ORACION Y AYUNO CONTRA DEMONIOS
"Ante todo se ore en particular
por los jefes de Estado y demás autoridades,
para que podamos llevar
una vida tranquila y en paz.”
(1ª Tm 2, 1-2)
En una carta, San Pablo escribe al joven Obispo Timoteo, pidiéndole que “ante todo se ore en particular por los jefes de Estado y demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.” (1ª Tm 2, 1-2)
Esto fue precisamente lo que hizo el Papa Francisco al convocar a esa insólita jornada de oración y ayuno la víspera de la Fiesta de la Santísima Virgen María el pasado 7 de septiembre. Francisco sabe bien lo que está en juego para la humanidad, no sólo por la inminente amenaza de guerra en Siria, sino que también mencionó en su convocatoria “todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo”.
Cierto que el llamado del Papa era por tratar de evitar la guerra en y por Siria, pero también contemplaba situaciones de conflictos, agresiones, excesos, atropellos, violación de derechos en otros países. Cada ciudadano agredido sabe que el Papa pidió que se orara también por su país y por sus autoridades.
Pero ¿por qué el Papa agregó el ayuno? Es que Jesús lo dijo: “algunos demonios salen sólo con ayuno y oración” (Mt 17, 21).
El Papa buscó ser eficaz en su llamado a la paz. No sólo invitó a orar, sino también a ayunar. No sólo presentó la postura de la Santa Sede, proponiendo la paz, sino que se movió diplomáticamente con la carta que envió a la reunión del G20 que tenía lugar en San Petersburgo, pidiendo diálogo para evitar el enfrentamiento.
Pero también fue valiente e intrépido al convocar a la jornada de oración y ayuno la víspera de la Fiesta de la Santísima Virgen María el pasado 7 de septiembre. Y el mundo respondió. Respondió la gente de Roma y los peregrinos, los católicos y los no católicos, y muchísimas personas de buena voluntad alrededor del mundo.
Fue larga la jornada: 5 horas seguidas de oración, con exquisita música sacra, selectas lecturas y preces. 100.000 personas abarrotadas en la Plaza San Pedro y sus alrededores, ayunando y orando, seguidas por quién sabe cuántas personas más alrededor del mundo, presididas por la cabeza visible de la Iglesia Católica, el Sucesor de San Pedro. 100.000 personas orando en recogimiento, con muchos ratos de silencio profundo. Orando ante la presencia viva de Jesucristo en el Santísimo Sacramento solemnemente expuesto. Orando también ante un ícono de la Virgen pintado nada menos que por San Lucas, el ícono mariano “Salus Populi Romano” que la Santa Sede cuida con especial esmero y que estaba allí frente al Papa y al mundo entero.
¿Por qué fue valiente el Papa? Porque se atrevió a convocar a toda persona de buena voluntad, católica o no, a orar frente a Jesús sacramentado y una imagen de su Madre. Porque no se detuvo a pensar que había que “respetar” las creencias de los no-católicos. Porque no se detuvo a pensar que sería muy larga esa jornada, además con hambre, y que tal vez no responderían. Porque no se detuvo a pensar que tanto recogimiento y tanto silencio iba a resultar tedioso.
Y la jornada resultó tremenda demostración de fe y confianza en Dios. Y Dios respondió: están dialogando, al menos por los momentos.
Pero…¿qué querrá Dios respecto de otras situaciones de conflicto y abusos?
Pueda que nos pida lo que San Pablo a Timoteo: “Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras”. (1ª Tm 2, 8)
¿Tenemos las manos puras, nuestras almas puras? Porque Dios lo ha dicho: “Si mi pueblo se humilla, orando y buscando mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, Yo –entonces- los oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2ª Crónicas 7, 14).
¿Por qué Dios permite
que triunfen los malos?
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