SEÑALES EN EL CAMINO 9ª Señal 21. Magisterio de la Iglesia El magisterio de la Iglesia es la expresión con que la Iglesia Católica se refiere a la función y autoridad de enseñar que tienen el Papa y los Obispos que están en comunión con él. La Iglesia Católica basa todas sus enseñanzas infalibles en la Tradición y en la Sagrada Escritura. La Iglesia enseña que Jesucristo, la Palabra hecha Carne, es la fuente de la Divina Revelación. El contenido de la Divina Revelación de Jesucristo, recibido por los Apóstoles y trasmitido fielmente por ellos y sus sucesores, es denominado el Depósito de la Fe. Y éste consiste en la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. “Por tanto, deben ser creídas con fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la Palabra de Dios, escrita o transmitida, y que son propuestas por la Iglesia para ser creídas como materia divinamente revelada, sea por juicio solemne, sea por su magisterio ordinario y universal.“ (Concilio Vaticano I, Dei Filius 3) El Magisterio de la Iglesia en el CIC: «La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que ella es, todo lo que cree" (DV 8). (CIC #98) "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma. Y la Iglesia lo ejercita en nombre de Jesucristo" (CIC #85) "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10). (CIC #86) Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas. (CIC #87) Dentro del Magisterio Eclesiástico se distinguen: 1. El Magisterio Solemne o Extraordinario es infalible (no puede contener error). Incluye, además de los dogmas de la Iglesia, las enseñanzas infalibles de los Papas y de los Concilios. Lo contenido en el Magisterio Extraordinario es irrevocable, es decir, no puede contradecirse ni siquiera por el Papa o los concilios, quedando fijado para siempre. 2. El Magisterio Ordinario y Universal se considera infalible también cuando se relaciona con una enseñanza concerniente a materia de fe y moral y que todos los Obispos de la Iglesia, incluyendo el Papa, mantienen universalmente como definitiva. Como tal, debe ser aceptada por todos los fieles. Se refiere a materias de fe y moral y no a costumbres y prácticas. Inclusive, si una enseñanza dentro de este Magisterio Ordinario y Universal resulta rechazada por algún Obispo posteriormente, una vez que ésta ha sido considerada definitiva por todos los Obispos, debe ser tenida como infalible e irrevocable para siempre. La enseñanza del magisterio ordinario y universal nunca puede contradecir, por supuesto, el Magisterio Solemne o Extraordinario, puesto que ambos son infalibles. "Aunque cada uno de los prelados por sí no posea la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el Sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros auténticos que exponen como definitiva una doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso enuncian infaliblemente la doctrina de Cristo." (LG 25) Al Magisterio Solemne o Extraordinario y al Magisterio Ordinario Universal se refiere la célebre frase contenida en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola sobre la adhesión al Magisterio: “Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Espíritu y Señor nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra Santa Madre Iglesia.” 3. El Magisterio Ordinario consiste en las enseñanzas no infalibles de los Papas y los Concilios, las de los Obispos y las Conferencias Episcopales. Y, aunque el fiel católico debe creerlo y proclamarlo, decisiones ulteriores del Magisterio podrían alterar o contradecir su contenido anterior. Dice el Código de Derecho Canónico: “Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el Magisterio Solemne de la Iglesia, ya por su Magisterio Ordinario y Universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria.” (Canon 750, libro III) La obligación del fiel católico es creer y defender activamente todo lo que enseña el Magisterio Eclesiástico Solemne o Extraordinario y el Magisterio Ordinario Universal, «con la plenitud de su fe». Adicionalmente, también lo que enseña el Magisterio Ordinario (no universal), aunque con un grado menor. 4. ¿Un nuevo nivel de Magisterio? Sin embargo, ha surgido desde la época del Concilio Vaticano II el uso de un término nuevo en materia de Magisterio: el catalogar de “pastoral” un documento o una cierta enseñanza, para contrastarlo con declaraciones “dogmáticas”. Ha sido una forma astuta de sacar algunos conceptos del ámbito de la infalibilidad. Por ejemplo, aunque un sínodo de obispos no es lo mismo que un concilio y quedando claro que no es magisterial, pues es una reunión en la que un grupo de Obispos asesora al Romano Pontífice en un tema específico, lo que lo hace una reunión consultiva, es de hacer notar que el uso del término “pastoral” ha sido muy evidente en los Sínodos de Familia del 2014 y 2015. Y sin usar la palabra “pastoral” el Papa Francisco ha ido un poco más lejos sobre esto en su primera encíclica, Evangelii Gaudium. Refiriéndose a los temas socio-económicos, llega a formular estas frases: “Las enseñanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes están sujetas a mayores o nuevos desarrollos y pueden ser objeto de discusión” (EG 182). ”Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos.” (EG 184). Podría entenderse que, no sólo el contenido “social” de esta encíclica, sino las enseñanzas que forman parte de la denominada “Doctrina Social de la Iglesia” podrían entrar en este rango de magisterio, que parecería pudiera considerarse como una opinión más entre muchas que abordan los problemas sociales y económicos. . ¿Qué enseñanzas de la Iglesia están sujetas a infalibilidad? . El Papa hablando ex cathedra: Magisterio Extraordinario Ejemplos: el Dogma de la Inmaculada Concepción de Pío IX, el Dogma de la Asunción de Pío XII. . Los Obispos en unión con el Papa definiendo doctrinas y emitiendo decretos en un Concilio General: Magisterio Extraordinario Ejemplos: El decreto sobre la Justificación del Concilio de Trento, la definición de la Infalibilidad Papal del Concilio Vaticano I, el Documento Dei Verbum sobre la Revelación Divina del Concilio Vaticano II y el Documento Lumen Gentium sobre la Constitución Dogmática de la Iglesia también del Vaticano II. . Los Obispos proponiendo de manera definitiva, en unión con el Papa: Magisterio Ordinario Universal En su magisterio Ordinario Universal, aproximadamente unos diez Papas han denunciado como heréticos los conceptos de libertad de conciencia y de culto por ser contrarios a la revelación. . ¿Qué enseñanzas de la Iglesia no están sujetas a infalibilidad? Ejemplos de Magisterio Ordinario no infalible incluyen las enseñanzas sociales, contenidas en lo que se llama “Doctrina Social de la Iglesia”. La palabra “doctrina” con que se denominan estas enseñanzas puede confundir un poco, pero –de hecho- al no ser infalible este magisterio social podría sufrir cambios en el futuro. Como ejemplo del menor asentimiento que se le debe a las enseñanzas socio-económicas lo manifiesta el Papa Francisco en su Encíclica Evangelii Gaudium: “Las enseñanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes están sujetas a mayores o nuevos desarrollos y pueden ser objeto de discusión, pero no podemos evitar ser concretos –sin pretender entrar en detalles- para que los grandes principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie.” (EG 182) “Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: ‘Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país’” (EG 184) Y ¿qué decir de la Encíclica Laudato Si, la cual contiene elementos del ámbito científico? En la misma encíclica el Papa Francisco especifica que la ubica dentro del “Magisterio social de la Iglesia” y dice “asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible (LS 15) . Grados de sumisión a las enseñanzas de la Iglesia: Las enseñanzas magisteriales de la Iglesia están graduadas de acuerdo a la jerarquía de las verdades: mientras más arraigada está una enseñanza en la Revelación Divina, mayor es el asentimiento de la voluntad requerido para esa verdad. Esto lo explica muy bien el documento Donum Veritatis, dirigido a los Teólogos, emanado de la Congregación de la Doctrina de la Fe en 1990, firmado por el entonces Cardenal Ratzinger: “Cuando el Magisterio de la Iglesia se pronuncia de modo infalible declarando solemnemente que una doctrina está contenida en la Revelación, la adhesión que se pide es la de la fe teologal. Esta adhesión se extiende a la enseñanza del Magisterio Ordinario y Universal cuando propone para creer una doctrina de fe como de revelación divina. “Cuando propone «de modo definitivo» unas verdades referentes a la fe y a las costumbres, que, aun no siendo de revelación divina, sin embargo están estrecha e íntimamente ligadas con la Revelación, deben ser firmemente aceptadas y mantenidas. “Cuando el Magisterio aunque sin la intención de establecer un acto «definitivo», enseña una doctrina para ayudar a una comprensión más profunda de la Revelación y de lo que explicita su contenido, o bien para llamar la atención sobre la conformidad de una doctrina con las verdades de fe, o en fin para prevenir contra concepciones incompatibles con esas verdades, se exige un religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia. Este último no puede ser puramente exterior y disciplinar, sino que debe colocarse en la lógica y bajo el impulso de la obediencia de la fe.” (Donum Veritatis 23) Sin embargo, por otros documentos del Cardenal Ratzinger en el pontificado de Juan Pablo II, se puede inferir que pareciera haber un Magisterio de cuarto o quinto nivel, que no exige el mismo nivel de asentimiento. Ratzinger puso como ejemplo de este tipo de declaraciones las dadas en 1909 por la Comisión Bíblica Pontificia sobre el carácter histórico de los tres primeros capítulos del Génesis. Otro caso pudo haber sido la postura de la Iglesia en el siglo 17 sobre el Heliocentrismo. Dice que ambas posturas dependieron del nivel de conocimiento científico en un momento dado de la historia. Según Donum Veritatis, no significa que esos documentos estén errados en su totalidad, sino que pueden contener algunas deficiencias, dado que pudieran no haberse tomado en cuenta todos los aspectos implicados en cuestiones muy complejas. Veamos un documento en que puede verse la posibilidad que tenemos de no dar asentimiento interior a algún tópico del Magisterio. Es del mismo Cardenal Ratzinger, un memorandum de 2004 en inglés titulado “Worthines to receive Holy Communion: General Principles” (Dignidad para recibir la Sagrada Comunión: Principios Generales), en el que apuntaba: “No todos los temas morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia.Por ejemplo, si un católico estuviera en desacuerdo con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o la decisión de declarar una guerra, no estaría por ese motivo considerado indigno de recibir la Sagrada Comunión. Si bien la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz y no la guerra, y de ejercer discreción y misericordia al imponer castigo a los criminales, podría ser permisible irse a las armas para repeler un agresor o el recurrir a la pena capital. Podría haber una legítima diversidad de opinión aún entre católicos acerca de ir a la guerra o aplicar la pena de muerte, pero no en relación al aborto y la eutanasia”. Nótese que el Cardenal Ratzinger llega a decir que un católico puede estar en desacuerdo con el Papa en cuanto a la guerra y la pena capital, a pesar de que el Papa Juan Pablo II, bajo el cual servía el Cardenal Ratzinger, tuvo posturas de oposición a la guerra de Irak y a la pena de muerte. Se sigue, entonces, que las declaraciones papales con relación a estos temas no eran vinculantes de manera estricta bajo pena de pecado, porque la declaración hablaba de posibilidad o no de recibir la Sagrada Comunión. Entonces, un católico que rechace el Magisterio de la Iglesia sobre el aborto y la eutanasia, está rechazando una enseñanza del nivel 1 o 2 del Magisterio, algo que no está permitido. Pero un católico que no esté de acuerdo con lo que los Papas recientes han dicho sobre la pena capital, o sobre las declaraciones de guerra o algunas políticas económicas o aún científicas contenidas en alguna encíclica social, en realidad está en desacuerdo con Magisterio de nivel 4 o 5, lo cual la Iglesia misma lo considera permisible. Y no es a manera de excepción que Ratzinger en época de Juan Pablo II lo haya escrito en ese memorandum sobre la recepción de la Sagrada Comunión, sino que el Papa Francisco, sucesor de Benedicto 16 (Cardenal Ratzinger) también lo ha declarado (click EG 182 y 184). Tampoco es que esto sea una actitud nueva en disciplina eclesiástica. Veamos lo que escribió el Secretario de Estado de León 13 y de Pío 10, el Cardenal Rafael Merry del Val en 1902 en su libro: “The Truth of Papal Claims” (“La Verdad acerca de las Declaraciones Papales”): “Grande como es nuestro deber filial de reverencia hacia lo que (el Papa) diga, grande como es nuestro deber de obediencia al Pastor Supremo, no sostenemos que toda palabra suya sea infalible o de que siempre deba acertar. Mucho menos podemos soñar en enseñar que es infalible, o en algún grado superior a otros hombres, cuando habla de temas que son científicos, o históricos o políticos, o que no pueda cometer errores de juicio al tratar eventos contemporáneos de hombres y de cosas. Aún hoy algún Obispo podría … discutir con un Papa, quien en su juicio, pudiera estar actuando de manera que pudiera desviar a aquéllos que están bajo su cuidado … La hipótesis es bastante concebible y de ninguna manera destruye o disminuye la supremacía del Papa”. (traducción libre) . Entonces… ¿cómo deberá ser nuestra actitud ante este tipo de Magisterio de un cuarto o quinto nivel? Ni el Vaticano II, ni el documento Donum Veritatis de la Doctrina de la Fe de 1990, ni otras fuentes nos dan detalles sobre la actitud correcta. Se puede inferir que se requiere de obediencia externa, pero no necesariamente el asentimiento interior. Por tanto la actitud debiera ser de una reserva prudente, que no cause escándalo. El término “asentimiento de la voluntad y de la inteligencia” aparece por primera vez en el Concilio Vaticano II en el Documento Lumen Gentium: “Los Obispos, cuando enseñan en comunión por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la expone en nombre de Cristo. Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede descubrirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas empleadas.” (LG 25) Esta última explicitación del Concilio Vaticano II es una muy buena guía para el seguimiento y la adhesión de algunas enseñanzas: . la índole del documento, Niveles de Magisterio y asentimiento requerido: Ver: Grados de sumisión a las enseñanzas de la Iglesia: . Relación entre la Palabra de Dios y Magisterio: Hay una relación evidente y muy necesaria entre las enseñanzas de la Iglesia y la Sagrada Escritura. De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica está lleno de citas de la Biblia. Entonces, podría surgir la interrogante siguiente: si ya tengo el Magisterio de la Iglesia en la guía del Catecismo de la Iglesia Católica, ¿para qué se necesita la Sagrada Escritura? La Biblia es la Palabra de Dios y es palabra inspirada, es la revelación de Dios a los seres humanos. Pero el Catecismo es magisterial, tiene autoridad, sin aducir que es Palabra de Dios, aunque toda su enseñanza está basada en la Palabra de Dios escrita u oral, como se puede ver al revisar todas sus páginas. Otro riesgo es leer la Biblia sólo apoyado en la propia conciencia, sin contar con el Magisterio de la Iglesia. Esa práctica es como estar en un sitio de recreación que está rodeado de precipicios y fieras, sin tener la cerca protectora simbolizada por Magisterio Eclesiástico. Podría el lector usando su conciencia y creyendo que está inspirado por el Espíritu Santo, sacar cualquier tipo de conclusiones, cosa que ha sucedido a lo largo de la historia de la salvación unas cuantas veces: todas las rupturas que ha sucedido y todas las sectas que hay y ha habido vienen de esta práctica autónoma. Hay que leer la Biblia y hay que estudiar el Catecismo. Ambos se complementan. Hay suficiente campo para permitir que el Espíritu Santo ilumine nuestra conciencia al leer la Escritura, pero siempre sabiendo que el Magisterio la explica y pone ciertos parámetros para no dejarnos desviar por caminos equivocados.
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