OBJETIVO
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El Catecismo de la Iglesia Católica (#774-776), siguiendo la enseñanza milenaria de la Iglesia y citando al Concilio Vaticano II, nos recuerda que la Iglesia Católica es instrumento de salvación universal (LG 9). Y añade el Catecismo en su resumen de este tema: La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #780). Esta ha sido la posición de la Iglesia desde sus comienzos y durante sus dos milenios de existencia. Sin embargo, si bien en forma general se dice que es necesaria la pertenencia a la Iglesia Católica para la salvación, el Catecismo explica lo siguiente en un capítulo que titula Fuera de la Iglesia no hay salvación: Entendida esta afirmación de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo. Es decir, quien se salve, dentro o fuera de la Iglesia, se salva por la gracia de Cristo y a través de su Iglesia. Sin embargo, la afirmación de que no hay salvación fuera de la Iglesia no se refiere a los que, sin culpa suya no conocen a Cristo y a la Iglesia por El fundada. Y, citando nuevamente al Concilio, nos dice el Catecismo que si éstos buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (Vat.II, LG 16). (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #847) Sabemos que Cristo dejó bien especificada la necesidad de la fe y el bautismo para la salvación: El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará (Mc. 16, 16). Además, instituyó su Iglesia como instrumento de salvación, en la que entramos a formar parte desde el momento de nuestro Bautismo. De allí que no podrían salvarse aquéllos que, sabiendo que Cristo (Dios) fundó su Iglesia como necesaria para la salvación, sin embargo no hubieran querido entrar a ella o hubieran escogido separarse de la misma. (cf.Catecismo de la Iglesia Católica #846) Aclaremos un poco más: para todos aquéllos que rechazan la doctrina de Cristo, que evaden la pertenencia a la Iglesia, o que se separan formalmente o informalmente de ella, que es el instrumento de salvación que Dios mismo nos ha dejado, y esto lo hacen con pleno conocimiento y con pleno consentimiento, ponen en grave peligro su salvación eterna. Pero existe la posibilidad de salvación para muchas personas fuera de la Iglesia de Cristo. Por ejemplo, aquéllos que vivieron antes de Cristo y que no formaron parte del pueblo de Israel, que era la prefiguración de la Iglesia en el Antiguo Testamento. Igualmente también tenían y tienen posibilidad de salvación los que no conocieron o no conocen de Cristo y de su Iglesia. ¿Qué decir, por ejemplo de los aborígenes de América que vivieron antes de la evangelización? Y ¿qué sucede con las personas que pertenecen a otras religiones? Otro documento del Vaticano II también toca este tema. Al hablar de nuestra futura resurrección dice así el Concilio: Esto (la salvación, resurrección) vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual (Vat.II, GS 22). Sin embargo el documento más reciente y más amplio que ha emitido la Iglesia Católica sobre este tema es la Declaración Dominus Iesus del año 2000. He aquí lo que dice al respecto: Ante todo debe ser firmemente creído que la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia (Vat.II, LG #14). Esta doctrina no se contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios; por tanto, es necesario mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación (RM #9). Para aquéllos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia, que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrifico y es comunicada por el Espíritu Santo (RM # 10). Sobre el modo en que la gracia salvífica de Dios llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona por caminos que El sabe (Vat. II, Ad gentes #7). La teología está tratando de profundizar este argumento. Sin embargo, queda claro que sería contrario a la fe católica considerar que la Iglesia Católica sería un camino más de salvación que vendría a ser complementado por otras religiones. En relación a la existencia de numerosos elementos de santificación y de verdad fuera de la estructura visible de la Iglesia Católica, es necesario afirmar que la eficacia de esos elementos de verdad, de bondad y de santificación que existen fuera de la Iglesia deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica (Vat. II, Unitatis et redintegratio #3). El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, actúa en modo salvífico tanto en los cristianos como en los no-cristianos y lo hace de manera misteriosa. Pero sabemos que todo aquél que se salva, se salva por los méritos y por la gracia de Cristo, no por sus propios medios, ya que la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven, se nos ofrece y de hecho se cumple, por la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo y por los méritos de su pasión, muerte y resurrección. No significa todo esto que porque algunos puedan salvarse fuera de la Iglesia de Cristo, los católicos estamos excusados de cumplir el mandato de Jesucristo de evangelizar, pues todos los seres humanos, pertenecientes o no a otras religiones, están llamados a formar parte de la Iglesia Católica, instrumento de salvación universal que el mismo Cristo nos dejó. |
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Tampoco significa todo esto que los que pertenecemos a la Iglesia Católica estamos automáticamente salvados por el hecho de pertenecer a ella. Es necesaria nuestra cooperación a las gracias que nos vienen de Cristo a través de su Iglesia y que el Espíritu Santo derrama continuamente sobre cada uno de nosotros. Es importante notar que es verdad teológica, basada en la Sagrada Escritura, que los seres humanos tenemos todas las gracias necesarias -y muchas más- para salvarnos. Te basta mi gracia (2 Cor. 12, 9). Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm. 5, 20). Aprovechar todas esas gracias de salvación que se encuentran a plenitud y en sobreabundancia en la Iglesia Católica, especialmente en los Sacramentos, es ya opción de cada católico. En efecto, dice el Catecismo: Los Sacramentos obran ex opere operato (por el hecho mismo de que la acción es realizada), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas ... Sin embargo, los frutos de los Sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe (Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1128). |
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Antes que nada: desear la salvación, desear ser salvado por los méritos de Jesucristo, nuestro Señor. Y, además, sentirse necesitado de salvación, reconocer que sólo la gracia divina nos salva. Ahora bien, necesitamos responder adecuadamente a todas esas gracias que continuamente están a nuestra disposición, es decir, se requiere nuestra colaboración a esas gracias. Pero, adicionalmente, debemos recibir esas gracias en humildad, sabiendo que hasta nuestra capacidad de respuesta a la gracia, es también gracia de Dios. Responder a la gracia es aprovechar todas las gracias sacramentales (las que nos vienen a través de los Sacramentos) y las gracias actuales (las que se nos dan cada momento de nuestra vida), para ir conformando nuestra voluntad con la Voluntad de Dios. Esto equivale a decir que debemos aprovechar la libertad -don maravilloso de Dios a los seres humanos- para optar libremente por la Voluntad de Dios. No quiere decir esto que nunca pequemos, pues la naturaleza humana herida por el pecado original, es débil y propensa al pecado. Significa que debemos tratar de no caer, para lo cual contamos con todas las gracias necesarias, pero que, cuando caigamos, debemos aprovechar las gracias actuales de conversión que se nos dan cada vez que pecamos y nos apartamos del camino de Dios, para retomar ese camino, a través del arrepentimiento, del propósito de enmienda y del Sacramento de la Confesión. Y hay que retomar ese camino de conformación con la Voluntad Divina cada vez que caigamos, pues se requiere también nuestra perseverancia hasta el final, de manera que nos encuentre el Señor preparados en el momento de nuestra muerte.
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Esta pregunta ha sido respondida por el Papa Juan Pablo II y -más que haberla respondido- ha insistido en esto, como concepto y acción prioritaria para los católicos. En efecto, desde su Carta Apostólica Novo Milennio ineunte, escrita al comienzo del Tercer Milenio, nos propuso la Misa Dominical como un compromiso pastoral prioritario. Allí nos habló de la revalorización del domingo y, con éste, la celebración eucarística ... Redescubrir el significado del Domingo y de la Eucaristía constituye un compromiso prioritario de la Iglesia. Y, más recientemente, en la Fiesta de Corpus Christi del 2002 explicó lo que nos quiso decir en Novo Milennio ineunte (El Nuevo Milennio que comienza): la Eucaristía es el centro motor de la comunidad y su tesoro más precioso: Cristo realmente presente bajo las especies del pan y del vino consagrados ... Es Cristo resucitado que camina por los caminos de la humanidad y sigue ofreciendo su carne a los hombres como auténtico pan de vida. Y continuaba el Papa Juan Pablo II: El domingo es el día del descanso y de la alabanza, pero sin la Eucaristía se pierde su verdadero significado. ¿Por qué traer el tema de la Misa Dominical? No sólo porque el Papa Juan Pablo II nos ha pedido que le demos su debida prioridad y nos explica por qué, sino debido a que el cumplimiento de este precepto es lo más indicativo que tenemos para medir la práctica religiosa de los Católicos, cuestión que analizaremos en las preguntas finales. |
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Según el Anuario Pontificio, en el año 1999 los Católicos llegaron a la cantidad de mil millones en todo el mundo. Esa cifra, que parecería ser muy grande, equivale solamente al 17,3% de la población total para ese año. Desglosado este porcentaje por continentes tenemos lo siguiente: América: 62,9%. Europa: 41,4%. Oceanía: 27,5%. Africa: 14,9%. Asia: 3%. Ahora bien, el Libro del Año de la Enciclopedia Británica nos hablaba de 18,8% de Católicos en 1991, lo que significa que, aunque la cifra absoluta de Católicos haya podido aumentar algo, los Católicos hemos disminuido 1,5% entre 1991 y 1999. De hecho, nuestra rata de crecimiento de 1.3% interanual es menor que la rata de crecimiento de la población mundial. |
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(*) Con estas ratas de crecimiento, para el 2010 podría haber en el mundo más islámicos que católicos y cristianos. |
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Según la Encuesta de Valores (1991) la asistencia a servicios religiosos (incluidos a Católicos y no-Católicos) en Europa es la siguiente: |
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En Argentina el 83% de los mayores de 14 años se define como persona religiosa, aunque solamente un 24% asiste a servicios religiosos una o más veces a la semana. (Encuesta Gallup a solicitud de la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires) En Brasil los católicos eran 83,8% para 1991 y en el 2000 suman 73,8%, lo que implica una disminución del 10% (según estudio del CERIS y basados en el Censo Nacional). En Japón el Mundial de Fútbol de 2002 dio a conocer que hay sólo 500.000 católicos en un país de más de 126 millones de habitantes, para sumar un 0,36%. Además de los japoneses hay unos 406.000 inmigrantes católicos mayoritariamente filipinos. |
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Según la Encuesta Valores del Venezolano (Conciencia 21), en 1991 el porcentaje de Católicos era 86% y en 1994 era de 82% (-4%). Otra religión: 7%. Creyente sin religión: 5%. No-creyente: 5%. En 1994, un 33% de la población católica asistía
a la Misa Dominical al menos una vez a la semana, distribuido ese porcentaje
de la siguiente manera: Insólito observar que de los que se auto-denominan católicos practicantes, sólo el 50% asiste a la Misa dominical todas las semanas. Los grupos de menor asistencia semanal a la Iglesia son los siguientes: Hombres 29% - Jóvenes 27% - Edad entre 25 y 45 29% - Caracas 28% Sin embargo, al analizar esta encuesta, hay un dato de incoherencia en la práctica católica que sorprende: entre los que se auto-denominan católicos practicantes (los que -como hemos visto- son en realidad la mitad de esta cifra), 33% cree en horóscopos y astrología, 23% cree en la predicción del futuro (cartas, tabaco, etc.), 15% cree en el espiritismo. Sorprende que en los no-creyentes estos porcentajes son similares a los de los católicos practicantes: 28% (horóscopos y astrología), 28% (predicción del futuro), 15% (espiritismo). Con relación al sentido de la vida es sorprendente ver que los conceptos equivocados al respecto se dan casi por igual en todos los grupos, es decir, entre los que se auto-denomina católicos practicantes, católicos no-practicantes, otras religiones y no-creyentes. Pero los más equivocados son los católicos practicantes. Veamos: |
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Para información más reciente, la Encuesta Mundial de Valores 2000 nos da la siguiente estadística por grupo religioso en Venezuela: |
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Aunque la fuente de 1994 y la de 2000 es diferente, los porcentajes de Católicos y de no-creyentes llaman la atención, pues hay una disminución de los Católicos de un 15% aproximadamente (82%-67%). Adicionalmente ese 82% de Católicos está formado por un 45% que se autodenomina practicante, pero realmente no lo es (a juzgar por su asistencia a la Misa dominical semanal) y un 37% que se declara no-practicante. Es de hace notar, además, el aumento que se observa de los no practicantes y no creyentes de ninguna religión, que en 2000 es de 27% y en 1994 era de 17%( 7+5+5) para un aumento del 10%. Como vemos, en el caso de Venezuela la situación es poco halagadora. Algo similar será la situación en el resto de Latinoamérica y más seria en otros países. Y lo siguiente sobre la asistencia a servicios religiosos: |
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Al considerar que el 65,58% se declaran Católicos, pero de éstos sólo el 30,34% asiste a la Misa Dominical, utilizando esta actividad como medición para la práctica de la fe católica, tenemos que sólo el 19,89% podría realmente ser considerado Católico practicante. Otro dato importante es que el mayor renglón, después del bloque de Católicos es el 27% de los que no practica ninguna religión, los que podríamos considerar a-religiosos o ateos. Este análisis no debe llevarnos a la desilusión, sino más bien a abrazar con entusiasmo el llamado a la Nueva Evangelización a la que el Papa Juan Pablo II nos ha estado llamando desde hace ya bastante tiempo, recordando que también nos ha dicho el Papa que el alma de todo apostolado es la oración. En efecto, nos ha dicho que el actor principal de la evangelización no es el cristiano, sino Cristo mismo. Y si Cristo no vive en cada uno de nosotros por medio de la Eucaristía y de la oración verdadera, no podremos evangelizar.
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