Infinito significa ilimitado, que no tiene
límite. Todo lo creado es finito, tiene límites, por más
grande que pueda ser. Por ejemplo, hay límite en el agua de los
mares, hay límite en la energía del átomo. Pero Dios
no tiene límites de ninguna clase.
Que Dios sea infinitamente Perfecto significa
que no hay nada bueno, deseable o valioso que no lo tenga Dios y que,
además, lo tenga en grado absolutamente ilimitado.
Las perfecciones de Dios
son Dios mismo … o como se diría en Teología: son
de la misma sustancia de Dios. Esto significa que, para ser exactos, no
deberíamos decir “Dios es bueno”, sino “Dios
es Bondad”. Ni tampoco “Dios es sabio”, sino
“Dios es Sabiduría”.
De hecho, la Sabiduría parece sinónimo
de Dios en algunos pasajes de los libros sapienciales: “Antes
de los siglos fui formada, desde el comienzo, mucho antes que la tierra”
(Prov. 8, 23). “La Sabiduría construyó su casa …
¡Vengan a comer mi pan y a beber mi vino que he preparado!”
(Prov. 9, 1 y 5).
Tampoco diríamos
Dios ama, sino que Dios es el Amor mismo. Así lo expresa San Juan: “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 8b).
La perfección ilimitada de Dios significa
también que no hay nada bueno, deseable o valioso en el universo
que no sea reflejo de Dios, el cual posee esa cualidad en medida inconmensurable.
Tal es el caso de la belleza infinita de Dios.
Como Dios es la hermosura misma, la belleza que podemos encontrar en la
naturaleza es un pálido reflejo de la hermosura infinita de Dios.
Lo dice el libro de la Sabiduría sobre la actitud de los seres
humanos respecto del fuego, el viento, la brisa, el cielo estrellado,
el agua, las estrellas:
“Fascinados con tanta belleza, los
consideraron como dioses, pero entonces, ¿no debieron haber sabido
que su soberano es todavía más grande? Porque sólo
son creaturas del que hace que aparezca toda esa belleza … Porque
la grandeza y la belleza de las creaturas dan alguna idea del Que les
dio el ser” (Sb. 13, 2-5).
Son los místicos quienes mejor expresan
la infinita hermosura de Dios. El franciscano Fray Luis de Estella en
sus “Meditaciones devotísimas del Amor de Dios”, escribe
esto:
“Toda hermosura, comparada con la hermosura
del Señor, es fealdad muy grande. ¡Oh hermosura tan antigua
y tan nueva, cuán tarde te conocí y cuán tarde te
amé!”
Y el Doctor Místico, San Juan de la
Cruz, en su “Cántico Espiritual” dice así:
“Si el alma tuviese un solo atisbo de
la alteza y hermosura de Dios, no sólo una muerte apetecería
por verla ya para siempre, … pero mil acerbísimas muertes
pasaría muy alegre por verla un solo momento, y, después
de haberla visto, pediría padecer otras tantas por verla otro tanto”
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