SEÑALES EN EL CAMINO 8ª Señal 22. Dogmas Marianos: 2º . MARÍA, SIEMPRE VIRGEN: “La Iglesia ha manifestado de modo constante su fe en la virginidad perpetua de María. Los textos más antiguos, cuando se refieren a la concepción de Jesús, llaman a María sencillamente Virgen, pero dando a entender que consideraban esa cualidad como un hecho permanente, referido a toda su vida” (JPII, 28-8-1996). Veamos, entonces, las objeciones que se esgrimen contra este dogma mariano. La mayoría de los Protestantes y todos los Evangélicos creen que María tuvo otros hijos después de Jesús. Aducen para esto el comentario acerca de “los hermanos de Jesús”, sin entender que el vocablo “hermanos” significa “parientes” en la Biblia. La Biblia, efectivamente, menciona en algunos pasajes a unos “hermanos” de Jesús. Pero nunca habla de otros “hijos de María”. “Alguien le dijo: ‘Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo’” (Mt. 12, 47). “¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Pero si su madre es María y sus hermanos son Santiago, y José, y Simón, y Judas! Sus hermanas también están todas entre nosotros” (Mt. 13, 55-56). ¿Por qué el uso de la palabra “hermanos”? La palabra “hermano” en la Biblia se utiliza para designar, tanto a los hermanos carnales, como a los parientes, entre ellos primos en diferentes grados, sobrinos, etc.. Por ejemplo, Lot era sobrino de Abraham (cf. Gen. 11, 27-31) Y ¿cómo llama Abraham a Lot? ¡“Hermano”! “Abraham dijo a Lot: ‘Mira, es mejor que no haya peleas entre nosotros ... ya que somos hermanos” (Gen. 15, 8). Tobías llega a llamar “hermano” al Arcángel San Rafael, que tomó forma humana con el nombre de Azarías: “Tobías dijo a Rafael: ‘Hermano Azarías, dile a Ragüel que me dé por esposa a mi prima Sara” (Tob. 7, 9). Sara, efectivamente, era prima de Tobías. Pero unos versículos más adelante Ragüel, padre de Sara, le entrega Sara a Tobías diciendo lo siguiente: “Recibe a tu hermana” (Tob. 7, 12). De dos de los llamados “hermanos” de Jesús, Santiago y José, el Evangelio nos da el dato de quién era su madre; por cierto, otra María, pero no la misma madre de Jesús: Al describir la escena de las personas que estaban al pie de la cruz con Jesús, el Evangelio de Mateo nos dice esto: “También estaban allí, observándolo todo, algunas mujeres que desde Galilea habían seguido a Jesús para servirlo. Entre ellas estaba María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los Zebedeo” (Mt. 27, 55-56). De haber sido hermanos carnales de Jesús e hijos de la Virgen María, se hubiera especificado. Por el contrario, unos versículos más adelante el Evangelista hace saber que la madre de Santiago y José es otra María, distinta a María Santísima: “Mientras tanto, María Magdalena y la otra María estaban allí, sentadas frente al sepulcro” (Mt. 27, 61). Por otro lado, en la lista de los Apóstoles que da el mismo Mateo, informa quien es el padre de Santiago, esposo de esa otra María, por tanto padre también de ese José: “Santiago, el hijo de Alfeo” (Mt. 10, 3b). El Evangelista Marcos aclara la identidad de esta otra María aún más: “Había unas mujeres que miraban de lejos, entre ellas, María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé” (Mc. 15, 40). Hay una consideración adicional: ¿Por qué Jesús, muriendo en la cruz, tuvo que encomendar su Madre, la Santísima Virgen María, a San Juan? Si María hubiera tenido otros hijos, esto no hubiera sido necesario. Esta escena al pie de la cruz en que Jesús encomienda su Madre al discípulo amado, descrita en su Evangelio por el mismo San Juan, quien estaba allí presente en ese momento, nos da indicios adicionales de que al pie de la cruz había varias Marías distintas a la Madre de Jesús. También este trozo es un ejemplo del uso de la palabra “hermana”, como prima o pariente. “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Después dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn 19, 25-27). Podemos concluir, entonces, que los llamados “hermanos de Jesús” eran parientes más o menos cercanos a El. Debemos aclarar que ni los Evangelios, ni los primeros Cristianos, sostienen la noción de que María tuvo otros hijos. Los fieles sabían por las Escrituras y por la Tradición, que Jesús fue el único Hijo de María y que ella permaneció Virgen toda su vida. Y así lo creían los primeros Protestantes (Lutero, Calvino y Zwingli). Hay un documento de valor histórico, uno de los Evangelios Apócrifos, el “Protoevangelio de Santiago”, que sostiene que María fue consagrada al servicio del Señor por su madre, Santa Ana. Eso significaba que había hecho voto de virginidad. San José fue posteriormente escogido para cuidar y proteger la virginidad de María. De allí la gravedad cuando María comenzó a mostrar signos de embarazo. Por eso San José tuvo que rendir cuenta a las autoridades del Templo. También a María, según este documento, se le pidió cuenta de la aparente falta a su voto. Nos dice este escrito que, al ser interrogada, “ella se echó a llorar amargamente, diciendo: ‘Por la vida del Señor mi Dios, estoy limpia en su presencia y no he conocido varón’”. El Protoevangelio de Santiago, también conocido como el Libro de Santiago o el Protoevangelium, es un evangelio apócrifo, escrito probablemente hacia el año 120 y centrado en la infancia de la Virgen María y en el nacimiento de Jesús de Nazaret. Aunque nunca fue incluido entre los evangelios canónicos, recoge datos que han sido admitidos como ortodoxos, tales como la natividad milagrosa de María, la localización del nacimiento de Jesús en una cueva o el martirio de Zacarías, padre de San Juan Bautista. El texto consta de dos partes distintas: 1) Vida de María hasta el nacimiento de Jesús. Narra la historia de la concepción milagrosa de María. Sus padres, Ana y Joaquín ya eran ancianos cuando Dios les concedió tener descendencia. Después relata la infancia de María, quien es puesta bajo el cuidado del templo desde los tres años de edad. Se casa con José, quien se compromete a protegerla y a respetar su virginidad. En realidad en los evangelios canónicos no hay prueba de que José se case antes del nacimiento de Jesús con María. 2) Nacimiento de Jesús. Se describe luego el episodio de la Anunciación (con algunas variaciones con respecto al Evangelio de Lucas), la Visitación, las dudas de José y la aparición en sueños del ángel. Más adelante narra algo desagradable: José es acusado por el escriba Anás de haber violado a María, y tanto José como María deben someterse a una prueba para demostrar su inocencia. Se narra el nacimiento de Jesús y los episodios de la llegada y adoración de los Magos. Sigue la matanza de los inocentes y el martirio de Zacarías, padre de Juan el Bautista. Del proto-evangelio de Santiago proceden muchas creencias tradicionales acerca de la vida de la Virgen María, empezando por los nombres de sus padres, Joaquín y Ana, o escenas de su vida después ilustradas por el arte cristiano, como su presentación en el templo. La Natividad de Cristo en una cueva, que es motivo de representaciones del arte occidental, también procede de este apócrifo. Nos dice también el Protoevangelio de Santiago cómo fue escogido José de entre otros varones como compañero de María Virgen: su cayado fue el que floreció con un lirio. Era ésta la señal de la escogencia divina. Volvamos ahora al Evangelio de San Lucas. En el diálogo de María con el Ángel subyace la prueba de que María era virgen y que, además, tenía intención de permanecer virgen. ¿Por qué preguntó al Ángel cómo podía ser la concepción del Hijo? María y José estaban desposados, o sea, comprometidos en matrimonio. Si María hubiera tenido intenciones de tener relaciones con José unos meses después, no tendría por qué hacer esta pregunta, porque hubiera podido entender que al comenzar a vivir con José, concebiría a ese hijo que el Ángel le ha anunciado. Pero como María preguntó cómo sucedería la Encarnación, siendo ella virgen, es un signo evidente de que tenía decidido seguir siendo virgen. . ¿Qué han dicho los Padres de la Iglesia sobre la perpetua virginidad de María? Hay una cita del Profeta Ezequiel sobre el Templo, en la que algunos Padres de la Iglesia han visto una referencia a María en su virginidad perpetua: Esta puerta permanecerá cerrada; no la abrirán nunca y nadie entrará por ella, porque Yavé Dios de Israel pasó por esa puerta; permanecerá cerrada. (Ez 44, 2) San Ambrosio (año 340-397) dice: “¿Qué puerta es esta sino María, por la que Cristo entró en este mundo cuando fue dado a luz en el parto virginal, y no destruyó la integridad de la Virgen?”. Y Santo Tomás de Aquino: “¿Qué es la puerta cerrada en la casa del Señor?, sino que María será siempre intacta”. Aunque el Dogma de María siempre Virgen no fue declarado sino en el siglo 7, la virginidad perpetua de María era tema en la primitiva Iglesia inclusive antes de María Madre de Dios. Esta era una creencia, aunque no dogma aún, desde el cristianismo primitivo. Ya En el año 107 San Ignacio de Antioquia describía la virginidad de María. Y también fue mencionada por San Justino Mártir (siglo 2) y Orígenes (siglo 3). Los cristianos de los primeros siglos expresaron la perpetua virginidad de María con un término griego que significa siempre virgen. Ese término exacto aparece en el 374 referido a la Encarnación del Hijo de Dios: "se encarnó, es decir, fue engendrado de modo perfecto por santa María, la siempre virgen, por obra del Espíritu Santo" (San Epifanio, Ancoratus, 119, 5: DS 44). San Gregorio de Nisa (Año 335 – 394 ) vio en Isaías 7,14 la ratificación de la integridad corporal de María en el nacimiento del Señor: El Señor, pues, les dará esta señal: La virgen está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros (Is 7,14). "Por Isaías quedas informado previamente sobre la madre no desposada, sobre la carne sin padre, sobre el parto sin dolor y el nacimiento sin mancha” (De virg. 19: PG 46,396) San Jerónimo, Doctor de la Iglesia (Año 342–420): “Dios, a quien el mundo no puede contener, y al cual nadie puede ver sin morir, entra en el seno de una Virgen, como en un albergue santo, sin ser prisionero de este cuerpo y, no obstante, en él está contenido entero y de él sale, como dice Ezequiel, estando cerradas las puertas. Por eso dice el Cantar de los Cantares refiriéndolo a María: Jardín cerrado, fuente sellada, manantial de delicias del paraíso. Verdadero jardín de delicias que reúne toda especie de flores y todos los perfumes de las virtudes; tan bien cerrado que ni la violencia ni la astucia pueden forzar su entrada; fuente sellada con el sello de toda la Trinidad. Esta puerta estará cerrada y no se abrirá.” La expresión siempre virgen fue mencionada en el segundo Concilio de Constantinopla (553), que afirmó: el Verbo de Dios "se encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María, y nació de ella" (DS 422). Esta doctrina fue confirmada por otros dos concilios ecuménicos: el Cuarto de Letrán (1215) y el segundo de Lyon, (1274). Pero también encontramos sobre entendida esta verdad en el texto de la definición del dogma de la Asunción (1950), porque en éste la virginidad perpetua de María es aducida entre los motivos de su elevación en cuerpo y alma a la gloria celeste. Pero no fue sino hasta el siglo 7, en el Concilio de Letrán (Año 649) cuando se hizo la solemne definición dogmática de la VIRGINIDAD PERPETUA DE LA MADRE DE DIOS. Los Padres del Concilio inspirados por el Espíritu Santo compusieron el canon tercero que declaraba este dogma: “Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”. San Pío X, en su Catecismo (1910): “…el alumbramiento del Señor fue semejante a "como un rayo de sol atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo". Y el Catecismo de la Iglesia Católica: "La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la 'Aeiparthenos', la 'siempre-virgen'." (CIC #499) Efectivamente, desde el comienzo de los tiempos, Nuestra Señora es llamada como "Aiepartenos", esto significa "siempre virgen". Como hemos visto, la virginidad eterna de María es fácilmente demostrable, ya sea por la Sagrada Escritura, por la Tradición, o por la razón. Usando una fórmula sintética, la tradición de la Iglesia ha presentado a María como "virgen antes del parto, durante el parto y después del parto", afirmando, mediante la mención de estos tres momentos, que no dejó nunca de ser virgen. Esto queda corroborado en la oración: las jaculatorias que preceden a las tres Ave Marías posteriores al Rosario: “Virgen purísima y castísima antes, durante y después del parto.” Nuestra Señora era Virgen antes del Parto: “De las tres, la afirmación de la virginidad antes del parto es, sin duda, la más importante, ya que se refiere a la concepción de Jesús y toca directamente el misterio mismo de la Encarnación. Esta verdad ha estado presente desde el principio y de forma constante en la fe de la Iglesia” (JPII, 28-8-1996). Esta afirmación es admitida hasta por los protestantes, pues se encuentra positivamente en el Evangelio "El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una Virgen desposada...y el nombre de la virgen era María"(Lc1,26). Y más: la propia Virgen le pregunta al Ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?". María Santísima era Virgen antes del parto. Nuestra Señora era Virgen durante el parto: Siendo Nuestra Señora Virgen antes del parto, lo es también durante el parto, pues el milagro de Encarnación es uno y completo. Lo dice la profecía de Isaías: "una virgen concebirá y dará a luz" (Is 7, 14). O sea, la profecía incluye el concebir y el dar a luz virginalmente. Sin embargo, a pesar de que la virginidad durante el parto y después del parto se halla contenida implícitamente en el título de Virgen atribuido a María desde los comienzos del cristianismo, la Iglesia se ve precisada a profundizar doctrinariamente esta realidad cuando algunos comienzan explícitamente a ponerla en duda. El Papa Hormisdas (514-523) precisa que "el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre y nació en el tiempo como hombre, abriendo al nacer el seno de su madre (cf. Lc 2, 23) y, por el poder de Dios, sin romper la virginidad de su madre". Esta doctrina fue confirmada por el concilio Vaticano II, en el que se afirma que el Hijo primogénito de María "no menoscabó su integridad virginal, sino que la santificó" (LG 57). Prefacio I Santísima Virgen María: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios Todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la (festividad, conmemoración) de Santa María, siempre virgen. Porque ella concibió a tu Hijo único por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro. Cuando Nuestra Señora afirma, categóricamente "no conozco varón", ella no está diciendo "hasta este momento no conozco varón", sino que ella, por opción personal, no conoce varón, lo que da una extensión general a su afirmación. Según la tradición, Nuestra Señora había hecho un voto de castidad perpetua y así lo mantiene, mismo viviendo con San José, como deja claro por la propia afirmación de Ella (no conozco varón). Si no fuese propósito de Nuestra Señora mantener una castidad perpetua, no hubiera hecho esa pregunta. Y el Ángel le podría haber dicho alguna referencia a José con quien ya estaba desposada (comprometida para matrimonio). Su objeción tiene sentido en el contexto de un voto de castidad perpetua. En la misma línea, San Marcos llama a Jesús "El Hijo de María" (Mc 6,3), y no "uno de los hijos de María", como queriendo demostrar que Él era Su único Hijo. San Ambrosio: "la Virgen no buscó la consolación de poder tener otro hijo" (Cartas 63,111 - 388 A.D.) Y nuevamente, mención al apócrifo Protoevangelio de Santiago, escrito alrededor del año 120 A.D. Esta fecha es relevante, porque es muy cercana al tiempo en que vivió la Virgen María. Este documento tiene como tema principal demostrar su virginidad perpetua y relata que, cuando se profetizó el nacimiento de María, su madre, Santa Ana, la ofreció para el servicio del Señor, tal como Samuel había sido ofrecido por su madre (cf 1Sam 1,11). María desde, muy pequeña, sería de las mujeres consagradas al servicio del Templo según la costumbre judía (cf 1Sam 2,22). Esta vida de servicio en el Templo no permitía ocuparse de hijos, por lo que requería la virginidad perpetua. “Los que niegan la virginidad después del parto han pensado encontrar un argumento probatorio en el término "primogénito", que el Evangelio atribuye a Jesús (cf. Lc 2, 7), como si esa expresión diera a entender que María engendró otros hijos después de Jesús. Pero la palabra "primogénito" significa literalmente "hijo no precedido por otro" y, de por sí, prescinde de la existencia de otros hijos. Además, el evangelista subraya esta característica del Niño, pues con el nacimiento del primogénito estaban vinculadas algunas prescripciones de la ley judaica, independientemente del hecho de que la madre hubiera dado a luz otros hijos. A cada hijo único se aplicaban, por consiguiente, esas prescripciones por ser "el primogénito" (cf. Lc 2, 23).” (JPII, 28-8-1996) Continúa Juan Pablo II: “Según algunos, contra la virginidad de María después del parto estarían aquellos textos evangélicos que recuerdan la existencia de cuatro "hermanos de Jesús": Santiago, José, Simón y Judas (cf. Mt 13, 55-56; Mc 6, 3), y de varias hermanas. Conviene recordar que, tanto en la lengua hebrea como en la aramea, no existe un término particular para expresar la palabra primo y que, por consiguiente, los términos hermano y hermana tenían un significado muy amplio, que abarcaba varios grados de parentesco. Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión frecuente en el Antiguo Testamento. Y concluye Juan Pablo II: “Así pues, María santísima es la siempre Virgen. Esta prerrogativa suya es consecuencia de la maternidad divina, que la consagró totalmente a la misión redentora de Cristo.” (JPII 28-8-1996) . ¿Hay una fiesta para este dogma de María siempre Virgen? No existía, pero ya existe. La Solemnidad de Santa María, siempre Virgen, es el 2 de julio. Pero esto sólo desde 2014, cuando se celebró por primera vez. El 18 de diciembre de 2013, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos concedió al Hogar de la Madre, como Asociación Pública Internacional de Fieles, el privilegio de poder celebrar la Solemnidad de Santa María siempre Virgen. De los cuatro dogmas de la Virgen María, la Virginidad era el único que no tenía todavía una fiesta propia. La Maternidad Divina de María se celebra el día 1 de enero, la Inmaculada Concepción de María se celebra el 8 de diciembre y la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo se celebra el 15 de agosto. Para el Hogar de la Madre es una celebración muy importante, puesto que la segunda misión de esta congregación religiosa es la defensa del honor de nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su Virginidad. (Tres misiones del Hogar de la Madre: 1) defensa de la Eucaristía, 2) defensa del honor de nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su virginidad, y 3) la conquista de los jóvenes para Cristo). Por ahora la están celebrando dentro de las actividades del Hogar de la Madre, pero se espera que un día llegue a celebrarla toda la Iglesia, pues está permitida para cualquier Diócesis, Parroquia, etc. De hecho esto dice la página web del Hogar de la Madre: “Animamos a todas las diócesis y comunidades, asociaciones e instituciones que quieran celebrar también esta solemnidad, que lo soliciten. Para más información, escribidnos a la dirección: hogar@hogardelamadre.org “Si algún sacerdote quiere celebrar esta misa como misa votiva de la Virgen, puede pedirnos los textos litúrgicos aprobados por la Congregación del Culto Divino, escribiendo a esa misma dirección. Esperamos que un día, esta gran solemnidad pueda ser celebrada por toda la Iglesia.” . ¿Por qué es un valor la virginidad en la Iglesia? La virginidad y la castidad pertenecen al alma de la Iglesia, a la historia de la Iglesia. Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero (Ap 14, 1). Vemos en esta visión de San Juan narrada en el Apocalipsis un gran número de hombres célibes. La virginidad masculina era algo inusual en la antigüedad y, luego de la Reforma, fue descartada por los protestantes: sólo la Iglesia Católica sigue proponiendo el celibato como una opción radical de seguimiento de Cristo. De allí que en el Apocalipsis San Juan los destaque como un verdadero ejército. Nuestra alma es el jardín que Dios, desde el principio, destinó para sí, para que fuera su delicia. Ese jardín está custodiado por un cuerpo que sirve de templo, el cual enmarca la propiedad de Dios. Por esta razón el cuerpo del ser humano es territorio de una gran batalla. Desde el principio nuestro ser fue creado para la delicia de Dios y sólo Él puede pasearse en ese jardín sin dañarlo ni estropear su belleza, que era reflejo de la belleza misma de Dios. Así, el llamado a la virginidad es anterior al llamado a la procreación, porque primero es el llamado a la unión con Dios y luego es el llamado a la unión con otro ser humano en la presencia de Dios: “Sean fecundos y multiplíquense”. La virginidad es el derecho total que tiene Dios sobre nuestro ser, materializado en una reserva total de nuestro ser, cuerpo y alma para El. Y Dios se instala en ese ser de su propiedad como se instala en su Templo, en su Sagrario. La virginidad es un anticipo de la vida en el Cielo en donde todos seremos como ángeles que viven para adorar y servir a Dios. Por eso la virginidad es un valor; por eso se la ataca y por eso hay que defenderla. La procreación no se contradice con la virginidad sino que le da más hijos a Dios, ordenando al ser humano hacia Él según su llamado. El Padre Horacio Bojorges en sus videos sobre la Guerra Espiritual comenta algo similar: La vida cristiana es una lucha, un combate, una guerra espiritual. Es una participación en el combate de nuestro Señor Jesucristo. Si la Iglesia Militante es un ejército, todos los cristianos somos soldados. Pero los religiosos y religiosas son los abanderados, los que van adelante. La vida consagrada es un signo, una bandera que Dios mismo pone, y que no es posible sino por llamamiento especial y gracia de Dios. Es una señal de la victoria de Cristo sobre esas vidas. Pobreza, castidad y obediencia no es algo que puedan inventar los hombres, sino que es obra de Dios. Sobre todo con la castidad y la virginidad consagrada se muestra una obra de Dios. Para los hombres parece imposible, pero para Dios sí es posible este signo que se da en la Iglesia Católica. Sacerdotes y religiosos(as) están puestos en la Iglesia Militante para mostrarnos que Cristo ya venció. Este signo de vírgenes (hombres y mujeres) que han sido rescatados de entre los hombres como primicias y que siguen al Cordero, sólo se da en la Iglesia Católica. Ninguna otra comunidad eclesial tiene el signo de la vida consagrada en castidad, pobreza y obediencia. Jesucristo ya venció en la guerra espiritual y cuando le dice a los consagrados “ven y sígueme” los está llamando al seguimiento en la guerra espiritual que El ya libró y ganó. El poder amar a Dios con total plenitud implica estar en total entrega y libre de apegos de ningún tipo. Escoger el camino de la virginidad equivale a entregarse como cordero puro y sin defecto en sacrificio a Dios. En la Biblia se hace referencia a este sacrificio, que luego es el sacrificio de Cristo, el cordero más puro de todos. Los que hacen voto de virginidad se convierten en cordero puro para ser entregados a Dios en el altar. Estos, al no exponerse a las exigencias de la carne, están libres del grillete que implican los deseos y anhelos que vienen con la sexualidad y les permite sellar sus cuerpos para tener una relación más perfecta con Dios. La virginidad es un anticipo de la Vida Eterna, pues si al morir estamos en un estado de libertad verdadera, es decir, libres de deseos sensuales, se está lo más cerca en imitación a ese cordero puro. La virginidad hace ese camino mas fácil porque mantiene la pasión enfocada hacia Dios al estar libre de deseo carnal. LA VIRGINIDAD La virginidad es lo que más necesita la Iglesia hoy en estos momentos tan difíciles y complejos para creer en Dios. Un amor esponsal de entrega total, desde Dios, en la que Dios es todo y Único, es un regalo para todos los demás, para ser todo para todos, es la aristocracia del amor, “me he hecho todo para todos” (1 Cor 9, 22). El Espíritu Santo atraviesa la carne y la hace transparente, para que puedan amar con mayor radicalidad y universalidad, lo que no se da en el matrimonio. Yo diría que es una manera de volver a la forma original de la carne, también una manera más fuerte de amar. Se pone por delante lo que será la gloria del Cielo. Vosotros sois la presencia del Cielo en la tierra, la caricia de Dios para el mundo. Porque esto no puede ser una obra simplemente del hombre. Necesitamos legiones de vírgenes para mostrar la belleza del cielo, mostrar a Dios, sin necesidad de dar explicaciones. Viéndolos con esa entrega y abandono total, con esa alegría, esa hermosura del hábito (blanco o del color que sea), todo habla del Cielo, de la pureza de María y de la belleza del Cielo. En la tierra sólo la virginidad expresa el momento final, la gloria del Cielo. No es solamente una virginidad apostólica, utilitarista, para tener más tiempo para dedicar a los demás, para organizarse sin complicaciones, es una virginidad escatológica, para mostrar la belleza del Cielo, como la mostraba la Virgen María y los vírgenes también. Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero (Ap 14, ).
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