REGALOS ESPIRITU SANTO II 25. ¿Qué son los FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO? Algunos frutos están listados por San Pablo:
Como su nombre lo indica, Frutos es el resultado de nuestra percepción y docilidad a todo los que nos regala el Espíritu Santo. Es decir: daremos frutos del Espíritu en la medida en que seamos perceptivos a las inspiraciones del Espíritu Santo, y en la medida en que seamos dóciles a esas inspiraciones. Una buena evaluación de nuestro progreso espiritual es ir viendo si vamos creciendo en los frutos del Espíritu Santo. 26. ¿Y las BIENAVENTURANZAS? Las Bienaventuranzas son también frutos producidos por la acción del Espíritu Santo en nosotros y por nuestra docilidad a El. Pero son más avanzadas y perfectas que los llamados Frutos del Espíritu. Como indica el Señor en el Evangelio, las recompensas de las Bienaventuranzas son tan elevadas, que son un anticipo de la bienaventuranza eterna. La lista de la Bienaventuranzas nos la dio Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt.5, 3-10). * “Dichosos, felices, bienaventurados, los pobres de espíritu”. Esta pobreza de que nos habla el Señor no se trata principalmente de la pobreza material, sino de una pobreza “de espíritu”, la cual consiste en poner nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos. Así que “ricos”, según éste y otros pasajes del Evangelio, significan los que se creen capaces sin Dios. Y “pobres” son los que se sienten nada sin Dios, los que se saben que nada pueden sin Dios. La pobreza espiritual es lo contrario a la auto-suficiencia, al orgullo, al creer que todo se puede lograr, sólo proponiéndoselo uno. También significa no poner la confianza en el dinero, en los bienes materiales, sino sólo en Dios. Así que no es la pobreza material lo que -necesariamente- nos lleva a la bienaventuranza, sino la correcta actitud de corazón ante lo que Dios es y ante lo poco o nada que somos ante Dios. La pobreza material es causa de bienaventuranza sólo en la medida en que nos lleva a esa actitud interior de pobreza de espíritu. * “Dichosos los que lloran”. Se refiere esta bienaventuranza a los que sufren, pero a los que sufren como el Señor desea: no rechazando el sufrimiento que más tarde o más temprano, más fuerte o menos fuerte, nos llega a cada uno. No hay que rechazar la cruz que el Señor nos presenta para seguirlo a El, como El nos pide: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. (Mt 16, 24) l sufrimiento dándole valor redentor para nosotros mismos y para los demás. Consiste esta actitud en imitar a Cristo en su sufrimiento. Todo lo que vivimos en sufrimiento aceptado en Cristo, es la cruz que el Señor nos regala para poder imitarlo y para poder “ser consolados”, como nos promete esta bienaventuranza. * “Dichosos los mansos”. En la traducción actual se habla de sufridos, pero más exacto, para no confundir esta bienaventuranza con la anterior, es referirse a los mansos, a “los mansos y humildes de corazón”, como nos indica el Señor en otro pasaje. La humildad y la mansedumbre son requerimientos esenciales para “heredar la tierra”, la tierra prometida, la bienaventuranza del Cielo. * “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”. Justicia en el contexto bíblico significa “santidad”. Se habla de hombres “justos”, como hombres “santos. Así que el Señor nos está hablando del deseo de ser santos, de tener hambre y sed de “santidad”. ¿Y qué es desear ser santos? Es desear cumplir la voluntad de Dios en todo. Así que el buscar la voluntad de Dios y no la nuestra, nos lleva a la verdadera felicidad de las Bienaventuranzas. * “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”. Justicia en el contexto bíblico significa “santidad”. Se habla de hombres “justos”, como hombres “santos. Así que el Señor nos está hablando del deseo de ser santos, de tener hambre y sed de “santidad”. ¿Y qué es desear ser santos? Es desear cumplir la voluntad de Dios en todo. Así que el buscar la voluntad de Dios y no la nuestra, nos lleva a la verdadera felicidad de las Bienaventuranzas. * “Dichosos los misericordiosos”. Ser misericordioso es saber perdonar y excusar a los demás y -sobre todo- sabernos necesitados de la misericordia divina, porque somos pecadores y le fallamos a Dios continuamente. Así, siendo tolerantes y sabiendo perdonar a los demás, podremos ser objeto de la Misericordia infinita de Dios. * “Dichosos los limpios de corazón”. La limpieza o pureza de corazón consiste en buscar a Dios por lo que El es, tener rectitud de intención, honestidad interior. Significa esto, no tener dobleces en ninguna circunstancia, no tener hipocresía interior, y esto muy especialmente en la vida espiritual, en nuestra relación con Dios. La limpieza de corazón es también no tener el espíritu sucio por el apego al pecado, a los vicios, a las pasiones, por el apego a los criterios del mundo. Y esta pureza de corazón nos dispone para comprender las cosas de Dios. Así podremos ver las cosas de Dios como El las ve, no como las ve el mundo. Así podremos “ver a Dios” en cada circunstancia de nuestra vida, como nos promete esta Bienaventuranza. * “Dichosos los que trabajan por la paz”. Y ¿quiénes trabajan por la paz? Los que son pacíficos, los que no responden mal por mal, los que no son vengativos, los que no buscan el desquite y la retaliación. Son los que llevan la Paz de Cristo en su corazón. Así van llevando esa Paz por todas partes y a todas las personas. * “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia”. No se refiere esto a todos los presos o perseguidos por cualquier causa, o porque hayan cometido un delito. Aquí “justicia” se refiere también a “santidad”. Fijémonos que el Señor explica esta última Bienaventuranza en la siguiente frase: “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía”. Es claro que el Señor está llamando bienaventurados a los que son perseguidos por seguir a Cristo, por tratar de ser santos. Y esto va desde las persecuciones que llevan al martirio, como la de los primeros cristianos, a la de los católicos que por mucho tiempo estuvieron sometidos a practicar su fe en la clandestinidad en los países comunistas, a los cristianos asesinados y agredidos en los países islámicos. Se refiere también a las críticas que reciben los cristianos practicantes que ponen a Dios por encima de otra cosa. Y esta crítica puede venir de amigos o enemigos ... y puede tener lugar hasta dentro de la propia familia. Las Bienaventuranzas 27. ¿Qué son los CARISMAS o DONES CARISMATICOS? Son dones extraordinarios que el Espíritu Santo derrama en la Iglesia, para el bien de la Iglesia y de las personas, y para reavivar la fe en medio de las diferentes comunidades eclesiales. Nos dice el Concilio Vaticano II que hay Carismas institucionales (LG 2,12) y extraordinarios- que son “Regalos” de servicio dado a algunos para su ejercicio en bien de la humanidad, para despertar la fe entre los hombres y para la edificación y el funcionamiento de la Iglesia (AA 1-3). 28. ¿Cuántos y cuáles son los Carismas? San Pablo listas carismas en cuatro puntos diferentes en sus Cartas: Las listas contienen un total de 18 carismas diferentes, algunos –como la Profecía y la enseñanza- repetidos en varios textos. Las listas de San Pablo no pretenden ser exhaustivas. Hay muchos más carismas. Inclusive algunos de éstos tienen muchas formas de manifestación, como en el caso del carisma de milagros. Mientras unos son dones para ejercer ciertos oficios dentro el funcionamiento de la Iglesia, hay otros que capacitan para ejercer ciertas actividades espirituales, y otros son definitivamente extraordinarios. Pero todos son obra del Espíritu Santo. Carismas Institucionales: Diaconado, Administración de la Iglesia, Asistencia material. Carismas Ordinarios: Enseñanza, Apostolado, Exhortación, Fe, Evangelización, Pastoreo. Carismas Extraordinarios: Profecía, Sanación, Discernimiento de espíritus, hablar con Sabiduría, Mensaje en lenguas, Interpretación de lenguas, Milagros, Caridad. 29. ¿Cuál es la relación entre los Carismas y la santidad? Los Carismas son dones espirituales, que Dios da como un regalo y que no dependen del mérito ni de la santidad de la persona. Tampoco son indicativos de santidad, ni mucho menos necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, al usarlos como un servicio al prójimo, de hecho, se produce progreso en la vida espiritual, pero no por el Carisma en sí, sino por el acto de servicio. Son gracias, es decir, dones dados gratis, que no tienen relación con la santidad. Bien nos advierte el Señor de esto cuando los 72 discípulos regresaron muy contentos porque sometían a los demonios. Y le dice que aunque les dio poder para pisotear a las serpientes, a los escorpiones y a todas las fuerzas de enemigo y nada podrá dañarles, “sin embargo, no se alegren porque someten a los demonios, alégrense más bien porque sus nombres están escritos en el Cielo”. (Lc. 10, 20) 30. ¿Dónde se manifiestan los Carismas? Hoy en día el Espíritu Santo derrama carismas o gracias extraordinarias carismáticas sobre todo en los grupos de oración, o en los grupos de fieles en los cuales se ora. Y Dios, que es libérrimo en todas sus acciones, “distribuye a cada uno sus dones, según su voluntad” (1 Cor. 12, 11). Es así como, para ayudar en el servicio al prójimo y sobre todo en la difusión del mensaje divino de salvación, pueden surgir en algunos orantes -como un auxilio especialísimo del Señor- los carismas o dones carismáticos, llamados por los Místicos “gracias extraordinarias” y por el Concilio “dones peculiares”. 31. ¿Cuál es la finalidad de los Carismas? Los Carismas son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás, tal como lo indica San Pablo y como nos lo recuerda el Concilio. 32. ¿Cómo actuar ante los Carismas del Espíritu Santo? Debemos recordar que, respecto de los carismas, nos dice el Concilio Vaticano II que para realizar la evangelización “el Espíritu Santo da a los fieles (cf. 1a. Cor 12,7) dones peculiares, distribuyéndolos a cada uno según su voluntad (1a. Cor. 12,11)” (AA 1-3). Entonces, en cuanto a los Carismas, hay que tener muy presente no caer en actitudes equivocadas: 1. Desecharlos por incredulidad o falta de sencillez espiritual, o ahogarlos por temor. A tal efecto nos dice San Pablo: “No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1a. Tes. 5,19-21). Nos dice el Concilio que es a los Pastores a quienes “toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio, no, por cierto, para que apaguen el Espíritu, sino con el fin de que todo lo prueben y retengan lo que es bueno (cr. 1a. Tes. 5, 12-19-21)” (AA 1-3). 2. Considerarlos lo más importante en la oración o en la evangelización. Los Carismas son sólo auxilios en la evangelización, para despertar y fortalecer la fe de aquéllos en medio de los cuales se manifiestan estos dones extraordinarios del Espíritu de Dios. 3. Considerarlos como propios de la persona a través de la cual se manifiestan. Los carismas no se poseen. Ni tampoco puede decirse que éstos poseen a la persona. Como todo don de Dios, son de Dios. Es Dios actuando a través de la persona que se deja poseer por el Señor, que es Quien actúa a través de esa persona. La persona viene a ser instrumento de Dios. Y así como no puede decirse que la música es del instrumento a través del cual esa música suena, tampoco puede decirse que el carisma es de la persona a través de la cual se manifiesta. 4. El buscarlos ávidamente por orgullo, deseo de poder y de fama, envidia o competencia con otros, o hasta por interés lucrativo.
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