo físico y éste le sirve de apoyo para sus actividades. Pero no hay una relación de dependencia entre ellos. De hecho, cuando se separa del cuerpo por la muerte, el alma aún vive, pues es sólo espíritu.
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