SEÑALES EN EL CAMINO 8ª Señal 20. Coronacion como Reina Madre de todo lo creado La realeza de María es una consecuencia inevitable de la misión a la que fue predestinada por Dios. Y esa misión, que constituyó la razón de su existencia, ella la aceptó con total entrega: ser la de ser Madre de Dios y de nosotros. La Maternidad Divina de María va de la mano con la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo, para luego ser coronada como Reina Madre, o sea, Señora de Cielos y tierra. Y la recoge el título de la Salve Regina, Dios te salve Reina y Madre. “María empezó a ser Reina en el momento mismo en que concibió por obra del Espíritu Santo a Jesucristo Rey; reafirmó su realeza por derecho de conquista con su compasión al pie de la Cruz de Jesús; la ejerció sobre la Iglesia primitiva, sobre los Apóstoles y primeros discípulos del Señor, y sigue y seguirá ejerciéndola eternamente en el Cielo sobre todos los seres creados” (Antonio Royo Marín, La Virgen María). El papel de Reina en la Iglesia viene de una tradición que aparece desde el Reino de David en el Antiguo Testamento. El reinado de María descansa también sobre esta tradición. Veamos. Lo primero que tenemos que saber es que los reinos antiguos en oriente no eran como los actuales en occidente: La Reina no era la esposa del Rey, pues éste tenía muchas esposas. La Reina era la madre del Rey. La madre del Rey tenía un título especial: “gebirah”, y tenía funciones importantes. La gente iba a hablar con la Reina madre para solicitar algo del Rey. ¿Van viendo la similitud con el Reino de Dios, con la Iglesia? Veamos un pasaje de 1Rey 2, 12-20, donde se ve esto de manera evidente: Enseguida de que se nos dice: Salomón subió al trono de su padre David y afianzó su poder, en el versículo que sigue a éste, se nos presenta a un medio hermano del Rey Salomón que viene casa de la Reina Madre a pedirle que interceda por él ante el Rey: Adonías, hijo de Jaguit, fue a encontrar a Betsabé, madre de Salomón, y se postró ante ella. Y añadió: «Quiero hablar contigo.» Ella dijo: «Habla.» Contestó Adonías: «Sabes bien que el trono del rey me tocaba a mí y que todos los israelitas me preferían para que fuera su rey, pero David me negó el trono y se lo concedió a mi hermano, porque Yavé se lo tenía destinado. Ahora quiero pedirte tan sólo una cosa; no me la niegues.» Ella le dijo: «Habla.» Dijo Adonías: «Te suplico le pidas al rey Salomón, ya que a ti no te puede negar nada, que me dé por esposa a Abisag, la sunamita.» Betsabé le contestó: «Está bien; yo hablaré al rey por ti.» Entró Betsabé a ver al rey Salomón para hablarle en favor de Adonías. Se levantó el rey para recibirla y se postró ante ella; se sentó después en su trono y pusieron un trono para la madre del rey, la cual se sentó a su derecha. Ella le dijo: «Vengo a hacerte una pequeña petición, no me la niegues.» Contestó el rey: «Pide, madre mía, que no te lo negaré.» (1 Rey 2, 12-20). . ¿A qué se parece esto? ¿Quién es la Madre del Rey de reyes? La Santísima Virgen María, que es también nuestra Abogada e Intercesora, a quien vamos cuando necesitamos algo del Rey, a quien el Rey no le puede negar nada,ante quien el rey se levanta para recibirla, quien tiene su trono a la derecha del Rey. . ¿Qué ha hecho la Iglesia Católica? ¿De veras ha inventado y exagerado el papel de María? La Iglesia nos ha legado y nos enseña lo que Jesús trasmitió a los Apóstoles, que es lo mismo que existía en el Reino de David!!! Esa el la verdad. Por más que los Protestantes nos quieran acusar de que exageramos el poder de María y su papel en nuestras vidas, todas estas cosas vienen de muy atrás en el Antiguo Testamento. Otras citas muestran el papel de la Reina Madre: . ¿Cómo estaba organizado el Reino de David? Estaba el Rey, la Reina Madre y el Primer Ministro o Vicario (el Papa). La devoción y el papel de la Santísima Virgen María, y la elección y el papel del Papa, se originan desde el comienzo del Reino de David. La Virgen María sigue intercediendo continuamente ante Dios por nosotros, sus hijos, por todos: los buenos y los malos, los cristianos y los paganos, los judíos y los islámicos, los que la conocen y los que la ignoran, los que la aman y los que la desprecian. El poder de la intercesión de María es tan grande que se le llama “Omnipotencia suplicante”, lo cual quiere decir que Dios no pude negarle nada de cuanto le pida. Y esto es así porque María no pedirá nunca a la Santísima Trinidad nada que no entre en los designios infinitamente sabios de Dios. . ¿Cómo sería la Coronación de la Santísima Virgen María en el Cielo? Nuevamente recurrimos a los místicos. Y continuamos el relato de la Asunción que culmina con la Coronación. Cuando ya se habían percatado de que el cuerpo de la Santísima Virgen María no estaba en el sepulcro, mientras cantaban himnos de alabanza al Señor y a su Santísima Madre, después de haber repuesto la loza del sepulcro a su sitio, apareció un Ángel que les dijo: “Vuestra Reina y nuestra, ya vive en alma y cuerpo en el Cielo y reina en él para siempre con Cristo. Ella me envía para que os confirme en esta verdad y os diga de su parte que os encomienda de nuevo la Iglesia y conversión de las almas y dilatación del evangelio, a cuyo ministerio quiere que volváis luego, como lo tenéis encargado, que desde su gloria cuidará de vosotros”. Allá en el Cielo glorioso, mientras la Santísima Virgen María se encontraba postrada en profunda reverencia ante la Santísima Trinidad y absorta en el abismo de la Divinidad, las Tres Divinas Personas pronuncian el decreto de la Coronación de la Madre de Dios, y María, la más humilde de las criaturas, considerábase inmerecedora de semejante reconocimiento. La Persona del Eterno Padre, hablando con los Ángeles y Santos, dijo: “Nuestra Hija María fue escogida y poseída de nuestra voluntad eterna la primera entre todas las criaturas para nuestras delicias, y nunca degeneró del título y ser de hija que le dimos en nuestra mente divina, y tiene derecho a nuestro Reino, de quien ha de ser reconocida y coronada por legítima Señora y singular Reina”. El Verbo humanado dijo: “A mi Madre verdadera y natural le pertenecen todas las criaturas que por Mí fueron redimidas, y de todo lo que Yo soy Rey ha de ser ella legítima y suprema Reina“. El Espíritu Santo dijo: “Por el título de Esposa mía, única y escogida, al que con fidelidad ha correspondido, se le debe también la corona de Reina por toda la eternidad”. Dicho esto, la Santísima Trinidad solemnemente colocó sobre la cabeza inclinada de María una esplendorosa y grandiosa corona de múltiples y brillantes colores que representan las gracias que recibimos a través de Ella por voluntad de Dios. Así, el Padre le entrega todas las criaturas y todo lo creado por El. El Hijo le entrega todas las almas por El redimidas. Y el Espíritu Santo todas las gracias que El desea derramar sobre la humanidad, porque “todas nuestras cosas son tuyas, como tú siempre fuiste nuestra”. El Padre Eterno anuncia a los Ángeles y Santos en medio de esa Fiesta Celestial que sería Ella quien derramaría todas las gracias sobre el mundo, que nada de lo que Ella pidiera le sería negado a quien era Reina de Cielo y Tierra. La Anunciación a María por parte del Arcángel Gabriel que tiene como resultado inmediato el misterio más grande de la historia humana: la Encarnación de Dios, el misterio de Dios hecho Hombre. De toda esta relación de la vida de la Santísima Virgen María, ¿cuál será la más importante mención de ella en la Biblia, entre el Génesis y el Apocalipsis? El hecho más relevante de la historia de la humanidad es, sin duda, el Nacimiento de Dios-Hombre. Tan importante fue este acontecimiento que la historia se divide en “antes” y “después” de Cristo. Sin embargo, ese hecho fue antecedido por el misterio más grande de nuestra fe cristiana: la Encarnación de Dios, es decir, Dios hecho hombre en el seno de la Santísima Virgen María. Así describe este Misterio el máximo poeta de la Mística, San Juan de la Cruz: “Entonces llamó a un arcángel En este bello poema San Juan de la Cruz expresa con su mística inspiración cómo sucede el Misterio de la Encarnación, habiendo recogido lo dicho en el pasaje evangélico de la Anunciación. (Lc. 1, 26-38) Canto Quiero decir que sí, como tú María.
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