SEÑALES EN EL CAMINO 8ª Señal 24. ¿Por qué decimos que María es Madre de Jesús, también Madre nuestra y Madre de la Iglesia? Vamos a leer la Biblia en el momento que Jesús está muriendo en la Cruz. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. (Jn. 19, 25-27). En ese momento el Apóstol San Juan representaba a toda la humanidad, sobre todo a los seres humanos que queremos ser como San Juan: fieles seguidores de Jesús y de María. Jesús le dijo: ahí tienes a tu Madre. Y a la Virgen le dijo: Ahí tienes a tu hijo. María es nuestra Madre del Cielo. Ella nos cuida más y mejor que nuestra mamá de la tierra. Como buena mamá, se ocupa de las cosas grandes y de las pequeñas, de lo importante y de lo menos importante. Repasemos la actuación de María como intercesora del primer milagro de Jesús en las Bodas de Caná. Jn 2: Sucedió que de regreso del Jordán, Jesús fue caminando hacia Galilea. Y en el camino iba llamando a algunos de sus Apóstoles: a Andrés, a Santiago, a Felipe, a Bartolomé. Por cierto, Bartolomé era de Caná. Y Jesús y esos primeros discípulos fueron invitados a una fiesta de bodas en el pueblo de Caná. Las fiestas de bodas en la época de Jesús duraban varios días. Y los novios debían atender y alimentar a los invitados todos esos días. A los invitados también se le servía vino. Cuando Jesús llegó con sus amigos a la fiesta, ya su Madre, la Virgen María estaba en la fiesta. Estando en plena celebración, los encargados de servir se preocuparon mucho. ¿Por qué se preocuparon? Porque se había acabado el vino y no había más para brindarle a los invitados. La Santísima Virgen, que estaba ayudando a servir, se dio cuenta del problema que tenían esos novios. Y ¿qué hace la Virgen María? Por supuesto va a su Hijo Jesús. Le explica el problema diciéndole: no tienen vino. Jesús enseguida atiende a su Madre, que le está pidiendo que haga algo. Y ese algo no es otra cosa que un milagro. Le está pidiendo a Jesús que haga su primer milagro. Si Jesús hacía un milagro ahí y en ese momento, ya todos se iban a dar cuenta de que Jesús era Dios, o al menos que era alguien muy especial. Y Jesús se asegura que la Virgen de verdad quiere que El se muestre ya como el Hijo de Dios. Por eso le responde algo extraño a su Madre: «Mujer, a ti y a Mí ¿qué? Aún no ha llegado mi hora.» ¿Es un desplante cuando le dice Mujer? Todo lo contrario: Al decirle Mujer, la está reconociendo como la Mujer del Proto-Evangelio: Pondré enemistad entre ti y la Mujer… (Gn 3, 15). Es el mismo nombre que Jesús moribundo le da al pie de la Cruz: Mujer ahí tienes a tu hijo (Jn 19, 26). Es el mismo título que San Juan le pone en el Apocalipsis: la Mujer vestida de sol con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de 12 estrellas (Ap 12, 1). ¿Qué más le responde Jesús? Jesús le respondió: «Mujer, a ti y a Mí ¿qué? Aún no ha llegado mi hora.» La respuesta de Jesúsha sido traducida de varias formas: -¿qué nos importa a nosotros? -¿por qué te metes en mis asuntos? La traducción más plausible pareciera ésta: Mujer, lo que a ti, a Mí. Es decir: si me revelo, ya comienza todo y tú vas a participar en esto también. El sufrimiento va a comenzar para ti y para Mí. Por eso le dice no ha llegado mi hora. Porque una vez comience su misión, llegada su hora, realizando su primer milagro, Jesús sabe cómo termina esa misión: con su muerte. De hecho, muchos Teólogos piensan que María debía dar su sí nuevamente para el inicio de la revelación de Jesús como Mesías, como Hijo de Dios. ¿Qué función desempeña la Santísima Virgen en este primer milagro? Es claramente la intercesora y abogada. Lleva nuestras necesidades a su Hijo. Ella aboga porque sean atendidas. María entiende lo que Jesús le quiere decir y entonces ordena a los mesoneros: hagan lo que El les diga. Había allí unos jarrones inmensos que se usaban para tener agua a la entrada, para que los invitados se lavaran las manos bien al llegar. Jesús les dice a los mesoneros que llenen esos jarrones. Los mesoneros se preguntarían ¿qué vamos a hacer con tanta agua, si lo que necesitamos es vino? Sin embargo, como María les había dicho que hicieran lo que Jesús les dijera, ellos obedecieron y llenaron los jarrones de agua. Y cuando comenzaron a servir el agua que estaba en los jarrones, lo que salía era un vino bello de color y riquísimo de sabor. ¡Miren! Decían los mesoneros: ¡es vino, no es agua! Estaban impresionados. ¡Qué milagro! Y era un vino tan gustoso, que el jefe de los mesoneros fue a hablar con el novio. El novio ni se había dado cuenta de lo que estaba pasando, del milagro que había sucedido. Pero el maestro de mesoneros le dijo: ¿cómo es que serviste el vino menos bueno al comienzo y has guardado para el final este vino tan maravilloso? ¡Claro! Es que el vino lo había hecho Jesús con su milagro. Los amigos de Jesús, sus Apóstoles sí se dieron cuenta de todo lo que había sucedido. Los Apóstoles estaban admirados de lo que Jesús había hecho. Y entonces comenzaron a darse cuenta que Jesús era alguien muy especial y comenzaron a confiar más en El. “Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El. “ (Jn 2, 11) La Virgen que es Madre de Jesús y es también nuestra Madre, está pendiente de todas nuestras necesidades. Ella nos ayuda en nuestras necesidades y se las presenta a Jesús para que El nos ayude. Pero también la Virgen nos dice lo mismo que le dijo a los mesoneros: hagan lo que El les diga. Así que tenemos que hacer lo que Jesús nos dice, nos enseña y nos pide. Bien sabemos que Jesús es el camino que nos lleva al Padre. María como Madre nuestra, busca acercarnos a Jesús para que el nos lleve al Padre. Ella es el camino más fácil hacia Jesús y Jesús es el camino, la luz y la verdad única que nos lleva al Padre. María nos lleva a hacer la Voluntad de Dios. ¿Qué fue lo que dijo la Virgen en la Anunciación cuando le fue anunciado lo que Dios deseaba? La Santísima Virgen María dio un SI incondicional a Dios. Se entregó totalmente a la Voluntad Divina. La Virgen es obediente y nos enseña a obedecer. La Virgen es el mejor modelo de entrega a Dios en todos los momentos de su vida. Ella nos enseña a entregarnos a Dios y a su Voluntad. El camino más fácil para aprender a hacer la Voluntad de Dios es la Virgen María, nuestra Madre, que quiere llevarnos a Jesús y a que hagamos en todo la Voluntad de Padre. María nos lleva a Jesús. Y Jesús nos lleva al Padre Por eso el Catecismo proclama: "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo” (CIC #975) . ¿Por qué decimos que la Virgen María es también Madre de la Iglesia? “Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza" (LG 53; cf. San Agustín, De sancta virginitate 6, 6)"». "María [...], Madre de Cristo, Madre de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares al concluir la tercera sesión del Concilio Ecuménico, 21 de noviembre de 1964).” (CIC #963) “La Bienaventurada Virgen María es Madre de la Iglesia en el orden de la gracia, porque ha dado a luz a Jesús, el Hijo de Dios, Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia. Jesús, agonizante en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: «Ahí tienes a tu madre»” (Jn 19, 27). (Compendio CIC #196) ¿Cómo ayuda la Virgen María a la Iglesia? (Compendio CIC #197) Después de la Ascensión de su Hijo, la Virgen María ayudó con su oración a los comienzos de la Iglesia. Incluso tras su Asunción al cielo, ella continúa intercediendo por sus hijos, siendo para todos un modelo de fe y de caridad y ejerciendo sobre ellos un influjo salvífico, que mana de la sobreabundancia de los méritos de Cristo. Los fieles ven en María una imagen y un anticipo de la resurrección que les espera, y la invocan como abogada, auxiliadora, socorro y mediadora. (Catecismo de la Iglesia Católica # 967-970)
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