CREO EN DIOS |
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1. ¿Por qué la profesión de fe comienza con «Creo en Dios»? (CIC-C #36) La profesión de fe comienza con la afirmación «Creo en Dios» porque es la más importante: la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y sobre el mundo y de toda la vida del que cree en Dios.
Veamos: hay ciertas cosas que podemos conocer a través de los sentidos o por observación científica. No tenemos que creer que las hojas de los árboles son verdes. Eso lo ven nuestros sentidos. Tampoco tenemos que creer que el agua está compuesta por dos partes de hidrógeno y una de oxígeno. Eso lo sabemos por investigación científica. Pero el conocimiento de cuestiones esenciales del ser y las respuestas a preguntas sobre la vida, la muerte, lo que sucede después, sólo lo podemos obtener mediante la fe. Por ejemplo, dos personas se aman. ¿Cómo podemos poner ese amor bajo un microscopio o medirlo por una reacción química? Lo que uno siente amando y siendo amado nos demuestra que el amor es una cosa real, aunque no se pueda medir y comprobar. ¿Podemos decir, entonces, que el amor no existe? Igual sucede con la fe en Dios. No podemos poner a Dios bajo un microscopio. Tampoco podemos probar la existencia de Dios con un procedimiento químico. ¿Podemos por eso decir que Dios no existe?
1º. El universo debe venir de Dios que lo creó, o viene de la nada. ¿Cuál creen ustedes que es más posible? 2º. La otra opción es pensar que el universo pudo surgir por casualidad. ¿Creen que eso es posible? ¿Qué posibilidad hay de que todo el universo se hizo por si solo y por casualidad?
3º. Esta tercera razón se refiere a nosotros mismos y es más subjetiva, pero no menos real. Como hemos visto, nada en este mundo nos obtiene la verdadera felicidad. La verdad es que la vida tiene sentido sólo porque estamos caminando hacia Dios, Quien nos va a dar esa felicidad completa y eterna que nuestro corazón anhela, porque El mismo puso ese deseo en nosotros sus creaturas.
Por supuesto que ¡sí! Así que cuando decimos Creo en Dios, estamos tomando una posición y afirmando algo importantísimo sobre la vida y sobre nosotros mismos. La vida tiene sentido porque viene de Dios. Los seres humanos no somos casualidades, somos creaturas de Dios, hechas por El por algo y para algo.
Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo de Israel como el Único, cuando dice: «escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor» (Dt 6, 4), «no existe ningún otro» (Is 45, 22). Pero no sólo creemos en un solo Dios porque así lo dice la Sagrada Escritura, sino también porque de acuerdo a las leyes de lógica sólo puede haber un Dios: si hubieran dos dioses, uno limitaría al otro, ninguno de los dos sería infinito, ni perfecto. Esto significaría que ninguno de ésos dos sería Dios.
Dios se revela a Moisés con su Nombre misterioso: «Yo soy el que soy (YHWH)» (Ex 3, 14).
Dios se da un nombre porque El desea que nos podamos dirigir a El. Dios no quiere permanecer incógnito. Dios no desea ser reconocido como un mero ser superior, sino que desea que nos demos cuenta que es un ser real y que interactúa con nosotros, sus creaturas. Sin embargo, a pesar de habérsenos revelado y habernos dado su nombre, Dios sigue siendo un misterio.
La esencia de Dios, o lo que se llama en Teología “la esencia metafísica de Dios” es su “aseidad”. Aseidad viene del latín “a se” (por Sí, por Sí mismo) que nos indica que Dios existe por Sí mismo. Dios no necesita de nada ni de nadie para existir, Dios se basta a Sí mismo, es decir, Dios es auto-existente y auto-suficiente. Entonces, sólo Dios “es”. Mientras las creaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer, sólo Dios es en sí mismo la plenitud del ser y de toda perfección. Él es «el que es», sin origen y sin fin. (CIC-C #39)
Conocer a Dios significa saber que El ha deseado que yo exista y por eso me ha creado, que además me cuida y me mantiene vivo, y que me espera en el Cielo para siempre. Sabiendo Quién es Dios, no queda más remedio que ponerlo a El de primero en nuestra vida.
Creer en Dios, el Único, ponerlo a El de primero en nuestra vida y amarlo con todo el ser, tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida: 1º. Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Dios es tan grande que supera nuestra ciencia" (Jb 36, 26). Es saber, reconocer y estar convencidos de que somos de Dios y dependemos de Él hasta para cada latido de nuestro corazón. 2º. Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Co 4, 7). "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116, 12). 3º. Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: Nada te turbe / Nada te espante 4º. Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él. 5º. Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1, 26). 11. ¿De acuerdo al Misterio de la Santísima Trinidad, creemos en un Dios o en tres dioses? (CIC-C #44) Creemos en un solo Dios en tres Personas. El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Por eso los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Y después del Bautismo, la realidad de la Santísima Trinidad sigue acompañándonos en nuestra vida espiritual. Así, desde pequeños se nos enseña la Señal de la Cruz: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando nos confesamos, el Sacerdote nos absuelve los pecados también en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes de despedirnos en la Misa, el Sacerdote nos bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Un misterio no es algo que contradice nuestra razón, sino es una realidad que está por encima de nuestra capacidad de razonamiento. Es una realidad que excede nuestra inteligencia. Ante sus misterios, Dios no nos pide que entendamos, sino que confiemos en El. Por eso sería absurdo pensar “si no lo entiendo, no lo creo”. Ante los misterios de Dios, el Católico responde: “Creo, Dios mío, porque Tú nos lo has revelado”. Y si me cuesta creer: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”. (Mc 9, 24)
Los hombres no podemos, usando la razón, deducir el hecho de que Dios es una Trinidad. Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero la intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás misterios.
Veamos… si a mí me preguntan quién soy yo, yo respondo que soy (mi nombre). Esa es la persona que yo soy: fulano de tal. Si me preguntan qué soy, respondo que soy un ser humano. Esa es mi naturaleza. En los humanos existe una sola persona para cada naturaleza humana. Pero con Dios es distinto: Dios es Tres Personas Divinas para una Naturaleza Divina. Esto se complica un poco más cuando sabemos que Jesucristo es una sola Persona Divina con dos naturalezas: humana y Divina, porque Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre. Lo importante en el Misterio de la Santísima Trinidad es saber que es un solo Dios y Tres Personas.
Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar. A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre; todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo (CIC #255). Se está refiriendo el Catecismo a la presencia mutua de las Tres Divinas Personas en cada una: cada una está presente en cada otra, sin dejar de ser distintas. Esto se llama en Teología el principio de la circumincesión o pericóresis: Los tres se inhabitan. Donde está el Padre están los otros Dos, y así con cada uno. Los Unos están en el Otro y viceversa el Otro con cada Uno. La idea no es aprender nombres teológicos raros y difíciles, sino demostrar que es un principio teológico establecido que hasta tiene un nombre. Pero también porque los nombres raros, así como las imágenes, pueden ayudarnos a fijar en nuestra mente conceptos inspiradores de devoción, que luego pueden pasar a nuestro corazón. Del Poema En el principio era el Verbo acerca de la Santísima Trinidad (San Juan de la Cruz) En el principio moraba
Reconocemos a Dios como Padre, primero que todo, porque es nuestro Creador y cuida con amor a cada una de sus creaturas. Más aún, Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñó a llamar a Dios Padre nuestro. Jesucristo ha deseado compartir su Padre con nosotros.
Es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y tiene la misma majestad divina que el Padre y el Hijo. Cuando descubrimos la realidad de Dios en nuestro interior, ésa es la acción del Espíritu Santo en nosotros, porque “Dios ha mandado a nuestros corazones el Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre: ¡Abbá! o sea: ¡Papá!” (Gal 4, 6). El Espíritu Santo lo recibimos en el Bautismo y en la Confirmación y por El podemos llamar a Dios “Padre”.
Jesús es el Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se hizo Hombre. Por sus milagros, Jesús mostró que tenía poder sobre la naturaleza, que por lo tanto era Dios. Pero fue su Resurrección la prueba definitiva de que Jesús es Dios. “Para Dios, nada es imposible” Lc 1, 37), le dijo el Ángel a la Santísima Virgen María en la Anunciación. Cuando en una necesidad clamamos a Dios, lo hacemos porque creemos y sabemos que es Todopoderoso. El es el Señor de la historia. El dirige todas las cosas y puede hacer cualquier cosa. Ahora bien, la manera como Dios usa su Omnipotencia, es un misterio. Y, pueda que algunos se pregunten –equivocadamente- dónde está Dios en esta o aquella circunstancia o hecho. A éstos Dios les responde a través del Profeta Isaías: Pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes, dice Yavé. Así como el cielo está muy alto por encima de la tierra, así también mis caminos se elevan por encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a los de ustedes. (Is 55, 8-9)
Dios se ha revelado como Aquél para quien «nada es imposible» (Lc 1, 37). Su omnipotencia es universal, misteriosa y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del hombre por amor, pero sobre todo en la Encarnación y en la Resurrección de su Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón de los pecados. Por esto la Iglesia en su oración se dirige a «Dios todopoderoso y eterno». 21. ¿Cuál será la mayor muestra del poder infinito de Dios? La Omnipotencia Divina es un atributo de Dios que ciertamente impresiona. Y hoy en día algunos hasta pretenden esconderlo, porque pueden sentirse abrumados y sobrepasados por Dios. Eso no gusta a nuestra cultura actual que pretende que los seres humanos seamos capaces de cualquier cosa y que nada ni nadie – ¡ni siquiera Dios!- pueda aventajarnos. Pero resulta que la mayor muestra de la Omnipotencia Divina está en la Misericordia de Dios y en el poder de perdonar los pecados. Lo dijo Jesucristo al curar al paralítico, aquél cuyos amigos que lo llevaban en una camilla tuvieron que bajarlo por el techo de la casa para poder llevarlo ante Jesús. Lo primero que hizo el Señor fue decirle al paralítico: “¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados.” Sabiendo que estaba siendo criticado secretamente por los maestros de la Ley dijo entonces esto: “¿Qué es más fácil: decir ‘Queden perdonados tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Entonces dijo al paralítico: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a casa.’ Y el paralítico se levantó y se fue a su casa.” (Mt. 9, 5-7).(Mt 2,1-12) Jesús sana a un paralítico También el Libro de la Sabiduría resalta la Misericordia divina como muestra de su Omnipotencia: “Tienes piedad de todos, porque todo lo puedes” (Sb. 11, 24). Y esto lo corrobora la Liturgia de la Iglesia en una oración de la Santa Misa: “Dios manifiesta en grado máximo su Omnipotencia, perdonando y usando de su Misericordia” Así que, aunque nos impresionen y sobrecojan las muestras que conocemos del poder infinito de Dios, el perdonar nuestros pecados, sanar nuestra alma enferma a causa de éstos e irnos purificando de sus consecuencias es la muestra máxima de la Omnipotencia Divina.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre. Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios crea «de la nada» un mundo ordenado y bueno, que Él transciende de modo infinito. Además, Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene, dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su Hijo y del Espíritu Santo. En resumen: el mundo surgió y continúa existiendo porque Dios quiso que existiera y lo sigue sosteniendo. Sin Dios no habría vida.
El decir que Dios creó el mundo no es un concepto científico anticuado. Se trata de una afirmación teo-lógica, es decir, de una afirmación de significado divino (teo=Dios y logos=significado) sobre el origen de las cosas. El relato de la Creación en la Biblia no pretende ser un modelo científico para explicar el principio del universo. El decir que “Dios creó el mundo” es una afirmación teológica que se refiere a la relación entre el mundo y Dios. Dios hizo el mundo, lo sostiene y lo perfecciona. La Teología no tiene competencia científica. Pero tampoco la Ciencia tiene competencia teológica.
La Teoría de la Evolución sigue siendo “teoría”, no ha sido totalmente comprobada. Ciertamente que sí puede creerse que es posible la Evolución y que Dios es el Creador, siempre y cuando se reconozca que Dios es Quien da inicio al proceso evolutivo, que lo sostiene, y que al llegar al ser humano, el alma humana no forma parte de ese proceso, pues la materia no puede dar origen al alma que es espiritual. Por eso el cristiano que desea creer en la Evolución, debe saber que el alma humana es creada directamente por Dios. ¿Dios Existe?
Vienen de Dios, forman parte de la Creación. (CIC # 339, 346 y 354) La naturaleza funciona de acuerdo a leyes que Dios ha inscrito en su creación. Ya los seres humano sabemos, por ejemplo, que si dañamos el medio ambiente, nos estamos haciendo daño también a nosotros mismos. Eso es consecuencia de las normas que Dios ha puesto para el funcionamiento de su Creación. Igual pasa con las normas morales que Dios ha puesto para la interacción humana. Si los seres humanos no las seguimos, nos hacemos daño y hacemos daño a otros.
Sí, pero de manera misteriosa. Dios guía todo por caminos que sólo El conoce y lo lleva a la perfección. En ningún momento se le escapa algo de su control. (CIC # 302-305) Dios influye en todos los grandes eventos de la historia y también en los pequeños eventos de mi vida personal. En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados. (Mt 10, 30) Pero ¡ojo! esto lo hace sin reducir el don de la libertad que nos ha dado a los seres humanos. ¡Qué misterio es esto! Dios actúa como Señor de la historia con un balance perfecto entre su intervención y nuestra libertad. Es el misterio de la Providencia Divina.
Esta atención amorosa de Dios y el gobierno y la dirección que Dios ejerce en el universo es lo que se denomina “Divina Providencia”. “Providencia” viene del verbo latino “providére” que significa “proveer”. Dios creó el universo y todo lo que hay en él. Pero también lo preserva, lo mantiene y lo gobierna. El universo se volvería nada –volvería a su situación inicial de no existir- si no fuera porque Dios lo mantiene con su poder infinito. La Divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a sus creaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha llamado. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la cooperación de sus creaturas, a quienes les da la dignidad de obrar por sí mismas, de ser causa unas de otras.
Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore con la Providencia mediante sus acciones, sus oraciones, pero también con sus sufrimientos, suscitando en el hombre «el querer y el obrar según sus misericordiosos designios» (Flp 2, 13). Dios nos invita a colaborar con El en la historia humana. Por eso el ser humano debe convertirse en un instrumento al servicio del Amor de Dios y no estar en competencia y en oposición a Dios. La Madre Teresa de Calcuta explicaba esto muy bien: “Yo sólo soy un pequeño lápiz en manos de nuestro Señor. El puede optar por cortar o afilar el lápiz. El puede escribir o dibujar o hacer lo que quiera y cuando quiera. Si la escritura o el dibujo es bueno, no honramos el lápiz o el material que se usó, sino más bien a Aquél que lo usó”. Así que, aunque Dios actúa con nosotros y a través de nosotros, no podemos equivocarnos pensando que nuestras apreciaciones, nuestros planes y nuestras acciones son obra nuestra, sino de Dios. Debemos convencernos de que Dios realmente no necesita nuestro trabajo, como si Dios le quedara falla su obra sin nuestra participación. Todo lo que hacemos –menos el pecado- viene de Dios y El lo hace posible 30. Si Dios es todopoderoso y providente ¿por qué entonces existe el mal? (CIC-C #57) Según Santo Tomás de Aquino, Dios permite el mal sólo para sacar un bien mayor. Al interrogante, tan doloroso como misterioso, sobre la existencia del mal solamente se puede dar respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es, en modo alguno, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Jesucristo, ha muerto y ha resucitado para vencer el gran mal moral, que es el pecado de los hombres y que es la raíz de los restantes males. Dios no quiere el mal ... solamente lo permite. Y lo permite porque Dios hizo a los seres humanos libres. Ser hombre o mujer significa ser libre, porque Dios quiere que lleguemos a El en libertad. Ser libre significa que podemos escoger libremente el bien y también escoger libremente el mal. Con la libertad existe entonces la posibilidad del mal. El problema está en que los hombres y mujeres de todos los tiempos -desde Adán y Eva hasta hoy- hemos mal usado ese regalo tan valioso que Dios nos dio: la libertad. Pero el mal en el mundo NO es fruto de la Voluntad de Dios, sino del mal uso que el ser humano ha hecho de la libertad que Dios le dio. El cristiano sabe que Dios es infinitamente bueno y que en el Juicio Final Dios acabará con toda injusticia.
¡Cómo nos cuesta aceptar un sufrimiento, una enfermedad! Y en el plan de Dios mucho bien proviene del sufrimiento. Veamos a Jesucristo: su sufrimiento nos trajo la salvación. Por la muerte de Cristo todos tenemos derecho a una vida de felicidad plena y total para toda la eternidad. Por cierto, no fue así al comienzo. Dios no creó a los seres humanos para el sufrimiento. Pero al oponernos a Dios por el pecado, al mal usar la libertad, entró el sufrimiento al mundo, y también la muerte y las enfermedades. Pero Dios, que es infinitamente bueno, cambia las cosas “malas” en buenas, cambia el sufrimiento en ganancia... para la vida eterna. El sufrimiento es un misterio. Como todo misterio, no es posible explicarlo satisfactoriamente. Lo comprenderemos sólo después de esta vida. Allá en la eternidad comprenderemos los planes de Dios mucho mejor que ahora. Mientras tanto, confiemos en Dios. El es el que sabe. En realidad lo que sucede es que estamos pensando igual que cuando éramos niños y nuestros padres no nos daban todo lo que queríamos. Y eso era motivo de protesta y reclamo. O estamos actuando igual a cuando nos prohibían una actividad y también protestábamos. O como cuando nos causaban un dolor necesario para curar una enfermedad: una medicina desagradable, un tratamiento doloroso, etc. ¡Cómo protestábamos y nos oponíamos a esas cosas “malas”, que en realidad eran “buenas”!
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