AMARAS A TU PROJIMO
|
||||
1. ¿Cuál es el 4º Mandamiento? Honrarás a tu padre y a tu madre.
El cuarto mandamiento ordena honrar y respetar a nuestros padres, y a todos aquéllos a quienes Dios ha investido de autoridad para nuestro bien. El 4º Mandamiento se refiere en primer lugar a nuestros padres físicos, pero también a las personas que representan para nosotros autoridad venida de Dios: padres adoptivos, padrinos, abuelos, otros familiares, educadores, superiores, etc.
En el plan de Dios, un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, forman, por sí mismos y con sus hijos, una familia. Dios ha instituido la familia y le ha dotado de su constitución fundamental. Es importante recalcar que la familia fue instituida por Dios desde el principio de la creación: Macho y hembra los creó. Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense.» (Gn 1, 27-28) Estas son instrucciones dadas por Dios a la primera pareja humana cuando los creó. O sea, que la familia existe desde el comienzo del mundo. Intentar cambiar el concepto de familia –como se está tratando de hacer en nuestros días- es una absurda y peligrosa temeridad, que va contra el plan de Dios. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. Los fines principales del matrimonio, como Dios lo instituyó son la procreación de los hijos(si Dios da ese don a los esposos) y su educación, así como el bien de los esposos. Entre los miembros de una misma familia se establecen relaciones personales y responsabilidades primarias.
Dios hizo de tal forma al ser humano que todo niño desciende de un padre y una madre y añora el calor y la seguridad de una familia -como Dios la instituyó- para crecer seguro y feliz. La familia es la célula básica de la sociedad humana. Los principios y valores familiares constituyen el fundamento de la vida social. La vida de familia es una iniciación a la vida de la sociedad. (CIC-C #457) Si la familia está en orden, la sociedad puede estar en orden. Si la familia se desintegra, la sociedad se desintegra.
Los hijos deben a sus padres respeto, reconocimiento, docilidad y obediencia, contribuyendo así, junto a las buenas relaciones entre hermanos y hermanas, al crecimiento de la armonía y de la santidad de toda la vida familiar. Este Mandamiento se refiere a los deberes de hijos a padres, así como a las buenas relaciones entre los hermanos. En caso de que los padres se encuentren en situación de pobreza, de enfermedad, de soledad o de ancianidad, los hijos adultos deben prestarles ayuda moral y material. Los hijos deben ser agradecidos con sus padres, porque de ellos han recibido la vida y su amor paternal y maternal. Y esta gratitud establece relaciones perdurables de amor, respeto, responsabilidad, obediencia y ayuda hasta el final de sus vidas.
Los padres, partícipes de la paternidad divina, son los primeros responsables de la educación de sus hijos y los primeros anunciadores de la fe. Tienen el deber de amar y de respetar a sus hijos como personas y como hijos de Dios, y proveer, en cuanto sea posible, a sus necesidades materiales y espirituales, eligiendo para ellos una escuela adecuada, y ayudándoles con prudentes consejos en la elección de la profesión y del estado de vida. En especial, tienen la misión de educarlos en la fe cristiana. Volvamos a recalcar que los hijos son un don de Dios, no son un derecho adquirido: la mayoría de las parejas pueden procrear, unas pocas no. Esta distinción es importante tenerla en cuenta para entender por qué no es moralmente aceptable la procreación artificial (in-vitro) que veremos más adelante. Otro concepto a notar es que los hijos, antes que hijos de sus padres, son hijos de Dios. Esto es importante notar por las responsabilidades que los padres tienen de educar a sus hijos como hijos de Dios.
La familia debe ser una iglesia en miniatura. Por eso la Iglesia nos habla de la familia como “iglesia doméstica”. Los miembros de una familia cristiana están llamados a fortalecerse unos a otros en la fe y en la entrega a Dios. Deben orar unos por otros y también orar juntos. “Familia que reza unida, permanece unida”
Estrategia y costumbre indispensable para la unión familiar es la oración. “Familia que reza unida, permanece unida”. Dentro de la familia, como en cualquier relación inter-personal, hay que tener siempre en cuenta la máxima que nos dejó Jesús en el Evangelio: “Trata a los demás como tú deseas ser tratado” (Mt. 7, 12) Eso es el trato mínimo. Pero también hay algo mejor: que cada uno busque el bien del otro antes que el suyo propio. Este es el secreto para la armonía y la unión. El modelo de familia es, por supuesto, la Sagrada Familia. Se sabe por los místicos que “María y José tenían elevadas contiendas a ver quién servía a quién”.
El ser humano no puede vivir sin tener relaciones. Y la relación más importante de cualquier persona es la que tiene con Dios. Esta es prioritaria sobre cualquier relación humana, incluyendo las relaciones familiares. Los hijos no pertenecen a los padres, ni los padres a los hijos. Cada persona pertenece directamente a Dios. Eso fue lo que Jesús quiso decirnos con esto: “El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt. 10, 37). Consecuencia de esto es el deber que tienen los padres de poner sus hijos confiadamente en manos de Dios sobre todo cuando Dios llama a alguno a consagrarse con Sacerdote o Religioso (a).
El 4º Mandamiento también se refiere a la obediencia a la autoridad civil, siempre que ésta sea legítima y que esté al servicio del bien común (CIC #2239). Se le debe obediencia, siempre que tal autoridad legítima y responsable, no imponga cuestiones que van contra las exigencias de orden moral, porque en casos tales “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. (Hech 5, 29)
No matarás.
….. Aborto. Asesinatos. Guerras injustas. Eutanasia…
La vida humana ha de ser respetada porque es sagrada. Desde el comienzo supone la acción creadora de Dios y permanece para siempre en una relación especial con el Creador, su único fin. A nadie le es lícito destruir directamente a un ser humano inocente, porque es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador. «No quites la vida del inocente y justo» (Ex 23, 7).
Si alguna persona está atacando la vida de otros, hay que impedírselo. Y, de ser necesario, hay que dar muerte al atacante. En la legítima defensa se toma la opción de defenderse, pero lo que se valora es el derecho a la vida, no la opción de matar. La defensa legítima contra la agresión es un derecho, pero también puede ser un deber para aquéllos que tienen bajo su responsabilidad la vida de otros. Sin embargo, no debe suponer un uso de la violencia mayor que el necesario. (CIC-C #467) Quitar la vida a un criminal es una medida extrema a la cual debe recurrir el Estado sólo «en casos de absoluta necesidad» (JP II- Evangelium Vitae). Y esta necesidad surge cuando la única manera de proteger la sociedad humana es matando al criminal convicto. Los casos de absoluta necesidad de pena de muerte «suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos» (JP II, Evangelium Vitae). Cuando los medios incruentos son suficientes, la autoridad debe limitarse a estos medios, porque corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común, son más conformes a la dignidad de la persona y no privan definitivamente al culpable de la posibilidad de rehabilitarse.
El quinto mandamiento prohíbe, como gravemente contrarios a la ley moral: 1) El homicidio directo y voluntario y la cooperación al mismo. 2) El aborto directo, querido como fin o como medio, así como la cooperación al mismo, bajo pena de excomunión, porque el ser humano, desde el instante de su concepción, ha de ser respetado y protegido de modo absoluto en su integridad. 3) La eutanasia directa, que consiste en poner término, con una acción o una omisión de lo necesario, a la vida de las personas discapacitadas, gravemente enfermas o próximas a la muerte. Audio : El obispo de Alcalá de Henares (Madrid), Juan Antonio Reig Pla:
4) El suicidio y la cooperación voluntaria al mismo, en cuanto es una ofensa grave al justo amor de Dios, de sí mismo y del prójimo; por lo que se refiere a la responsabilidad, ésta puede quedar agravada en razón del escándalo o atenuada por particulares trastornos psíquicos o graves temores.
Solo Dios conoce la respuesta a esto. El suicidio es un pecado muy grave, pero lo que no se puede saber es si la persona lo hizo con pleno conocimiento y deliberadamente. Quitarse la vida es contrario al instinto de conservación, por lo que puede suponerse que quien se mata no está pensado claramente ni racionalmente. Si ése fuera el caso, entonces no habría pecado mortal, ni tampoco la pena del Infierno. Por eso la Iglesia Católica ofrece Misas y da cristiana sepultura a los suicidas, encomendando sus almas a la Misericordia de Dios que es quien conoce el estado mental y emocional del fallecido.
Causar directamente la muerte está siempre prohibido por el 5º Mandamiento No matarás. Con respecto al sufrimiento en las enfermedades, hay que recordar que, si bien a nadie le gusta sufrir, el sufrimiento puede ser redentor si se une al sufrimiento de Jesús en la cruz (ver JPII - Salvifici Doloris). En el tema de la Eutanasia hay que diferenciar entre hacer morir a la persona o dejar morir a la persona. Parece lo mismo, pero son cosas diferentes. Se está practicando eutanasia cuando alguien, mediante una acción directa ayuda a la persona a morir. Esto va contra el 5º Mandamiento, pues es un suicidio asistido. En este caso se está haciendo morir a la persona. Puede darse el caso de que el uso de calmantes del dolor para un moribundo pudieran recortar el tiempo de vida que le queda al paciente. En casos tales hay que considerar que esos medicamentos no están siendo usados para causar la muerte, sino para aliviar el dolor. La actitud de dejar morir a la persona es así: sabiendo que la persona va a morir, se suspenden o se dejan de usar procedimientos médicos extraordinarios o muy costosos que no son proporcionales al resultado que se busca. El cuido ordinario de un moribundo o un enfermo nunca debe ser suspendido, como sucedió en el famoso caso de Terry Schiavo en USA. Sin embargo, es legítimo renunciar a lo que la Iglesia ha denominado ensañamiento terapéutico, es decir, la utilización de tratamientos desproporcionados y sin esperanza razonable de resultado positivo.
Los asistimos sobre todo con la ayuda de la oración y de los sacramentos, que preparan al encuentro con el Dios vivo. (CIC-C #478) Al acompañar y ayudar a la persona en el proceso de morir, estamos cumpliendo con el mandamiento de amor al prójimo. Debemos acompañarles en la oración por ellos y con ellos. Además, recomendarles el arrepentimiento de sus pecados y llevarles el Sacerdote para la Confesión y la Unción de los Enfermos que le preparan para el paso a la otra vida. No hay que tener el prurito de evitar que vaya el Sacerdote, porque podría darle miedo. El perdón y el arrepentimiento son el pasaje del moribundo para la Vida Eterna. No podemos dejar de proporcionarle esa posibilidad. Cuenta el Padre Jorge Loring cuando fue llamado por alguien para ir a atender a un moribundo: Al quedarnos solos me dice el enfermo: «Padre, qué alegría he sentido al verle entrar por esa puerta. Estaba deseando llamarle, pero no me atrevía para no asustar a mi familia». Le confesé, y se quedó encantado. Al salir, en la puerta de la calle, me dijo la familia: «Padre, le agradecemos mucho que haya venido. Estábamos deseando llamarle, pero no nos atrevíamos para no asustar al enfermo». Todos deseando llamar al Sacerdote, y por un miedo absurdo, un enfermo iba a morir sin confesión. ¡Qué absurdo no llamar al sacerdote para que el enfermo no se asuste! (Tomado del libro 100 Historias en Blanco y Negro, sobre experiencias de Sacerdotes).
Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad. La cremación de los mismos está permitida, si se hace sin poner en cuestión la fe en la Resurrección de los cuerpos.
La Iglesia Católica enseña que la sociedad debe proteger a todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. El Estado debe proteger los derechos de todos, y en particular de los más débiles, entre los que se encuentran los concebidos y aún no nacidos. (CIC-C #472) El proteger la vida inocente es una de las más nobles tareas del Estado. Si el Estado evade esta responsabilidad, está socavando la legalidad, pues no está defiendo los derechos del más indefenso de los seres humanos, que termina siendo asesinado por su propia madre –con la ayuda del médico- en el lugar más seguro que existe.
El aborto es inaceptable en cualquier momento del desarrollo del embrión. La vida humana pertenece a Dios, no pertenece al médico, ni a la mamá. La vida humana es sagrada desde el primer momento de su existencia y no puede quedar al capricho de cualquier ser humano, sea la mamá, el papá o el médico. «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, Yo te consagré» (Jer 1, 5) Sólo Dios es el Dueño de la vida y de la muerte. Ni siquiera mi vida me pertenece a mí. Todo niño, desde el momento de su concepción tiene derecho a la vida y es un ser individual, una persona humana separada. Por tanto, nadie puede infringir sus derechos: ni el Estado, ni el médico, ni siquiera la madre.
Nunca se ha oído a una mujer embarazada decir “voy a tener un feto”, sino que dice “voy a tener un bebé” Sería anti-natural que una madre dé muerte a su bebé después de nacer ¿no? Entonces, si el llamado “feto” cuando nace es un bebé , matarlo antes de nacer es igualmente anti-natural.
La ciencia actual se ha encargado de desmentir esto. En la actualidad el médico y los padres pueden escuchar los latidos del corazón del bebé desde pocas semanas después de la concepción. Las contracciones cardíacas aparecen a los 36 a 37 días de gestación, es decir en un embrión de 4 a 5 mm aproximadamente (entre la 5a y 6a semana de embarazo). Los padres de estos tiempos cargan en sus celulares el primer video de su bebé con su corazón latiendo desde momentos tan tempranos del desarrollo del mismo Es incongruente ver cómo hay grupos y personas que defienden los derechos de los animales en extinción, los toros de las corridas de toros, los animales criados para producir pieles, etc, pero ¡cuántos no hay que se atreven a catalogar a los bebés no nacidos aún como una “opción” (“choice”); es decir como una opción para ser asesinados!
Un bebé no nacido aún es un ser humano inocente, que no ha cometido ningún crimen, independientemente de la forma como fue concebido. Nunca podrá ser moralmente aceptable destruir un ser humano inocente, que tiene los mismos derechos del resto de las personas. El error de enfoque en casos de concepción a raíz de una violación es que se centra en la preocupación por la madre y no en los derechos del niño. La mujer violada es una víctima y necesita nuestra ayuda. El problema es recetar el aborto, sin detenerse a preguntar si el aborto la ayudaría de veras. Esta pregunta nunca se hace, porque se asume que de alguna manera el aborto aliviaría el dolor y el trauma de la mujer. No se considera que más bien lo que trae el aborto es un nuevo trauma, que no resuelve el de la violación. Son innumerables los testimonios de mujeres que aseguran padecer de sufrimientos por décadas a raíz de un aborto, algunos escondidos y otros evidentes. Hay mujeres que se han hecho abortos después de una violación y han tenido que recibir terapias, no por la violación, sino por el aborto! ¿Por qué esto? Porque al trauma de la violación se añade otro trauma más grave: sufro por lo que me hicieron, pero maté a mi hijo. Eso es aún más traumático. La postura anti-aborto de la Iglesia -aún para casos de violación- es a veces juzgada como falta de compasión. Pero es todo lo contrario, porque evitando el aborto, se está siendo de veras compasivo con el sufrimiento de la madre. ¿Por qué ha de proponerse la pena de muerte para el niño concebido por violación, pena muy superior a la que suele aplicarse al violador?
Abortar a un bebé minusválido que aún está en el vientre materno es tan criminal como matar a un bebé minusválido ya nacido, o asesinar a un minusválido adulto. Aunque la intención fuera el tratar de evitar sufrimientos posteriores a ese ser, el aborto sigue siendo un crimen.
Está permitida la utilización de las células madres adultas, que son las provenientes de tejidos NO embrionarios o fetales. En un individuo adulto se conocen hasta ahora alrededor de 20 tipos distintos de células madre: de piel, sangre, médula ósea, grasa, corazón. Son muy utilizadas las provenientes de desechos de los partos: cordón umbilical, placenta, etc. A pesar de que aquéllos que no tienen reparo en aceptar y promover la muerte de embriones para la investigación científica han tratado de insistir en que las curaciones de algunas enfermedades son viables sólo o preferiblemente con células madre provenientes de embriones, los resultados de investigaciones actuales con células madres adultas se han encargado de desmentirlos. Se están logrado curaciones sorprendentesde enfermedades hasta ahora incurables con células madres adultas y casi ningún resultado con células madres embrionarias.
El escándalo, que consiste en inducir a otro a obrar el mal, se evita respetando el alma y el cuerpo de la persona. Pero si se induce deliberadamente a otros a pecar gravemente, se comete una culpa grave. (CIC-C 473) El escándalo consiste en invitar o influir a otra persona de palabra o por el ejemplo a cometer un pecado. El Mandamiento No matarás se refiere tanto a la integridad física, como a la integridad moral. Cualquier incitación a hacer el mal y también el dar mal ejemplo, sobre todo a personas propensas a recibir confiadamente nuestro consejo y nuestro ejemplo, es un pecado grave, porque con el escándalo puede matarse la vida espiritual de la persona. Jesús dejó un mensaje muy fuerte contra los que causan escándalo: El que hiciera caer a uno de estos pequeños que creen en Mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo más profundo del mar. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Tiene que haber escándalos, pero, ¡ay del que causa el escándalo! (Mt. 18, 6-7) Con el pecado de escándalo podemos ver cómo el mal que hacemos no queda restringido a nosotros, sino que como una piedra lanzada al agua produce ondas que se diseminan, así nuestros pecados envían muchas ondas más lejos de lo que imaginamos. En contraste, Jesús nos indicó la importancia de dar buen ejemplo: Ustedes son la luz del mundo … Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos. (Mt. 5, 16) ¡Ojo! Sin embargo, el dar buen ejemplo es una obligación, no un motivo de enorgullecerse. No podemos hacer obras buenas para que nos admiren. Damos buen ejemplo porque Dios así lo quiere –nada más. Bien lo dijo Cristo: Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. (Mt. 6, 1 y 4)
Debemos tener un razonable cuidado de la salud física, la propia y la de los demás, evitando siempre el culto al cuerpo y toda suerte de excesos. La salud es un valor importante, pero no absoluto. Debemos cuidar nuestro cuerpo, pero no extralimitarnos hasta llegar a un culto al cuerpo.
Usar drogas es un pecado porque es un acto de auto-destrucción y, por tanto, una ofensa contra la vida que Dios nos ha dado. Además, el perder la razón mediante la droga o el alcohol puede llevar a causar daño físico a otros. Drogarse y exceso en el consumo de alcohol es una falta de caridad, por los daños morales y sufrimientos que causa en las personas a su alrededor. Cualquier forma de dependencia –esto lo testifican todos los que han salido de alguna forma de adicción- lleva a cambiar la libertad que Dios nos ha dado por la esclavitud a alguna sustancia o vicio. Consumir cualquier tipo de droga es pecado. El alcohol puede consumirse moderadamente y no comporta ningún problema moral. El pecado no está en beber, sino en emborracharse, perdiendo la razón.
Responde este cuestionario. CUESTIONARIO PARA SABER SI HAY PROBLEMAS DE ADICCION
Si has contestado que sí a al menos a una de estas preguntas, puedes tener un problema. Si has contestado sí a tres o más preguntas, definitivamente tienes un problema.
Porque el respeto a nuestros hermanos se refiere no sólo a su parte física, sino también a su parte mental y espiritual. Hay una relación entre la motivación al odio y la motivación al asesinato. Odiar es desear mal a alguien, muy especialmente el mal eterno. San Juan advierte: El que odia a su hermano es un asesino, y, como saben, ningún asesino tiene la vida eterna. (1 Jn 3, 15) Y Jesús en el Sermón de la Montaña advierte que también es comparable el asesinato con la ira: Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.» Pero Yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. (Mt 5, 21-22) La ira es una reacción de irritación y rabia causada por la indignación de sentir que se vulnera lo que creemos merecer. Puede producirse por la frustración de no alcanzar algún objetivo o necesidad. El amor a los demás prohibe la venganza por daños que hemos recibido de otros. Así lo explica San Pablo: No devuelvan a nadie mal por mal, y que todos puedan apreciar sus buenas disposiciones. Hagan todo lo posible para vivir en paz con todos. Hermanos, no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la venganza, Yo daré lo que se merece, dice el Señor. (Rom 12, 17-19) La envidia del bien y del éxito de los demás también está dentro del 5º Mandamiento y es tan vieja como la humanidad. Por envidia Caín mató a Abel. Y la envidia continúa hoy cuando alguien se molesta porque otra persona recibe algún reconocimiento, o porque tiene algo que ésta no tiene, o porque a otro le subieron el sueldo, o porque un compañero es más querido y apreciado, etc. La envidia puede llevar a la ira, inclusive a la ira extrema que lleva al asesinato.
La Iglesia se esfuerza porque no haya guerras. Pero no niega el derecho a la legítima defensa que puedan tener los países cuando están siendo atacados. Por eso justifica la guerra sólo como un último recurso.
El uso de la fuerza militar está moralmente justificado cuando se dan simultáneamente las siguientes condiciones: certeza de que el daño causado por el agresor es duradero y grave; la ineficacia de toda alternativa pacífica; fundadas posibilidades de éxito en la acción defensiva y ausencia de males aún peores, dado el poder de los medios modernos de destrucción. Es decir para que una guerra pueda ser considerada “guerra justa”, debe reunir unas condiciones rigurosas de legitimidad moral:
TESTAMENTO BIOLOGICO Yo, …….…..………………………….……….., CI #................, hago saber mis deseos e instrucciones sobre mi salud en lo relativo a cuidados requeridos. Les pido que me sean dados preferentemente aquellos tratamientos que coadyuven al alivio de dolores y malestares, incluyendo morfina y similares. Les pido evitar procedimientos médicos extraordinarios o muy costosos, no proporcionales al resultado que se busca. Les pido evitar la utilización de tratamientos desproporcionados y sin esperanza razonable de resultado positivo cuando el desenlace ya se sabe inevitable, incluida resucitación. ………………………………….
|
||||
|
||||
|