¿DIOS DORMIDO?
La lucha espiritual sigue.
Y ya sabemos quién gana al final.
Papa Francisco
Los marxistas instauraron el comunismo a la fuerza en Europa oriental en el siglo 20. El denominado bloque comunista quedó bien protegido por la llamada cortina de hierro. Nadie la penetraba.
Pero ¿cómo hacer para extenderse al resto del mundo?
Un filósofo marxista italiano, Antonio Gramsci, veía que era imposible instaurar el Comunismo en otros sitios con los mismos métodos que usó Lenin en Rusia, debido a las creencias religiosas muy arraigadas en Europa Occidental y en Latinoamérica.
Entonces, para lograr penetrar los países católicos, primero había que acabar con sus creencias y costumbres religiosas. Pero … ¿cómo podría lograrse esto?
La estrategia de Gramsci era en una secuencia distinta a la de Lenin. Lenin se adueñó del poder y luego tomó lo que en el Marxismo se llama la “superestructura”: educación, economía, política, etc. Y desde allí adoctrinó al pueblo en el pensamiento materialista. Así se hizo también en Cuba.
Gramsci propuso, para los demás países latinos, un camino mucho más largo, pero que consideraba necesario para que el comunismo llegara a tener éxito en esos lugares. Planteaba adueñarse primero de la mente del pueblo y, una vez realizado esto, tomar el gobierno.
Y en América Latina, a fines del Siglo 20, surge una figura carismática que llega al poder con la aplicación de las tesis de Gramsci, pero que propone variables a éstas.
Dice que se ocupa de los pobres, pero en realidad lo que desea es que los pobres sigan siendo pobres para convertirlos en el sustento de su revolución, manteniéndoles una esperanza ficticia.
Utilizando el marxismo, da la impresión de no oponerse al cristianismo, pues cubre al marxismo con un manto pseudo-cristiano, al que le agrega ingredientes mágicos, entre los que está la difusión amplia de la santería. También toma rasgos nacionalistas (y nacional-socialistas), con lo que logra una mezcla explosiva a la que le asigna el título de Socialismo del Siglo 21, usando también el nombre del Libertador de su país.
Tal ideología genera una gran confusión, corrompe al pueblo y engendra división y odio entre los habitantes. Como vemos, el resultado es aún peor que las metas que propuso Gramcsi.
Y esto lo difunde por toda América. Pero no se limita a ésta, sino que en un afán de difusión mundial, hace algo inusitado para el continente: lo vincula al mundo islámico.
Se sella así en el continente americano un pacto terrible contra el cristianismo, que tiene por objeto su destrucción.
Parece cristiana la propuesta, el pueblo ignorante lo cree así, pero encierra el germen de la destrucción del cristianismo.
¿Está Cristo dormido en la barca? Hay tormentas y Cristo parece dormido (Mateo 8, 24). Entonces el Espíritu Santo que protege la Iglesia y la cristiandad hasta el fin del mundo (Mateo 28, 20), suscita al Papa Francisco, latinoamericano que, justo después de la desaparición del líder carismático, toma para sí y para la Iglesia la bandera de los pobres.
¿Dios dormido? De ninguna manera!!!
Pero el Enemigo tampoco se da por vencido: el líder carismático ahora lo venden como el nuevo cristo a quien hay que adorar, mientras ofrecen al Papa Francisco la colaboración del nefasto movimiento para “acompañarlo en su trabajo por los pobres de los pueblos”.
La Iglesia de Caracas responde: "No hay ni puede haber un Cristo nuevo … no podemos igualar a ningún gobernante con Jesucristo".
La lucha espiritual sigue. Y ya sabemos quién gana al final.
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