SEÑALES EN EL CAMINO 8ª Señal 11. Dos episodios desconcertantes durante la vida pública No volvemos a saber de la Santísima Virgen María sino en dos menciones poco conocidas y algo desconcertantes. La primera fue con motivo de una preocupación de sus parientes, porque andaba demasiado ocupado, tanto que descuidaba su salud y, además, creaba problemas a cada rato. No sabemos si este llamado de los parientes fue con intención de proteger la propia fama y/o de hacer desistir a Jesús de su misión como Mesías Mc 3: Enseguida se prende la discusión con los Maestros de la Ley que lo acusaban de sacar los espíritus malignos con la ayuda de Belzebú, jefe de los demonios. Y luego: Mc 3: Debe haber sido un momento impactante para los Apóstoles, porque lo refiere el Evangelista San Marcos, secretario de San Pedro, y también San Mateo Apóstol y Evangelista: “‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos’. Porque todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (Mt. 12, 48-49). Esta respuesta no significa desprecio de Jesús por su Madre. Por el contrario: nos la pone como ejemplo de aquélla que de veras cumplió como nadie la Voluntad del Padre. Nos indica también que Dios establece una relación más profunda, la cual va más allá de los lazos de sangre, pues se basa en los vínculos de la gracia divina. Este pasaje impactante también debe impactarnos a nosotros, porque la “familia” termina siendo quien hace la Voluntad de Dios. Son todos los que siguen a Cristo en su entrega a la Voluntad del Padre. Puede ser que en esa “familia” estén incluidos algunos o todos los miembros de mi familia. Pueda ser que por un tiempo no estén mis familiares y luego más tarde sí. Lo importante es saber -porque así nos lo dice Cristo- que la familia de Dios, su “familia”, está formada por aquéllos que hacen su Voluntad. De otra forma, la división es inevitable. “Podría decirse que María era más pariente de Jesús por la plenitud inmensa de su gracia, que por haberle concebido en sus virginales entrañas y haberle dado a luz en Belén” (Antonio Royo Marín, La Virgen María). Jesús confirma esta apreciación teológica con el otro episodio que también suena algo desconcertante: una mujer sencilla de pueblo, después de oír la predicación de Jesús exclama entusiasmada en voz alta: Lc 11:
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