ACCION DE GRACIAS
DESPUES DE LA COMUNION
Cada
cual ora después de recibir a Cristo en la Eucaristía
de la manera como le inspira el Espíritu Santo. Sea cual
fuere la forma de oración, es conveniente el
recogimiento al regresar de comulgar, para atender
debidamente a Aquél que nos habita, Dios mismo, Rey y
Señor de Cielo y Tierra.
Adoración a la Santísima Trinidad:
Jesús es el Hijo de
Dios hecho Hombre. Tan unidos estamos a Cristo después
de comulgar, que podemos hacer nuestros los actos que su
santísima humanidad tributa al Padre, en unión del
Espíritu Santo.
Así, Cristo se
convierte en nuestra acción de gracias (nuestra
Eucaristía). El es Quien suple todas nuestras
deficiencias, sana todas nuestras enfermedades, remedia
todas nuestras flaquezas.
Aprovechar este
momento de presencia de Jesús en nuestro corazón para
adorar al Padre, por medio de su Hijo en unión con el
Espíritu Santo es una manera de dar gracias a Dios.
Escuchar la voz del Señor:
Algunos preferirán
hacer como María, la hermana de Marta y Lázaro:
escuchar atentamente lo que El quiera decirnos. Son
momentos en que suele el Señor iluminar nuestro
entendimiento para decirle lo que desea de nosotros y
avivar nuestra voluntad para que lo realicemos.
Es un buen momento
para que oigamos a Dios y le dejemos moldear nuestra alma
de acuerdo a su Voluntad.
Meditación de la Palabra de Dios:
Puede decirse algún
Salmo favorito:
El Señor es mi Pastor, nada
me falta,
en verdes praderas me hace reposar,
me conduce hasta fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Aunque pase por valles oscuros, nada temo,
tu vara y tu cayado me dan seguridad.
(Salmo 23)
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O leerse pausadamente o repasar de memoria, meditando,
por ejemplo, algunas de las palabras de Jesús en la
Ultima Cena:
LA ULTIMA CENA
(Resumen de las palabras de Jesús en la Ultima
Cena)
(Jn. 13-17)
No me habéis vosotros elegido,
fui Yo mismo Quien os elegí.
Ya no os llamo siervos, sino amigos,
permaneceréis, para siempre, junto a Mí.
(Jn. 15, 15-16)
Recordad mi nuevo mandamiento,
por el cual os reconocerán,
que os améis los unos a los otros,
como Yo os amé, hasta mi vida entregar.
(Jn. 13, 34; 15, 12-13 y 17)
Todo aquél que dice que me ama,
mi Palabra debe de guardar,
y será amado por mi Padre-y
vendremos a él y haremos morada en él.
(Jn. 14, 21-23; 15, 9-10)
Yo soy la Verdad, soy el Camino,
soy la Vida y la Resurrección,
quien me sigue no andará perdido,
pues Yo soy la Luz, Yo soy vuestra salvación.
(Jn. 14, 1-8)
Así como el Padre me ha enviado,
así también os envío Yo;
os envío a estar en el mundo,
mas no ser de él, pues sólo de Dios seréis.
(Jn. 17, 6 y 9-10, 14--18)
Yo soy la vid, vosotros las ramas,
y Mi Padre es el Viñador;
si permanecéis a Mí unidos,
buen fruto daréis y Me glorificaréis.
(Jn. 15, 1-5; y 8)
Que todos vosotros seáis uno,
como los somos Mi Padre y Yo:
como el Padre en Mí y Yo en El,
vosotros también, uno en Nosotros seréis.
(Jn. 14, 20; 17, 21)
Tomad y comed este es Mi Cuerpo,
que se entrega por vuestra salud.
Tomad y bebed esta es Mi Sangre,
que Yo derramé por vosotros en la cruz.
(Lc. 22, 7-20; Mt. 26, 17-29; Mc. 14, 12-25;
1 Cor. 11, 23-36)
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Pedir cosas
buenas:
La oración no
debiera ser nunca preferencialmente de petición, pero
mucho menos después de la Comunión, cuando el Dueño
del mundo nos habita.
En estos momentos es preferible una oración de
adoración, de acción de gracias, de confianza y
abandono, de alabanza, etc.
Sin embargo, si
deseamos usar momentos tan especiales en peticiones,
aprovechemos de pedir esas cosas buenas
que Dios quiere darnos (cf. Lc. 11, 13).
Por ejemplo: Cosas
buenas son virtudes (Señor: aumenta mi Fe.
Señor: quiero ser más humilde. Señor: ayúdame a ser
dócil a tus designios). Cosas buenas
son bienaventuranzas (Señor: quiero ser pobre en el
espíritu, sabiendo que nada soy, nada puedo sin Ti.
Señor: dame aceptación de este sufrimiento). Cosas
buenas son frutos del Espíritu (Señor:
enséñame a ser magnánimo con los demás, enséñame a
comprender y a perdonar. Señor: dame templanza y control
de mí mismo).
ACCION DE
GRACIAS A LARGO PLAZO
Si bien el acto mismo de la Comunión es transitorio y
pasajero, el efecto que el Sacramento produce en el alma
la unión con Dios- es permanente. Es decir, se
prolonga mientras nosotros así lo queramos.
De allí que nuestra
acción de gracias a largo plazo debe contemplar el hecho
de que siendo la Eucaristía el Sacramento de la unión
con Dios, debemos permanecer en Cristo para que El
permanezca en nosotros.
En el tiempo
posterior a la recepción de la Eucaristía no podemos
dejar, entonces, que las tendencias que se oponen a
nuestra unión con Dios puedan disminuir o interrumpir
esta comunión: actitudes en contra de la Voluntad
Divina, faltas de Fe y confianza en Dios, pecados
mortales o veniales, etc.
Por el contrario,
debemos acrecentar la vida de Dios en nosotros y aumentar
esta comunión e identificación con Cristo, mediante la
oración, las buenas obras, la penitencia, aceptación de
la Voluntad de Dios y colaboración activa en sus
designios, el ejercicio de las virtudes, etc.
San Pablo nos
recuerda que debemos vivir amando como Cristo
que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y
víctima (Ef. 5,2). En efecto, Cristo se
entregó por nosotros en la cruz
y se entrega a
nosotros en cada Eucaristía.
Si El nos ama así
¡cómo no retribuir en algo ese amor!
amándolo a El, primero que todo y amándonos entre
nosotros como El nos enseña a amarnos. Y amarnos, no
sólo evitando hacer daño a los demás, o haciendo una
que otra obra de caridad, sino también dando
la vida.
Y dar la vida no
significa necesariamente llegar a morir por los demás,
como Cristo, aunque se han dado y se siguen dando casos
de martirios genuinos. Dar la vida significa, también,
pensar primero en procurar el bien de los demás y luego
en el propio ... Y puede ser que hasta se llegue a
olvidar el bien propio. ¿Imposible? Muchos lo han hecho.
Algunos aún lo hacen. No es imposible.
Recordemos, pues,
que la fuente de donde recibimos las gracias para poder
actuar como Cristo, en entrega de amor a Dios y a los
demás, está en la Eucaristía, que además- es el
alimento para nuestro viaje a la eternidad.
ADORACION
DEL SANTISIMO SACRAMENTO
Nos dice el Papa Juan Pablo II en su Encíclica sobre la
Eucaristía que en el culto eucarístico fuera de la
Santa Misa se prolongan y multiplican los frutos de
la comunión del cuerpo y sangre del Señor.
Y continúa:
El culto que se da a la Eucaristía fuera de la
Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia.
Dicho culto está estrechamente unido a la celebración
del Sacrificio eucarístico.
La presencia
de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan
después de la Misa presencia que dura mientras
subsistan las especies del pan y del vino deriva de
la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión
sacramental y espiritual.
Es hermoso
estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el
discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el
amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de
distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte
de la oración», ¿cómo no sentir una renovada
necesidad de estar largos ratos en conversación
espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor,
ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?
¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he
hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza,
consuelo y apoyo!
Numerosos
Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y
recomendada repetidamente por el Magisterio. De manera
particular se distinguió por ella San Alfonso María de
Ligorio, que escribió: «Entre todas las devociones,
ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera,
después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y
la más útil para nosotros». La Eucaristía es un
tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino
también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la
posibilidad de llegar al manantial mismo de la
gracia.
EPILOGO
Concluimos con una cita del Papa en su Encíclica que
denota la importancia que hemos de darle a la
Eucaristía, Pan de Vida:
Al dar a la
Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo
esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o
exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de
este don
No hay peligro de exagerar en la
consideración de este Misterio, porque «en este
Sacramento se resume todo el misterio de nuestra
salvación» (Santo Tomás de Aquino).
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