SEÑALES EN EL CAMINO 4ª Señal 10. ¿Es una tentación El misterio del dolor humano es ¡tan difícil! de aceptar, y más difícil aún, de comprender … Pero hay pasajes de la Biblia que pueden ayudarnos a entenderlo un poco más. La actitud de Jesús ante las torturas inflingidas a El nos invitan a imitarlo en los momentos de sufrimiento propio: mansedumbre ante el dolor, entrega confiadísima a Dios, con la seguridad del alivio y del triunfo final, sin olvidar el objetivo de su sufrimiento: la salvación de la humanidad. También nuestros sufrimientos, bien aceptados, en imitación a Jesús sufriente y crucificado los utiliza la Providencia Divina para la salvación de la humanidad. Uno de los pasajes más impactantes de Jesús con los Apóstoles es el momento en que les pregunta quién creen ellos que es El. La respuesta del impetuoso Pedro no se hace esperar: “Tú eres el Mesías” (Mc. 8, 27-29). El problema estaba en el concepto que del Mesías tenía el pueblo de Israel. Y los apóstoles no escapaban a esa idea. Ellos esperaban un Mesías libertador y vencedor desde el punto de vista temporal, que los libraría del dominio romano y establecería un reino, mediante el triunfo y el poder. Pareciera como si los Apóstoles y, junto con ellos, el pueblo judío no hubieran puesto mucha atención a las clarísimas profecías de Isaías sobre el Mesías. El Señor Yavé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté mi rostro ante las injurias y los escupos. El Señor Yavé está de mi parte, y por eso no me molestan las ofensas; por eso puse mi cara dura como piedra. y yo sé que no quedaré frustrado. (Is. 50, 5-7) Por eso Jesús tiene que corregirlos de inmediato. Cuando Pedro, pensando en que Jesús debía ser ese Mesías triunfador, llama a Jesús aparte para tratar de disuadirlo de lo que acababa de anunciarles, la respuesta del Señor resulta impresionante. Nos cuenta el Evangelio que enseguida que Pedro lo reconoce como el Mesías, Jesús “se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día” (Mc. 8, 31). Pero Pedro llama a Jesús aparte para disuadirlo de tal desatino (cf. Mc. 8, 32). La corrección que hizo el Señor de la idea equivocada del Mesías triunfador temporal, fue especialmente severa: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres” (Mc. 8, 33). Por la severa respuesta de Jesús, resulta evidente que todo intento de rechazo de la cruz y del sufrimiento es –cuanto menos- una tentación y, como vemos, no va de acuerdo con lo que Jesús continúa diciendo. Dice el texto que enseguida el Señor se dirigió entonces a la multitud y también a los discípulos, para explicar un poco más el sentido del sufrimiento: el suyo y el nuestro. “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Mc. 8, 34). Más claro no podía ser: el cristianismo implica renuncia y sufrimiento. Seguir a Cristo es seguirlo también en la cruz, en la cruz de cada día. Y para ahondar un poco más en el asunto, Jesús agrega una explicación adicional: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc. 8, 35). Pero … ¿qué significa querer salvar nuestra vida? Significa querer aferrarnos a todo lo que consideramos que es “vida” sin realmente serlo. Es aferrarnos a lo material, a lo perecedero, a lo temporal, a lo que nos da placer, a lo que nos da poder, a lo ilícito, etc. Puede ser, inclusive, andar creyendo que tenemos derecho a ser felices en esta vida; y si entonces tenemos muchas o pocas contrariedades, muchas o pocas privaciones, muchos o pocos sufrimientos, creemos que Dios ha sido injusto con nosotros. Grave pecado, por cierto, el juzgar así a Dios. Pero más aún, grave error en la comprensión de lo que Dios nos ha prometido. Recordemos que nunca se nos ha prometido felicidad en esta tierra...al contrario: cruz, exigencias, persecuciones, seguir a Cristo en el sufrimiento, etc. Si pretendemos vivir sin sufrimientos y salvar lo que consideramos “vida” sin serlo, podemos perderlo todo y, como si fuera poco, podríamos hasta perder la verdadera “Vida”. Pero si nos desprendemos de todas estas cosas y si aceptamos confiadamente lo que Dios dispone para nosotros, salvaremos nuestra Vida, la verdadera Vida, porque obtendremos, como Cristo, el triunfo final: la resurrección y la Vida Eterna.
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