Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

3ª. Señal
Humildad verdadera

 

LA HUMILDAD EN LA BIBLIA

2.     ¿Qué    nos   dice   la   Biblia   sobre  la humildad?

Varias veces la Biblia habla muy mal del orgullo, y pondera a la humildad como algo muy deseado por Dios.

Es tan grave el orgullo, que la Biblia muchas veces opone la falta de humildad a la maldad misma, como veremos en algunos textos.

El Antiguo Testamento habla de la humildad.  Y el Evangelio está lleno de ejemplos de Cristo perdonando todo tipo de pecados (cf.  la mujer adúltera, el ladrón arrepentido, etc.), pero también siendo implacable con el orgullo de aquéllos que quieren seguir siendo así.

En algunos versículos la Sagrada Escritura confronta a la humildad y el orgullo, y agrega serias advertencias:

El Señor sostiene a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.  (Sal 147, 6)

El Señor se fija en el humilde, pero conoce desde lejos al soberbio.  (Sal 138, 6)

“‘Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes” (Prov. 3, 34).

Y el Apóstol Santiago nos recuerda seriamente en su única y breve Carta esta grave sentencia del Libro de los Proverbios:  “No piensen que la Escritura dice en vano:  ‘Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes’” (St. 4, 6).

No te tengas por el más sabio.  Ten temor a Yavé y no seas malvado. (Prov 3, 7)

Comienza a ser humilde el pecador que reconoce que ha recibido de Dios todo lo que tiene.

Pues ¿quién te hace a ti superior? Y ¿qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?  (1ª Cor 4, 7).

No se estimen en más de lo que conviene; tengan más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. (Rom 12, 3)

La conformidad y la infancia espiritual son frutos de la humildad:

Mi corazón no es orgulloso ni mis ojos altaneros: no voy buscando grandezas ni cosas que me vienen anchas; no, yo estoy muy tranquilo y muy callado como un niño en el regazo de su madre; mis deseos son parecidos a ese niño. (Sal 131, 1-2)

Y, aún cumpliendo la voluntad de Dios, somos siervos inútiles:

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que no hacíamos falta, hemos hecho lo que era nuestro deber. (Lc 17, 10)

Somos nada:

Si alguno se cree algo, cuando no es nada, se engaña a sí mismo. (Gal 6, 3)

No se estimen en más de lo que conviene; tengan más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. (Rom 12, 3)

Lo que sí somos es pecadores:

Señor apártate de mí, que soy un pecador (Lc 5, 8), exclama Pedro al darse cuenta de la santidad del Señor por su milagro.

Al humilde que se abre a la gracia, Dios le glorificará:

Levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre. (1 Sam 2, 7)

El temor de Yavé es la escuela de la sabiduría; antes de la gloria es necesaria la humildad. (Prov 15, 33)

Dios gusta de los humildes -los mira y se complace en ellos:

El Señor sostiene a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.  (Sal 147, 6)

El Señor se fija en el humilde, pero conoce desde lejos al soberbio.  (Sal 138, 6)

Como los que son humildes no se glorían sino en su flaqueza, se abren al poder de la gracia que da frutos en ellos:

«Mejor, pues, me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo … Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte».  (2ª Cor 12, 9-10)

El humilde obtiene el perdón de sus pecados, no así el orgulloso:

Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador.»  Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido.  (Lc 18, 13- 14)

El Señor se revela a los humildes:

En aquella ocasión Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado».(Lc 10, 21)

Pero, además, Dios gusta manifestar su sabiduría a través de los humildes a los que el mundo desprecia:

Pues las locuras de Dios tienen más sabiduría que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres.  Fíjense, hermanos, en ustedes, los elegidos de Dios: ¿cuántos de ustedes tienen el saber humano o son de familias nobles e influyentes? Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para avergonzar a los sabios, y ha tomado lo que es débil en este mundo para confundir lo que es fuerte. Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es.  Y así ningún mortal podrá alabarse a sí mismo ante Dios.  (1ª Cor 1, 25-29)

Y en todo, darle el crédito al Señor.  No robarle su gloria.  Los aplausos para Dios:  El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. (1ª Cor 1, 31)

De una Virgen humilde, que sólo quiere ser su esclava, Dios hace el milagro de la Encarnación:

Dijo María:  «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).

Y con los humildes cantará eternamente la santidad y el amor del Señor que ha hecho grandes cosas en ellos:

Proclama mi alma la grandeza del Señor … porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.  Su Nombre es Santo … El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. (Lc 1, 46-53)

Para crecer en humildad es útil meditar y orar sobre la santidad de San Juan Bautista, a quien el Señor envía a prepararle el camino y no piensa sino en disminuirse:

Hay uno a quien ustedes no conocen,  y aunque viene detrás de mí, yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia  (Jn 1, 26-27).  Es necesario que El crezca y que yo disminuya (Jn 3, 30).

ORACION
Que yo disminuya, Señor,
para que Tú crezcas.

Que yo me opaque
para que Tú brilles.

Que yo desaparezca
para que Tú te muestres.

Que yo me esconda
para que Tú, Señor,
seas e
l único que luzcas.

        

 

3ª Señal
Humildad
Verdadera
Siguiente:
3. La humildad
de Dios
Temario Señales de Salvación
 
 
inicio arriba homilia.org