DIOS SE DA A CONOCER |
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1. ¿Qué hacemos nosotros aquí en la tierra? ¿Para qué existimos? ¿Cuál es nuestra razón de ser? Estamos aquí en la tierra para conocer y amar a Dios, para vivir de acuerdo a su Voluntad y para llegar al Cielo algún día. (CIC # 1-3 y 358) Ser persona significa venir de Dios y volver a Dios. Nuestro origen no llega hasta nuestros progenitores solamente. Venimos de Dios y vivimos en la tierra antes de volver a El.
Por puro Amor, por su infinito Amor. Cuando una persona ama, su corazón se desborda, desea compartir su alegría con otros. Esto nos viene de nuestro Creador. La comparación se queda sumamente corta, porque Dios es un misterio y un ser infinito: Dios nos creó porque su Amor se desborda. Dios quería compartir su felicidad infinita con nosotros. ………….. La felicidad es el mayor deseo de todos los seres humanos.
Lo usual es que busquemos esa felicidad en las cosas de la tierra. Y nunca quedamos satisfechos. Por eso buscamos más y más, y pueda que tengamos momentos alegres, pero no la verdadera y plena felicidad. A veces hasta sentimos un vacío que se manifiesta como que nos falta “algo”.
Porque ese vacío que se siente sólo puede llenarlo Dios mismo. Dios no nos hizo para una felicidad limitada aquí en la tierra, sino que nos creó para una felicidad infinitamente mayor e infinitamente más duradera que las felicidades incompletas y a veces falsas que buscamos aquí en la tierra.
Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió en el corazón de éste el deseo de verlo. (CIC-C #2) La felicidad que el corazón humano anhela sólo la puede satisfacer Dios mismo, pues El es el único que puede llenar esa necesidad que El mismo ha puesto en nuestro corazón. Quien no tiene a Dios, quien no busca a Dios, se siente vacío... aunque esté lleno de muchas otras cosas.
Porque Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de buscarlo y de encontrarlo. Ese deseo de ser feliz que ha puesto Dios en nuestro corazón es precisamente para que le busque a El. Por eso el Catecismo nos destaca una frase muy famosa de San Agustín, gran Doctor de la Iglesia: “Tú eres grande, Señor … Nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti”. (San Agustín) (CIC #30) El Papa Benedicto XVI resaltaba esta idea en una entrevista: "El deseo de Dios, la búsqueda de Dios está profundamente grabada en cada alma humana y no puede desaparecer. Ciertamente, durante algún tiempo, Dios puede olvidarse o dejarse de lado, se pueden hacer otras cosas, pero Dios nunca desaparece. Simplemente, es cierto, como dice San Agustín, que nosotros, los hombres, estamos inquietos hasta que encontramos a Dios. Esta preocupación también existe en la actualidad. Es la esperanza de que el hombre, siempre de nuevo, también hoy, se encamine hacia este Dios … esta inquietud se manifiesta en la juventud de hoy. Los jóvenes han visto tantas cosas –las ofertas de las ideologías y del consumismo– pero perciben el vacío de todo esto, su insuficiencia. El hombre ha sido creado para el infinito. Todo lo finito es demasiado poco." (Benedicto XVI, 16-10-2012) 8. ¿Puede el hombre conocer a Dios por la razón? ¿Podemos llegar a conocer de la existencia de Dios usando la inteligencia que Dios nos ha dado? Al usar nuestro entendimiento comenzamos a hacernos preguntas realmente importantes: ¿Para qué estoy en la tierra? ¿Para qué he nacido? ¿Por qué tenemos que morir? ¿Qué sucede después de la muerte? ¿De dónde viene la vida? ¿Por qué sufrimos? … Y usando la capacidad de razonar que Dios nos ha dado, podemos llegar a conocer que Dios es el origen y fin del universo. (cf CIC-C#3) Dios ha dado al hombre la capacidad de razonar y también le ha dado el don de la fe. Por eso debemos usar la capacidad de razonar que Dios nos ha dado, no para oponernos a Dios y a lo que El nos ha revelado, sino para comprender mejor lo que creemos por la fe. De allí que San Agustín diga que hay que «Creer para comprender y comprender para creer» (San Agustín). 9. ¿Por qué creen ustedes que hay personas que niegan que Dios existe, si usando la razón pueden saber de su existencia? …….. Unos prefieren creer o decir que Dios no existe para no tener que cambiar sus vidas desordenadas y alejadas de Dios. Unos cuantos dicen que si Dios existiera no habría maldad, ni injusticias en el mundo. Hay un cuento que responde muy bien a los ateos de esta última categoría y argumentación. Un barbero le dice a su cliente: “yo no creo que Dios existe”. El cliente lo interpela: “¿por qué piensa usted así?”. El barbero le riposta: “Contésteme esto: si Dios existiera, no habría tanta gente enferma, tantos niños abandonados, no habría sufrimiento, ni injusticias. Yo no puedo imaginarme un Dios que permita estas cosas”. El cliente no quiso tener una discusión estéril en ese preciso momento, pero pidió iluminación al Espíritu Santo para responder con sabiduría. No tuvo ninguna inspiración mientras estuvo dentro de la barbería. Pero en cuanto salió a la calle se cruzó con un hombre sucio, mal oliente, con pelo largo y desordenado, igual su barba. Se devolvió de inmediato a donde el barbero y le dijo: “Mire usted, pensando bien en lo que me dijo de Dios, yo creo que los que no existen son los barberos”. “¡¿Cómo?!”, le responde impresionado el barbero, “yo estoy aquí, soy barbero y acabo de cortarle su pelo”. El cliente le respondió: “Los barberos no existen, porque si existieran, no habrían personas en la calle con los cabellos sucios, largos y descuidados, y con las barbas como las de aquel hombre que está allá afuera!!!”
Usando sólo la razón para conocer a Dios encontramos muchas dificultades. Además, no podemos entrar por nosotros mismos en el misterio divino.
El hombre puede conocer por la razón que Dios existe, pero con el solo uso de la razón no es capaz de saber cómo es Dios realmente. Dios ha querido iluminar al hombre con su Revelación acerca de las verdades que están por encima de nuestra comprensión humana. (CIC-C#4). La inteligencia humana no es suficiente para comprender la infinidad y la perfección de Dios. Por eso Dios ha querido manifestarnos cómo es El y cómo podemos llegar a El.
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. (CIC-C#7)
Y a lo largo de los siglos Dios habló al corazón del hombre y se fue manifestando de manera progresiva y pedagógica.
De entre todos los pueblos de la tierra, Dios escogió y preparó a un pueblo pequeño, el pueblo de Israel, para establecer con éste una alianza (pacto, convenio, contrato). A través de este pueblo aprenderían los demás pueblos de la tierra que Dios existe y que tiene un proyecto con los seres humanos que El creó.
Escoge a Abram y le cambia el nombre a Abraham, que significa “padre de una multitud de naciones”. Dios habla al corazón de Abraham y le dice: «Yo soy el Dios de las Alturas. Camina en mi presencia y sé perfecto. Yo estableceré mi alianza entre Yo y tú, y te multiplicaré más y más. Tú serás el padre de una multitud de naciones. Pacto mi alianza contigo y con tu descendencia después de ti: ésta es una alianza eterna. Yo seré tu Dios y, después de ti, de tu descendencia.» (Gn 17, 1-7)
Así, con esta promesa, comienza a constituirse lo que llamamos “el Pueblo de Dios”.
Más tarde, cuando su pueblo está en una dura esclavitud en Egipto, Dios no lo abandona. Quiere liberarlo. Moisés está pastoreando su rebaño en el desierto y ve una zarza ardiendo sin consumirse. Oye una voz que le dice: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos» (Ex 3, 6-7). A través de Moisés quiere conducirlos a la libertad. Moisés tuvo miedo de aceptar la misión que Dios le encomienda. Termina aceptando y pregunta quién es el que le habla desde el fuego. Dios le dice: «Yo soy: YO- SOY.» (Ex 3, 14). Dios salva a Israel de la esclavitud de Egipto y establece con él la Alianza del Sinaí, y le da su Ley (los 10 Mandamientos) por medio de Moisés. (CIC-C#8)
Luego los Profetas anuncian una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. (CIC-C#8)
Del Pueblo de Israel, de la estirpe del Rey David, nacerá el Mesías: Jesús. (CIC-C#8) Dios nos fue preparando así, por etapas, para luego revelarse en su Hijo, Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne; es decir la expresión misma de Dios: Dios-hecho-Hombre. En diversas ocasiones y bajo diferentes formas Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio del Hijo. (Hb 1, 1-2) (Jesús) "no se limita a hablar « en nombre de Dios » como los profetas, sino que es Dios mismo quien habla ... Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. ... Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. ... El Verbo Encarnado es, pues, el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad." (JPII-TMA 6)
18. ¿Dónde conseguimos estas En la Biblia (que significa “libro”). Son los escritos que la Iglesia reconoce como “Sagrada Escritura”.
A través de la Biblia vamos conociendo a Dios por medio de los relatos que están allí escritos sobre los encuentros de Dios con el hombre. Por la Biblia descubrimos cómo es Dios, lo que quiere de nosotros y lo que quiere para nosotros, sus creaturas.
La primera parte de la Biblia es el Antiguo Testamento. La historia de esta alianza de Dios con Israel se narra en los libros que forman el Antiguo Testamento, que es la parte más extensa. El Antiguo Testamento también contiene libros proféticos, libros sapienciales, libros históricos, libros poéticos. La segunda parte de la Biblia, que es la menos extensa, es lo que llamamos Nuevo Testamento. Esta es la parte de la Biblia que se escribió después de Cristo, dentro de la Iglesia que El fundó. Está compuesto por los Cuatro Evangelios (que son el corazón de todas las Escrituras –CIC #125), el Libro de los Hechos de los Apóstoles, las Cartas de algunos de los Apóstoles y de San Pablo, y el Apocalipsis de San Juan.
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación. Sitios de peregrinación, como Lourdes y Fátima, donde los católicos creemos que la Santísima Virgen ha hablado, o mensajes recibidos por santos como el Padre Pío o Sor Faustina Kowalska, no pueden mejorar el Evangelio de Jesucristo. Nadie está obligado a creer en estas “revelaciones privadas”, pero ciertamente ellas pueden ayudarnos a entender mejor el Evangelio y lo que Dios desea de nosotros.
Lo que forma parte de la verdadera fe está contenido en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia o Tradición Apostólica.
Es la trasmisión del mensaje de Cristo llevado a cabo, desde los comienzos del cristianismo. Los Apóstoles transmitieron lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo a sus sucesores, los Obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos. (CIC-C#12). Al principio de la vida de la Iglesia, los Apóstoles y discípulos comenzaron a hacer lo que Cristo les indicó: anunciar la salvación que Jesucristo vino a traer a la humanidad con su Muerte y Resurrección. Pero, además de anunciar la Muerte y Resurrección de Cristo, los que predicaban se vieron en la necesidad de hablar también de lo que había hecho y de lo que había dicho Jesucristo durante su vida terrena. Así se fue formando lo que en la Iglesia Católica se llama la Tradición, la cual era trasmitida oralmente. Luego comenzaron a escribirse las Cartas y después los Evangelistas escogieron, ordenaron y adaptaron el material que conocían de la Tradición y escribieron los que conocemos como los Cuatro Evangelios.
La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la trasmisión viva de la Palabra de Dios (también llamada simplemente Tradición) y con la Sagrada Escritura, que es el mismo anuncio de salvación puesto por escrito. (CIC-C#13).
El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él. (CIC #100)
La Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia forman juntos un trípode totalmente estable y confiable, pues los tres actúan bajo la acción del Espíritu Santo para la salvación de los hombres. Tradición, Escritura y Magisterio Eclesiástico son inseparables.
La Iglesia en su conjunto no puede errar, porque Jesucristo prometió a sus discípulos que les enviaría el Espíritu de la Verdad, el cual los mantendría en la Verdad: “Yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque está con ustedes y permanecerá en ustedes”. (Jn 14, 16- 17) Los miembros de la Iglesia individualmente pueden equivocarse, cometer errores y aún graves pecados, pero la Iglesia en su conjunto jamás puede desviarse de la Verdad de Dios.
Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios mismo es su autor: por eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las verdades necesarias para nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en efecto, a los autores humanos de la Sagrada Escritura, los cuales han escrito lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. (CIC-C #18) Sin embargo, la Biblia no es un libro que pretende comunicar descubrimientos científicos o datos históricos precisos. Pero lo que los seres humanos debemos saber acerca de Dios y del camino de salvación se encuentra de manera infalible y cierta en la Sagrada Escritura.
Debemos leer la Biblia como la lee la Iglesia: a la luz de la Tradición y según las explicaciones del Magisterio, el cual tiene en cuenta el contenido de toda la Biblia y no saca textos fuera del contexto general de toda la Sagrada Escritura, como lamentablemente hacen muchos fuera de la Iglesia. Lo más grave es que lo hacen para tratar de adaptar la Biblia a sus ideas preconcebidas. A lo largo de los siglos y con la asistencia del Espíritu Santo que Jesús prometió a su Iglesia, ésta va progresando hacia una mayor comprensión de los sucesos y las enseñanzas que están en la Sagrada Escritura. Esta comprensión se va dando por la lectura y reflexión de los creyentes que la meditan en su corazón, y también por la predicación de los Papas y los Obispos, que son los sucesores de los Apóstoles y a quienes les fue asegurado por Jesús mismo el camino de la verdad.
Canon significa norma. Es el conjunto completo de libros que constituyen la Biblia. El canon comprende 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Ver: Desarrollo del Canon Y éstos forman parte de la Sagrada Escritura porque la Tradición Apostólica los ha hecho discernir a la Iglesia como sagrados.
Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios: todos sus libros están divinamente inspirados y conservan un valor permanente, dan testimonio de la pedagogía divina del amor salvífico de Dios, y han sido escritos sobre todo para preparar la venida de Cristo Salvador del mundo. (CIC-C#21) En el Antiguo Testamento Dios se revela como el Creador, que instruye y dirige la humanidad. Sin el Antiguo Testamento, no podemos entender bien a Jesús.
El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la verdad definitiva de la Revelación divina. … Los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que relatan la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia. (CIC-C# 22) En los Hechos de los Apóstoles encontramos los comienzos de la Iglesia y la actuación del Espíritu Santo. Las Cartas escritas por los Apóstoles nos presentan diversas facetas de la vida humana, vistas a la luz de Cristo. Y en el Apocalipsis podemos conocer algo sobre el fin de los tiempos.
No podemos decir “a mí no me gusta el Antiguo Testamento, porque tiene muchas guerras y me gusta sólo el Nuevo Testamento, que me habla de Jesús, de su amor,…..” Ambas secciones de la Biblia (el Antiguo y el Nuevo Testamento) constituyen una unidad inseparable. Y tanto Antiguo, como Nuevo Testamento son Palabra de Dios. La Escritura es una porque es única la Palabra de Dios, único el proyecto salvífico de Dios y única la inspiración divina de ambos Testamentos. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente. (CIC-C #23)
Aparte de la presencia viva de Cristo en la Sagrada Eucaristía, no hay nada que la Iglesia venere y honre con más reverencia que la Sagrada Escritura. En la Santa Misa oímos a Dios hablándonos en las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura y recibimos a Dios mismo cuando comulgamos. La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual. Es el alma de la teología y de la predicación pastoral. (CIC-C#24)
La Biblia la oímos leída en la primera parte de la Misa cuando tiene lugar la Liturgia de la Palabra. Oímos lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento. En 3 años seguidos de Misa dominical un católico puede llegar a tener una visión bastante completa de la Biblia. Y los que van a Misa diaria pueden tener una visión aún más amplia en sólo 2 años. No podemos dejar que se diga que los Católicos no leemos la Biblia. Puede ser cierto que muchos no toman el libro de la Biblia y lo leen de manera regular, pero si vamos a Misa los domingos la Biblia se nos es leída y hasta podemos seguir la lectura leyendo en la hoja dominical. Pero, además, la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, pues «desconocer la Escritura es desconocer a Cristo» (San Jerónimo). Si un católico de veras quiere aprovechar lo que Dios quiere darnos a través de su Palabra, debiera conocer mejor la Biblia. Más información en: Más importante aún es usar la Biblia para reflexionar sobre el mensaje que Dios nos comunica a través de las lecturas de cada domingo. Ver: Y también puede usarse la Biblia como motivo de meditación y oración, tomando pasajes del Antiguo o Nuevo Testamento, leyendo poco a poco y, cuando lo leído nos dice algo al corazón, nos detenemos y reflexionamos, pidiendo al Espíritu Santo que nos auxilie en la oración meditada de la Sagrada Escritura. Es lo que se llama “Lectio Divinae”.
Responderle a Dios es creer en Él. (CIC #142-149) Dios trata de contactarnos de muchas maneras: a través de encuentros humanos, con experiencias conmovedoras en la naturaleza, en aparentes coincidencias, en retos que se nos presentan, en cada sufrimiento. En cada una de estas experiencias hay un mensaje escondido de Dios para nosotros. El nos busca como amigos. Por eso debemos responderle también como amigos, creyendo en El, confiando en El plenamente, aprendiendo a entenderlo cada vez mejor y aceptando su Voluntad sin reserva alguna. Muy frecuentemente y de manera clara Dios nos habla en la voz de nuestra conciencia.
Si Dios se ha revelado, si Dios nos ha hablado, El quiere ser escuchado y no quiere que su Palabra sea vista con indiferencia. Dios quiere que ese gran don que es su Revelación sea tomado en cuenta de veras. El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad.
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. (CIC-C #27). La persona que no quiere creer en Dios está en la misma posición que una persona que no quiera creer que tuvo un abuelo simplemente porque no llegó a conocerlo personalmente.
La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios. La fe está en continuo crecimiento gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Es decir:
Aunque la fe supera a la razón, no puede nunca haber contradicción entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su origen en Dios. Tanto la verdad científica (la honesta, porque hay también datos científicos mal intencionados y no veraces), como la verdad de fe, vienen de Dios. Así que una no puede contradecir a la otra. No hay una verdad de fe que pueda estar en contradicción con otra “verdad” científica. Hay una sola verdad y ésta viene de Dios. La Ciencia debe basarse en la verdad y servir a la verdad, no puede erigirse en lugar de Dios, fuente de toda verdad. ¿Qué dice la Ciencia hoy
Las fórmulas de la fe, que la Iglesia ha desarrollado a través del tiempo, son importantes porque nos permiten expresar, asimilar, celebrar y compartir con los demás las verdades de la fe, utilizando un lenguaje común.
Los símbolos de la fe, también llamados «profesiones de fe» o «Credos», son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes, ha expresado sintéticamente la propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los fieles.
Los símbolos de la fe más importantes son: el Símbolo de los Apóstoles que es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, que es fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de Constantinopla (381), y que sigue siendo aún hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
Nota: cuando se habla de la concepción del Misterio de la Encarnación (Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen) se inclina la cabeza en señal de adoración ante el más grande misterio de la historia humana.
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