LECCION # 9 MARTIRIO 1. Ha habido momentos en que esa civilización construida por la Iglesia se ha vuelto contra ella y contra sus miembros más fieles. Estamos hablando de los mártires católicos. ¿Recuerdan algunos de estos mártires o algunas de estas etapas de martirio a lo largo de la historia de la Civilización Occidental que la Iglesia construyó? …..
Vamos a ir viendo algunos detalles de estos acontecimientos tan graves como dolorosos, con los que se pretendía borrar a la Iglesia, sin haberlo logrado, porque sigue sucediendo lo que decía el historiador romano Tertuliano: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
Era el siglo 16, algo después de la Reforma Protestante iniciada por Lutero en Alemania. Enrique VIII, Rey de Inglaterra, era la persona de quien menos se podía esperar una persecución contra los católicos. ¡Si hasta había escrito un libro contra las ideas de Lutero, en defensa de los Sacramentos! Enrique VIII no secundaba a Martín Lutero. Sin embargo, terminó formando parte de la Reforma. Todo comenzó porque este Rey solicitó a Roma la anulación de su matrimonio para casarse con otra mujer, y el Papa consideró que su matrimonio había sido válido. (Recordemos que una anulación no es una cancelación del matrimonio, sino una declaración de que éste no había sido válido). Sabemos que Enrique VIII prosiguió con su deseo de volverse a casar. Además separó a la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia Católica y declaró que, a partir de ese momento (mediados del siglo 16), el Rey sería la cabeza de la Iglesia en Inglaterra, osada disposición que continúa hasta el presente, por cierto.
Como era de esperar, hubo gente que no estaba de acuerdo con este cisma. Cuestionaban si la anulación de su matrimonio era válida y –por supuesto- si el constituirse en cabeza de la Iglesia tenía fundamento en la historia eclesiástica. De este época conocemos también por historia y cine, a Tomás Moro, Canciller inglés, quien se opuso a lo que el Rey estaba haciendo, pues no podía en conciencia avalar estas acciones. Santo Tomás Moro fue ejecutado. Y no sólo fue canonizado por la Iglesia, sino que en el año 2000 Juan Pablo II lo nombró Patrono de los políticos. Este acto de Juan Pablo II dice mucho a los políticos: deben estar tan dedicados a la verdad y al bien común, que si es necesario deben imitar a este mártir inglés en la defensa de esos principio, incluso con el martirio. Pero en esta historia de persecución política y martirio hay un personaje medio olvidado: el Obispo San Juan Fischer, cuya fiesta se celebra junto con la de Santo Tomás Moro. Era un hombre mayor y frágil, y aún así, se le plantó al Rey. La gente amaba a su Obispo y el día que fue ejecutado sus feligreses se reunieron y él les anunció que estaba dispuesto a morir por la Iglesia Católica de Cristo. Luego fue ejecutado. Pero hay una historia impresionante sobre este mártir enseguida de su muerte. Su cabeza fue colocada en una estaca en el Puente de Londres, junto con las cabezas de unos Monjes que también le habían hecho resistencia al Rey. En vida John Fisher tenía un semblante pálido y enfermizo, pero se cuenta que su cabeza colgada lucía sonrosada y más saludable y viva que como la tenía durante su vida en la tierra. Fue tal el espectáculo, que la feligresía comenzó a hacer peregrinaciones a ver la cabeza del Obispo mártir. Por supuesto, el gobierno tuvo que eliminar la exhibición que atraía tanta gente.
Lamentablemente la persecución continuó y se agudizó. Enrique VIII muere, pero hay gente que quiere seguir perteneciendo a la Iglesia Católica y seguir siendo fieles al Papa. Le sucede en el trono su hijo, Eduardo VI, quien fue educado como protestante. Eduardo VI cambió la teología y las prácticas de la Iglesia de Inglaterra para asimilarlas a la línea Protestante, manteniendo las apariencias de los ritos, pero cambiando el latín de los libros litúrgicos por Inglés. Esto causó lo que se conoce como la Rebelión de Occidente entre los que querían seguir unidos a Roma. Los martirios se hicieron, entonces, masivos: murieron unas 5000 personas por esta causa. Las Universidades Católicas, Oxford y Cambridge, fueron purgadas de profesorado católico. Poco a poco se iba borrando el catolicismo en Inglaterra. Entonces la Iglesia comienza a entrenar Sacerdotes y a enviarlos como misioneros a partir de 1547, el mismo año de la masacre de esas 5000 personas.
Se conocen algunas cosas, pero las persecuciones a católicos durante la Revolución Francesa, en la que se pregonaba igualdad, libertad y fraternidad, fueron tan crueles y vívidas, que casi parecen falsas. Es más, los libros de historia no mencionan estos hechos sanguinarios en toda su dimensión. Son tan asombrosas y tan crueles, que “no sería de extrañar que en ese tan ponderado evento histórico, haya un ingrediente demoníaco evidente”. (Thomas Woods en la Serie de EWTN Iglesia Católica constructora de la Civilización Occidental) La Revolución Francesa comenzó en 1789 y en sólo dos años las propiedades de la Iglesia habían sido nacionalizadas (término utilizado para significar que fueron quitadas por el gobierno). A los Sacerdotes se les exigía juramentos de lealtad al nuevo gobierno revolucionario. Muchos, por supuesto, no juraron. Los Monasterios fueron suprimidos –irónicamente- por motivos de libertad religiosa. Es decir, eliminaron la libertad de ser Monje por causa de libertad religiosas. ¿Cómo se descifra algo así? Y éste es sólo el comienzo, la etapa moderada de la Revolución. Pero con el pasar del tiempo la Revolución Francesa se hizo más anti-Católica aún. En efecto entre 1793-1794 se sucede lo que conocemos como el Régimen del Terror, llamado así por ser una de las persecuciones más duras y sangrientas de la historia reciente. En este período, por el solo hecho de ser católico y reconocerlo así, ya se estaba en peligro. Podían llamar fanático a quien encontraran rezando el Rosario, por ejemplo, o alojando a un Sacerdote que se había resistido al juramento que el nuevo gobierno revolucionario le exigía. Se buscaba la descristianización de la sociedad. A tal efecto se tomaron medidas como éstas:
Uno de los resultados fue que el culto católico quedó restringido a las zonas alejadas. Otro: 20.000 clérigos abandonaron el sacerdocio y 5.000 se casaron. Sólo en julio de 1794, fueron guillotinadas en París un total de 4.313 personas. En realidad se pretendía destruir la religión católica pero, al mismo tiempo, se deseaba crear una “religión revolucionaria”. A pesar de todo, la mayoría de los franceses permaneció siendo fiel a la Iglesia. Muchos Sacerdotes se opusieron y unos 10.000 escaparon a Inglaterra, país anti-católico, que los recibió. Esto tuvo un efecto muy positivo en Inglaterra, porque los católicos allí pudieron ver Sacerdotes reales y pudieron conocer su heroísmo. Esa buena emigración tuvo como resultado positivo el que posteriormente, en el siglo 19 -3 siglos después de Enrique VIII- en Gran Bretaña se levantaran las restricciones a los Sacerdotes católicos.
Hubo crímenes indescriptibles a hombres y mujeres, a niños y mayores, a clérigos y laicos. Conocidas son las 16 mártires carmelitas de Compiègne, junto con 3 hermanas laicas y 2 torneras. Este es uno de los muchos casos de martirio entre los católicos franceses. Este hecho ha sido más divulgado que muchos otros por la obra Diálogo de Carmelitas, del escritor francés Georges Bernanos, que recrea la historia de este grupo de monjas carmelitas durante el Régimen del Terror, quienes fueron ejecutadas en 1794 por negarse a renunciar a sus votos monásticos. El papa Pío X las beatificó en 1906. Los ahogamientos en Nantes, en los que murieron miles de católicos sumergidos en botes a los que abrían huecos para que se hundieran en el río Loira. Eran tan crueles que el encargado de esta acción, Jean Baptiste Carrier declaró que nunca había disfrutados tanto como cuando veía las últimas muecas de los Sacerdotes hundiéndose. También hubo los fusilados en Angers, de entre los cuales Juan Pablo II beatificó a unos 100. Entre estos mártires hubo religiosas, que cantaban himnos y salmos hasta llegar al lugar del suplicio y «pidieron algunos minutos para rendir a Dios el sacrificio de sus vidas, y lo hacían con tanto fervor que hasta sus verdugos quedaban atónitos». (JP II en Misa Beatificación, Angers, 1984). Como es usual con los mártires, éstos también perdonaban a sus verdugos. Además hubo una guerra de extermino en la región de La Vendée, cuestión olvidada, pero recordada por Juan Pablo II. Esta región había sido evangelizada un siglo atrás por San Luis María Grignion de Montfort, terciario dominico, que insistía en la devoción filial a Nuestra Señora. Los habitantes de La Vendée, bien formados por San Luis de Montfort, estaban tan inmunizados contra el virus de la Revolución, que se levantaron contra el gobierno republicano y anticatólico de París. Fue tan significativo este sacrificio, que Juan Pablo II estuvo en la zona de La Vendée y recordó cómo esa gente se mantuvo en sus parroquias, fieles a sus párrocos y cómo fueron masacradas. Y ¿quién sabe de La Vendée? Casi nadie. Y no somos nosotros solamente que vivimos en otro continente. Aún en Francia, muy pocos conocen la verdad sobre lo que sucedió en esta zona de su país. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II beatificó en 1984 al sacerdote Guillaume Repin y a otros 98 más, que fueron martirizados durante la Revolución Francesa por su testimonio en La Vendée entre 1793 y 1794. Así describió Juan Pablo II estos casos de martirio, que puede aplicarse a otros también: "Son, en primer lugar, los numerosos mártires que, en la diócesis de Angers, en los tiempos de la Revolución Francesa, aceptaron la muerte, porque como dijo Guillaume Repin, quisieron conservar su fe y su religión, con firme adhesión a la Iglesia católica y romana; sacerdotes que se negaron a prestar un juramento que consideraban cismático, y que no quisieron abandonar su cargo pastoral; laicos que permanecieron fieles a estos sacerdotes, a la Misa celebrada por ellos y a las manifestaciones de culto a María y a los santos. Sin duda, en un contexto de fuertes tensiones ideológicas, políticas y militares, se pudo hacer pesar sobre ellos sospechas de infidelidad a la patria; les acusó, en las actas de las sentencias, de compromiso con las ‘fuerzas anti-revolucionarias’. Así sucede en casi todas las persecuciones, de ayer y de hoy.“ (de Homilía de JP II 19-2-84). Y en esta época de películas épicas sobre martirios, existe una película La Guerra de la Vendée, que cuenta esta historia.
….. Y ¿cuáles han sido las causas de esta persecución? Las motivaciones varían según el país e incluso los diversos momentos históricos. Detrás de muchas persecuciones hay ideologías ateas o formas de idolatría del Estado. Tales son los casos del nazismo, con sus estragos contra los cristianos en Alemania, Polonia, Francia, Italia, Holanda y Bélgica. O de la Unión Soviética, y de los regímenes comunistas de Hungría, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Albania, China, Vietnam, Camboya, Laos, Corea del Norte. Fue el caso también de las guerras civiles de México y España. Los mártires cristianos, en los primeros dos milenios, habían sido unos 70 millones, de los cuales, 45 millones perdieron la vida en el siglo 20. (David Barret & Todd Johnson, World Christian Trends AD 30-AD 2020). La definición de mártires cristianos, según este tratado estadístico: «Creyentes en Cristo que han perdido la vida prematuramente, en la situación de testigos, como resultado de la hostilidad humana».
No podemos pasar por alto lo que sucedió a los Católicos al comienzo de la Revolución Comunista. La mayoría de los cristianos rusos, como sabemos, pertenecían y pertenecen a la Iglesia Ortodoxa. Así que la proporción de católicos en Rusia era relativamente menor, si se comparan con los ortodoxos. Sin embargo, la crueldad a que fueron sometidos por los comunistas fue considerable, pero sus sufrimientos tienden a quedar olvidados. Vamos a referirnos a los primeros años de la Revolución Bolchevique, alrededor de 1920. Los comunistas tomaron el poder con Lenin al mando. ¿Qué hicieron al comienzo?
Con estas medidas de despojo de objetos pertenecientes a la Iglesia, trataban de quebrarla. Sostenían que supuestamente usarían el valor de esos objetos para aliviar el hambre. Por cierto, era el hambre que todo régimen comunista ha causado y sigue causando. En realidad, no necesitaban de esos valores, pues otros países, incluyendo en aquel momento a los Estados Unidos, enviaban dinero para aliviar la hambruna. Ahora que han sido abiertos los archivos soviéticos, conocemos que la ayuda enviada por esos países se estaba usando para comprar armamento a Alemania. (!!!) De hecho el Papa Benedicto XV (1914-1922) llegó a ofrecerle al gobierno comunista una cantidad de dinero equivalente al precio de esos objetos sagrados. Nunca respondieron su oferta. Nada los detuvo: los soldados soviéticos destrozaron las iglesias Católicas. Quedaron sólo aquéllas que no tenían cosas suficientemente valiosas.
En cuanto al martirio, hubo ejecuciones y torturas de Sacerdotes, cuyo único delito era realizar sus labores sacerdotales, dar clases de religión y tratar de evitar que les quitaran los objetos sagrados de sus iglesias. Se sabe del caso de un Sacerdote que de rodillas pidió a su feligresía que no dejaran que se llevaran el sagrario y fue condenado por “estar arrodillado de manera manifiesta”. ¿Qué tipo de delito es éste? Se suele pensar que los primeros juicios los hizo Stalin, contra supuestos o potenciales enemigos políticos a quienes acusaba de traición y, bajo presión, los forzaba a hacer confesiones insólitas antes de ejecutarlos. Pero en realidad los primeros juicios sumarios fueron contra los Sacerdotes católicos. Pero es que en este tipo de regímenes no hay ningún respeto a la ley: ley es lo que el juez del régimen dictamine. Y así los jueces revolucionarios van creando nuevos delitos a medida que ser presente la necesidad. Por eso un hábil historiador de leyes, Richard Pike, dice que Rusia fue el primer país del mundo que “ilegalizó la ley”. Apuntaba que para ser juez en Rusia no se requería tener formación legal, porque ésta no se necesitaba, ya que no se requerían leyes precedentes, sino lo único necesario era una mente bien revolucionaria y apegada a lo que el régimen dictaminara, para que pudiera impartir la justicia comunista. Por eso un miembro de este gobierno comentó a Lenin que el Comisario de Justicia debiera ser tener más bien el nombre de “Comisario de Exterminio Social”. Lenin estuvo de acuerdo con la idea, pero dijo que eso no podía ni mencionarse.
Un historiador nos dice que en España, uno de los países más católicos de Europa, muchísimos católicos fueron asesinados por el solo hecho de ser católicos. Sectores completos de las comunidades religiosas fueron liquidados, así como muchos laicos. España es el país que tiene el record de mártires sacerdotes, religiosos y religiosas durante el siglo 20. La magnitud de esta tragedia la vemos en estos datos: según el estudio de Antonio Montero Moreno, historiador y periodista, además de Arzobispo de Mérida-Bajadoz, en su tesis doctoral afirma que el número de religiosos asesinados ascendió a 6.832, de los cuales 4.184 eran sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas. Pero también masacraron a laicos conocidos por pertenecer a organizaciones católicas o por ser personas de ir a Misa, y hasta por ser familiares de Sacerdotes y Religiosas. Algunos fueron asesinados por llevar puestas una medalla o una cruz. Algunos por hacer actos de caridad, como por ejemplo, refugiar a Sacerdotes que estaban tratando de escapar. El estudio de Vicente Cárcel Ortí para la preparación del "catálogo de los mártires cristianos del siglo XX", solicitado por el papa Juan Pablo II da una estimación de 3.000 seglares, en su mayoría pertenecientes a la Acción Católica. Sumando esta cifra a las anteriores, se estiman en alrededor de 10.000 el número de víctimas pertenecientes a organizaciones eclesiásticas. Al entrar los rojos a cualquier pueblo, su principal blanco era la iglesia. Los comunistas y sus secuaces reunían entonces a Sacerdotes y Religiosas, además de cualquier persona que protestara, realizaban destrucciones sacrílegas, tan graves como vaciar las balas de las carabinas sobre los sagrarios. A pesar de que hubo cierta oposición en España cuando Juan Pablo II propuso el reconocimiento a los mártires de la Guerra Civil Española, este Papa llevó a cabo en 2007 una masiva ceremonia de beatificación de estos "mártires". Y en Octubre de 2012 el Papa Benedicto XVI beatificó a 498 mártires de esa persecución religiosa en España. Entre este grupo de mártires se encuentra el Beato José López Piteira, de la Orden de San Agustín, quien tuvo oportunidad de optar por la libertad, por haber nacido en Cuba. Ante tal ofrecimiento el nuevo Beato habría contestado: “Están aquí todos ustedes que han sido mis educadores, mis maestros y mis superiores. Prefiero seguir la suerte de todos, y sea lo que Dios quiera”. Trailer de la película Un Dios prohibido
Es de hacer notar que los mártires de la Guerra Civil Española que han sido beatificados y canonizados no murieron por razones políticas. Su martirio fue el resultado de la persecución religiosa que se desató en España entre 1931 y 1939. El objetivo de esta persecución fue borrar del mapa a la Iglesia en España. «Fue una persecución religiosa sin precedentes, según informa Cárcel Ortí. Se destruyó, quemó, saqueó, todo aquello que tenía algo que ver con la Iglesia: templos, seminarios, residencias de obispos, conventos, sedes de asociaciones católicas… Algunas iglesias fueron destrozadas y con ellas los tesoros artísticos que custodiaban. Las pérdidas del patrimonio histórico y artístico fueron inmensas e irreparables. Jóvenes y no tan jóvenes fueron asesinados únicamente por ser creyentes. Con ejecuciones sumarias. En muchos casos los perseguidores instigaban a abjurar de la fe. Muchos sacerdotes y laicos fueron asesinados por no querer blasfemar. Y no hablemos de los sacrilegios: los perseguidores vaciaron sagrarios, descargaron su pistola contra el Santísimo Sacramento o contra imágenes de María, comieron todo lo que se encontraba en los copones, arrojaron las hostias por las calles. Todo lo que tenía carácter sagrado era destruido. No era una persecución política». Estas persecuciones se debieron a la influencia de la masonería, en conjunto con fuerzas radicales que querían debilitar las tradiciones religiosas del pueblo español. Además, hay que tener en cuenta la acción de los comunistas de 1936 a 1939, que eran dirigidos por Moscú. No es un secreto el hecho de que Stalin quería hacer de España una “democracia soviética”. Sin embargo, algunas personas consideran que estas beatificaciones implican un apoyo al alzamiento nacional dirigido por el dictador Francisco Franco. Pero los procesos de beatificación han dejado claro que estos mártires no estuvieron implicados en ningún tipo de actividad política, sino que murieron «in odium fidei» (a causa del odio de la fe). Es frecuente oír acusaciones contra la Iglesia de colaboracionismo con el régimen de Franco. Pero el historiador Cárcel Ortí recuerda que «los obispos fueron la única voz crítica contra el régimen de Franco. Ciertamente mostraron gratitud a Franco por haber liberado España de la persecución, pero mantuvieron su independencia de criterios». Más información sobre los procesos de estos mártires. El Papa Francisco en 2013 reconoció como mártires a 90 Siervos de Dios asesinados entre 1936 y 1939, pertenecientes 18 a la Orden de San Benito, 4 al Carmelo Descalzo, 64 a los Hermanos Maristas, junto con 2 laicos, y 4 religiosas pertenecientes a las Siervas de María Ministra de los Enfermos, que murieron todos por odio a la Fe durante la Guerra Civil Española. Además, en Octubre 2013, la beatificación de 300 mártires más de esa terrible masacre.
Con relación a las persecuciones de los Nazi, siempre se destacan las víctimas de origen judío, cuyo exterminio fue masivo. Pero ¿qué hay de San Maximiliano Kolbe y de la carmelita descalza, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)? Estos son dos ejemplos emblemáticos, pero hubo muchos más. Pero … ¿qué problema podía tenía el nazismo con el catolicismo? Los Nazis soñaban con establecer una religión nacionalista y pagana. Percibían a la Iglesia Católica como un obstáculo para esto. Se sabe que miles de católicos se mantuvieron firmes a la fe y tuvieron el valor de expresarlo, sufriendo por ello persecución, encarcelamiento y martirio.
Juan Pablo II es un ejemplo notorio de persecución nazi y comunista en Polonia. Con excepción de un judío y él mismo, todos sus compañeros etáreos fallecieron a manos de unos u otros. Mientras Karol Wotyjla estudiaba clandestinamente para ser Sacerdote, se salvó de morir, porque al entrar los soldados nazi a su casa no lo pudieron encontrar (se había preparado para morir, orando postrado en cruz en la cocina y no lo vieron). Pudo, entonces, escapar hasta la residencia del Obispo, quien lo hizo salir clandestinamente para continuar sus estudios sacerdotales en Roma. Así se salvó. El Cardenal Nguyen Van Thuan, perseguido por el gobierno comunista de Vietnam del Norte. Fue vejado injusta y brutalmente, sufriendo prisión por muchos años, hasta que el Papa Juan Pablo II lo hizo ir a Roma. Allí presidió por un tiempo el Dicasterio de Justicia y Paz y dio en el 2000 el Retiro anual al Papa y la Curia Romana, el cual se encuentra recopilado en el libro Testigos de Esperanza. Aunque su muerte en 2002 no fue por martirio, ya su proceso de beatificación ha sido iniciado en Roma. El Padre Jerzy Popieluzko en Polonia, torturado y asesinado en 1984 y ya beatificado por Benedicto XVI en 2010. Sin embargo, la mayoría de los mártires de regímenes comunistas han sido personas desconocidas o poco conocidas. Llama la atención más bien, el inmenso número de mártires durante el siglo 20, la mayoría víctimas de comunismo.
Para apreciar lo que esta persecución significó para los católicos mexicanos, hay que ver la película Cristiada, que muestra vívidamente estos crímenes y torturas a mártires de todas las edades. En 1926 el gobierno del presidente Mexicano Plutarco Elías Calles se propuso "descatolizar" a México, comenzando una feroz persecución contra la Iglesia Católica. Una de las medidas fue la supresión del culto católico en toda la nación. Para defender su religión y libertad de culto, miles de campesinos y rancheros empuñaron las armas en lo que se conoce como la última Cruzada de Occidente. El heroísmo de aquellos hombres, mujeres y niños, en su mayoría gente sencilla y sin entrenamiento militar, produjo una formidable resistencia al tirano izquierdista anti-clerical y anti-católico. Los soldados del gobierno llamaron despectivamente "cristeros" a los valientes cruzados porque llevaban la cruz sobre el pecho y gritaban "Viva Cristo Rey" antes de ser fusilados. No todos los llamados «cristeros» formaban parte de la resistencia armada, pero innumerables mártires, entre ellos sacerdotes y religiosas, fueron perseguidos sólo por su fe. A pesar de que los grupos armados «cristeros» no vencieron militarmente, su lucha sirvió para que se llegara a un «modus vivendi» en las relaciones Iglesia-Estado. Los cristeros fueron y son una inspiración para los mexicanos y para los fieles de todo el mundo. Gracias a su sacrificio la Iglesia Católica pudo sobrevivir, aunque ilegal, a lo largo de la primera mitad del siglo 20. Pero fue la semilla de la sangre de innumerables mártires de esa horrible guerra, algunos de ellos canonizados o beatificados por Juan Pablo II, lo que de veras enriqueció la fe de México. Entre los mártires hubo un jovencito de 14 años de edad, José Luis Sánchez del Río, beatificado en 2005. Un año antes de su martirio, José Luis se había unido a las fuerzas «cristeras». Fue capturado por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar. Le pidieron que renegara de su fe en Cristo, so pena de muerte. José no aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y la angustia, pero animaba a su hijo. Entonces le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el pueblo, rumbo al cementerio. Él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía. De vez en cuando se detenían y decían: "Si gritas 'Muera Cristo Rey'" te perdonamos la vida. "Di 'Muera Cristo Rey'". Pero él respondía: "Viva Cristo Rey"». Ya en el cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última vez si quería renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió gritando como muchos otros mártires mexicanos "¡Viva Cristo Rey!".
Sí, uno. Ya se ha iniciado el proceso de canonización de Monseñor Salvador Montes de Oca, quien fue nombrado Obispo de Valencia en 1927, pero dos años después debió abandonar el país por problemas con el gobierno del dictador Juan Vicente Gómez. En su tiempo, Montes de Oca tenía levantada a Valencia, porque desafiaba la tiranía desde el púlpito, en la prensa y por la radio, donde rogaba a todo pulmón por la libertad de los presos políticos. También los visitaba regularmente en el Castillo Libertador de Puerto Cabello. Se hizo famoso por sus rogativas en plena calle. Un enemigo de tal categoría, pesaba mucho a la tiranía. Por eso lo desterró, para después permitirle regresar. Pero terminó el Obispo renunciando a la sede episcopal e ingresando a la orden de los Cartujos en Italia, donde fue fusilado, por soldados nazis, durante la II Guerra Mundial. Los mártires de este monasterio es otro de los tantos casos de católicos víctimas del nazismo. Fue perseguido en su patria Venezuela por un dictador, pero fue martirizado en Italia por los Nazi. (sigue...)
Hubo tantos mártires católicos en todo el mundo durante el siglo 20, que los de ese siglo suman más que todos los mártires de los anteriores 19 siglos. Mártires del Comunismo son muchísimos. Hay bastantes datos en el Libro Negro del Comunismo, pero allí no hay distinción entre los católicos que fueron martirizados por serlo y aquéllos otros que murieron por ser anti-comunistas. Hay otro libro Mártires Católicos del Siglo XX, de Robert Royal, en que habla el autor de cientos de miles de mártires. Es de notar que estos mártires de nuestra época se comportaron igualmente magnánimos que los mártires de los primeros siglos del cristianismo: mientras morían, perdonaban y bendecían a sus ejecutores. Por eso Juan Pablo II, refiriéndose a estos modernos mártires, que fueron testigos de la verdad ante las fuerzas del mal, citaba la bienaventuranza: “Dichosos vosotros cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos.” (Mt 5, 10-12). “Estas palabras de Cristo se aplican de maravilla a innumerables testigos de la fe del siglo que acaba”, predicaba Juan Pablo II en el 2000. “Fueron perseguidos e insultados, pero no se doblegaron en ningún momento antes las fuerzas del mal”. “Allí donde el odio parecía contaminar toda la vida sin posibilidad de escapar a su lógica, ellos mostraron que ‘el amor es más fuerte que la muerte’ (Ct 8, 6). En los nefastos sistemas de opresión que desfiguraron al hombre, en los lugares de sufrimiento, en medio de las privaciones durísimas, a lo largo de marchas interminables y agotadoras, expuestos al frío, al hambre, a las torturas, agobiados por toda clase de sufrimientos, creció su firme adhesión a Cristo muerto y resucitado”. “Muchos rehusaron doblegarse al culto a los ídolos del siglo veinte y fueron sacrificados por el comunismo, por el nazismo, por la idolatría del estado y de la raza. Muchos otros sucumbieron en el curso de guerras étnicas y tribales porque rechazaron una lógica extraña al Evangelio de Cristo. Algunos murieron porque seguían el ejemplo del Buen Pastor y prefirieron quedarse con el rebaño de sus fieles, despreciando las amenazas.” “En cada continente, a lo largo del este siglo, se han levantado personas que prefirieron ser asesinadas antes de abandonar su misión. Religiosos y religiosas han vivido su consagración hasta el derramamiento de la sangre. Creyentes, hombres y mujeres, murieron ofreciendo sus vidas por amor a los hermanos, particularmente por los más pobres y los más débiles. ‘Aquél que ama su vida, la perderá, pero el que la pierde por Mí, la ganará’. (Jn 12, 25)”. (JPII, 7-5-2000 - Homilía en Misa de Conmemoración por los Testigos de la Fe del Siglo 20). El Papa Juan Pablo II, después del Jubileo del año 2000, quiso que la Basílica de San Bartolomé en Roma se convirtiera en memorial de los "nuevos mártires" de los siglos XX y XXI.
En nuestro siglo 21, el martirio continúa. ¿Cuánto no sufren los cristianos en los países islámicos? Las noticias corren en los medios, especialmente en Internet. Uno de los tantos ataques que apareció en Internet a finales de 2012 fue en Siria: una bomba en el sitio donde los católicos estaban tomando los buses y carros para ir a la Misa dominical. En Nigeria, bomba suicida en una iglesia católica un domingo. Son sólo dos ejemplos de tantísimos ataques de la jihaad islámica contra católicos. Además, grupos terroristas han profanado iglesias y el Santísimo Sacramento. También atacan a cristianos no católicos. En cuanto al número, el tratado estadístico antes mencionado (David Barret & Todd Johnson, World Christian Trends AD 30-AD 2020) trae estos datos: en la primera década del siglo 21, el número de los mártires cristianos fue creciendo hasta alcanzar la alarmante cifra de 160 mil nuevos mártires al año. Las últimas cifras de Barret y Johnson son espeluznantes: actualmente están muriendo por su fe entre 287 y 288 cristianos por día, 12 por hora, es decir, 1 cada 5 minutos. Posterior a 2010 ha sucedido un verdadero holocausto del que pocos hablan y nadie se ocupa, tal vez por ser una realidad que se ha generalizado, tomando dimensiones desmesuradas. Eso en cuanto a la cantidad. La fobia anticristiana parece ser el signo de un siglo que está viendo desencadenar las iras del Islam contra la civilización occidental y aún contra propios que, por apartarse del Islam, llaman herejes. La cantidad de cristianos mártires es inmensa. Pero en cuanto a la calidad, los métodos de martirio son verdaderamente primitivos. No requieren grandes armamentos, porque mientras más rudimentario sean, mejor se acomodan a sus métodos tan crueles como rústicos. Decapitar, crucificar, ejecutar sumariamente, copar los postes de las plazas con cabezas enemigas para escarmiento, degollar niños a lo Herodes, son métodos corrientes de martirio por parte de los que profesan el Islam. El llamado “El Libro Negro” recoge los datos del Cardenal Jean-Louis Tauran, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, quien indagó en 2013 sobre la persecución de los cristianos y concluyó que “el número de cristianos perseguidos en el mundo oscila entre los 100 y 150 millones. Esta cifra, está en continuo aumento, y hace del cristianismo la religión más perseguida del planeta”. Y el Papa Francisco declaró al Diario La Vanguardia en 2014: “...en algún sitio está prohibido tener una Biblia o enseñar catecismo o llevar una cruz... Lo que sí quiero dejar claro una cosa: estoy convencido de que la persecución contra los cristianos hoy es más fuerte que en los primeros siglos de la Iglesia. Hoy hay más cristianos mártires que en aquella época. Y no es por fantasía, es por números”. A pesar de todo este sombrío panorama de martirio, la frase de Tertuliano continúa vigente: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
APENDICE MARTIR VENEZOLANO Salvador Montes de Oca fue un sacerdote venezolano, nacido en Carora, Estado Lara, el 21 de octubre de 1895 y falleció el 10 de septiembre de 1944 fusilado por tropas Nazis en Italia. Fue ordenado como el segundo Obispo de Valencia, Estado Carabobo, a los 32 años y sirvió como tal entre 1927 y 1934. Desde su elevación a Obispo, Salvador Montes de Oca tuvo varios choques con la dictadura de Juan Vicente Gómez. Monseñor Montes de Oca retó al gobierno local tras la muerte de un señor Mariño, que era enemigo del régimen. Las autoridades informaron que Mariño había muerto suicidado colgándose de las trenzas de sus zapatos, pero cuando se entregó el cadáver a la familia, una de las hermanas de Mariño abrió la urna y notó que le salía sangre del pecho y al abrir la camisa, vio huellas de las torturas que había sufrido. Monseñor Montes de Oca, ordenó los preparativos para enterrarlo y al saberlo el Gobierno, le comunicaron que por tratarse de un suicida la Iglesia no podía rendirle entierro cristiano. Montes de Oca los ignoró, y al día siguiente ofició el funeral de Mariño, lo cual representaba un desafío abierto al régimen, ya que implicaba que el difunto había sido asesinado. Pero fue en 1929 cuando su actitud frente al gobierno lo llevaría al exilio. Según el Cardenal José Humberto Quintero en su obra “Para la Historia”, éste se reunió con Montes de Oca en enero de 1930 en Puerto España, Trinidad, quien le explicó las razones de su exilio: Una dama esposa de un político le confió que su esposo la había vendido como objeto de lujuria a un funcionario del Gobierno. El Obispo tuvo que aconsejar a la señora y hasta concederle asilo provisional. El esposo de la dama, quien quedó burlado y desenmascarado, quiso vengarse del Obispo Montes de Oca. Como tenía mucha influencia en el Gobierno, maquinó su venganza, basándose en una Instrucción sobre Matrimonios que había publicado el Obispo. Sucedió por esos días el caso de una dama que en 1929 había aceptado casarse con el Gobernador de Valencia. Como el Gobernador era divorciado, el padre de la novia rogó al Obispo que intercediera ante la muchacha para que rechazara al pretendiente, pero la muchacha lo ignoró y procedió al matrimonio. Debido a esto, Montes de Oca escribió una carta en su periódico episcopal en la cual condenaba el matrimonio con divorciados, aprovechando para apuntar al general Gómez y a los varios de los integrantes de su gabinete que mantenían queridas. Y para llevarlo a una audiencia más amplia, decidió llevar personalmente su escrito al Diario La Religión en Caracas. Regresando de este viaje, Montes de Oca fue detenido en la carretera de Los Teques y embarcado inmediatamente en un vapor que salía hacia Trinidad. Dos días después de su expulsión, desde Puerto España, Trinidad, Monseñor Montes de Oca escribió al Nuncio Apostólico en Venezuela: "En el arreglo de mis asuntos deben hacer constar al Gobierno que yo seré el mismo de siempre; que si mil veces se presentan las circunstancias que motivaron mi Instrucción, mil veces diré lo mismo. [---] El alboroto que han formado con mi sencilla Instrucción confirma lo que yo he dicho tantas veces: es necesario hablar claro en Venezuela sobre ciertos asuntos". El asunto, nada más y nada menos, era la defensa que había llevado adelante sobre la validez del matrimonio cristiano frente al matrimonio civil y al divorcio. Elemental para un sacerdote católico. Se molestó el gobernador, quien tenía razones para sentirse aludido. Para el Obispo era su deber y no estaba dispuesto a claudicar. Por hablar claro lo sacaron de su país, lo llenaron de injurias, fue víctima de traiciones y sufrió la nostalgia del más injustificado exilio de su Diócesis valenciana, que tanto lo amaba. El conflicto se resolvió en 1931, cuando Gómez se encargó nuevamente de la Presidencia. Reunido con el Gabinete, se consideró una petición del Arzobispo de Caracas y se dispuso levantar la expulsión, y el mismo Presidente emitió un Decreto en el que se suspendió el destierro sin exigir Montes de Oca retractación alguna. Sin embargo, después de su regreso, Montes de Oca renunció a la Diócesis y se retiró en Italia con la Orden de los Cartujos. Vivía con ellos en La Certosa o monasterio di Farneta, en Maggiano, Lucca, Toscana, y allí tuvo que enfrentarse a un régimen que lo llevó al martirio. El de Gómez lo hizo mártir sin llegar a la muerte. El de los Nazi lo hizo mártir hasta la muerte. En el monasterio de los Cartujos, como en muchos conventos de Monjes y Monjas católicos, se había dado refugio a muchos judíos perseguidos. En la madrugada entre el 1 y 2 de septiembre de 1944, soldados alemanes invadieron el monasterio, y al día siguiente evacuaron a todos los religiosos y civiles que no se habían escondido o huido. La mayor parte fueron fusilados en lugares y días diferentes, especialmente en los alrededores de Massa el domingo 10 de septiembre. Entre los fusilados hubo 12 monjes, incluyendo al Obispo Montes de Oca. Así que Monseñor Montes de Oca terminó salvajemente asesinado por las tropas nazis en un monasterio italiano. Su cadáver fue arrojado a una fosa común, pero en 1947 fueron reconocidos sus restos. Regresó cadáver a su patria, pero la patria lo lleva profundo en el corazón. Sus restos se encuentran enterrados bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia. Declarados santos 800 mártires asesinados por musulmanes En 1453, guiando un ejército de 260 mil turcos, Mahoma II conquistó Bizancio, la "segunda Roma", y desde entonces abrigaba el proyecto de llegar a la Roma verdadera y transformar la Basílica de San Pedro en establo para sus caballos. Dirigió su flota hacia el mar Adriático. Otranto era –y es– la ciudad más oriental de Italia. La importancia de su puerto le había hecho asumir el papel de puente entre oriente y occidente. Después de quince días de asedio, los otomanos llegan a la catedral donde se había refugiado buena parte de los habitantes. Derriban la puerta y cercan al Arzobispo Stefano, que estaba con los atuendos pontificales y con el crucifijo en la mano. Al ser intimado con no nombrar más a Cristo, ya que desde aquel momento mandaba Mahoma, el Prelado respondió exhortando a los asaltantes a la conversión, y por esto se le cortó la cabeza con una cimitarra. Entre aquellos héroes hubo uno de nombre Antonio Primaldo, sastre de profesión, avanzado de edad, quien, en nombre de todos, afirmó: "Todos creemos en Jesucristo, Hijo de Dios, y estamos dispuestos a morir mil veces por Él". Agometh decreta la condena a muerte de todos los 800 prisioneros. Antonio Primaldo fue el primero, pues resultaba muy odioso porque no dejaba de hacer de apóstol entre los suyos, más aún, antes de inclinar la cabeza sobre la roca, afirmaba a sus compañeros que veía el cielo abierto y los ángeles animando; que se mantuvieran fuertes en la fe y que mirasen el cielo ya abierto para recibirlos. Dobló la frente, se le cortó la cabeza, pero el cuerpo se puso de pie: y a pesar de los esfuerzos de los asesinos, permaneció erguido inmóvil, hasta que todos fueron decapitados. El prodigio evidentemente estrepitoso habría sido una lección para la salvación de los musulmanes. Un solo verdugo de nombre Berlabei, valerosamente creyó en el milagro y, alzando la voz se declaró cristiano, fue condenado a la pena del palo. Tomado de Aciprensa |
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