Algunos de los descendientes de Sem emigraron hacia Oriente, y se instalaron en el país de Senaar. Descubrieron un hermoso valle y decidieron construir en él una ciudad, y en la ciudad, una torre cuya cúspide tocara el cielo.
-Con ella nos haremos famosos -se dijeron.
Fabricaron ladrillos, y probaron a cocerlos al fuego. De esta manera consiguieron tener un material como las duras piedras.
Y empezaron a edificar utilizando la brea como cemento. A medida que avanzaba la obra surgían planes distintos sobre el modo de hacerla, y eran frecuentes las discusiones entre los jefes y los obreros.
Dios vio que era orgullo y vanidad lo que impulsaba a aquella gente a realizar tan gran construcción, y decidió humillarlos en su ridícula pretensión. Todos hablaban la misma lengua. Y Dios dijo:
“Voy a confundir su lenguaje para que no se entiendan unos con otros”.
Y así sucedió. Todo era confusión, malos entendidos y desorganización. No encontraban la manera de ponerse de acuerdo.
Decidieron dispersarse, dejando la torre sin acabar.
Fue la torre de Babel, llamada así porque significa que en ella Dios mezcló las lenguas. |