ATRIBUTOS DIVINOS
OMNISCIENCIA DE DIOS
- Señales de predestinación

ORACION

Señor, Dios Todopoderoso,
sé que existes, sé que eres.
Hay momentos en los que me he sentido
cerca de Tí, Señor.
Pero otras veces, la mayoría de las veces,
a causa de mis pecados,
te he sentido distante, lejano, inalcanzable.
Y también ha habido
momentos más graves,
en que he sentido tu ausencia
y no he deseado acercarme a Ti.
Quiero conocerte, Señor,
para poder amarte más y mejor
y nunca más alejarme de Ti.
Amén.

Hay ciertas señales que podemos descubrir en nosotros mismos y en otras personas, que aunque no den una certeza absoluta de la perseverancia final, pueden ser indicativas de que, bien nosotros mismos y también otras personas, son firmes candidatos para llegar a la salvación eterna, confiando siempre en la Misericordia Divina.

Estas señales son como una serie de puntos de una línea que va dirigida al Cielo. O como la línea descrita por un avión que va en ascenso. No así la línea contraria: la de un avión en caída. Bien se dice que uno muere como vive. Y una dirección en descenso es muy difícil convertirla en ascenso en el último momento.

He aquí las principales señales de divina predestinación que suelen citar los Teólogos. Es lógico que, mientras más señales reúna una persona, mejor dirigida estará su línea hacia el Cielo. Y si las tuviera todas, podría tener una muy firme esperanza que su nombre está escrito en el “Libro de la Vida”.

De esto deducimos que nada es más importante para nosotros en esta vida terrena que tratar de tener todas estas señales de divina predestinación, ya que ningún negocio es más importante en esta vida que nuestra salvación eterna.

 1ª. Señal- Vivir habitualmente en gracia de Dios:

Esta es la mayor señal de todas, ya que sólo el estado de pecado puede ser causa de la no perseverancia final. Por el contrario, una señal muy clara de condenación eterna es vivir habitualmente en estado de pecado, sin preocuparse ni poco ni mucho por salir de ese estado de ausencia de gracia divina.

“El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos de Dios, somos herederos. Nuestra será la herencia de Dios, y la compartiremos con Cristo, pues si ahora sufrimos con El, con El recibiremos la gloria” (Rm. 8, 16-17).

“Y si nuestra conciencia no nos condena, queridos, acerquémonos a Dios con toda confianza. Entonces, cualquier cosa que pidamos, Dios nos escuchará, ya que guardamos sus mandatos y procuramos hacer lo que es de su agrado. Su mandato es que creamos a su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros, tal como El nos tiene ordenado. El que guarda sus mandatos permanece en Dios y Dios en él. Y por el Espíritu que Dios nos ha dado sabemos que El permanece en nosotros” (1 Jn. 3, 21, 24). >>>

2ª. Señal – Espíritu de Oración

Es otra gran señal. Con la oración, una oración que no sea sólo una lista de peticiones a Dios, sino que sea una oración sincera, constante, entregada, generosa, oblativa; una oración que sea diálogo y no monólogo; en fin, con una oración verdadera, seguramente se obtiene la gracia de la perseverancia final.

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia y gran maestro espiritual aseguraba con una gran precisión:

“El que ora se salva ciertamente, y el que no ora, ciertamente se condena. Todos los bienaventurados se salvaron porque oraron, y los condenados se condenaron por no haber orado … Y serán eternamente desgraciados porque pasó el tiempo de la oración”. >>>

COMO ORAR

 

3ª. Señal –Humildad verdadera:

La humildad es la mejor garantía de la gracia y de todas las demás virtudes.

Dos veces cita la Biblia una misma sentencia sobre el orgullo y la humildad, indicativa de cómo la humildad es garantía de gracia y de virtudes.

El Apóstol Santiago nos recuerda seriamente en su única y breve Carta esta grave sentencia del Libro de los Proverbios (Prov. 3, 34): “No piensen que la Escritura dice en vano: ‘Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes’” (St. 4, 6).

Y el Evangelio está lleno de ejemplos de Cristo perdonando todo tipo de pecados (cf. la mujer adúltera, el ladrón arrepentido, etc.), pero también siendo implacable con el orgullo y la terquedad de los fariseos. > > >

LETANIAS DE LA HUMILDAD

4ª. Señal – Aceptación cristiana del sufrimiento:

Los posibles candidatos a la condenación se desesperan cuado algo les sale mal, cuando tienen alguna adversidad, o cuando les llega algún sufrimiento, alguna enfermedad o algún tipo de privación. Pero lo más grave aún es que tienen el atrevimiento –expreso o secreto- de reclamarle a Dios y de oponerse a sus designios o de acusarle por su adversa situación.

Por el contrario el candidato a la salvación eterna es paciente en el sufrimiento, sabe reaccionar como Job: “Si aceptamos de Dios lo bueno ¿por qué no aceptaremos también lo malo?” (Job 2, 10b).

El salvado reconoce que lo que parece malo en esta vida es bueno, porque es bueno para la Vida Eterna. El salvado sabe que el sufrimiento, aceptado como Dios lo espera, es fuente de gracia y salvación.

El salvado sabe que sufriendo en esta vida purifica su pecado y va quedando libre de la inclinación al pecado, condiciones ambas indispensables para acceder al Cielo directamente, sin pasar por el Purgatorio.

“Más bien alégrense de participar en los sufrimientos de Cristo, pues en el día en que se nos descubra su gloria, ustedes estarán también en el gozo y la alegría” (1 Pe. 4, 13).

“Si ahora sufrimos con El, con El recibiremos la gloria” (Rm. 8, 17b).

“Si hemos muerto con El, con El también viviremos. Si sufrimos pacientemente con El, también reinaremos con El” (2 Tim. 2, 11-12). > > >

LA TENTACION DE RECHAZAR EL SUFRIMIENTO

5ª. Señal AMOR A DIOS = hacer su Voluntad.

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?”, preguntó a Jesús un Maestro de la Ley. Y Jesús respondió: “’Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el primero y más importante de los mandamientos” (Mt. 22, 36-37).

Amar a Dios es complacer a Dios. Si no, ¿qué significan estas palabras del Señor? “Si me aman, cumplirán mis mandamientos.” (Jn. 14, 15-24).

Aquí Jesús nos está mostrando las exigencias del Amor de Dios. Amar a Dios es complacerlo en todo: en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar sus palabras.

Amar a Dios es, entonces, amarlo sobre todas las personas y sobre todas las cosas; amarlo a El, primero que nadie y primero que todo ... y amarlo con todo el corazón y con toda el alma. >>>

 

6ª. Señal – AMOR AL PROJIMO:

Después del “primero y más importante de los mandamientos, viene otro semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22, 38-39).

Ahora bien, con respecto de esta señal del cumplimiento del mandamiento del amor a través de las obras de misericordia y del ejercicio de la caridad, conviene precisar que, aún siendo una señal muy importante, no se puede tomar ésta como la única señal de salvación.

En una interpretación un poco limitante del momento del juicio universal descrito en el Evangelio de San Mateo (Mt. 25, 31-46), en nuestros días se tiende a acentuar el mandamiento del amor al prójimo por encima e –inclusive- en desmedro del “primero y más importante de los mandamientos”: el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, con todo el alma y con toda la mente (Mt. 22, 37).

Lamentablemente, se hace creer que haciendo caridades, dando limosnas y no haciendo daño al prójimo, ya se tiene la salvación asegurada. ¡Grave error! Y grave riesgo para aquéllos que creen tener asegurada la salvación eterna porque no le han hecho mal a nadie o porque han hecho algunas o muchas obras de filantropía.

Es bueno acotar que “filantropía” no es lo mismo que “caridad”. La Caridad –el amor verdadero- viene de Dios, que es la fuente del Amor. Es así como nuestras obras de amor al prójimo –para no ser mera filantropía- tienen que estar fundadas en el Amor de Dios y en nuestro amor a Dios.

Las obras de misericordia, tanto materiales como espirituales, son señales de salvación, pero siempre y cuando estén enraizadas en un verdadero amor a Dios, siempre y cuando en hacerlas, revelamos a Dios que habita en nosotros, pues vivimos en su gracia, y no nos revelamos a nosotros mismos, lo cual sería la antítesis del Amor. >>>

¿Cómo salvarse?

COMO FUNCIONA EL AMOR

LA AUTO-ESTIMA ¿ES CRISTIANA?

 

7ª. Señal – Amor a la Sagrada Eucaristía:

El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de Vida Eterna, y Yo lo resucitaré en el último día” (Jn. 6, 54). “El que come de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6, 58).

El candidato a la salvación conoce y vive estas palabras de Jesús. Sabe que la Sagrada Comunión es el alimento indispensable de su alma. Necesita la Sagrada Hostia, pues si no su vida espiritual se debilita. Siente hambre del Cuerpo de Cristo, por lo que recibe la Eucaristía con la mayor frecuencia que le es posible.

Con relación a la divina predestinación y la salvación eterna, conviene recordar aquí una promesa que, si bien es revelación privada, fue acogida y promovida por la Iglesia con mucha claridad y con gran insistencia hasta mediados del Siglo 20. Lamentablemente en nuestros días no se promueve como se promovía anteriormente. Se trata de la devoción de los Primeros Viernes.

He aquí las palabras de Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque en 1676: “Yo te prometo, en el exceso de la Misericordia de mi Corazón, que su Amor Todopoderoso concederá a cuantos comulgaren nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la perseverancia final, o sea, que no morirán en desgracia mía ni sin recibir los sacramentos, y que mi Corazón se constituirá en seguro asilo de ellos en aquel momento”.

Con esta solemne promesa del mismo Cristo en revelación privada (no forma parte de la Biblia), que coincide con su promesa sobre la Eucaristía y la Vida Eterna en revelación pública (contenida en la Biblia), las personas interesadas en su eterna salvación tienen cuidado de realizar esta práctica eucarística no sólo nueve veces seguidas, sino en forma constante y permanente. >>>

LA EUCARISTIA: PAN DE VIDA

 

8ª. Señal – Devoción a la Santísima Virgen Maria:

La devoción a la Virgen es señal de salvación. Y entre todas las devociones marianas, destaca principalmente la del Santo Rosario, no sólo porque la misma Virgen María lo pide en sus apariciones, sino que la misma Iglesia ha insistido siempre en esta devoción del Rosario.

Más recientemente, el Papa Juan Pablo II lanzó una Carta Apostólica sobre el Rosario, insistiendo en su necesidad.

Habiendo agregado al Rosario los nuevos Misterios Luminosos, que contemplan algunos pasajes y mensajes de la vida pública de Jesucristo, en esta exhortación para toda la Iglesia Católica y también para otros cristianos, el Papa JPII nos mostraba cómo el Rosario es una oración eminentemente bíblica y cómo su práctica nos va configurando más y mejor a Jesucristo, llevados de la mano de María.

Sería imposible considerar que la Santísima Virgen María dejará desatendida la petición del Ave María: “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Así que puede asegurarse que quien rece el Rosario todos los días, esforzándose por vivir en gracia, recibirá la gracia de la perseverancia final, por mediación de María, quien –además de ser nuestra Madre- es la compañera segura de los salvados en el momento de su muerte.

 

(ver EL ROSARIO en Tema 10 #17 y
El Rosario de la Virgen María del Papa Juan Pablo II)

Otra importante devoción mariana, semejante a la de los Nueve Primeros Viernes, es la promesa de la Santísima Virgen María en Fátima sobre los Cinco Primeros Sábados.

He aquí las palabras de la Santísima Virgen María en 1925 a Lucía, la vidente de Fátima, que murió ya anciana en 2005: “Haz saber que yo prometo asistir a la hora de la muerte a todos aquéllos que en los Primeros Sábados de cinco meses consecutivos se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen cinco Misterios del Rosario y me hagan compañía durante un cuarto de hora meditando en los quince misterios del Rosario (se refiere a los Gozosos, Dolorosos y Gloriosos), con intención de darme reparación”.

Otra devoción mariana importante es la del Escapulario de la Virgen del Carmen, pero sólo cuando éste es utilizado adecuadamente, no como fetiche de protección para peligros físicos, sino como señal de que nos revestimos con esta prenda que nos recuerda constantemente imitar a María en su seguimiento de la Voluntad Divina.

San Simón Stock recibió de la Virgen en 1251 una promesa de salvación para aquéllos que murieran con el Escapulario del Carmen. Sin embargo, para evitar malos entendidos y pretendidas seguridades de salvación, aun viviendo en pecado mortal, la Iglesia agregó la palabra “piadosamente” a la promesa mariana: “El que muera piadosamente con él, no padecerá el fuego eterno”. “Piadosamente” significa el llevar el Escapulario por lo que éste significa: imitación a María, seguros de que imitándola obtendremos de ella la gracia de la perseverancia final.

9ª. Señal – Amor y obediencia a la Iglesia:

El salvado se siente miembro de la Iglesia y se comporta como tal, obedeciéndola y sirviéndola. Reconoce las fallas de las personas que –junto con él o ella- forman parte de la Iglesia, pero sabe que la Iglesia es de origen divino, pues fue fundada por Jesucristo y que El, según su promesa, estará con ella hasta el fin del mundo.

El salvado sabe que en la Iglesia le son dados los medios de salvación, pues en ella recibe los Sacramentos, medios indispensables para recibir la gracia divina.

El salvado obedece el Magisterio de la Iglesia, es decir, las enseñanzas del Papa y de los Obispos, y no critica esas enseñanzas, ni se opone a ellas, pues sabe que las autoridades eclesiásticas reciben esa autoridad del mismo Cristo.

¿Cómo salvarse?

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Tema # 11
Conocer a Dios

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