ATRIBUTOS DIVINOS
ETERNIDAD DE DIOS

La Eternidad de Dios es una consecuencia de su Inmutabilidad. Y esto es así porque cuando hablamos de “eternidad” estamos hablando de “no-tiempo”. El tiempo es en sí mismo “cambio”, medición de movimiento. El tiempo comenzó con la creación del universo cambiante. Dios no cambia, todo lo creado cambia.

Ahora bien, debido a nuestra inteligencia y lenguaje limitadísimos, tenemos que hablar de pasado, futuro y presente de Dios: decimos, por ejemplo, “Dios siempre fue y siempre será”. O bien, “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Pero, en realidad, estrictamente hablando, en Dios no hay ni pasado ni futuro.

Dios es Eterno porque no cambia, porque es Inmutable. Para Dios, no hay sucesión de tiempo, ni medición de duración. Para Dios hay sólo un “eterno presente”. Dios simplemente “es”.

De allí que al darnos su nombre “Yo Soy”, en seguida nos dice que “Yo Soy” es su nombre “para siempre” (Ex. 3, 14-15).

¿Qué aplicación tiene para nuestra vida espiritual y nuestro progreso en la santidad este concepto de que Dios vive en un eterno presente?

Una aplicación muy importante es el aprender a vivir en presente, como Dios. Si vivimos anclados en el pasado, lamentándonos de lo que ha sucedido o lo que dejamos de hacer, o lo que hubiera podido ser si tal cosa hubiéramos hecho, Dios no está allí, pues su nombre no es “Yo fui”. Y si vivimos pensando en el futuro, preocupados por lo que nos sucederá o por lo que puede venir, o planificando innecesariamente, Dios tampoco está allí, pues su nombre no es “Yo seré”. Pero al acostumbrarnos a vivir en presente, allí encontraremos a Dios, pues su nombre es “Yo soy”.

 

Otras citas de la Biblia sobre la Eternidad de Dios:

“Antes que nacieran las montañas y aparecieran la tierra y el mundo, Tú ya eras Dios y lo eres para siempre” (Sal. 89, 2).

“Tú siempre eres el mismo y tus días no tienen fin” (Sal. 101, 28).

“Mil años para Ti son como un día, un ayer, un instante de la noche” (Sal. 89, 4).

“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, El que Es, el que era y el que ha de venir, el Señor del Universo” (Ap. 1, 8).

“Alábenlo todos los vivientes, porque El es nuestro Dios y Señor, y nuestro Padre para siempre … Alaben al Rey de los Siglos” (Tob. 13, 4 y 7b).

“Al Rey de los Siglos, al Dios Unico que vive más allá de lo que perece y de lo que se ve, a El honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (1 Tim. 1, 17).

Si Dios es Eterno, entonces nunca hubo un momento en que Dios no existiera. También significa que Dios nunca dejará de existir. Dios no tuvo principio, ni tendrá fin.

Sólo Dios es eterno: sin principio ni fin. De allí que, a pesar de que a veces se diga que el alma es eterna o que los Angeles son eternos, en realidad es más apropiado hablar de los Angeles como seres inmortales, mas no eternos, pues inmortal significa que no tendrá fin, pero que sí tuvo principio. Y los Angeles son seres creados; no existen desde la eternidad.

Asimismo, es preferible hablar de nuestra alma inmortal, pues no muere, sino que se separa del cuerpo al morir la persona humana, pero hubo un momento, el de nuestra concepción, en que fue creada por Dios, es decir, en que tuvo un principio.

Para tener una idea de lo que es la Eternidad de Dios, pensemos que a si alguien se le ocurriera tomar un solo granito de arena y ponerlo en el mar, y hacer ese movimiento sólo cada mil años, llegaría un momento en que se acabaría la arena. Ese tiempo larguísimo que tomaría esta absurda tarea es ¡nada! si la comparamos con la Eternidad de la existencia de Dios.

El medir nuestro tiempo con reloj de eternidad, nos hace pacientes para esperar el momento del Señor. Dios nos atiende y nos sacia en el momento que más nos conviene, no cuando nosotros creemos que debe ser.

De allí que San Pedro, el primer Papa, nos pueda decir: “Delante del Señor, un día es como mil años y mil años son como un día” (2 Pe. 3, 8).

ORACION

Señor, Dios Todopoderoso,
sé que existes, sé que eres.
Hay momentos en los que me he sentido
cerca de Tí, Señor.
Pero otras veces, la mayoría de las veces,
te he sentido distante, lejano, inalcanzable.
Y también ha habido momentos en que,
a causa de mis pecados
he sentido tu ausencia y no he deseado acercarme a Ti.
Quiero conocerte, Señor, para poder amarte más y mejor
y nunca más alejarme de Ti. Amén.

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Tema # 11
Conocer a Dios

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Unicidad de Dios

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