SEÑALES EN EL CAMINO 4ª Señal 7. ¿Cómo enfrentar El sufrimiento humano es un misterio, un misterio que se enmarca dentro del misterio de la Redención de Cristo, un misterio para el cual no hay una respuesta como la que esperamos, un misterio al cual Cristo no responde sino que llama para que le sigamos en su sufrimiento y colaboremos con El en la salvación del mundo y el triunfo final de las fuerzas del Bien. Dicho esto, veamos cuáles son las actitudes que tenemos ante una situación de sufrimiento. En cuanto aparecen los primeros síntomas de sufrimiento, la tendencia inicial es de oposición y viene entonces una pregunta que nunca falta: ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Y esta pregunta no tiene respuesta -al menos en un primer momento- cuando miramos el sufrimiento desde el ángulo meramente humano. Nuestra actitud en el sufrimiento es un proceso de varias etapas. Luego de esa oposición y cuestionamientos iniciales viene un momento de impotencia en que algunos recurren a Dios, también preguntándole por qué. Y Dios tampoco responde. La respuesta divina es más bien una invitación, una llamada de Cristo a seguirlo en su sufrimiento ... un misterio. Cristo nos responde desde la Cruz y nos invita a tomar la cruz del sufrimiento. Y ante esta invitación, podemos seguir oponiéndonos, actitud que no ayuda, pues la cruz se hace más pesada. O podemos tomar la cruz, imitando a Cristo en su sufrimiento, respondiendo a su llamado “toma tu cruz y sígueme” (Lc. 9, 23). Al principio podemos tomarla con temor, con miedo al sufrimiento, creyendo que la aceptación lleva al agravamiento. Pero los que han sufrido y han entregado su sufrimiento a Cristo saben por experiencia que, al ofrecerle su sufrimiento a Cristo, uniéndolo al sufrimiento terrible de Cristo en la Cruz, enseguida la cruz del sufrimiento se aliviana. ¿Por qué se aliviana? Porque Cristo mismo nos ayuda a llevarla. El tuvo a Simón de Cirene que le ayudó a llevar su Cruz. Pero nosotros tenemos a Jesús mismo como nuestro cireneo… si abrazamos la cruz como El y con El. Cristo nos invita a compartir su sufrimiento. Y al compartir nuestros sufrimientos con los de Cristo, al unir nuestro sufrimiento al de Cristo, no se puede decir que desaparece lo que nos está causando el sufrimiento, pero nuestro sufrimiento parece diluirse en los sufrimientos de Cristo. También ... un misterio. Pero hay que probar cuando se está sufriendo, entregando y ofreciendo los sufrimientos a Cristo ... Las cosas cambian. Entonces podemos comenzar a entender para qué es el sufrimiento. Es para colaborar con Cristo en la salvación del mundo y en nuestra propia salvación. Por eso se oye hablar de ofrecer el sufrimiento por alguien, por la conversión de las almas, por la propia conversión. Así lo hicieron muchos santos, algunos de los cuales al principio también pudieron haberse rebelado. Sabemos que muchos, de hecho, se convirtieron y comenzaron su camino de santidad por una situación de sufrimiento. Así son los caminos y las maneras de Dios: incomprensibles si los miramos con nuestra miopía humana, racionalista, mundana. Entonces, ¿qué actitud tener ante el sufrimiento, las enfermedades, las calamidades? ¿Oponerse? ¿Reclamar a Dios? Dios puede aliviar el sufrimiento. Lo sabemos. Dios puede sanar. Y puede hacerlo -inclusive- milagrosamente. Pero sólo si El quiere, y El lo quiere cuando ello nos conviene para nuestro bien último, que es nuestra salvación eterna. Así que en pedir ser sanados o aliviados de algún sufrimiento, debemos siempre orar como lo hizo Jesús antes de su Pasión: “Padre, si quieres aparta de mí esta prueba. Sin embargo, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42). Y, mientras dure la prueba, mientras dure el sufrimiento o la enfermedad, hacer como nos pidió el Papa Juan Pablo II: unir nuestro sufrimiento al sufrimiento de Cristo, para que pueda servir de redención para nosotros mismos y para otros.
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