LECCION # 2 LOS MONJES SALVARON
1. ¿Qué saben ustedes de los Monjes? ¿Quiénes fueron o son los Monjes? ¿Por qué llamamos esta lección así: Los Monjes salvaron la civilización? Quizá en ningún lugar del mundo ha habido un grupo humano tan versátil y tan competente como los Monjes que vivieron en Europa en la Edad Media. Fueron médicos, académicos, agricultores, inventores. Y tal vez, más que cualquier otro grupo humano, son los responsables de haber ayudado a preservar nuestra civilización.
Ya en el siglo 3 vemos lo que es el inicio de los conventos de monjas. Mujeres religiosas que empezaron a vivir juntas, compartiendo el mismo espíritu y una misma vida de oración, y –adicionalmente- dedicándose al cuidado de los pobres y enfermos. Ahora bien, en el mismo siglo 3 comenzó una tradición un poco diferente entre los hombres. Diferente, porque más bien tendían a ser ermitaños. Eran personas que renunciaban a todo y que buscaban la soledad para una mejor comunión con Dios, para escucharlo y para orar a El. El principal rasgo de estos ermitaños o eremitas era el retiro a las soledades lejanas y la renuncia a los bienes terrenales, para dedicarse plenamente a la vida espiritual. Los ermitaños vivían completamente solos. Sí se reunían los domingos para adorar a Dios. Eran autosuficientes, tenían pequeñas huertas para sostenerse, hacían cestas, y llevaban una vida de soledad extrema. Aunque esto parezca raro, aún hay ermitaños. Y la Iglesia nunca ha estado en contra de la vida eremítica. De hecho hubo un Papa en 1290 que fue eremita, Celestino V. Pero desde el comienzo hubo críticas hacia la vida de estos anacoretas, sobre todo porque al vivir tan alejados de quien pudiera guiarlos espiritualmente, a veces se dedicaban a prácticas espirituales criticables, usualmente penitencias exageradas. Y comenzó a considerarse que los monjes debían vivir apartados, pero en soledad comunitaria, es decir, con otras personas retiradas del mundo. Así comenzaron a surgir los monjes cenobitas (los que conviven en un Monasterio) como reconocimiento de la necesidad humana de vivir en comunidad.
3. ¿Cómo es eso que haya personas que se quieran apartar del mundo? Es importante destacar que los monjes no están diciendo con su deseo de apartarse del mundo, que el mundo es malo, o que comerse una buena comida y un buen vino sea malo. Es bueno, pero me abstengo de comerlo. Los Católicos creemos en la bondad del mundo creado por Dios. Igualmente los Monjes consideran que el mundo es maravilloso, lleno de cosas muy apreciables. Pero los Monjes renuncian a cosas agradables y lícitas por algo mucho más elevado: la entrega total a Dios.
La organización y extensión de los Monasterios en el continente europeo se debe a la impronta de un hombre que fue ermitaño un tiempo y luego fue seguido por hombres virtuosos que se identificaban con su visión de la vida espiritual. Ese fue San Benito. El propuso que los Monjes vivieran juntos en un sitio con el mismo régimen espiritual, estando bajo la autoridad de un superior llamado Abad (que viene del abba=padre). San Benito detalló esas premisas en lo que se conoce como la Regla de San Benito, que es un resumen de cómo debía funcionar un Monasterio. La compuso en el año 529 y su Regla se convirtió en el modelo para organizar Monasterios. San Benito estableció 12 pequeñas comunidades de Monjes en Subiaco, a 70 kilómetros de Roma. Y unos 75 kilómetros más hacia el sur fundó Montecassino, el gran Monasterio por el que es más conocido. Fue en este lugar donde compuso su famosa Regla. San Benito sostuvo que los Monjes sí debían vivir vidas de penitencia, pero que no fueran tan estrictas que entorpecieran su vida espiritual. Y sugirió como régimen para los Monjes el modo de vida de los campesinos italianos: debían dormir suficientemente, no hacer trabajo físico exagerado, sino todo con moderación: trabajo físico, oración y estudio. Como podemos ver, esto representaba un cambio muy conveniente con respecto de la vida exagerada de los eremitas. De hecho, había el modelo de los Monasterios irlandeses que trabajaban físicamente 14 horas diarias y luego se reunían para rezar todos los 150 Salmos cada día. San Benito consideró que eso era demasiado exagerado, que no se podía vivir una sana vida espiritual con ese rigor corporal. Sin embargo, los monasterios irlandeses estaban llenos de Monjes. El lema más importante de San Benito era el ora et labora, oración y trabajo, un equilibrio entre el trabajo (generalmente trabajo manual agrario), la meditación, la oración y el sueño. El modelo de San Benito era flexible y muy comprensivo de la naturaleza humana. Y así fueron surgiendo Monasterios a todo lo ancho y largo del contienente europeo durante la Edad Media. En la Edad Media, gracias a San Benito y sus Monjes, la oración y el trabajo encontraron su perfecta armonía.
San Benito y sus monjes desempeñaron un papel esencial en salvar la civilización occidental en un momento crítico. San Benito fue reconocido por Pío XII (1939-1958) como Padre de Europa, en atención a que los Monasterios que se formaron gracias a su impronta, habían contribuido decisivamente al fomento de la vida espiritual y cultural europea. Por su influencia en la civilización europea, el Papa Pablo VI lo nombró Patrono de Europa en 1964. Pablo VI dijo que los hijos de San Benito «llevaron con la cruz, el libro y el arado, la civilización cristiana». En realidad, los Monjes Benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de que caído el Imperio Romano, venía una nueva realidad para Europa. Así, sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el medioevo,pues rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, especialmente el pensamiento y el Derecho. Fueron los Monjes los que orientaron a la nueva sociedad en su configuración social, política, económica, cultural y religiosa; los que hicieron que esos pueblos diferentes, que surgieron con la caída de Roma, se unieran en una comunidad cohesionada en torno a los mismos valores espirituales, morales y humanistas. Los instrumentos de esa obra fueron la cruz y el arado, la oración y el trabajo, la Biblia y el Derecho romano, el libro y la estética litúrgica, la disciplina y la pax monástica. Los Monasterios Benedictinos configuraron la unidad del continente, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia. Así que no es exagerado sostener que los Monjes tuvieron una influencia definitiva en la cultura europea y, por supuesto, también en su espiritualidad. Juan Pablo II dice lo siguiente sobre la influencia de San Benito en nuestra civilización, así como su aporte a la unión entre oración y trabajo: “De este modo, como padre de los Monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización. “Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración y al trabajo. “En nuestra época, San Benito es el Patrono de Europa. No lo es únicamente por sus méritos particulares de cara a este continente, su historia y su civilización. Lo es también en consideración a la nueva actualidad de su figura de cara a la Europa contemporánea.” (JPII -1980-sobre San Benito, Patrono de Europa) O sea que Juan Pablo II nos hace ver que la influencia de San Benito en nuestra civilización se extiende también hasta nuestra época.
Su influencia puede medirse cuantitativamente por el número de Monasterios: 37.000!!! Para dar una idea, al comienzo del siglo 14, la Orden Benedictina había dado a la Iglesia 24 Papas, 200 Cardenales, 7.000 Arzobispos, 15.000 Obispos, 1.500 Santos canonizados. Su influencia no sólo tuvo lugar dentro de la Iglesia, sino fuera de ésta: el ideal monástico era tan apreciado que para el siglo 14 los Benedictinos habían enrolado 20 Emperadores, 10 Emperatrices, 47 Reyes y 50 Reinas. Así que muchas personas poderosas de Europa abrazaban el ideal monástico de humildad, pobreza, obediencia. Inclusive, algunos de los grupos bárbaros fueron atraídos a la vida monástica. Uno de esos personajes fue Carlomán de los Francos, quien era tío del gran Carlomagno y abdicó a favor de su hermano, Pepino el Breve, para entrar en Montecassino como Monje Benedictino. Otro que se hizo monje fue Rochis de los Lombardos.
Cada casa benedictina era independiente de las demás, y todas se hallaban bajo la dirección de un Abad, responsable de sus asuntos y de su buen gobierno. Hasta entonces los Monjes habían tenido libertad para deambular de un lugar a otro, pero San Benito concibió un estilo de vida monástica que exigía a los monjes permanecer en el propio monasterio. De hecho, los Monjes Benedictinos hacen un voto de permanencia y perseverancia en un sitio. Los Benedictinos eran hombres de oración, pero también de libro y arado. Por eso hubo progreso espiritual, progreso intelectual y progreso técnico en medio de las invasiones de los Bárbaros.
Lo que casi todos los libros conceden a los Monjes es su aporte al copiado de libros, especialmente de la Biblia. La labor más conocida de los Monjes es la copia de manuscritos, tanto sagrados como profanos, una tarea que por cierto era considerada especialmente honrosa para quienes la desempeñaban.
La labor del copista no era fácil. Por el contrario, era difícil y exigente. Era frecuente que los monjes trabajasen bajo un frío lacerante. Para tener una idea de las dificultades de esta labor, veamos lo que dejó escrito un copista que hizo la transcripción del comentario de San Jerónimo sobre el Libro de Daniel: «Tengan a bien los lectores que empleen este libro, no olvidar, se lo ruego, a quien se ocupó de copiarlo; fue un pobre hermano llamado Luis que, mientras transcribía este volumen llegado de un país extranjero, hubo de padecer el frío y de concluir de noche lo que no fuera capaz de escribir a la luz del día. Mas Tú, Señor, serás la recompensa de su esfuerzo». Así que la Iglesia se ocupaba de conservar los libros y los documentos de importancia radical para la civilización que se había propuesto salvar. Esta labor de preservación de textos antiguos se la debemos principalmente a los Monjes, pero aquellas obras que no fueron directamente salvadas y transcritas por ellos, fueron preservadas en las bibliotecas y las escuelas asociadas con las grandes catedrales medievales, escuelas que fueron la semilla de las futuras universidades. (La formación de las universidades la trataremos en la próxima lección.) Y la Iglesia no sólo preservó estas obras de importancia, sino que las cultivó, las estudió y las enseñó. Además, no eran solamente obras espirituales: eran también obras de los autores clásicos, obras profanas, que de otro modo habrían desaparecido. La admiración que la civilización occidental siente por la palabra escrita y por los textos de los autores clásicos es un legado de la Iglesia, que los preservó durante la época de las invasiones bárbaras.
Por supuesto que, además de la preservación de las obras clásicas y las de los Padres de la Iglesia, no podía faltar la esmerada conservación de la Biblia. Sin su dedicación a esta tarea y las numerosas copias que produjeron, ¿cómo hubiera podido sobrevivir la Biblia los arrases de los bárbaros?
Los monjes hicieron mucho más que conservar la lectura y la escritura. Algunos monasterios destacaron además por sus conocimientos en determinadas ramas del saber. Así, los monjes de San Benigno de Dijon impartían conferencias de medicina, el monasterio de Saint Gall contaba con una escuela de pintura y grabado, y en ciertos monasterios alemanes se pronunciaban conferencias en griego, hebreo y árabe. Los monjes también ejercieron la docencia, pues ésta fue una actividad que naturalmente brotaba de la preservación de textos y de su estudio. San Juan Crisóstomo nos cuenta que ya en sus tiempos (aprox. 347-407) era costumbre entre las gentes de Antioquia enviar a sus hijos para ser educados por los monjes. San Benito instruyó a los hijos de los nobles romanos. San Bonifacio creó una escuela en cada uno de los monasterios que fundó en Alemania, mientras que San Agustín de Canterbury y sus monjes construyeron escuelas en Inglaterra y en el resto de los lugares en los que se estableció la congregación..
Entre los méritos de San Patricio destaca el fomento de la erudición en Irlanda, donde los Monasterios se convirtieron en importantes centros de conocimiento, que dispensaban instrucción a monjes y legos por igual.
Y quienes no ingresaban a los Monasterios recibían sus enseñanzas en otros lugares, como las escuelas catedralicias que se crearon durante el reinado de Carlomagno, de lo cual hablaremos en la próxima lección. Incluso un historiador poco amigo de la educación monástica, reconocía que: «Estudiaban las canciones de los poetas paganos y los escritos de los historiadores y los filósofos. Los monasterios y las escuelas monásticas vivieron un gran florecimiento, y cada casa se convirtió en un centro de enseñanza y de vida religiosa» (citado por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la civilización occidental” por EWTN) Otro cronista poco favorable a los Monjes escribió: «No sólo crearon las escuelas y se convirtieron en maestros sino que sentaron los cimientos de las universidades. Fueron los pensadores y los filósofos de su tiempo y modelaron el pensamiento político y religioso. A ellos, tanto individual como colectivamente, se debe la pervivencia del pensamiento y de la civilización del mundo clásico a lo largo de la Edad Media.» (citado por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la civilización occidental” por EWTN) Mientras los Monjes estaban haciendo todas estas cosas, el resto de Europa estaba en crisis, había colapso general, desorden político, abandono de la educación y alfabetización, abandono de la vida urbana. Pero los Monjes mantuvieron la alfabetización. Esta se hubiera perdido si no hubiera sido por la gran contribución de los Monjes.
Además de la labor cultural y de enseñanza, los Monjes hicieron también mucho trabajo físico. Y es que la Regla de San Benito expresamente especificaba que el trabajo manual desempeñaba un papel muy importante en la vida del Monje. Un ejemplo significativo es la agricultura. «Debemos agradecer a los monjes la recuperación de la agricultura en gran parte de Europa», observa otro especialista. «Allá donde llegaban -añade un tercero- transformaban las tierras vírgenes en cultivos, abordaban la cría del ganado y las tareas agrícolas, trabajaban con sus propias manos, drenaban pantanos y desbrozaban bosques. Alemania se convirtió, gracias a sus esfuerzos, en un país productivo». (un historiador citado por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la civilización occidental” por EWTN) Otro historiador señala que «los Monasterios Benedictinos eran una universidad agrícola para la región en la que se ubicaban» Incluso en el siglo 19, el estadista e historiador francés Francois Guizot, un hombre que no mostraba especial simpatía por la Iglesia Católica, observaba: «Los monjes benedictinos fueron los agricultores de Europa; transformaron amplias zonas del continente en tierras cultivables, asociando la agricultura con la oración» Sanearon y reclamaron toda clase de tierras en Europa, pues ocurría que había gente que donaba terrenos a los monjes, pero el problema es que eran tierras bastante malas. Eso no arredraba a los Monjes. Por el contrario ellos libremente se dedicaban a trabajos poco agradables y difíciles, pues desde el punto de vista espiritual, tales trabajos eran motivos para crecer en gracia. Así los monjes drenaban los pantanos y hacían diques en esas tierras, hasta que las convertían en terrenos fértiles. El reputado historiador de los Monjes, Montalembert, reconoció este extraordinario esfuerzo agrícola. «Es imposible olvidar -escribió- cómo supieron hacer uso de amplias regiones (llegando a abarcar una quinta parte de la superficie total de Inglaterra) no cultivadas, deshabitadas, boscosas y rodeadas de pantanos». En todas partes introducían los monjes cultivos e industrias y empleaban métodos de producción desconocidos hasta la fecha por la población del lugar. También se involucraron en la cría de ganado (fueron los primeros en hacer cruce de ganados para mejorar las razas), en la cría de caballos, en la elaboración de cerveza, producción de miel, frutas. En toda Europa introdujeron aspectos esenciales de la economía. Por ejemplo, en Suecia el comercio de cereales debe su existencia a los monjes. En Irlanda, la industria pesquera. En otro sitios viñedos muy finos. En Parma, la fabricación del queso (Parmesano). Wikipedia nos trae esto al respecto: “Históricamente, la cuna del Parmesano estuvo, en el siglo 12, cerca de los grandes monasterios y castillos, donde aparecieron los primeros caselli: pequeños edificios de planta cuadrada o poligonal en los que se trabajaba la leche. Los principales monasterios entre Parma y Reggio Emilia eran cuatro:
Los monjes eran muy prácticos: almacenaban agua en primavera para distribuirla en caso de sequía. Es decir, introdujeron la práctica del almacenamiento y la distribución del agua.
Los historiadores de la agricultura europea sostienen que la restauración agrícola de gran parte de Europa se debe, por supuesto, a los monjes. El trabajo físico era para los monjes un trabajo honorable, y en una época en que la agricultura estaba colapsando, los Monjes la re-establecieron. Cada Monasterio Benedictino era una escuela de agricultura para toda la región en que se encontraba. Los monjes introducían cultivos, industrias, métodos de producción desconocidos, y no le tenían miedo al trabajo manual, en una época cuando éste era menospreciado. El buen ejemplo de los monjes sirvió en muchos casos de inspiración a otros, sobre todo en cuanto al respeto por el trabajo manual en general y las labores agrícolas en particular. «La agricultura estaba en decadencia -relata un historiador- Las llanuras saladas cubrían las tierras que en otro tiempo fueron fértiles, y los labradores abandonaban el arado, por considerarlo degradante». (citado por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la civilización occidental” por EWTN) Sin embargo, cuando los monjes salieron a cavar zanjas y arar los campos, «el resultado fue prodigioso. Los campesinos regresaron a su noble aunque despreciado oficio». (citado por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la civilización occidental” por EWTN) Así tenemos que cuando colapsaba el Imperio Romano, aparecen los Monjes y, al ocuparse de estas labores, promovieron el trabajo agropecuario en un momento crítico de la Historia. En Lombardía, por ejemplo, los campesinos aprendieron riego de los monjes, lo que contribuyó a transformar asombrosamente la región en una de las más ricas y fértiles de Europa.
Fueron pioneros en la mecanización y construcción de maquinarias. Recordemos que Grecia y Roma no eran civilizaciones particularmente mecanizadas. Pero en la Europa medieval esto cambió. Particularmente los monjes Cistercienses, un grupo de monjes reformados de la Regla de San Benito, que surgió hacia finales del siglo 11. Los Cistercienses combinaban la vida comunitaria de trabajo y oración al estilo benedictino, con el eremitismo. Levantaron fábricas utilizando energía hidráulica en muchísimos de sus 742 monasterios en el siglo 12. Usaban la energía hidráulica para muchas cosas: aplastar maleza, curtir telas, etc. Eran mucho más mecanizados que lo que existía en ese momento en toda Europa.
El Monasterio Citerciense de Clairvaux nos ha legado una crónica de sus sistemas hidráulicos en el siglo 12, que da cuenta de la asombrosa maquinaria de la Europa de la época. La comunidad cisterciense se asemejaba a una fábrica donde, mediante el uso de la energía hidráulica, se molía el grano, se tamizaba la harina, se elaboraban telas y se curtían pieles. “Cada monasterio contaba con su propia fábrica, a menudo tan grande como la iglesia y a pocos metros de ésta, en cuya planta desarrollaban diversas industrias, accionando su maquinaría mediante la energía hidráulica; lo cierto es que entre mediados del siglo13 y el siglo 17, los cistercienses fueron los principales productores de hierro de la Campiña Francesa.” (Jean Gimpel) Además de metalúrgicos, usaban las cenizas de los hornos como fertilizantes, por su elevada concentración de fosfatos. Así que estaban constantemente inventando cosas prácticas con que pudieran mejorar la vida en Europa. “No había actividad alguna, ya se tratara de la extracción o la elaboración de la sal, el plomo, el hierro, el alumbre, el yeso o el mármol, de la cuchillería, de la cristalería o de la forja de planchas de metal, en la que los monjes no desplegaran toda su creatividad y todo su fértil espíritu investigador. Desarrollaron y refinaron su trabajo hasta alcanzar la perfección, y su pericia se extendió por toda Europa”. (Jean Gimpel) «La difusión de las máquinas en Europa durante la Edad Media alcanzó un nivel desconocido hasta la fecha por ninguna civilización» (Jean Gimpel) Y no se quedaron con sus adelanto, sino que instruyeron a los habitantes de Europa para que ellos mismo pudieran hacer todo esto.
El primer reloj mecánico que conocemos fue construido por un Monje que luego fue el Papa Silvestre II en 996, para la ciudad alemana de Magdeburgo. Peter Lightfoot, un monje de Glastonbury, construyó en el siglo 14 uno de los relojes más antiguos que se conservan en la actualidad, albergado en excelentes condiciones de uso, en el Museo de la Ciencia de Londres. Ricardo de Wallingford, Abad de la Congregación Benedictina de Saint Albans y uno de los precursores de la trigonometría occidental, es famoso por el gran reloj astronómico que diseñó en el siglo 14 para su Monasterio. Se dice que hasta dos siglos más tarde no apareció un reloj que pudiera superarlo en sofisticación tecnológica.
Sí. La champaña fue inventada por un Monje, Dom Perignon, de la Abadía de San Pedro en Hautvilliers del Marne logró la champaña mediante la mezcla de vinos en 1688. La fabricación de este vino espumante tan preciado sigue en la actualidad fiel a los principios fundamentales que él estableció. La primera mención de Whisky Escocés data de 1495. Un monje, John Cor, fue quien primero lo destiló en la Abadía Lindores, en el Reino de Fife en Escocia. Curiosamente esta Abadía, cuyas ruinas existen hasta hoy, fue fundada por un hermano de Ricardo I de Inglaterra (“Ricardo Corazón de León”) llamado David, Conde de Huntington.
Estas importantes tareas, aunque acaso no tan brillantes como la labor espiritual e intelectual de los Monjes, tuvieron casi el mismo impacto en la construcción y la preservación de la civilización occidental. Difícilmente puede encontrarse en el mundo otro grupo humano cuya contribución haya sido tan variada, significativa e indispensable como lo fue la de estos Monjes en los Monasterios europeos. “En efecto, fuera minería de sal, plomo, hierro, alumbre, yeso o metalurgia, extracción de mármol, afilado de utensilios, trabajo de vidrio, forjando láminas de metal, también conocidas como retablos, no hubo actividad en la que los Monjes no desplegaran creatividad y un fértil espíritu de investigación. Usando su fuerza laboral, la enseñaron y entrenaron a la perfección. Los conocimientos prácticos de los Monjes se difundieron por toda Europa” (Reginald Gregoire, The Monastic Realm). De hecho, ahora es que estamos comenzado a apreciar la extensión del ingenio tecnológico de los monjes.
Una de las formas de ejercer la caridad fue con la hospitalidad: Comencemos por señalar que la Regla de San Benito obligaba a los monjes a dispensar limosnas y a ofrecer hospitalidad. Según la Regla: «Cualquier viajero será recibido como si de Cristo se tratara». Los Monasterios eran posadas gratuitas que proporcionaban un lugar de descanso seguro y tranquilo a los peregrinos, a los pobres y a los viajeros extranjeros. Así que esa red de Monasterios servía de hoteles o posadas gratuitas para cualquier viajero. La vida cotidiana se regía por el espíritu de Cristo, y cualquier forastero recibía cobijo y confort. Se ha sabido de muchos casos en que los Monjes tenían que rescatar a viajeros perdidos en la noche y traerlos de emergencia al Monasterio. Así, por ejemplo, en Aubrac, donde a finales del siglo 16 se estableció un hospital monástico en medio de las montañas de Rouergue, la campana del Monasterio avisaba a cualquier viajero sorprendido por la intimidante oscuridad del bosque. Un historiador de la Abadía normanda de Bec dice: “Preguntemos a los españoles o burgundios, o cualquier extranjero sobre cómo han sido recibidos en Bec. Te responderán que las puertas del Monasterio están siempre abiertas para todos y que su pan es gratuito para el mundo entero”. Construyeron dispositivos para alertar a los navegantes de obstáculos peligrosos cerca de Monasterios costeros, y habían provisiones para náufragos que necesitaran refugio. Con ánimo similar, no era infrecuente que los Monjes que vivían cerca del mar idearan algún mecanismo para prevenir a los marinos de los obstáculos peligrosos y contaban siempre con provisiones suficientes para acoger a los náufragos. Se dice que la ciudad de Copenhague debe su origen a un monasterio fundado por el obispo Absalón, que atendía a las víctimas de los naufragios. Aparte de esta ayuda a los viajeros necesitados, los Monjes fueron constructores de infraestructura vial: construyeron y repararon puentes y caminos, además de otras infraestructuras.
Pues bien, los primeros hospitales también se originaron en la Iglesia. Los Monjes fueron buenos médicos y enfermeros, como parte de su ayuda caritativa. Los primeros pacientes eran los mismos Monjes. No habían hospitales por todos lados. Pero sí había bastantes Monasterios. Así que los Monjes atendían a los enfermos de los pueblos cercanos. Según el estudio más completo sobre la historia de los hospitales: "Tras la caída del Imperio romano, los monasterios se convirtieron durante siglos en proveedores de cuidados médicos organizados que no se ofrecían en ninguna otra parte de Europa. Tanto por su funcionamiento como por su ubicación, estas instituciones eran auténticos oasis de orden, piedad y estabilidad, donde la curación podía producirse. Con el fin de cultivar estas prácticas, los monasterios se transformaron también en centros de conocimiento médico entre los siglos 5 y 10, el período clásico de la llamada medicina monástica, y emergieron en el Renacimiento carolingio del siglo 7 como principales centros de estudio y transmisión de los textos médicos antiguos". (Guenter B. Risse, citado por Thomas Woods, Cómo la Iglesia construyó la Civilización Occidental) Éstos son tan sólo algunos ejemplos de la preocupación de los Monjes por las gentes que vivían en los alrededores, y de su efectivo aporte en todos los aspectos de la civilización.
Algunos son católicos, otros no. Para concluir vamos a revisar testimonios de historiadores más bien anti-católicos, anti-Iglesia. Es que la labor de los Monjes fue tan grande, que hasta los historiadores que no son tan favorables a ellos les reconocen lo grande de sus contribuciones a la civilización. Uno de estos desfavorables dice: “Los Monjes, no sólo establecieron las escuelas y fueron sus directores, sino que también establecieron las bases para las universidades. Fueron los pensadores y los filósofos de la época y desarrollaron el pensamiento político y religioso. A ellos, tanto individual, como colectivamente, se debe la continuidad del pensamiento y la civilización del mundo antiguo con la alta Edad Media y con el período moderno” (Flick). Hace un siglo otro historiador reconoció la labor de los Monjes en “asimilar, civilizar y cristianizar unas veinte raras tribus bárbaras”, muchas de las cuales estuvieron muy impresionadas con la moralidad y las actitudes de los Monjes. (referencia hecha por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la Civilización Occidental” por EWTN). Un historiador protestante: “Si no hubiera sido por los Monjes y los Monasterios, el diluvio bárbaro hubiera podido barrer totalmente los restos de la civilización romana. El Monje fue pionero de la civilización y el Cristianismo en Inglaterra, Alemania, Polonia, Bohemia, Suecia, Dinamarca. Con el incesante ruido de las armas a su alrededor, fue el monje en su claustro, quien preservando y transcribiendo manuscritos antiguos, tanto cristianos como paganos, así como registrando sus observaciones de los eventos contemporáneos estaba pasando la antorcha del conocimiento a futuras generaciones y acumulando pertrechos de erudición para los investigadores de una era más iluminada. Los primeros músicos, pintores, agricultores, estadistas de Europa después de la caída de la Roma imperial bajo la arremetida de los bárbaros, fueron Monjes”. (referencia hecha por Thomas Woods en “La Iglesia constructora de la Civilización Occidental” por EWTN). La contribución monástica a la civilización occidental es, como hemos visto, inmensa. Entre otras cosas, los monjes enseñaron las técnicas de la metalúrgica, introdujeron nuevos cultivos, copiaron textos antiguos, preservaron la educación, fueron pioneros en tecnología, inventaron el champán, mejoraron el paisaje europeo, proporcionaron bienestar y salud a los viajeros y se ocuparon de los extraviados y de los náufragos. ¿Hay alguien en la historia de la civilización occidental que pueda jactarse de tener un record semejante? Por eso Juan Pablo II, con motivo del XV centenario de la muerte de San Benito (1980), cuya Regla y acción dio origen a los Monasterios lo designó "Patrono de Europa, por ser el santo que más influencia ha tenido en el continente". En la próxima lección veremos cómo la Iglesia que dio a Occidente sus Monjes también creó las universidades.
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