INTRODUCCION 1. Durante este último año en el Colegio, ya de despedida para irse a la Universidad, unos estudios teológicos como los que hemos ido llevando a lo largo del Bachillerato, deben incluir algo sobre la Historia de la Iglesia. Esta parte del Curso se llama “La Iglesia Católica y la Civilización” y vamos a tratar sobre la influencia de la Iglesia en la construcción de la Civilización Occidental. Este curso está basado en una serie televisiva de EWTN y en un libro titulado “Cómo construyó la Iglesia Católica la Civilización Occidental” del Dr. Thomas Woods, Historiador. ¿Por qué creen ustedes que vamos a enfocar los estudios históricos sobre la Iglesia desde este punto de vista? ¿Por qué creen que es necesario ver este ángulo de la Iglesia como constructora de la Civilización? Porque resulta que muchísimas personas, muchísimos intelectuales, se sienten con el derecho, y –de hecho- ha sido así a lo largo de la historia, de criticar y rebajar a la Iglesia Católica, sin base en la realidad de lo que ha sido el desarrollo de nuestra civilización. Se pueden decir las cosas más absurdas contra la Iglesia Católica, sin siquiera comprobarlas, inventar calumnias y nadie se opone. Más bien hasta pareciera una costumbre de alta cultura el criticar a la Iglesia. ¿Quién no ha oído esto: “La Iglesia es enemiga de la Ciencia y está contra el progreso”? Eso se oye decir por todos lados y esa falacia repetida por siglos y en todos los ambientes, se ha convertido en una especie de idea irrebatible. Pero en esta clase vamos a ir demostrando científica e históricamente cómo ha sido todo lo contrario.
Claro que sí. Comenzando por Judas, el que vendió a Jesucristo, porque creía que eso era lo mejor, han habido equivocaciones (¡OJO! equivocaciones, que no errores –es diferente!). Y han habido también pecados a lo largo de la historia de la Iglesia. Ningún católico que conozca la historia de la Iglesia puede sostener que los hombres de la Iglesia nunca se han equivocado, ya que en ciertas decisiones históricas, las cuales están circunscritas al ámbito humano, pudo haber equivocaciones.
Porque tenemos que diferenciar entre las cuestiones humanas y el ámbito de la fe y la moral. Hay que distinguir entre cuestiones meramente humanas, como sería por ejemplo, decisiones sobre si se abre o se cierra un colegio o un hospital católico, sobre si algún o algunos Obispos han apoyado o ha dejado de apoyar a un gobierno, etc,. Hay que diferenciar entre estas cosas humanas y las cuestiones relacionadas con la fe y la moral. En éstas de la fe y la moral la Iglesia tiene la promesa de Jesucristo de que su Iglesia estaría protegida del error.
Porque al fundarla dijo: «Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes del infierno jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.» (Mt 16, 18-19) Y el Evangelio de San Mateo termina con las palabras de Jesús antes de ascender al Cielo: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt 28, 20)
De ninguna manera. Hay que diferenciar entre la Iglesia como institución divina, porque su Fundador Jesucristo es Dios y nos prometió su protección siempre, y los miembros de la Iglesia que somos seres humanos pecadores, desde cualquiera de los Papas hasta el último de nosotros. Las personas que formamos parte de la Iglesia somos pecadores. Y pueda que hayan habido hasta Papas pecadores, pero nunca, ninguno de ellos ha comprometido a la Iglesia en un error de fe o de moral. Esta es la diferencia entre equivocaciones y errores. Por eso los católicos creemos que la Iglesia conservará la integridad de la fe hasta el fin de los tiempos. Pero esta garantía espiritual no implica que no hayan habido equivocaciones o que todos, Papas, Obispos, Sacerdotes, Religiosas y laicos, sean incólumes e impecables. Los católicos diferenciamos entre la santidad de la Iglesia como institución guiada por el Espíritu Santo y la naturaleza inevitablemente pecadora de las personas que forman parte de la Iglesia.
A nadie se le prohibe criticar a la Iglesia, ni ridiculizarla, ni calumniarla. Se llega a extremos como el de un anuncio de una compañía italiana que en 2011 hizo un montaje del Papa Benedicto XVI besándose con un jeque árabe. La compañía terminó retractándose y pidiendo excusas. Pero así es el trato que se le da a la Iglesia, fundada -¡nada menos!- que por Dios mismo. Como ya dijimos: se pueden decir las cosas más absurdas contra la Iglesia Católica, sin siquiera comprobarlas, inventar calumnias y nadie se opone. Más bien hasta pareciera una costumbre de alta cultura el criticar a la Iglesia. Siempre se ha dicho que la Iglesia es enemiga de la ciencia del progreso, que ha sido represiva y abusadora. ¿No lo han oído? Recientemente estos ataques se han multiplicado y se han hecho más viles y fuertes. Por esto uno de los Obispos que trabajan desde el Vaticano ha dado esta advertencia: hay grupos que buscan destruir a la Iglesia porque la ven como un obstáculo que les impide dominar el mundo con legislaciones que "atentan contra los fundamentos mismos de la civilización". (Mons. Juan Miguel Ferrer, Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos). Con excepción de los especialistas en Edad Media y cultura medioeval, la mayoría de la gente cree que los mil años que precedieron al Renacimiento fueron tiempos de ignorancia y represión, carentes de discusión de ideas y de intercambio intelectual, y que todas las comunidades intelectuales vivían sometidas a la represión de la Iglesia. Por eso no son ustedes culpables de tener esta visión, pues al fin y al cabo, eso es lo que está plasmado en los libros de Historia y lo que nos ha llegado a través de los medios de comunicación social.
El principal blanco de ataque es la Iglesia Católica, pero como los enemigos de la Iglesia son en el fondo enemigos de Dios, también han comenzado los ataques contra la religión, como modo de culto a Dios. En cuanto arreciaron los ataques de terroristas islámicos, se ha originado inclusive una campaña bien orquestada para atacar todas las religiones, aduciendo que todas ellas son capaces de violencia. Por lo tanto, hay que condenar toda religión. Otro argumento reciente contra la religión de parte de los nuevos ateos es que lo religioso, lo espiritual no pasa de ser sueños o mitos, y que los creyentes en Dios somos unos estúpidos. ¡De veras, así lo han escrito estos nuevos ateos! Pero, en realidad, la más atacada ha sido siempre y sigue siendo la Iglesia Católica.
Esto se inició en el Iluminismo o Ilustración, sobre todo en el Renacimiento, hace unos 200-300 años, durante el siglo 18, cuando comenzaron a atacar a la oscura Edad Media. ¿No habían oído hablar del oscurantismo de la Edad Media? Por eso inventaron el nombre de Iluminismo, esa teoría novedosa que vendría a iluminar la supuesta oscuridad de la Edad Media y a hacer avanzar intelectualmente a la sociedad, protegiéndola del retraso de la Iglesia. Comenzó, entonces, a regarse la especie de que antes del Iluminismo, lo que había era ignorancia, retraso, miseria, etc. todo esto promovido por la Iglesia Católica. Supuestamente entonces vinieron a promover el progreso los intelectuales seglares, los "secularistas", término que usamos para contraponerlo, no sólo a los religiosos o eclesiásticos, sino a cualquier persona que se atreve a tomar una postura cristiana. Así se ha visto la historia en los últimos 200 años. La Edad Media en Europa fue un período en el que la concepción filosófica del mundo estaba regida en gran medida por la religión cristiana y en donde la vida en todos sus aspectos eran abarcadas por esa visión cristiana del mundo. El Iluminismo triunfante desde el Siglo 18 ha catalogado a esta fase de la historia de más de diez siglos de duración con el epíteto de "Media"; para significar que es una etapa que no tiene más razón de ser que una fase intermedia entre la Antigüedad grecolatina y la Modernidad "triunfante". Esta etapa que los círculos académicos y de los medios de comunicación social catalogan de “años de oscuridad” u “oscurantismo” no fue la era de retroceso que nos quieren pintar y que nos han pintado durante tanto tiempo. Y esto lo vamos a demostrar a lo largo de estas lecciones.
Porque desde hace unos 50 años ha habido historiadores serios (y no mayoritariamente católicos) que se han ido abriendo paso para ver la realidad tal como ha sido, no como se ha pintado desde el Iluminismo o Ilustración. Por ejemplo, han descubierto que no fueron los "secularistas" los que inventaron la ciencia de la Economía, sino que fueron Sacerdotes los que desarrollaron las ideas de la Economía muchos siglos antes. La civilización occidental debe a la Iglesia católica mucho más de lo que la mayoría de la gente -incluidos los católicos- tiende a pensar. “El historiador medievalista francés, Fossier, ha señalado la vital importancia de este período de la historia occidental para comprender nuestra actual forma de ver el mundo y el carácter netamente aperturista de la época en cuanto a libre pensamiento e investigación científica, entre otras.” (Edad Media - Metapedia) La conclusión termina siendo que la Iglesia fue la que construyó la civilización occidental. La Iglesia es la constructora de nuestra civilización. ¡Así de imponente e impresionante!
Naturalmente que la civilización occidental no tiene su origen sólo en el cristianismo; no puede negarse la importancia de Grecia y de Roma o de las distintas tribus germánicas que heredaron el Imperio romano de Occidente, como influencias de notable peso fundacional en nuestra civilización. Pero lo que sorprende es que el aporte católico a la civilización –que fue vital e indispensable- ni se menciona, ni se toma en cuenta. ¿Cómo puede aceptarse que esta influencia quede borrada de la historia de la civilización?
Aunque la Inquisición no está propiamente relacionada con el aporte de la Iglesia a la Civilización, aún así, como es uno de los ataques más frecuentes contra la Iglesia, trataremos de ver ese tema con detalle en una lección aparte. Baste decir que hoy sabemos –inclusive por la apertura de los archivos secretos del Vaticano, abiertos a los investigadores que desearan acceder a ellos- que intelectuales serios habiendo revisado en los últimos tiempos algunos acontecimientos históricos tradicionalmente citados como prueba de la maldad de la Iglesia, hoy han dicho que la Inquisición no fue ni tan dura como hasta el momento se la ha pintado y que el número de personas condenadas por el tribunal fue muchísimo menor de lo que las exageradas versiones del pasado afirmaban.
Lo que es incontrovertible porque está a la vista: la mayoría de la gente reconoce la influencia de la Iglesia en la música, el arte y la arquitectura. ¿Quién no ha admirado, aunque sea en fotos, las grandes catedrales europeas y las obras de arte? Pero lo cierto es que en nuestro actual medio cultural resulta fácil olvidar -o no captar en primera instancia- lo mucho que nuestra civilización debe a la Iglesia Católica. Este escondido detalle, por ejemplo: en la Edad Media se racionaliza el tiempo con el tañer de las campanas de los cientos de Monasterios, Catedrales y Capillas que se erigieron de un extremo a otro en Europa. Algunos sostienen que el llevar cuenta del tiempo a través de las campanadas, tuvo importante influencia en que el pueblo europeo lograra una mentalidad productiva que no tenían otros pueblos. (Edad Media - Metapedia)
Vamos a enumerar algunas cosas que hoy tomamos como parte integral de nuestra civilización y vamos a analizar de dónde vienen.
¿De dónde viene todo esto que es fundamento indispensable de nuestra civilización? Ya adivinaron ¿no? Increíble ¿no es cierto? Todo esto -y mucho más- se lo debemos a la criticada y calumniada Iglesia Católica. Y podremos ir viendo cómo lo que dicen los historiadores enemigos de la Iglesia no se compadece con la realidad que están viendo los historiadores durante los últimos 50 años. Estos aportes de la Iglesia como constructora de la civilización los veremos con detalle en lecciones separadas. Pero vamos a ir dando unas primicias.
Durante la llamada oscuridad u oscurantismo de la Edad Media, ninguno de los críticos de la Iglesia se quiere dar cuenta que la Iglesia desarrolló en Europa el sistema de las universidades, un verdadero regalo a la civilización occidental y al resto del mundo. Las universidades nacieron en las Catedrales medievales. Y de esas universidades partió el uso de la razón en un debate racional riguroso y libre para llegar a la verdad. También de ellas surgió el método científico.
Cuando en sus diferentes carreras universitarias les toquen el tema del Derecho Internacional, seguramente les dirán o leerán en los libros de texto, que el Derecho Internacional viene de los antiguos estoicos griegos y romanos, y de pensadores y teóricos del Derecho durante el siglo 17 y 18. No es así. Mucho antes de esto, en el siglo 16, Francisco de Vitoria, profesor y Sacerdote católico, ante el maltrato que los conquistadores infligían a los indígenas del Nuevo Mundo, junto a otros filósofos y teólogos católicos, empezó a especular sobre los derechos humanos y las correctas relaciones que debían existir entre los pueblos. Estos pensadores católicos originaron la idea del Derecho Internacional tal como hoy lo concebimos. Por eso Francisco de Vitoria mereció el título de padre del Derecho Internacional.
Hoy por hoy las personas estamos tan acostumbradas a hablar sobre el estado de derecho, sobre las leyes, sobre el sistema judicial. Pero ¿hemos pensado alguna vez como y cuándo se creó y se organizó el sistema judicial? ¿Cómo fue que empezó todo esto que hoy conocemos como sistema jurídico de nuestra civilización occidental? Muchos sostendrán con ligereza que la base de nuestro sistema legal es el Derecho Romano. Ciertamente éste tiene alguna influencia en nuestro sistema jurídico. Pero ¿quién se ocupó de configurar un verdadero sistema jurídico? Hacia el año 1050 no existía en occidente un sistema jurídico, sino solamente órdenes que variaban de tribu en tribu y de región en región, sujetas a la interpretación – a veces muy subjetiva – de quien las aplicara. Fue durante la época del Papa Gregorio IX, a comienzos del siglo 13, que se inició la sistematización de lo que luego sería el Derecho Canónico. La base para esto fue la Biblia, los dictados del Papa, las compilaciones del Derecho Romano y el Tratado de Graciano (un monje de la Iglesia Católica). Así se convirtió el orden jurídico que había existido en la Iglesia en un sistema, es decir, en un cuerpo independiente, íntegro y con procedimientos establecidos.
Es así como el recién creado Derecho Canónico pasa a ser la base para el derecho secular, que a su vez es lo que conocemos como la tradición jurídica de occidente. «Fue la Iglesia quien enseñó por primera vez al hombre occidental lo que es un sistema legal moderno. Fue la Iglesia quien enseñó que costumbres, estatutos, casos y doctrinas en mutuo conflicto pueden reconciliarse mediante el análisis.” (Harold Berman, historiador)
Pensemos, por ejemplo, en obras de caridad. Se hace caridad cuando se ayuda a alguien sin esperar nada a cambio. Se ayuda a alguien porque es bueno hacerlo y es lo correcto. Sabemos que la persona a quien ayudamos es imagen de Dios y requiere mi ayuda. La mayoría de las personas sabe de la obra de caridad desarrollada por la Iglesia Católica, aunque desconoce la descomunal labor de la Iglesia en este campo. En nuestros días se conoce la obra, por ejemplo, de la Madre Teresa de Calcuta. Pero su obra es sólo un ejemplo en los 20 siglos en que la Iglesia ha estado comprometida con los pobres y desvalidos, sin esperar ningún tipo de beneficio personal a cambio ¿De dónde sale esa idea de la caridad? ¿Apareció sola un día en la historia de la humanidad? Esta fue una idea verdaderamente novedosa y ausente entre los principios conocidos, hasta que la Iglesia lo presentó. Entonces esta idea de la “caridad” también viene de la Iglesia, porque en Grecia y Roma eso de dar algo sin retribución, ni se pensaba. Si alguien se le hubiera ocurrido proponer esa idea de ayudar sin nada a cambio (lo que es la caridad) hubiera sido considerado loco. Y mucho menos decir que se iba a orar por los enemigos y hasta se iba a ayudarlos. (???!!!) Así que esto que hoy en día tomamos como un hecho, la caridad y la solidaridad, son ideas y prácticas que vienen de la Iglesia Católica. Esto fue lo que la Iglesia enseñó y practicó. La civilización antigua no lo hacía así.
Por ejemplo, ante un cataclismo en alguna parte de la tierra, el mundo entero se vuelca a ayudar. Es indiscutible que esa idea de la ayuda a los demás es parte de nuestra civilización. Pero nadie se detiene a pensar que esa idea, esa forma de reaccionar nos viene de la Iglesia.
¿De dónde sale la idea de los derechos humanos? ¿El derecho a la propiedad, a que mi vida sea preservada? Se nos ha dicho que viene de los "secularistas" del Iluminismo, los cuales lo inventaron en el siglo 17. Se anuncia que el concepto de los derechos humanos brotó de repente en el Iluminismo. Las investigaciones actuales nos dicen otra cosa. Católicos y no católicos descubrieron que los derechos humanos se originaron muchísimo antes del Iluminismo, en plena Edad Media, en el siglo 12. Fueron los Abogados católicos del Derecho Canónico los que dieron la idea de los derechos humanos. Un derecho significa que yo tengo cierta inmunidad a que no me quiten algo como mi vida, mi propiedad, etc. Sería incorrecto que una persona violara uno de estos derechos. Nuevamente, esta idea de derechos viene del centro de la Iglesia. La noción de unos «derechos» ordenadamente formulados no proceden de John Locke y de Thomas Jefferson -tal como muchos podrían suponer- sino del Derecho Canónico de la Iglesia Católica. Otro derecho que nace de la Iglesia es la elevación de la mujer. Es indudable que la visión cristiana del ser humano ayudó en la concepción de que tanto el hombre como la mujer fueran considerados sujetos de derechos en igualdad de condiciones. Es en la Edad Media, entonces, cuando aparece el amor como la causa para la unión de un hombre y una mujer, ya que el casamiento de la antigüedad grecorromana ni siquiera contemplaba este sentimiento. Recordemos, además, que en la antigüedad no se consideraba a la mujer un adulto. Fue el concepto cristiano de considerar al hombre y a la mujer como seres humanos en un mismo nivel, lo que abrió la posibilidad de la elección libre de pareja. (Edad Media - Metapedia) Y todo esto, gracias a la concepción cristiana del ser humano, sea hombre o sea mujer.
Se ha creído que Adam Smith y otros teóricos inventaron la Economía en el siglo 18. Durante los últimos 50 años los historiadores han estado diciendo que fueron los escolásticos católicos, teólogos católicos españoles de los siglos 15 y 16, especialmente profesores de la Universidad de Salamanca, quienes originaron la Economía moderna. Esto se ha estado descubriendo recientemente, pero aún no ha llegado a los libros de texto, por supuesto. Algunos, como el gran economista del siglo 20, Joseph Schumpeter, han llegado a calificar a estos pensadores católicos como los fundadores de la moderna ciencia económica.
Nosotros todos tomamos como algo connatural el uso de la razón para resolver conflictos y definir discrepancias. Pero … ¿de dónde sale esa idea? ¿Brotó espontáneamente de todas las personas? No brotó espontáneamente. La Iglesia Católica, desde las Universidades fundadas por ella, estimuló el debate riguroso adherido a la razón. Estableció que la razón humana sería el gran árbitro para decidir las cuestiones debatidas. En la antigüedad no se resolvían conflictos por la razón. Tomemos como muestra el ojo por ojo y diente por diente de la Ley del Talión, que ya era un avance frente a la venganza sin límite. La Iglesia Católica se ocupó de predicar el Sermón de la Montaña -que podemos considerar como la ley del Evangelio- entre los Bárbaros, los cuales consideraban el homicidio como una honorable ocupación y la venganza como sinónimo de justicia. (ref. Christopher Dawson) El Sociólogo Rodney Stark, en su libro La victoria de la razón, es más drástico: "Si los seguidores de Jesús se hubiesen mantenido como una oscura secta judía, la mayoría de ustedes no habrían aprendido a leer y el resto de ustedes estaría leyendo de rollos copiados a mano. Sin una teología comprometida con la razón, el progreso y la igualdad moral, hoy el mundo entero estaría como las sociedades no europeas estaban, digamos, en 1800: un mundo con muchos astrólogos y alquimistas, pero no con científicos. Un mundo de déspotas, carente de universidades, bancos, fábricas, anteojos, chimeneas y pianos. Un mundo donde la mayoría de los niños no llegan a la edad de cinco y muchas mujeres muriendo durante el trabajo de parto, un mundo verdaderamente viviendo en 'edades oscuras'". (Rodney Stark, The Victory of Reason).
¿Quién no ha oído esta acusación: la Iglesia es enemiga de la Ciencia? Sin embargo, la mayoría de los historiadores de la ciencia -entre los que figuran A. C. Crombie, David Lindberg, Edward Grant, Stanley Jaki, Thomas Goldstein y J. L. Heilbron- han concluido en los últimos cincuenta años que la revolución científica se produjo gracias a la Iglesia. Estos se han dado cuenta de que hay aspectos del pensamiento católico que fueron indispensables para el desarrollo de la ciencia. Esto es mucho más contundente que decir que la Iglesia no ha estado en contra de la Ciencia. Veamos sólo unos detalles: J. L. Heilbron, de la Universidad de Berkeley, California: «La Iglesia católica-romana ha proporcionado más ayuda financiera y apoyo social al estudio de la astronomía durante seis siglos -desde la recuperación de los conocimientos antiguos en el transcurso de la Edad Media hasta la Ilustración- que ninguna otra institución y probablemente más que el resto en su conjunto» El padre Nicholas Steno, un luterano convertido al catolicismo y ordenado sacerdote, es comúnmente considerado el padre de la Geología, mientras que el padre de la Egiptología fue Athanasius Kircher, otro jesuíta. La primera persona que midió el índice de aceleración de un cuerpo en caída libre fue otro Sacerdote, el padre Giambattista Riccioli. Y al Sacerdote Jesuíta, Roger Boscovich, ahora se le suele atribuir la moderna teoría atómica. Sus descubrimientos precedieron los de Eisntein. Veremos detalles sobre esto más adelante. Los Jesuítas llegaron a dominar el estudio de los terremotos a tal punto que la Sismología se dio en llamar la «ciencia jesuíta». Y esto no es todo, ni mucho menos. Aun cuando cerca de treinta y cinco cráteres lunares llevan el nombre de científicos y matemáticos Jesuítas, la contribución de la Iglesia a la astronomía es soslayada totalmente en los libros de texto. Y esto ha sucedido, porque no quiere concedérsele nada a la Iglesia para poder presentarla como enemiga de la Ciencia y del progreso.
Efectivamente, no sólo esconden el aporte de la Iglesia a la Ciencia, sino que han inventado historietas para hacer ver mal a la Iglesia. Lo que vamos a ver ahora lo demuestra Jeffrey Burton Russell en un libro llamado “Inventando la tierra plana -Colón y los historiadores modernos”. Han oído hablar de la teoría de la tierra plana ¿no? Esa teoría no la sostuvo prácticamente nadie en la antigüedad. ¡Si ya los griegos habían medido la circunferencia de la tierra! Todo el mundo en Europa consideraba que la tierra era redonda, y el mismo Colón pensaba que él iba a dar la vuelta a la tierra y volver al sitio de partida. Pero resulta que se topó con América. Eso sí no lo esperaba, pero sabía que la tierra era redonda. Lo recuerdan, ¿no? Pero también recuerdan la teoría de la tierra plana ¿no? ¿De dónde sale esa teoría? Una calumnia contra la Iglesia. Como en el siglo 19 estaba en su punto álgido el ataque a la Iglesia, decidieron inventar el mito de la tierra plana, adosándoselo a la Iglesia, para mostrar que la Iglesia era tan retrasada que enseñaba tal falacia. Lo que sostiene el libro de Russel es que lo de la tierra plana era un mito, y fue inventado en el siglo 19 para hacer ver mal a la Iglesia. ¿Qué tal?
Los Monasterios, donde vivían –y aún viven- Monjes católicos.
Ciertamente se les ha reconocido el haber preservado la herencia literaria del mundo antiguo, pues copiaron la Biblia y muchas obras literarias. Podemos decir que fueron los responsables del alfabetismo, una vez derrumbado el Imperio Romano. Pero la aportación de los Monasterios y los Monjes en la Edad Media no se limita sólo a la parte de escritura. Es difícil señalar una sola empresa importante para el progreso de la civilización durante la Edad Media en la que los Monjes no tuvieran algo que ver. Ganadería, fábricas, centros de investigación, hospitalidad, caminos, salud, la ayuda a los necesitados, intercambio de productos, fervor espiritual. San Benito, patrono de Europa, y sus hijos, los Benedictinos, tuvieron gran responsabilidad en el desarrollo de todo el sistema de Monasterios, en los que floreció la Civilización Occidental. El aporte de los Monjes a la Civilización es lo que veremos en la próxima lección.
El molino de viento y agua, la máquina de vapor que extraía el mismo de las minas, las roturaciones de la tierra con el arado de metal y el reloj mecánico del mediterráneo italiano del siglo 13. (Edad Media - Metapedia) ¿Se dan cuenta que ésas son máquinas? Y si son máquinas, hay inicio de procesos mecánicos ¿no? ¿Qué significa esto? Es la prueba clara de que la máquina se crea en la Edad Media, y ya sabemos que eso tuvo lugar mayormente en los Monasterios. El historiador y economista David Landes sostiene que la revolución industrial del Siglo 18, no hubiesen sido posible sin los aportes de la Edad Media. (Edad Media - Metapedia)
Aunque los típicos manuales de historia no lo digan, la Iglesia Católica ha sido indispensable para la construcción de la Civilización Occidental. Se le puede llamar, con razón, la constructora de la Civilización. No sólo puso fin a prácticas del mundo antiguo moralmente repugnantes, como el infanticidio o los combates de gladiadores, sino que, tras la caída de Roma, fue la Iglesia quien restableció la civilización y permitió su progreso. (ref. Thomas Woods en Cómo la Iglesia construyó la Civilización Occidental) Finalmente, Europa surge en la Edad Media. El Cristianismo y la Iglesia unifican a los cientos de pueblos que hasta entonces poblaban un territorio, pero al cual no los unía más que la razón de haberse establecido allí. El Cristianismo y la Iglesia cohesionaron a decenas de monarcas bajo una misma fe y una misma visión del mundo. Es por todo esto que el Papa Juan Pablo II tuvo que hacer un reclamo a Europa, cuando se presentó la Constitución de la Unión Europea en la ciudad de Roma en 2004, dado que los países que la constituyeron no reconocieron el origen cristiano de su continente. El Papa reiteró que el Cristianismo "ha ayudado enormemente a plasmar" las civilizaciones del continente y "ya sea reconocido o no en los documentos oficiales, éste es un dato innegable que ningún historiador podrá olvidar". Considerando que la Carta Magna no incluye una mención al Cristianismo, el Papa insistió en que éste "en sus diferentes expresiones, ha contribuido a la formación de una conciencia común de los pueblos europeos y ha ayudado enormemente a plasmar sus civilizaciones". El Papa subrayó que "el lugar elegido para la firma, el mismo en el que en 1957 nació la Comunidad Europea, tiene un claro valor simbólico: quien dice Roma, dice irradiación de valores jurídicos y espirituales universales". Video sobre aporte de
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