LECCION # 5 IGLESIA Y CIENCIA II Hemos visto la influencia determinante que tuvo el Cristianismo y la Iglesia para el desarrollo de la Ciencia. Pero es probable que haya surgido el cuestionamiento siempre presente: 1. ¿Y Galileo? ¿La Iglesia no condenó a Galileo por sus planteamientos científicos? Con este caso la Iglesia ha quedado muy mal parada, debido sobre todo a la versión unilateral y malintencionada que los enemigos de la Iglesia se han encargado de promover y remachar a lo largo de los siglos. Sin embargo, es curioso que sea el único caso en la historia que pueden esgrimir los enemigos de la Iglesia para tratar de mostrar que ésta estaba en contra de la Ciencia. Así lo planteó el Cardenal John Henry Newman, converso del Anglicanismo en el Siglo 19, quién fue beatificado por Benedicto XVI.
En el Siglo 17 Galileo sostenía la teoría de Copérnico del heliocentrismo (el sol como centro del sistema solar y la tierra moviéndose alrededor del sol). No podía demostrar aún esta teoría; le faltaban muchas pruebas. Y algunas de las que proponía eran equivocadas: llegó a proponer las mareas como prueba del movimiento terrestre, cosa que resulta risible hoy en día cuando sabemos que las mareas dependen de fuerzas gravitacionales ejercidas por la luna. La falta de pruebas, por supuesto, creaba muchas suspicacias acerca de esta revolucionaria teoría. Pero hasta allí no había mayor problema. La Iglesia no había puesto ninguna objeción a que el sol resultara ser el centro del sistema solar y que la tierra se moviera alrededor del sol. Consideraba que la teoría copernicana explicaba mejor que otros sistemas los fenómenos celestes. La Iglesia, entonces, aceptaba la teoría heliocéntrica, pero siempre como hipótesis, hasta que quedara demostrada con hechos comprobables.
Sin embargo, la postura de Galileo era de una convicción fuera de duda, pero sin pruebas. Galileo insistió en defender la verdad literal del sistema copernicano, y no aceptaba comprometerse a transmitir este modelo sólo como hipótesis. El problema surgió cuando Galileo, además, propuso la reinterpretación de ciertos versículos de la Biblia. Al llegar a este punto, los Teólogos consideraron que Galileo había pisado un terreno que pertenecía al Magisterio de la Iglesia.
Del Libro de Josué (Jos 10, 13-14). Ya el título que colocan al Capítulo 10 de Josué algunas Biblias, nos da una idea de qué pasaba por la cabeza de Galileo: El sol se detiene - El sol se detuvo sobre Gabaón. “El sol se detiene o se detuvo” va en contradicción a la teoría –no comprobada aún, recordemos- de Copérnico y Galileo. Este pasaje del Antiguo Testamento relata que cinco reyes amorreos, enemigos del Pueblo de Israel, sitiaron Gabaón, debido a que los gabaonitas habían hecho pacto con Israel. A cuenta de este pacto, los gabaonitas llamaron a Josué, líder del pueblo de Israel, para que los defendiera. Yavé dijo a Josué: ‘nos los temas, porque los he puesto en tus manos y ninguno de ellos te podrá resistir’ (Jos 10, 8). Este fue el día en que Josué pidió a Yavé a la vista de todo Israel que se detuviera el sol. Necesitaba más tiempo a la luz del día para terminar de liquidar a todos los adversarios. El sol se detuvo en medio del cielo y no se apresuró a ponerse casi un día entero. No hubo día igual, ni antes ni después en que Yavé haya obedecido una orden de un hombre. Es que Yavé peleaba por Israel (Jos 10, 13b-14). Todo Israel volvió ileso al campamento junto a Josué. En adelante, nadie se atrevió a provocarlos. (Jos 10, 21). La primera cosa es aclarar el lenguaje: decir que el sol se detuvo puede ser una manera de decir que el tiempo se detuvo. Igual decimos nosotros aún hoy en día: “el sol salió”, “el sol se puso”, sabiendo que en la realidad no es que el sol sale y se oculta, sino que se debe esto al movimiento de rotación de la tierra. Esta manera de expresarnos actualmente parece también contradecir la teoría de Copérnico y de Galileo ¿no? Sin embargo en tiempos de Josué se pensaba que la tierra era el centro y que se movía el sol. Y en tiempos de Galileo (Siglo 17) apenas comenzaba a formularse la teoría heliocéntrica (sol es el centro).
Galileo era admirado y reconocido por Sacerdotes, Cardenales y por el mismo Papa Urbano VIII quien, siendo aún Cardenal, lo felicitó por el libro suyo en que planteaba la Teoría de Copérnico. Y posteriormente lo condecoró y lo estimuló a seguir en su trabajo.
La cuestión se complica cuando Galileo no sólo desoye la instrucción de la Iglesia de considerar el heliocentrismo sólo como hipótesis, sino que propuso que la Iglesia debía re-interpretar algunos pasajes de la Escritura que estaban en contradicción con el heliocentrismo. Se estaba refiriendo precisamente a estos textos de la batalla de Josué en Gabaón, en que se hablaba del sol deteniéndose por casi un día. La Iglesia consideró que Galileo estaba interviniendo en el terreno teológico y lo declaró sospechoso de herejía por esto y por proponer como verdad irrefutable algo que para el momento era sólo una hipótesis que aún requería pruebas. Se ha querido siempre hacer creer que la Iglesia es enemiga de la ciencia, por la condena de Galileo. Como vemos esta condena no tuvo que ver con los avances de la Ciencia, sino porque Galileo pisó el terreno bíblico-teológico y además desobedeció la instrucción de plantear el heliocentrismo sólo como teoría hasta que se pudiera comprobar.
«No es del todo cierto retratar a Galileo como una víctima inocente de la ignorancia y los prejuicios», dice el historiador inglés, Paul Langford de Oxford. «Los acontecimientos que siguieron son en parte imputables al propio Galileo, que se negó al consenso, entró a debatir sin disponer de pruebas suficientes y se metió en el terreno de los teólogos». Fue, entonces, la insistencia de Galileo en proponer que el modelo heliocéntrico parecía estar en contradicción con ciertos pasajes de la Sagrada Escritura lo que desencadenó el problema. Las ideas acerca del movimiento de los planetas eran bien contrapuestas: Galileo (Siglo 17) sostenía que la tierra se mueve y el sol es inmóvil; algunos en la Iglesia afirmaban que la tierra está en reposo y el sol se mueve. Un siglo después (Siglo 18), los astrónomos seguidores de Newton, adoptando una teoría absoluta del espacio, aseguraban que se mueven tanto el sol como la tierra.
A pesar de estas opiniones divergentes, es de hacer notar que tampoco la Iglesia se mostró inflexible. Es famosa la observación que en su momento realizó el Cardenal Roberto Belarmino (Santo y Doctor de la Iglesia): si hubiera una prueba real de que el Sol ocupa el centro del universo, de que la Tierra se encuentra en el tercer cielo, y de que el Sol no gira alrededor de la Tierra, sino que es ésta la que gira alrededor del Sol, deberíamos proceder con suma cautela a la hora de explicar determinados pasajes de las Escrituras que parecen apuntar a lo contrario y admitir que no supimos comprenderlos, antes de proclamar como falsa una opinión que ha demostrado ser verdadera. Por lo que a mí respecta, no creeré en la existencia de dichas pruebas hasta que me sean presentadas. (citas de Thomas Woods, Cómo la Iglesia construyó la Civilización Occidental) Si Galileo se hubiera ceñido a presentar su teoría como hipótesis hasta que quedara fehacientemente demostrada, hubiera podido seguir escribiendo todo cuanto deseara. De hecho, los científicos católicos tuvieron autorización, en lo esencial, para proseguir libremente con sus investigaciones, siempre y cuando presentaran el movimiento de la Tierra como hipótesis (tal como exigía el decreto del Santo Oficio de 1616).
En esa época había muy poca diferenciación en los campos de acción de las diferentes disciplinas y la Teología. Y en el caso concreto de Galileo se llevó al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica. Sin embargo, para evitar caer en análisis inadecuados, debemos tener en cuenta que esa forma del actuar eclesial no puede ser juzgada según nuestras categorías actuales, sino según las categorías propias del pasado. Ya el Concilio Vaticano II (1962-1965) reconoció y deploró algunas intervenciones indebidas de ciertos cristianos que, por no haber percibido suficientemente la legítima autonomía de la Ciencia, habían suscitado polémicas y controversias, de modo que llevaron a hacer pensar que había oposición entre Ciencia y Fe (cf. GS n.36). Sin nombrarlo, el Concilio estaba refiriéndose al caso Galileo. Quizá sea esta la razón por la cual el Historiador Thomas Woods dice: “la condena de Galileo, aun cuando se examine en su debido contexto, lejos de las crónicas exageradas y sensacionalistas tan comunes en los medios de comunicación, fue ciertamente un tropiezo de la Iglesia y contribuyó a establecer el mito de su hostilidad hacia la Ciencia.” (Cómo la Iglesia construyó la Civilización Occidental). En conclusión: buena parte de la creencia de que la Iglesia está en contra de la Ciencia y ha impedido su avance se debe a la versión interesada, incompleta y unilateral sobre Galileo, que los enemigos de la Iglesia han remachado a lo largo de la historia a través de todos los medios de expresión a su alcance.
Movido por esa declaración del Concilio Vaticano II sobre la autonomía de la Ciencia y por la confusión milenaria sobre el caso Galileo, el Papa Juan Pablo II constituyó en 1981 una comisión formada por cuatro grupos de trabajo (exegético-cultural, científico-epistemológico, histórico y jurídico), la cual presentó sus conclusiones tras 11 años de trabajo, el 31 de octubre de 1992, con motivo del 350 aniversario de la muerte de Galileo. El Papa Juan Pablo II aprovechó la ocasión para pronunciar un importante discurso sobre el caso Galileo, en el que se presenta un balance de resultados de dichos estudios. Nos decía que en primer lugar, debemos partir del principio de que no puede haber una verdadera contradicción entre la Ciencia y la Fe. De hecho, una de las causas del proceso a Galileo se debió a que «la mayoría de los Teólogos no percibía la distinción formal entre la sagrada Escritura y su interpretación, y ello llevó a trasladar indebidamente al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica.» (JP II-31 de octubre de 1992) También reconoció el Papa que se habían cometido errores e incluso injusticias. Sin embargo, para juzgarlos correctamente hay que tener en cuenta el concreto contexto histórico en que sucedieron los hechos, sin caer en fáciles anacronismos y en simplificaciones baratas. Por su parte, el error de algunos Teólogos del tiempo de Galileo (no por cierto del Cardenal Roberto Belarmino) fue el de no hacer una cabal interpretación de la Escritura, al quedarse con el sentido literal de ésta, y al no discernir entre el ámbito de la Ciencia y el de la Revelación, los cuales, si bien no se oponen, tampoco deben confundirse. La reflexión del Papa al respecto es perfectamente pertinente: «En realidad, la Escritura no se ocupa de detalles del mundo físico, cuyo conocimiento está confiado a la experiencia y los razonamientos humanos. Existen dos campos del saber: el que tiene su fuente en la Revelación y el que la razón puede descubrir con sus solas fuerzas. A este último pertenecen las ciencias experimentales y la filosofía. La distinción entre los dos campos del saber no debe entenderse como una oposición. Los dos sectores no son totalmente extraños el uno al otro, sino que tienen puntos de encuentro.» (JPII, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, 31 de octubre de 1992) A pesar de todo, el de Galileo es un capítulo confuso de la historia de la Iglesia y la Ciencia, que opaca todo lo que dentro y desde la Iglesia se ha hecho para el desarrollo de la Ciencia.
Uno de estos aportes es la participación de Católicos en las actividades científicas. Inclusive, muchos Sacerdotes han sido científicos. Otro aporte es el uso de edificaciones eclesiales para investigaciones científicas.
Muchos científicos que sólo reconocemos por sus nombres han sido católicos. ¿Recuerdan algunos? Louis Pasteur, gran científico francés del Siglo 19, a quien debemos nada menos que la “pasteurización”, es un reconocido católico. Pasteur comenzó estudiando en el vino los cristales que lo enturbian, y terminó descubriendo las bacterias y las levaduras, elaboró la teoría infecciosa de las enfermedades que dio pie a la erradicación de las mismas, desarrolló las primeras vacunas, etc. Pasteur inventó el proceso de la pasteurización de la leche. Suya es la célebre frase “un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima.” Se cuenta una ilustrativa anécdota de Pasteur cuando ya era un científico reconocido. En un viaje en tren se hallaba rezando el Rosario. Entró un joven universitario librepensador que al ver al anciano rezando el Rosario le dijo “¿por qué en vez de rezar, no aprovecha el tiempo para aprender y formarse un poco más? Yo puedo enviarle algún libro para que se instruya". Louis le sonrió y le dio su tarjeta diciendo “le estaría muy agradecido si me enviara el libro a esta dirección". Al ver que había estado contradiciendo por su animadversión a la Religión al sabio más ilustre de Francia, el joven enrojeció hasta las orejas. Pero Pasteur no le hizo ningún reproche: era un buen consejo el de instruirse y el anciano siempre estaba dispuesto a escuchar a quién pudiera enseñarle algo más… Y siguió rezando el Rosario.
Los ha habido, y muchos. Y el hecho de que haya habido Sacerdotes dedicados a la Ciencia muestra que no puede estar la Iglesia en contra del desarrollo científico si los miembros de la Iglesia más dedicados a la vida eclesial se han empeñado en las investigaciones científicas. Sacerdotes Astrónomos: Para tener una idea de la participación de Sacerdotes en las investigaciones científicas más adelantadas, 35 cráteres de la luna fueron bautizados con el nombre de científicos de la Compañía de Jesús. Entre los Jesuítas ha habido muchos interesados en la Ciencia: participaban en perfeccionamiento de relojes, pantógrafos (para ampliación de dibujos), barómetros, telescopios, microscopios. Trabajaban en Magnetismo, Óptica y Electricidad. Fueron los primeros en observar los anillos de Saturno, la nebulosa Andrómeda y las bandas de colores sobre la superficie de Júpiter. (Jonathan Wright, Los Jesuitas: una historia de los “soldados de Dios”). Juan de Sacrobosco (o John Holywood, aprox. 1195-1256) Monje Premonstratense escocés. Desde París ejerció de profesor de Astronomía y Matemáticas. Su manual de astronomía De Sphaera Mundi fue probablemente el más copiado, traducido, leído y reeditado del siglo 13 hasta su última impresión en 1647. Fue el primer libro impreso de astronomía (en 1472). Trataba de la división del día, el movimiento de los planetas, el fenómeno de los eclipses, las propiedades de la esfera. Le dedicaron un cráter en la Luna. El descubridor de las leyes elementales de genética fue un Monje Agustino, Gregor Mendel, quien elaboró tres leyes de genética conocidas como las Leyes de Mendel, las cuales resultan imprescindibles para la genética actual. Por eso con toda razón se puede considerar a Mendel como el padre de la genética moderna. Comenzó sus experimentos de cruzamientos con guisantes efectuados en el jardín del Monasterio en el año 1856. Sus trabajos le permitieron descubrir los mecanismos de la herencia. En 2011 Google homenajeó a este Sacerdote y Biólogo austríaco, P. Gregor Mendel, considerado como el padre de la genética moderna. Este es el "doodle" que apareció en Google, se aprecian las dos plantas de guisantes que diferían en un carácter y que el Padre Mendel utilizó en un experimento: Mendel describió caracteres genéticos dominantes que se caracterizan por determinar el efecto de un gen, y los recesivos, que como su nombre lo indica, están presentes, pero no se muestran de manera inmediata, sino en futuras generaciones. Los «elementos» y «caracteres» han recibido posteriormente infinidad de nombres, pero hoy se conocen de forma universal con el término genes. Roger Bacon: Roger Bacon (Siglo 13), Franciscano y Profesor de Oxford, fue reconocido y admirado por sus trabajos matemáticos y ópticos. Y está considerado como un precursor del método científico moderno. Bacon era especialista en Filosofía de la Ciencia y ponía énfasis en la importancia del experimento y la experiencia. San Alberto Magno: San Alberto Magno (Siglo 13), Dominico educado en la Universidad de Padua, Profesor en la Universidad de París, tuvo allí como alumno a Santo Tomás de Aquino. «Profundo conocedor de todas las ramas de la ciencia fue uno de los más famosos precursores de la ciencia moderna en la Alta Edad Media.» (Dictionary of Scientific Biography) San Alberto fue nombrado por Pío XII Patrono de todos los que cultivan las Ciencias Naturales. Su vasta obra abarcó Física, Lógica, Metafísica, Biología, Psicología y diversas Ciencias de la Tierra. Robert Grosseteste: Robert Grosseteste (Siglo 12), Canciller de Oxford y Obispo de Lincoln, la principal Diócesis de Inglaterra, recibió la influencia de la famosa Escuela de Chartres y en particular de Thierry. Es considerado un de los hombres más eruditos de la Edad Media. Fue el primero en escribir la serie completa de pasos necesarios para realizar un experimento científico. A.C. Crombie comenta que el Siglo 12 llegó a conocer los rudimentos del método científico gracias a figuras como la de Grosseteste.
Nicolaus Steno: El Padre Nicolaus Steno (Siglo 17) se le conoce con el nombre de padre de la Estratigrafía (estudio de los estratos o capas de la Tierra). Fue un Sacerdote Católico converso del Luteranismo que estableció la mayoría de los principios de la Geología moderna.
Juan Pablo II beatificó a Steno, ensalzando sus extraordinarias virtudes, además de su labor científica. Riccioli y Grimaldi: El Padre Giambattista Riccioli (Siglo 17) fue quien primero logró determinar el índice de aceleración de un cuerpo en caída libre. Además fue un destacado astrónomo.
El Padre Francesco Grimaldi (Siglo 17) midió la altura de los montes lunares y también la de las nubes. Junto con Riccioli construyó un selenógrafo de gran precisión, diagrama que describe los rasgos de la luna. Descubrió también el fenómeno de difracción de la luz, comprobando que la luz no se desplazaba exclusivamente en línea recta. Roger Boscovich: El Padre Roger Boscovich (Siglo 18), verdadero erudito en Teoría Atómica, Óptica, Matemática y Astronomía.
Joseph MacDonnel, investigador actual, afirma que Boscovich ofreció «la primera descripción coherente de una teoría atómica», con más de un siglo de antelación al nacimiento de la teoría atómica moderna. Y un historiador de la ciencia actual, habla de Boscovich como «el verdadero creador de la física atómica fundamental, tal como hoy la entendemos.» (Lancelot Law Whyte, «Boscovich's Atomism») Miren lo que recoge Wikipedia sobre Boscovich: "Es famoso por su teoría atómica, que fue claramente elaborada en un sistema precisamente formulado utilizando los principios de la mecánica newtoniana. Esta obra fue la inspiración que motivó a Michael Faraday a desarrollar sus teorías sobre el campo electromagnético para el electromagnetismo, y –de acuerdo a Lancelot Law Whyte- fue también la base del esfuerzo de Albert Einstein en crear una teoría de campo unificada." ¿Qué les parece? Sorprende, ¿no? que el precursos de la teoría atómica sea un Sacerdote.
El científico se llama George Lemaître (1894 -1966). Y ¿saben quién fue George Lemaître? Fue Sacerdote y profesor de Física y Astronomía en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), y padre de la "Teoría del Big bang", que él llamaba "del átomo primitivo". Sin embargo, el científico Peter Higgs propuso en 1964 esta teoría de Lemaître. Sucede, entonces, que ahora este británico es reconocido como el dueño de la idea, cuando que el Padre Lemaître la había propuesto ¡33 años antes! Y hoy en día al "átomo primitivo" de Lemaître se le conoce como "el bosón de Higgs" o "partícula de Dios". Este nombre último le molesta especialmente a Higgs, pues es ateo declarado y viene de otro científico, León Lederman, ganador del premio Nobel de Física 1988, quien la llama así en su libro La partícula divina: si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? En realidad quiso Lederman llamarla "Goddamn particle", por lo elusiva que era considerada en los medios científicos, pero no le aceptaron ese nombre las editoriales y quedó como God's particle o "partícula de Dios". Higgs estuvo muy especialmente en la palestra a mediados de 2012 cuando científicos de la Organización Europea de Investigaciones Nucleares (CERN) anunciaron la casi certeza de haber llegado a esa "partícula de Dios" o "bosón de Higgs" o –realmente- "el átomo primitivo" de Lemaître. Sin embargo, no hay que pensar que ya todo está explicado con el "átomo primitivo", ahora "partícula de Dios". Esta partícula explica cómo comenzó el cosmos, pero no por qué. La Ciencia explica cómo funcionan las cosas, pero la Filosofía explica la causa de su existencia, y la Religión: Quién. Esa partícula existe y funciona así porque un Ser Inteligente, Dios, la ha creado y le ha dado unas leyes para su funcionamiento. Es de sentido común reconocer un Ser Inteligente que ha puesto en el cosmos las leyes por las cuales funciona. La Teoría del átomo primitivo de Lemaître (conocida como big Bang) es ésta: Si el universo está en expansión, en el pasado debería haber ocupado un espacio cada vez más pequeño, hasta que, en algún momento original, todo el universo se encontraría concentrado en una especie de "átomo primitivo". Esto es lo que casi todos los científicos afirman hoy día, pero nadie había elaborado científicamente esa idea antes de que Lemaître lo hiciera, en un artículo publicado en la revista inglesa Nature en su edición del día 9 de mayo de 1931. El artículo era corto, y se titulaba "El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica". Lemaître publicó otros artículos sobre el mismo tema en los años sucesivos, y llegó a publicar un libro titulado "La hipótesis del átomo primitivo". Las ideas expuestas por Lemaître tropezaron no sólo con críticas, sino con una abierta hostilidad por parte de científicos que reaccionaron a veces de modo violento. Varios científicos, incluso Einstein, veían con desconfianza la propuesta de Lemaître, aunque era una hipótesis científica seria, porque, según su opinión, podría favorecer las ideas religiosas acerca de la creación. Eistein tuvo diferencias con Lemaître, hasta que en un Congreso científico en USA Einstein admitió que el universo está en expansión; sin embargo, no le convencía la teoría del átomo primitivo, que le recordaba demasiado la creación. Pero ya en 1933 Einstein llegó a decir que Lemaître era la persona que mejor había comprendido sus teorías de la relatividad. A pesar de la seriedad de sus investigaciones, este Sacerdote científico de avanzada era visto con cierto rechazo posiblemente por ser Sacerdote, pero finalmente todos los Científicos, Einstein incluido, lo reconocieron y le otorgaron todo tipo de honores. Se sabe que en ese mismo año 1933 Albert Einstein dio una serie de Lemaître estaba convencido de que Ciencia y Religión son dos caminos diferentes y complementarios que convergen en la verdad. Al cabo de los años, declaraba en una entrevista concedida al The New York Times: "Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la Ciencia y en la Religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión". Murió en Lovaina poco después de oír la noticia de un descubrimiento que constituía la prueba de su teoría: el de la "radiación de fondo de microondas cósmicas". Este descubrimiento del año 1965, llamado también de "radiación del fondo cósmico" es una forma de radiación que llena el universo por completo. Se dice que es el eco que proviene del inicio del universo, o sea, el eco que quedó de la gran explosión (o big bang) que dio origen al universo. Stephen Hawking: Sacerdote Georges Lemaitre Catolicidad :La Maitre, padre de la Teoría del Big Bang
Si los Sacerdotes, que son los miembros más representativos de la Iglesia, aquéllos más dedicados dentro de ésta a la actividad espiritual y pastoral, también se han dedicado a la Ciencia, ¿cómo puede decirse que la Iglesia está en contra de la Ciencia?
¿Sabían que algunas Catedrales funcionaron como observatorios astronómicos?
Las Catedrales de Bolonia, Florencia y París se diseñaron en los Siglos 17 y 18 y tenían también el propósito de servir como observatorios solares. La función inicial de estos observatorios fue la de realizar cálculos precisos destinados a determinar la fecha exacta de la Pascua Cristiana. Y entre los edificios del Vaticano está la "Torre de los Vientos", la cual se eleva 73 metros sobre el nivel del mar, y está ubicada sobre el Museo y la Biblioteca. Fue construida en el Siglo 16 para servir de Observatorio con la finalidad de favorecer los estudios para la reforma del calendario. Actualmente el Observatorio Vaticano se encuentra ubicado en Castel Gandolfo, residencia veraniega de los Papas, y sus investigadores son Sacerdotes jesuitas, doctorados en Astronomía. En ningún otro lugar del mundo existían instrumentos más precisos para el estudio del sol. Como las catedrales tenían una serie de orificios que permitían el paso de la luz solar, mostraban las líneas horarias dibujadas en el suelo. Gracias a observaciones realizadas desde estas Catedrales, se logró la medición exacta del tiempo y la predicción de los equinoccios, los cuales marcan el cambio de las estaciones. Equinoccio es el momento en que el sol se encuentra en el cenit y su luz cae por igual en el Hemisferio Norte y en el Hemisferio Sur; por eso es la fecha exacta en que la noche y el día tienen la misma duración en cualquier parte de la tierra.
Hay otra conclusión de suma trascendencia que fue obtenida gracias a las 4.500 observaciones hechas por Sacerdotes científicos en la Catedral de San Petronio en Bolonia. Lograron comprobar que la teoría del gran astrónomo alemán Kepler de las órbitas elípticas de los planetas era correcta. Esto sucedió en la década de 1650. Con estos avances astronómicos, quedó definitivamente superada la física aristotélica de los cielos, que sostenía que los cuerpos celestes eran seres animadosy, de alguna manera, vivos. Y este logro de tal importancia fue posible en gran parte gracias a las observaciones realizadas por Sacerdotes Católicos en una Catedral, la de San Petronio, que estaba ubicada dentro de los Estados Pontificios. Así que, no sólo las universidades, sino los observatorios de las catedrales resultaron indispensables para el avance de la Ciencia. En la Edad Media hemos podido ver, entonces, Sacerdotes científicos y también edificaciones eclesiales, al servicio del avance de la Astronomía.
Vamos a dejar que uno de los más destacados historiadores de la actualidad,el Profesor J. L. Heilbron de la Universidad de California-Berkeley, autor del libro El Sol en la Iglesia- Las Catedrales como Observatorios Solares, nos responda esto: «La Iglesia Católica ha dado más apoyo financiero y social al estudio de la Astronomía por más de seis siglos, que ninguna otra institución durante el mismo tiempo y, probablemente, más que todas las instituciones juntas, desde la Baja Edad Media hasta la Ilustración». Con esta afirmación contundente, J.L Heilbron comienza su libro sobre el uso de las catedrales como observatorios solares. Heilbron recuerda que la astronomía es una ciencia estratégica: fue la primera ciencia moderna en aparecer, seguida por la mecánica: un paso clave en el progreso de la ciencia, dentro del cual la Iglesia tuvo un importante papel.
Ya hemos visto que la contribución de la Iglesia a la Ciencia ha sido importante: 1º. Las creencias teológicas del Cristianismo sostenidas por la Iglesia Católica, sentaron las bases para el desarrollo del método científico. 2º. Habían Sacerdotes Católicos que se esforzaban por el desarrollo de la Ciencia, en las áreas de Matemática, Geometría, Óptica, Biología, Astronomía, Geología, Sismología, etc. 3º. Algunas Catedrales sirvieron para el progreso de la Astronomía. 4º. No es un hecho casual que la Ciencia moderna haya surgido precisamente en el medio católico de Europa. Por el contrario, hemos visto como las ideas propias del catolicismo eran terreno fértil para que germinara la Ciencia. Dada la reciente labor de algunos Historiadores de la Ciencia, se han ido descubriendo estas cosas. Estos investigadores de la historia sostienen que el desarrollo de la Ciencia fue posible en el ambiente católico, gracias a las ideas propias de la Iglesia, principalmente la visión cristiana del mundo creado y del uso de la razón. Por eso, ya ningún intelectual honesto puede repetir el mito de que la Iglesia es enemiga de la Ciencia.
16. APENDICE SORPRESA: Y ¿a quién debemos la idea de la informática, de las computadoras? ¿quién es el padre o promotor del lenguaje informático? El Sacerdote Jesuíta Roberto Busa (1913-2011) quien es además el compilador del Index Thomisticus, la gran obra que reúne todos los trabajos de Santo Tomás de Aquino. Precisamente, por el reto que esta recopilación significó, el Padre Busa llegó a la idea de la necesidad del lenguaje informático.
"Si navegas en Internet, se lo debes a él, si pasas de un sitio a otro haciendo clic con los enlaces marcados en azul, se lo debes a él. Si usas el computador para escribir mails y documentos de texto, se los debes a él", afirmaba el Periodista Stefano Lorenzetto de L'Ossevatore Romano, con motivo de la muerte del Padre Busa en 2011. Lorenzetto recuerda que en 1949, habiendo compilado las nueve millones de palabras de las obras de Santo Tomás de Aquino, el P. Busa fue a buscar al fundador de IBM, Thomas Watson, quien le informó que las grandes máquinas de ese entonces no podían relacionar estos contenidos. El Sacerdote insistió en que algo podía hacerse, apelando para ello al lema de IBM "lo difícil lo hacemos rápido y lo imposible nos toma un poco más de tiempo", a lo que Watson respondió: "Está bien Padre, lo probaremos, pero con una condición: prométame que usted no cambiará IBM, siglas de International Business Machines a International Busa Machines". De este desafío nació el hipertexto (documento que lleva a otro sitio o a otro lugar en el mismo documento cuando el usuario hace click en un cierto punto de dicho documento con el mouse). Hipertexto fue el nombre acuñado por Ted Nelson en 1965, pero el precursor fue el P. Busa poco más de 15 años antes. Al Padre Busa, le tomó un millón ochocientos mil horas de trabajo compilar los 118 libros de Santo Tomás y otros 61 autores relacionados con esto. El Padre Busa era consciente que el lenguaje informático tenía su origen en la inteligencia humana, que era un reflejo del poder creador de Dios, "autor y productor del cosmos", sobre quien "los Evangelios nos aseguran que hace dos mil años descendió del cielo".
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