2 Macab 15,
7. Judas, por su parte, se sentía seguro y confiaba en que Dios le auxiliaría
8. Alentaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos y a no olvidar las veces que Dios los había ayudado, convencido de que también ahora Dios les daría la victoria.
9. Levantó sus ánimos con palabras de la Ley y de los profetas, recordándoles los triunfos anteriores.
10. Animando más y más a sus hombres, terminó demostrando la maldad de los paganos y cómo habían traicionado sus compromisos.
11. Cada hombre quedó armado no con espada y escudo, sino con la certeza que procede de palabras nobles. Para confirmar todo esto, les narró un sueño digno de fe o, mejor dicho, una visión por la que todos se alegraron.
12. Había visto a Onías, antiguo jefe de los sacerdotes, hombre atento, bueno, humilde en sus modales, distinguido en sus palabras y que desde niño se había destacado por su conducta irreprochable. Este, con las manos levantadas, estaba orando por toda la comunidad judía.
13. Luego se le había aparecido, orando en igual forma, un anciano canoso y digno que se distinguía por su buena presencia y su majestuosidad.
14. Entonces el sumo sacerdote Onías había dicho a Judas: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ruega sin cesar por el pueblo judío y por la Ciudad Santa. Es Jeremías, el profeta de Dios.»
15. Y Jeremías había extendido su mano derecha entregando una espada de oro a Judas, mientras le decía:
16. «Recibe como regalo de parte de Dios esta espada con la que destrozarás a los enemigos.»
17. Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de estimular el valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no establecer un campamento con defensas sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y resolver la situación luchando con toda valentía, pues estaba en peligro la Ciudad Santa de Jerusalén, la religión y el Templo.
18. Ellos posponían su preocupación por sus esposas, hijos y familiares. Antes que nada temían por el Templo consagrado a Dios
21. Entonces el Macabeo contempló la muchedumbre que tenía delante y que los combatía con tantas armas diversas, con el apoyo de feroces elefantes; levantó las manos al cielo e invocó al Señor que obra prodigios, pues bien sabía que da la victoria a los que la merecen y que ésta no depende de las armas, sino de la voluntad de Dios.
22. Así dijo Judas en su invocación: «Oh Señor, ya enviaste tu ángel en los días de Ezequías, rey de Judá, e hizo perecer a ciento ochenta y cinco mil hombres del ejército de Senaquerib;
23. envía también ahora, oh Señor del Cielo, tu ángel bueno delante de nosotros para llenar de temor y espanto a nuestros enemigos.
24. Manifiesta tu poder, y que tu brazo golpee a los que te insultan y vienen a destruir tu pueblo santo.» Así concluyó su oración.
25. Entre tanto Nicanor y los suyos avanzaban entre el estruendo de las trompetas y los cantos de guerra.
26. Por su parte, Judas y los suyos entraron en combate con súplicas y oraciones.
27. Mientras combatían con las manos, con su corazón oraban a Dios, y así, magníficamente confortados con la presencia manifiesta de Dios, mataron a no menos de treinta y cinco mil enemigos.
28. Terminado el asunto, volvieron gozosos y encontraron a Nicanor muerto, tirado en el suelo con toda su armadura.
29. Entre gritos y clamores bendijeron a Dios en su lengua materna. |